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Full text of "Perrología, el perro a través del diccionario y del refranero"

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PRESENTED  TO 

THE    LIBRARY 

BY 

PROFESSOR  MILTON  A.  BUCHANAN 

OF  THE 
DEPARTMENT  OF  ITALIAN  AND  SPANISH 

1906-1946 


EICARDÜ  MONNER  SANS 

C.  da  lí  RmI  Acad«mra  da  U  Hislori» 


PERROLOGÍA 


EL  PERIrO  a  través  DEL  DICCIONARIO 
I 

Y  DEL  REFRANERO 


Hdjíanidades,  tomo  V,  págiuas  49  a  214 


Xl^'' 


BUENOS  AIKES 

J  MPRENXX   T    CASA    EDITORA    «  CONI  » 
684,  PERÚ,  684 

I  1923 


C.  *e  U  Ufa!  Acaíemia  de  U  Hiil<    '    "^ 


PERROLOGÍA 


EL   PERRO   A    TRAVÉS   DEL   DICCIONARIO 
Y  DEL  REFRANERO 


HuMASiDAUES,   tomo  V,  páginas  49  a  214 


490,^17 


,  -      •  ^ 

BUENOS  AHÍKS  ^ 


IMPHKNTA    Y    CASA    EDITORA     «CONI 
684,  PERÚ,    «84 


1923 


ALGU2ÍAS  PUBLICACIONES  DEL  AUTOR 

(ex  venta) 


La  religión  en  el  idioma,  Buenos  Aires,  1899. 

Notas  al  castellano  en  la  Argentina,  cou  prólogo  del  doctor  Estanislao  S.  Ze- 

ballos,  2»  edición,  1917. 
De  gramática  y  de  lenguaje,  Madrid,  1915. 
Antología  Cerrantina,  Buenos  Aires,  1916. 
Antología  escolar  Hispanoargentina,  Buenos  Aires,  1920. 
Asnología  (vocabulario  y  refranero),  Buenos  Aires,  1921. 
FA  lujo  y  los  afeites  (disertación  en  el  Instituto  popular   de    conferencias), 

folleto,  Buenos  Aires,  1922. 


OTRAS   PCBLTCACIONES    RECIENTES 

Caiallerescas  (un  tomo  de  poesías).  Rossi,  editor,   Buenos  Aires,  1923. 
Disparates  usuales  en  la  conversación  diaria  (libro  de  divulgación  popular). 
Rossi,  editor,  Buenos  Aires,  1923. 


PERROLOGIA 

EL  PERRO  A  TRAVÉS  DEL  DICCIONARIO  Y  DEL  REFRANERO 


INTEODÜCCIÓÍÍ 


La  raza  canina  ha  contribuido,  sin  propo- 
nérselo, a  embellecer  la  historia,  la  leyenda 
y  a  poesía,  cosa  que  no  han  logrado  muchos 
historiadores  y  poetas  a  pesar  de  habérselo 
propuesto. 

Miguel  de  Castro. 

Que  para  tal  empeño, 

I»  obra  es  grande  y  el  autor  pequeño. 

E.  M.  Villegas,  Eróticas. 


Mucho  me  temo,  lector  benévolo  o  intransigente,  que  después 
de  compilado  minuciosamente  el  material  de  esta  obrecilla,  y  de 
trajearlo  lo  mejor  que  supe  con  las  galas  de  nuestro  sin  rival 
lenguaje,  me  digas  lo  que  a  Sancho  don  Quijote,  en  el  capítulo 
XXII  de  la  segunda  parte  de  su  libro  inmortal :  «  Hay  algunos 
que  se  cansan  en  saber  y  averiguar  cosas  que,  después  de  sabi- 
das y  averiguadas,  no  importan  un  ardite  al  entendimiento  ni  a 
la  memoria  » ;  pero,  te  lo  confieso  a  fuer  de  cristiano  viejo,  al  ver 
que  el  perro  se  encuentra  en  el  Cielo,  con  tres  constelaciones; 
en  el  Infierno,  con  una  guardia  mitológicamente  inmortal ;  en  la 
Tierra  y  en  los  mares  con  variedades  infinitas,  no  pude  resistir 
al  deseo  de  estudiar  a  este  animal  que  fué  el  primer  auxiliar  del 
hombre  cuando  en  los  tiempos  primitivos  la  caza  constituía  su 
principal  sino  su  único  medio  de  subsistencia ;  que  se  convirtió 
más  tarde  en  el  mejor  de  sus  servidores,  cuando  se  hizo  pastor; 
y  que,  por  último,  fué  el  escucha  de  su  vivienda  ya  levantada, 


_    4  — 

al  emprender,  espoleado  por  la  necesidad,  las  faenas  agrícolas. 
Si  el  delicado  Cetina,  imitando  a  Ovidio,  cantó  la  pulga ;  si 
Baltasar  del  Alcázar  ensalzó  a  los  ratones :  si  el  cronista  Luis 
de  Ávila  ponderó  a  la  araña;  si  Pedro  Mexía  entonó  cantares 
al  asno ;  si  el  célebre  don  Diego  Hurtado  de  Mendoza  alabó  la 
zanahoria :  si  Agustín  de  Eojas  escribió  dos  loas,  una  en  honra 
de  la  mosca,  recordando  tal  vez  a  Luciano,  y  otra  a  la  del  puerco 
—  dicho  sea  con  perdón;  —  si  Lope  de  Vega  escribió  su  célebre 
Gatomaquia;  si  Villaviciosa  nos  deleitó  con  su  Mosquea,  y  con 
sus  Perromaquias.  Xieto  de  Molina  y  Pisón  de  Vargas,  esto  sin 
salimos  del  solariego  hogar,  no  ha  de  sorprenderte  que  huyendo 
de  dogmatismos  y  recordando  que 

una  de  las  locuras  de  este  mundo 
es  ésta  de  querer  hablar  profundo, 

como  reza  el  entremés  Los  amantes  a  obscuras,  haya  honestado 
escasas  ociosidades  averiguando  cómo,  después  de  pavonearse 
por  las  literaturas  antiguas,  se  coló  el  perro  de  rondón  en  el 
suntuoso  alcázar  de  nuestro  opulento  romance,  dejando  en  él 
huellas  proftmdas  de  su  llegada  y  de  sus  paseos,  por  los  frondo- 
sos bosques  que  rodean  la  señorial  mansión. 

Ya  que  el  padre  Sbarbi,  a  quien  como  conocedor  de  nuestro 
idioma,  toda  alabanza  le  viene  estrecha,  en  uno  de  sus  sabrosí- 
simos artículos,  titulado  Apuntes  Mstórico-anecdótico-hihUográfi- 
co-filológico-felinos,  publicado  en  1882  bajo  el  pseudónimo  de 
«  El  doctor  Marañen  y  Uate  »,  reunió  —  he  tenido  la  paciencia 
de  contarlos  —  9G  refranes,  proverbios  o  frases  en  que  entró  la 
voz  gato,  no  ha  de  maravillarte,  quiero  creer,  el  que,  con  menos 
talento  que  él,  me  haya  preocupado  durante  una  serie  de  años 
en  recoger  frases,  proverbios  o  refranes  en  que  entren  las  voces 
can  o  perro,  y  cuantas  palabras  de  ambas  se  deriven,  con  lo  cual 
intento  demostrar  —  y  válgame  el  buen  deseo  —  que  cuando 
el  pueblo  se  ocupa  y  preocupa  mucho  de  un  ser  o  de  un  objeto, 
prueba  palmaria  es  de  que  este  objeto  o  este  ser  tiene  a  sus  ojos 
verdadera  importancia.  Y  si  el  refranero  perruno  reunido  en 
estas  páginas  así  lo  demuestra,  y  si  además  agrego  extenso  vo- 
cabulario de  palabras  incorporadas  al  idioma  gracias  a  la  exis- 
tencia de  este  animal  compañero  del  hombre,  presumo  no  habré 


—  5  — 

perdido  del  todo  el  tiempo;  que  siempre  se  gana  paseándose 
mentalmente  por  los  verjeles  perennemente  encantadores  de 
nuestra  copiosísima  literatura. 

A  pesar  de  ello,  recordando  la  anterior  cita  de  Cervantes, 
consulté  la  obra  con  un  muy  amigo  —  /  avis  varis  !  —  quien, 
ante  mis  dudas,  se  limitó  a  recordarme  estos  versos  de  autor 
anónimo,  anticipándose  a  desfavorables  juicios  : 

No  te  turbes,  ni  te  enojes 
cuando  te  insulten  los  necios ; 
¿  acaso  a  ladrar  te  pones 
cuando  te  ladra  algún  perro  f 

cuarteta  que  recojo  como  el  prudente  que  se  pone  el  parche 
antes  de  que  le  salga  el  grano. 

En  fin,  sea  lo  que  fuere,  vaya  esta  jauría  al  mercado  intelec- 
tual; va  la  trailla  bien  atada  para  que  no  cometa  ninguna  jjerrí'- 
ría,  y  va  atada  con  correítas  de  erudición,  siquiera  para  que  al 
verla  pasar  se  detengan  un  momento  los  viandantes  y  admiren 
a  la  par  la  esbeltez  de  los  lebreles,  la  corpulencia  de  los  masti- 
nes, las  sedosas  lanas  de  los  falderos,  o  los  achatados  hocicos 
de  los  perros  de  presa.  Lucen  todos  su  collar  indicador  de  su 
procedencia,  y  para  que  las  gentes  no  les  cobren  miedo,  mues- 
tran los  más,  trocados  en  gomecillos,  y  a  guisa  de  consejo, 
refranes  y  proverbios  que  bien  pueden  servir  de  guía  a  los  mí- 
seros pecadores. 

A  nadie  debe  sorprender  mi  afición  por  este  fiel  compañero 
del  hombre,  y  me  es  grato  suponer  que,  después  de  leídas  las 
páginas  que  siguen,  no  pocos  mortales  dirán  conmigo :  la  vida 
perra  que  voy  arrastrando;  las  perrerías  que  he  tenido  que 
aguantar  desde  que  piso  la  corteza  terrestre;  las  acciones  villa- 
nas, verdaderas  perradas  que  he  tenido  que  sufrir;  el  pan  de 
perro  que  algunos  falsos  amigos  me  dieron  a  comer;  los  sinsa- 
bores, en  una  palabra,  que  como  veneno  he  tenido  que  tragar, 
no  me  los  han  proporcionado  los  perros,  sino  los  hombres. 

¡  Dios  quiera  que  éstos,  al  hojear  la  presente  obrecilla,  no  se 
ensaíien  contra  este  modesto  compilador ! 


—   6  — 


ETIMOLOGÍAS 

La  de  la  palabra  can  no  me  interesa.  Ya  proceda  del  germano 
Jcwan  o  khican  —  de  la  raíz  kun,  que  se  transforma  en  Hund:  — 
ya  del  sánscrito  swan;  ya  del  latín  canis,  siempre  hay  la  unidad 
del  sonido  inicial  fuerte. 

La  voz  indogermana  me  parece  onomatopéyica,  por  su  seme- 
janza con  el  sonido  gutural  que  lanza  el  perro  cuando  está  eno- 
jado, voz  parecida  a  la  castellana  guau,  guau,  que  equivale  a 
ladrido  del  perro,  y  aun  a  au,  au,  que  en  euskera  significa  perro, 
según  Julio  Cejador. 

Este  sonido  gutural  fuerte,  representado  según  la  diversa 
fonética  de  distintos  idiomas,  por  la  k,  la  c,  la  li  aspirada,  lo  en- 
cuentro, no  sólo  en  las  lenguas  teutonas,  de  la  raíz  anglosajona 
liund  (alemán,  inglés,  holandés,  nordanés  y  sueco),  y  en  las  esla- 
vas, del  griego  cuon  (servocroata,  búlgaro  y  ruso)  —  como  opina 
mi  docto  amigo  Costa  Álvarez,  —  sino  en  la  misma  lengua  grie- 
ga, en  la  latina  y  en  todas  sus  hijas.  Diré  más  :  ya  en  el  sáns- 
crito kuJcurra,  en  el  semita  keleb  y  aun  en  el  chino  ku,  se  nota, 
a  mi  entender,  con  claridad,  una  raíz  fundamental,  que  siendo 
bilítera  podría  ser  ku,  o  trilítera  kua,  sonidos  ambos  imitativos 
del  ladrido  del  perro. 

Ko  quiero  fatigar  las  prensas  publicando  la  palabra  can  en 
variedad  de  idiomas.  El  lector  a  quien  esta  minucia  interese, 
puede  consultar  con  fruto  el  documentado  estudio  de  Osear  Al- 
brecht,  titulado  :  Zur  Altesten  Geschichte  des  Hundes,  Munchen, 
1903. 

La  voz  perro  ya  reclama  mayor  atención,  porque  en  ella  no 
cabe  recurrir  a  la  onomatopeya. 

Al  pretender  dar  con  la  etimología  de  la  palabra  perro,  la 
Real  Academia,  en  la  décimatercera  edición  de  su  Diccionario, 
preguntaba :  «  ¿  del  bajo  latín  canis  petronins,  perro  de  ganado, 
del  latín  petro,  carnero  ?  »,  con  lo  cual  hacía  nacer  la  sospecha  de 
que  el  can  petronius  era,  simplemente,  un  perro  de  pastor.  Y  en 
la  misma  edición  también  preguntaba,  antes  de  definir  la  pala- 
bra can,  si  no  vendría  del  zenda  vehrka,  lobo.  En  la  décima- 


cuarta  dice :  «  Perro,  del  latín  petro  rústico,  con  alusión  al  canis 
petronius,  perro  que  caza  por  las  asperezas  de  los  montes. » 

Eduardo  Ecliegaray,  en  su  Diccionario  general  etimológico, 
se  pregunta,  a  su  vez,  si  la  voz  no  procede  del  bajo  latín  petrun- 
culus  canis. 

Mugica,  autoridad  en  estos  asuntos,  en  Dialectos  castellanos 
escribe  :  «  Knapp  cree  patrio  (como  sapiat,  saipa,  sepa)  =  patrio 
=:^petro.  Pero  aquí  Knapp  tropieza  con  la  voz  Perfro  (nótese  que 
no  hay  Pedra  sino  Petra),  y  acude  a  una  ley  morfológica  france- 
sa, según  la  cual  tr  =  rr.  Se  apoya  además  en  patula  (extensa) 
=  patla  =  j;«f ra  =  parra.  Perrín  es  el  apellido  de  un  autor 
cómico :  acaso  Pedrin  que  dicen  los  muchachos  en  la  frase  «  me 
c...  en  San,  Pedrin». 

Glosando  la  opinión  de  Knapp,  si  bien  con  la  idea  de  dar  con 
etimología  mejor  razonada  históricamente,  afirma  el  infatigable 
Tangís  Orrit  que  «  habiendo  un  perro  indígena  en  la  península, 
se  le  distinguió  con  el  nombre  A^d  patrio,  palabra  que,  sufriendo 
cambios  fonológicos,  resultó  perro  (compárese,  dice,  con  parri- 
cida, del  latín  patricida). 

Ya  en  otra  ocasión  me  permití  hacer  notar  que  la  ley  morfo- 
lógica a  que  se  refiere  Knapp,  y  que  apadrinan  en  parte  Mugica 
y  Taugis  Orrit,  no  es  imvativa  del  francés,  pues  el  cambio  de 
pt  por  rr  se  encuentra  en  castellano.  De  pater  hacemos  padre, 
paterno ,  patrimonio  j parricida.  En  cuanto  a  que  de  Pedro  hace- 
mos Petra  y  no  Pedra  tampoco  me  parece  de  valor  probatorio, 
ya  que  de  petra  derivamos  piedra  y  pétreo.  Tanto  en  pétreo  como 
en  Petra  hay  como  un  retroceso  al  latín,  algo  así  como  un  des- 
agravio ala  lengua  que  nos  suministró  el  primitivo.  Eecuérdese 
cómo  de  obispo  derivamos  epicospal;  de  dos,  dual;  de  cabeza, 
capital,  etc.,  etc. 

Si  á.e  padre,  agrego  aclarando  la  teoría,  nacen  patrimonio  y 
parricida,  trocadas,  como  se  advierte,  las  dr  de  la  palabra  primi- 
tiva en  tr  y  rr,  ¿  puede  sorprendernos  que  de  petro,  carnero,  del 
can  petronius  naciese  j?6rro^  trocadas  tr  en  rrf 

Amigo  de  dar  a  cada  cual  lo  suyo,  no  quiero  ocultar  qae  Pe- 
dro por  perro  lo  encuentro  empleado  por  Correas  en  las  dos  fra- 
ses siguientes :  «  como  Pedro  por  demás  »  y  «  como  Pedro  en 
barrio  ajeno»,  si  bien  entiendo  que  en  ambas  frases,  Pedro  se 


—  8  — 

emplea  para  suavizar,  para  eufemizar  el  concepto,  afirmando  mi 
parecer  la  explicación  que  el  mismo  Correas  da  a  la  segunda, 
pues  después  de  ella  escribe :  «  Cuando  uno  es  maltratado  como 
extraño,  porque  los  perros  muerden  a  los  de  otro  barrio. » 

En  carta  particular,  el  ya  mentado  Taugis  Orrit  me  dio  a 
conocer  la  opinión,  no  definitiva,  sino  conjetural,  del  profesor 
de  griego  en  la  Universidad  de  Barcelona,  seíior  Balari,  quien 
decía:  «Perro  de  pherro;  ferro,  latín  ferrum,  hierro,  cadena, 
etc.;  en  la  edad  media,  esclavo,  sumiso,  unido.  Al  animal  canis, 
¿  no  se  le  podría  llamar  perro,  por  ser  esclavo,  sumiso,  adjunto 
al  hombre  ?  » 

A  mi  vez,  digo,  sin  reir  por  lo  antojadiza  la  opinión  de 
aquel  sabio  helenista,  y  con  ello  vuelvo  a  la  idea  ya  apuntada, 
4  por  qué  no  del  bajo  latín  petronius  f  lío  se  olvide  que  el  canis 
petronius  es  perro  de  pastor,  guardián  del  carnero,  petro,  y  que, 
conforme  creo  haber  probado,  en  x)asados  siglos  no  fueron  homo- 
logas las  voces  can  y  perro.  De  petro  a  perro  la  distancia  es  poca, 
ya  que  al  ñn  sólo  se  trata  de  la  apócope  de  petronius  y  del  cam- 
bio ya  señalado  de  tr  en  rr. 

A  mayor  abundamiento,  y  para  que  no  nos  sorprenda  tanto 
que  el  pueblo  olvidase  la  voz  canis  y  se  encariñase  con  la  de 
petro  =  perro,  bueno  es  recordar  que  en  el  Mediterráneo  domi- 
na la  jp  a  la  c  :  así  el  origen  turco-osmano  de  perro  es  pes,  perro 
en  español,  perru  en  sardo,  y  pseto,  pasee,  psie  entre  los  eslavos, 
los  croatas,  los  eslovenos  y  los  urales. 

Pes,  originariamente  ¿ierro  de  caza,  ural,  más  pequeño  que  el 
ca7i,  es  quizá  la  paleontológica  prehistórica  canis  palustris. 

En  mi  trabajillo  Can  y  Perro,  que  va  al  final  como  apéndice, 
ya  me  referí  al  parecer  de  Galludo  y  Vera  al  recoger  la  opinión 
de  que  la  voz  en  que  me  ocupo  puede  venir  de  la  griega  jyyr, 
fuego,  por  el  temperamento  seco  de  este  animal,  parecer  tam- 
bién de  Covarrubias,  quien  dice  «por  su  calidad  ígnea».  Tan 
arraigada  estuvo  esta  creencia,  que  en  el  capítulo  XX  del  Libro 
de  la  Montería,  de  don  Alfonso  XI,  se  lee  :  «  Otrosí,  porque  los 
canes  de  su  naturaleza  son  muy  calientes.  » 

El  sabio  Costa,  tan  sabio  que  aún  no  tiene  una  estatua  en 
España,  en  su  erudito  y  minucioso  estudio  :  Nombres  simbólicos 
de  personas,  al  tropezar  con  la  palabra  Pisiro,  dice  :  «  Figura 


—   9  — 

como  nombre  individual  y  colectivo...  Es  verisímil  que  Pisiro 
sea  dilatación  de  uno  de  los  nombres  aryos  del  perro  —  ¿  del 
pes  ural,  digo  yo  ?  —  en  concepto  de  custodio  o  defensor  del 
ganado  »,  con  lo  cual  nos  acercamos  al  canis  petronins,  esto  es, 
al  can  que  guarda  ganado,  carneros. 

Eesumiendo,  opino,  sin  que  el  parecer  lo  lance  como  juicio 
definitivo,  que  la  voz  perro  proviene  del  bajo  latín  petronins.  El 
pueblo  oyó  canis  petronius,  tal  vez  canis  petro,  y  dejando  la  pala- 
bra can  para  los  monteros,  aceptó  la  de  perro.  Xo  se  olvide  que 
son  cultas  todas  las  voces  derivadas  de  can  y  vulgares  las  qne 
proceden  ^q  perro. 


CASTAS  Y  OFICIOS  PERRUNOS 

Al  pretender  indagar  el  origen  de  la  familia  perruna,  bien 
puedo  emplear  la  socorrida  frase  de  que  «  se  oculta  en  las  som- 
bras del  pasado  » . 

Suponen  algunos  naturalistas  que  las  dos  razas  primitivas  — 
¿y  la  unidad  de  la  especie!  —  ñieron  el  perro  de  las  turberas, 
parecido  a  nuestros  bracos,  y  el  perro  de  la  edad  de  bronce,  aná- 
logo a  los  perros  de  pastor  y  a  los  sabuesos,  si  bien  hay  quien 
opina  que  el  perro  moderno  desciende  del  lobo  de  la  India. 

Falto  de  competencia  para  opinar  racionalmente  en  tan  nebu- 
loso asunto  científico,  diré  que  desde  Jenofonte,  cuatrocientos 
años  antes  de  Cristo,  que  sólo  distinguió  dos  castas  á^  perros  : 
de  caza  y  de  guarda,  basta  nuestros  días,  creció  tanto  la  familia 
canina,  que  tengo  por  tarea,  de  imposible  realización,  catalogar 
todas  las  razas  y  castas  hoy  existentes,  ya  que  las  influencias 
climatológicas,  por  un  lado,  y  por  otro,  el  continuo  cruce  entre 
las  numerosas  clases  de  tales  carnívoros,  enriquecieron  con 
tanta  abundancia  su  número,  que  el  recuento,  por  numeroso 
que  sea,  ha  de  resultar  lógicamente  incompleto. 

Linné,  según  Cabrera,  comprende  quince  razas,  reunidas  en 
cuatro  grupos : 

a)  Perros  de  guarda :  mastín  español,  mastín  de  los  Pirineos, 
perros  de  presa,  alanos ; 


—  10  — 

b)  Perros  de  montería :  podencoB,  conejeros,  mallorquines,  sa- 
buesos; 

c)  Galgos  :  galgo  español ; 

d)  Perros  de  muestra  :  braco  español  (o  navarro),  perdigueros, 
mallorquines,  pachón,  pachón  sedeño,  gorga,  barbas  (1). 

Como  se  advertirá,  tanto  por  esta  división  como  por  el  título 
de  la  obra,  el  autor  ha  tenido  principalmente  en  vista  a  los 
perros  peninsulares,  lógica  preferencia,  apoyada  en  plausible 
motivo,  como  luego  demostrará  un  autor  extranjero. 

Daziel,  en  trabajo  reciente,  ha  hecho  de  una  sola  clase,  de  los 
de  caza,  las  siguientes  divisiones  : 

1^  Los  que  cazan  por  el  olfato  y  para  el  fusil,  lo  que  decir 
quiere  que  levantan  la  caza  pero  no  la  persiguen,  perteneciendo 
a  este  grupo,  en  los  actuales  tiempos,  el  pointer,  el  seter  y  el 
grifo,  estos  dos  últimos  de  mucho  pelo,  propios  para  los  países 
fríos ; 

2*  Los  que  cazan  por  el  olfato  y  matan  la  caza,  tales  como  los 
llamados  de  ciervo,  de  zorro,  y  otros ; 

3*  Los  que  cazan  con  la  vista  y  matan  la  caza,  en  cuyo  grupo 
figuran,  en  primer  término,  los  lebreles. 

Estos  dos  previos  recuerdos  de  variedades  perrunas,  sirven 
para  afirmar  lo  anteriormente  aseverado,  esto  es,  la  asombrosa 
descendencia  de  los  tipos  primarios. 

Aristóteles,  y  en  esta  parte  sigo  al  erudito  Narciso  Campillo, 
menciona  siete  familias  diversas;  Varrón,  en  su  tratado  De  re 
rustica,  describe  cinco  razas  o  especies,  que  Virgilio  acepta  en 
sus  Geórgicas  ;  Ovidio  habla  de  perros-lobos  (2):  Oppiano  clasi- 
fica los  perros  de  caza  según  los  países  de  origen,  y,  finalmente, 
el  insigne  Cavier  distingue  nada  menos  que  cuarenta  y  ocho 
variedades  perrunas. 

A  estos  datos  del  mentado  escritor  peninsular,  puedo  añadir 
los  siguientes,  demostrativos  de  cómo  fué  creciendo  la  canina 
familia  al  correr  de  los  siglos. 

Don  Alfonso  XI,  en  su  Libro  de  Montería,  sólo  nos  habla  de 

(1)  Fauna  ibérica.  Mamíferos,  por  Ángel  Cabrera,  1  tomo,  Madrid,  1914. 

(2)  Marcial  nos  habla  de  Yssa,  la  perra  favorita  de  Publio. 


—  11  — 

Sabuesos,  Perros  de  busca, 
Alanos,  —     de  levantar, 

Lebreros,  —     de  corrrer. 

Mastines,  Perro  maestro, 

dedicando  capítulos  especiales  a  advertir  cómo  deben  ser  trata- 
dos los  sabuesos  y  los  alanos,  lo  que  induce  a  creer  que  las 
demás  divisiones  no  se  refieren  a  clases  distintas  de  perros,  sino 
a  los  fines  a  que,  previa  enseñanza,  se  destinaban  (1). 

Gabriel  Maura  nos  participa  que  el  Fuero  de  Cáceres  alude  a 
la  montería  del  venado,  citando,  además,  varias  especies  áe  pe- 
rros cazadores,  como  galgos,  podencos,  alanos  y  sabuesos. 

Argote  de  Molina,  en  su  Discurso  sobre  el  libro  de  Montería, 
cita  las  siguientes  castas  de  perros  : 

Sabuesos  de  suelta,  que  son  ventores,  lebreles  y  perrillos  ra- 
poseros, galgos  y  podenquillos. 

Alonso  Martínez  de  Espinar  (2),  en  su  Arte  de  la  Ballestería  y 
Montería  (1644),  menciona  las  siguientes  variedades  perrunas  : 


Lebrel, 

Podenco, 

Perro  de  alimañas, 

Alano, 

Sabueso  navarro. 

—     de  encarbo. 

Dogo, 

—       frisón. 

—     de  ajeo. 

Mastín, 

Perdiguero, 

Zorrero. 

Galgo, 

Perro  de  aguas, 

Nieto  de  Molina,  en  su  graciosa  aunque  deslabazada  Perro- 
maquia,  no  cita  más,  si  mis  apuntes  no  fallan,  que  las  siguientes 

(1)  Y  con  su  inclinación,  y  la  enseñanza 
los  harás  diestros  :  uno  al  cuervo  sigue, 
otro  a  la  zorra  o  puerco  se  abalanza, 
otro  a  la  liebre,  al  lobo  otro  persigue, 
uno  los  anchos  ríos  atraviesa, 

otros  de  sangre  son,  y  otros  de  presa. 

(N.  Fernández  de  Moratín,  La  caza,  canto  II.) 

(2)  Fué  ayuda  de  cámara  del  príncipe  don  Baltasar  Carlos.  Muy  conoce- 
dor de  la  caza,  el  rey  Felipe  IV  le  nombró  su  escopetero  y  montero  mayor. 
Tuvo  el  privilegio  del  don  y  los  documentos  de  la  época  hacen  resaltar  que 
«  ea  el  que  da  el  arcabuz  a  su  majestad  ». 

Fué,  al  propio  tiempo,  notabilísimo  escritor,  tanto   que   por   clásica  se 
tiene  su  obra  Arte  de  la  Ballestería. 
Pintó  su  retrato  el  célebre  Velázquez. 


—    12  — 

castas  de  perros,  lo  que  inclina  a  creer  que  eran  los  que  se  cono- 
cían en  aquella  época,  y  probablemente  en  los  lugares  habitados 
por  el  autor : 

Alanos,  Perdigueros,  Perro  chino, 

Podencos,  Lebreles,  —     fino, 

Mastines,  Dogos,  —     de  pastor, 

Galgos,  Gozques,  —     de  agua, 

Lancees,  Falderos,  —     negro  de  Guinea. 

En  la  interesante  obra  del  barón  de  Yaux,  titulada  Kotre  ami 
le  cliien  (1),  se  mencionan,  si  no  he  contado  mal,  unas  noventa 
castas,  primando,  como  se  comprenderá,  las  que  se  cuidan  y 
desarrollan  especialmente  en  Francia. 

Tanta  variedad  perruna  ha  debido  marear  sin  duda,  aun  a  los 
más  amigos  de  divisiones  y  subdivisiones,  tanto  que  el  jurado 
encargado  de  clasificar  los  ejemplares  que  recibía  para  su  exhi- 
bición en  la  Exposición  internacional  canina,  celebrada  recien- 
temente en  Madrid,  organizó  tan  sólo  las  siguientes  instalacio- 
nes o  grupos : 

De  guardería.  Perros  de  muestra, 

—  utilidad,  Eetreviers, 

—  rastro,  Spaniels, 

—  montería,  Terriers  para  caza, 
Galgos.  Perros  de  lujo. 

Para  que  se  pueda  apreciar  cómo  las  razas  primarias  se  fue- 
ron desarrollando  al  pasar  de  unos  países  a  otros,  y  sin  que  ni 
por  un  momento  abrigue  la  pretensión,  ni  de  agotar  la  materia, 
ni  de  dar  un  cuadro  completo  de  variedades  perrunas,  allá  van 
unas  cuantas  noticias  que  imeden  ser  leídas  con  agrado  por  los 
amigos  de  tan  inteligente  animal. 

El  mastín,  o  perro  de  ganado,  se  supone,  si  no  el  único,  uno 
de  los  primeros  tipos  originarios.  Se  encuentra  en  diferentes 
países,  con  sensibles  modificaciones  en  unos  y  leves  en  otros, 
cambios  debidos,  los  más,  al  clima  y  a  la  alimentación.  Llevado 
al  norte  dio  el  Dogo,  y  trasladado  al  sur,  el  Lebrel.  Éste,  trans- 

(1)  París,  1897. 


—  13   — 

portado  a  Islanda,  a  Epiro  y  a  Albania,  produjo  el  perro  de 
Islanda,  del  que  se  derivaron  los  de  Terranova,  y  el  de  San  Ber- 
nardo, el  que,  conducido  a  Inglaterra  y  Dinamarca,  dio  el  Danés 
ordinario,  el  Perrillo  danés  y  el  Gozquecillo. 

El  lebrel  y  el  mastín  dieron  el  Lebrel  cruzado;  y  el  mastín  y  el 
dogo  originaron  el  Dogo  fuerte,  el  Bull-dog,  que  tiene  más  del 
dogo  que  del  mastín,  y  el  Doguillo,  que  viene  del  dogo  de  Ingla- 
terra y  del  pequeño  danés. 

El  doguillo  y  el  danés  dieron  vida  al  Gozque,  a  los  llamados 
Sabuesos,  a  los  Bracos  o  perros  de  muestra,  y  a  los  Zarceros  o 
perrillos  raposeros.  Todos  pertenecen  a  una  misma  casta,  mas  el 
sabueso  trasplantado  a  España  y  a  Marruecos,  dio  origen,  según 
algunos  naturalistas,  al  Perdiguero,  el  cual,  al  cruzarse  con  el 
danés,  creó  el  Perro  de  Calabria,  y  con  el  zarcero,  el  Perro  burgos, 
y  con  el  perro  de  aguas,  el  Perro  de  lanas,  con  diversos  nombres. 

El  de  aguas,  aclimatado  en  Inglaterra,  ha  cambiado  el  color, 
y  sufriendo  diversas  influencias,  se  lia  trocado  en  el  De  lanas. 
Inglés  y  Falderillo,  llamado  King-Charles. 

Sin  quizá,  y  para  vergüenza  de  los  españoles,  de  todas  las 
naciones  civilizadas,  Inglaterra  es  la  que  más  se  preocupa  de 
tan  simpático  animal,  estudiando  con  prolija  atención  los  cru- 
ces, para  mejorar  y  embellecer  las  razas. 

A  fin  de  que  se  tenga  una  idea,  sino  exacta,  aproximada,  del 
número  infinito  de  clases  perrunas  a  que  ha  dado  lugar  el  cru- 
zamiento de  razas,  copiaré  la  lista  que  publica  José  Gutiérrez 
de  la  Vega,  verdadera  autoridad  en  esta  materia,  en  su  intere- 
sante aunque  poco  divulgado  libro  Los  perros  de  caza  españoles. 

Después  de  asegurar  en  páginas  anteriores  que  «  según  los 
autores  que  sigue,  antiguos  y  modernos,  todos  prueban,  sin  va- 
cilación ni  género  alguno  de  duda,  que  la  mayor  parte  de  las 
especies  y  variedades  de  perros  de  caza  conocidas  en  Europa  y 
esparcidas  por  todo  el  mundo,  o  son  o  proceden  de  España,  o  a 
lo  menos  llevan  sangre  española  (1)  en  las  venas  >>,  detalla  así 
los  que  en  estos  tiempos  corren  el  monte  : 


(1)  Para  robustecer  esta  opinión  y  demostrar,  a  la  vez,  el  descuido  de  los 
peninsulares  con  sus  perros,  bastarán  las  siguientes  noticias. 

YXpointer,  perro  de  maestra,  procede  del  antiguo  perdiguero  español.  Poin- 


14  — 


Alano, 

Oysel, 

Epagneul  (sabueso), 

Gredin, 

Pyranie, 

Epagneul  d'eau, 

Otterliound. 

Epagneul  inglés, 

Griífon, 

Setter, 

Setter  blanco  y  anaranjado, 

—  irlandés  rojo, 

—  irlandés  blanco  y  rojizo, 

—  gordon, 

—  laverack, 

—  de  Escocia, 

—  de  Irlanda, 


Setter  negro, 
Cocker, 
Boufle, 

Water  spaniel, 
Springer, 
Cocker  de  Sussex, 
—      de  jSíorfolk, 
Chumber, 
Blenhéins, 
Eetrevier, 
Pointer, 
Foxhound, 
Dreffer, 
Cour-queu, 
Braque, 
Courant, 
Mallorquín. 


líadie  ignora  que  el  perro,  además  de  fiel  guardián  y  de  ser 
eficaz  cooperador  en  la  caza,  se  utiliza  de  siglos  atrás  para  otros 
fines  o  servicios,  de  suerte  que,  atendiendo  a  éstos,  cabría  otra 
división,  pues  hay  perros : 

Contrabandistas,  que  se  encuentran  en  La  Línea,  junto  a  Gi- 
braltar,  y  en  las  fronteras  de  Suiza  y  de  Bélgica  (1) ; 


ter   quiere  decir  perro  de  punta,  que  tauto  elogió  Martínez  de  Espinar. 

El  perdiguero  español,  cruzado  con  el  Inglés  foxhound  o  perro  de  zorro, 
que  a  su  Tez  es  producto  del  cruce  del  galgo  con  el  sabueso,  dio  allí  una 
raza  inmejorable. 

Del  epagneul  francés,  spaniel  en  inglés,  no  hay  por  qué  hablar. 

El  braco  navarro,  pintado  por  Velázquez  al  pie  del  príncipe  Baltasar  Car- 
los, también  se  va  perdiendo. 

Perros  de  presa  eran,  como  el  famoso  Becerrillo,  los  que  los  conquista- 
dores llevaron  a  América.  Cruzados  con  salíuesos,  dieron  los  que  en  Cuba 
perseguían  a  los  esclavos  fugados. 

Conejeros  y  lebreles  van  degenerando  también  en  Espada. 

(1)  ¡Y  aún  para  perseguir  a  los  contrabandistas!  B.  Leonardo  de  Argen- 
sola  escribe  en  un  conocido  soneto  : 

Si  no  encadenas  los  infieles  canes 

que  tu  Aduana  a  los  viandantes  suelta, 

ni  tu  muro  verás,  ni  tu  camino. 


—  15   — 

Lecheros,  en  Bélgica  y  en  Holanda,  para  trasladar  leclie  en 
carritos : 

Mineros,  en  Oliío,  para  arrastrar  las  vagonetas  de  carbón; 

Guarda-agujas  :  en  Montserrat  hubo  uno,  y  en  Port-Bou  he 
conocido  a  otro  tan  inteligente  que,  en  cuanto  veía  bajar  la 
señal,  él  mismo  corría  a  la  casilla  a  buscar  la  banderola  : 

Cazadores  de  negros  escapados,  se  emplearon  en  las  Antillas 
españolas,  y  hoy  en  los  Estados  Unidos  para  detener  presos 
fugados ; 

Militares,  para  despachos,  escuchas,  etc. : 

Policía,  etc.,  etc.,  porque  ¡  son  tantos  los  servicios  que  presta 
al  hombre ! 

Basta  ya,  porque  la  simple  lectura  de  tanto  adjetivo  perruno 
puede  causar  empacho  a  cuantos  no  sientan  especial  cariño  por 
tan  inteligente  animal,  debiendo  advertir  de  nuevo  que  lejos  de 
mi  ánimo  queda  la  creencia  de  haber  agrupado  en  esta  tiramira 
de  voces  todas  las  variedades  de  perros  que  en  la  actualidad  se 
conocen,  ya  que  estimo  la  tarea  inagotable.  Fué  ella,  como  sim- 
ple curiosidad,  coordinando  ajenos  trabajos  con  propias  obser- 
vaciones. En  el  Vocabulario  que  sigue  se  podrán  apreciar,  con 
la  riqueza  de  castas,  las  propiedades  características  de  las  más 
conocidas  por  su  utilidad,  o  por  estar  hoy  en  moda. 


VOCABULARIO 

Aguas,  perro  de.  —  Según  el  Diccionario  de  Autoridades  :  «  Es- 
pecie de  perro  muy  lanudo,  que  tiene  la  propiedad  de  arro- 
jarse al  agua  para  sacar  la  caza,  o  lo  que  se  echa  a  ella.  » 
El  académico  es  más  explícito,  pues  lo  define  de  esta 
manera : 

Ferro  de  raza  que  se  cree  originaria  de  España,  con  cuerpo 
grueso,  cuello  corto,  cabeza  redonda,  hocico  agudo,  orejas  caí- 
das y  pelo  largo,  abundante,  rizado  y  generalmente  blanco. 
Es  muy  inteligente,  y  se  distingue  por  su  aptitud  para  saber 
nadar. 


—   16  — 

Ajeo,  de.  —  Perdiguero,  según  la  Academia,  acostumbrado  a 
acosar  las  perdices,  que  las  hace  ajear  antes  de  levantar 
el  vuelo. 
Estos  perros  suelen  ser  del  tamaño  de  una  zorra. 

...  las  aseguran  —  las  perdices  —  andándose  a  la  redonda 
de  ellas  para  que  no  se  levanten. 

(Martínez  de  Espinar,  Arte  de  Ballestería.) 

Alano.  —  «  Perro  de  raza  cruzada  que  se  considera  producido 
por  la  unión  del  dogo  y  del  lebrel.  Es  corpulento  y  fuerte, 
tiene  grande  la  cabeza,  las  orejas  caídas,  el  hocico  romo 
y  arremangado,  la  cola  larga  y  el  pelo  corto  y  suave.  * 
(Dice,  de  la  Acad.) 

El  llamado  de  Autoridades  los  describe  así : 

Especie  áe  perros  muy  corpulentos,  bravos  y  generosos,  que 
sirven  en  las  fiestas  de  toros  para  sujetarlos,  haciendo  presa 
en  sus  orejas,  y  en  la  montería  a  los  cuervos,  jabalíes  y  otras 
fieras,  como  también  para  guardar  las  casas  y  las  huertas. 

Trata  luego  de  su  origen ;  mas  prefiero  tomarlo  direc- 
tamente de  Covarrubias,  quien  en  su  Tesoro  dice : 

Según  Amiano,  estos  perros  se  llamaron  antiguamente  Mat- 
sagetas.  Quiere  decir  que  (siendo  Alano  un  río  de  la  Scitia) 
los  perros  que  en  España  llamamos  alanos,  trajeron  de  allá  el 
nombre,  como  los  sabuesos  de  Saboya,  los  galgos  de  Galia, 
que  es  Francia,  los  gozques  delaGocia...  Pero  los, ]}erros  ala- 
nos sospecho  que  se  ha  de  decir  albanos.  Lo  primero,  por  lo  que 
dice  Abraham  Hort.,.  Lo  segundo,  porque  nos  consta  que  en 
Albania  se  criaban  perros  ferocísimos  que  salían  a  pelear  con 
los  enemigos,  y  eran  parte  para  romper  un  ejército  (1). 

En  el  siglo  xvni,  según  el  Diccionario  académico  de 
1783,  estos  perros  fueron  llamados  de  presa. 

(1)  Gastón  Phoebus,  autor  de  la  segunda  mitad  del  siglo  xiv,  dice  en  eu 
libro  La  Chasse,  que  los  alanot  y  loa  perro9  de  Oysel  proceden  de  España; 
y  si  recordamos  que  en  el  Libro  de  la  Montería,  de  Alfonso  XI,  se  dedica  un 
capítulo  entero  a  los  alanos,  casi  tendremos  que  convenir  con  Gutiérrez  de 
la  Vega,  en  el  origen  español  de  esta  casta  perruna. 


—  17   — 

Recuérdese  el  singular  combate  que  el  valiente  Tirant 
lo  Blanch  sostuvo  con  un  alano,  episodio  referido  por 
Cervantes  en  el  capítulo  VI  de  la  primera  parte  del  Qui- 
jote. 

A  las  citas  apuntadas  en  el  Diccionario  de  Autorida- 
des, podría  agregar  varias  más,  contentándome  con  las 
tres  siguientes : 

Abrieron  grandes  bocas  como  unos  alanos. 

(Berceo,  Duelo,  39.) 

Alano  carnicero  en  un  río  andaba 
una  pieza  de  carne  en  la  boca  pasaba. 

(Arch.  de  Hita.) 

Ya  por  tanto  ladrear  me  llamas  perro  : 
yo  cuelgo,  cual  alano,  de  tu  oreja, 
y  tú,  bramando,  erizas  frente  y  cerro. 

(Quevedo,  Riesgos  del  matrimonio.) 

El  lector  que  desee  más  detalles,  vea  Diálogos  de  la 
Montería,  edición  de  Bibliófilos  españoles,  página  465. 

Albarraneo.  —  Anticuado,  por 

Aibarraniego.  —  Perro,  en  algunas  partes,  de  ganado  trashu- 
mante. Ambas  palabras  equivalen  a  forastero,  y  bien 
puede  venir  de  albarrán,  campesino.  Recuérdese  que  al- 
barrán  se  aplicó,  en  lo  antiguo,  «  al  que  no  tenía  casa, 
domicilio  o  vecindad  en  algún  pueblo,  o  era  forastero». 

Alforjero.  —  Perro  de  caza,  enseñado  a  quedarse  en  el  rancho 
guardando  las  alforjas.  Así  se  define  en  los  diccionarios 
antiguos  y  modernos. 

Esta  voz  tiene  distintas  acepciones  registradas  en  el 
Diccionario  oficial. 

Aiimañero.  —  Véase  Zorrero. 

Ardero.  —  El  adiestrado  para  cazar  ardillas. 

Ayuda,  de.  —  El  enseñado  a  socorrer  y  defender  a  su  amo. 


—   18  — 

Dijo  a  dos  corchetes  suyos :  este  es  famoso  perro  de  ayuda, 
que  faé  de  nn  grande  amigo  mió. 

(Cervantes.) 

Hiciéronle  creer  que  era  un  feroz  perro  de  ayuda. 

(Salas  Barhadillo.) 

Soy  vuestro  perro  de  ayuda 
que  animosa  me  azozais. 

(J.  de  Valdivielso,  La  serrana  de  Placen<:ia.) 

Barcino.  —  Así  se  llama  al  perro,  toro  o  vaca,  que  tiene  el  pelo 
mezclado  de  blanco  y  pardo,  y  algnnaB  veces  rojo. 

Mis  padres  —  dice  Berganza  —  debieron  de  ser  alanos,  de 

aquellos  que  crían  los  ministros  de  aquella  coxifusión  a  quien 

llaman  jiferos. 

(Cervantes,  Coloquio  de  los  perros.) 

Recordarán,  los  que  hayan  leído  esta  obra,  que  a  Ber- 
ganza le  llamaron  también  barcino. 

Este  nombre  tenía  uno  de  los  perros  de  caza  de  Felipe 
II,  como  dice  Argote  de  Molina  en  su  Discurso  sobre  el 
Libro  de  l4i  Montería. 

Blanchete.  —  Antiguamente  perro  faldero.  Llamóse  así  por  ser 
comúnmente  blancos  los  que  vinieron  de  Malta. 

Un  perrillo  hlancl^ete  con  su  señora  jugaba, 
con  su  lengua  e  boca  las  m^nos  le  besaba. 

(Arch,  de  Hita,  Ensiemplo  del  Asno  e  del  Blanchete.) 

A  linda  hlancheta  lanzan  gran  mastín. 

(Álvarez  de  Villasandino.) 

Blartchete  se  lee  en  el  Conde  Lucanor,  si  bien  se  refiere 
a  nn  gato;  pero  como  en  el  Diccionario  de  la  Eeal  Acade- 
mia, segunda  edición  de  1783,  se  escribe  blancJíete,  como 
sinónimo  de  bloncJi^te,  presumo  que  la  voz  se  aplicaría  a 
todo  animal  blanco,  pequeño. 

Bloodhound  o  sea  j>e»"ro  de  sangre.  —  Sabueso  inglés  muy  esti- 
mado en  la  Gran  Bretaña.  Se  distingue  por  la  finura  de 
BU  olfato. 


—  19  — 

Se  emplea  en  Norte  América  para  la  persecución  de 
animales,  pnes  son  tinísimos  ventores. 

Braco  o  perdiguero.  —  Perrito  fino,  con  el  hocico  quebrado. 
Dice  Covarrubias : 

Peno  pequeño,  de  grandes  orejas,  y  que  le  cuelgan  sobre 
el  rostro,  animoso  y  solícito  en  buscar  la  caza.  Es  nombre 
francés...  Esta  casta  de  perros  vino  a  España  de  Francia,  de 
donde  trajo  au  nombre  braceo,  por  haberlos  traído  de  la  Gallia 
brachata,  según  algnnos,  y,  según  otros,  es  nombre  griego. 

El  Diccionario  de  Autoridades  apunta,  no  sólo  la  eti- 
mología francesa,  sino  la  toscana  braceo,  que.  «  según 
dice  Casas  en  su  Vocabulario,  significa  perro  de  mues- 
tra » . 

Este  parecer  de  Casas  lo  recoge  G.  Gherardini,  dicien- 
do en  su  Vocabolario  della  lingua  italiana  : 

Chi  sache  siccome  il  cañe  molosso  fu  detto  dai  popoli  Mo- 
lassi,  cosí  braceo  sia  detto  da  popoli  Valachi  o  Blachi  ? 

Cejador  opina  que  la  voz  procede  del  antiguo  alemán 
hracko,  de  allí  a  Italia,  braceo,  y  de  ahí  a  Francia,  braque, 
braehet. 

A  las  citas  clásicas  que  trae  dicho  autor  agrego : 

«  Por  Dios  que  es  lindo  el  perro  y  es  muy  braco  »,  dice 
Quiñones  de  Benavente  en  su  entremés :  FI  sueño  del 
perro. 

Lope  de  Vega,  o  Tomé  de  Burguillos,  escribió  en  Za 
Gatomaquia  : 

o  como  jyerro  braco 

que  ha  perdido  su  dueño. 

Por  su  parte,  y  basta  de  citas  braquescas,  en  Marcos 
de  Obregón  (1)  se  lee  en  el  Descanso  III : 

Cogió  su  muía  y  lacayo,  y  un  braco  que  siempre  le  acompa- 
ñaba (2). 

(1)  De  Vicente  Espinel. 

(2)  «  El  braco  catalán  o  vizcaíno  al  pasar  a  Fraucia,  y  merced  a  estudia- 
dos cruzamientos,  ha  producido  los  mejores  perros  del  mundo.  »  (A.  de  la 
Rué  et  E.  Bellerois.) 


—  20  — 

Braquete.  —  Diminutivo  de  braco,  lo  mismo  que 

Braquílio.  —  Y  así  pudo  decir  Que  vedo  en  la  Casa  de  locos  de 
amor  :  «  Como  si  fuera  braquílio  o  gozque.  » 

Bucero.  —  Sabueso  de  hocico  negro.  Deriva  su  nombre  del  verbo 
bucear,  que  bien  vale  en  ocasiones,  aun  cuando  la  Acade- 
mia no  lo  diga,  «buscar  con  prolijidad». 

Bull-dog.  —  Voz  inglesa  de  uso  común  en  España,  rindiendo  cul- 
to a  la  moda  extranjera,  ya  que  ella  equivale  a  la  española 
alano,  o  perro  de  presa. 

Busca,  de.  —  Perro  que  sirve  para  seguir  la  caza. 

Sépase  que  en  lo  antiguo  busco  significó  rastro,  luego, 
en  montería,  perro  de  busca  es  el  que  sigue  el  rastro  de 
la  caza. 

Cachorro.  —  Perro  pequeño,  de  poco  tiempo,  dice  la  Keal  Aca- 
demia, pero  Covarrubias  precisa  más  cuando  afirma  que 
cachorro  es  «  el  perro  mievecito,  hijo  del  mastín  o  lebrel, 
que,  aunque  son  pequeños,  demuestran  en  su  aspecto  y 
traza  lo  que  han  de  ser  adelante  ». 

Con  tal  nombre  se  designan  también  los  hijos  del  león, 
lobo,  oso  o  tigre. 

Can.  —  Véase  el  Apéndice  titulado  Can  y  perro. 

Carlín.  —  Perro  de  hocico  obtuso  muy  característico  y  cara 
negra  hasta  los  ojos.  Es  un  verdadero  alano  en  minia- 
tura, y  su  nombre  dícese  que  proviene  de  Carlino,  arle- 
quín de  Eoma  que  solía  usar  una  careta  negra. 

Cárabo.  —  Antiguamente  carauo.  Del  árabe  ealb,  perro. 

Voz  anticuada,  dice  la  Real  Academia,  con  que  se  de- 
signaba cierto  ^eíTO  de  caza. 

De  esta  voz  se  han  ocupado  con  algún  espacio  Eafael 
Ureña  y  Bonilla  y  San  Martín,  en  las  notas  jíuestas  al 
libro  Fuero  de  Usagre  (siglo  xiii).  En  lo  pertinente  a  esta 
palabra,  prueban  con  citas,  que  se  lee  en  los  Fueros  lati- 
nos de  Cuenca,  en  el  Fuero  Viejo  de  Castilla,  en  el  Fuero 
de  Sepúlveda,  y  en  los  de  Alcázar  y  de  Cuenca. 

Después  de  combatir  la  creencia  de  que  cárabo  étimo- 


—  21   — 

lógicamente  proceda  de  carab,  ave  de  nocbe,  los  menta- 
dos autores  entienden  que  es  probable  «  se  trate  de  un 
jperro  de  muestra»,  una  variante  pequeña  del  mastín. 
Recuérdese  que  cárabo  significa  también  en  árabe  —  ca- 
rib  —  embarcación  pequeña. 

En  el  mencionado  Fuero  de  Usagre  se  lee : 
«  Qui  matare  galgo,  o  caratio^  o  can  rostro,  por  el  galgo 
pecte  II  morauetis  domino  suo,  et  por  el  carauo  I  mo- 
raueti  domino  suo,  et  per  el  can  rostrigo  I  moraueti  do- 
mino suo,  etc.  »,  por  donde  se  advierte  que  el  cárabo  era 
de  menor  estima  que  el  galgo. 

Carro,  en.  —  Se  da  el  nombre  de  perro  en  carro  al  pequeño, 
semejante  al  de  ajeo,  que  también  sirve  para  cazar  per- 
dices. 

Casta,  de.  —  Esto  es,  que  viene  de  padres  conocidos  de  la  mis- 
ma raza. 

Caza,  de.  —  Huelga  la  definición,  debiendo  sólo  advertir  que 
hay  caza  mayor  :  la  de  jabalíes,  venados,  lobos  y  cuervos; 
y  caza  menor  :  liebres,  perdices,  conejos,  etc. 

Ciego,  de.  —  El  perro,  de  cualquier  casta  que  sea,  que  guía  a 
un  ser  humano  privado  de  Ja  vista,  sirviéndole  de  laza- 
rillo. 

Cimarrón.  —  Perro  cimarrón  y,  por  extensión,  animal  cimarrón 
es  el  montaraz,  en  contraposición  al  doméstico. 

Para  detalles,  puede  el  curioso  lector  consultar  el  Vo- 
cabulario rioplatense  de  Daniel  Granada  (1). 

Cobrador.  —  Perro  que  tiene  la  habOidad  de  traer  a  su  amo  el 
animal  o  pájaro  —  ¡  cómo  si  los  pájaros  no  fueran  anima- 
les! —  que  cae  al  tiro  o  de  coger  al  que  huye  mal  herido. 
Así  define  la  Eeal  Academia,  corrigiendo  la  errata  de 
la  edición  de  1783. 

(1)  «...  los  perros  cimarrones  producen  pieles,  las  más  exquisitas,  para 
zapatos  y  botas,  y  se  podían  sacar  de  esta  jurisdicción  muchos  millones 
con  utilidad  de  los  ganados  vacunos  por  el  destrozo  que  causan  en  el  ter- 
ueraje.  »  (Telégrafo  Mercantil...  del  Bio  de  la  Plata,  domingo  11  de  octubre 
de  1801. 


—   22    — 

El  Diccionario  de  Autoridades,  más  explícito,  agrega : 
«  Ordinariamente  son  los  que  tienen  esta  propiedad  los 
que  se  llaman  pachones  o  perdigueros,  y  algunos  poden- 
cos enseñados  desde  pequeños. » 

Conejero.  —  Como  su  nombre  lo  indica,  el  empleado  especial- 
mente en  la  caza  de  conejos. 

Coreador.  —  El  que  tienen  algunos  pastores  para  dirigir  el  ga- 
nado por  la  parte  que  ha  de  ir. 

Cruzado.  —  Así  se  llama  al  perro  que  viene  de  padres  de  distin- 
tas razas. 

Chan.  —  Nombre  genérico,  lo  mismo  que  can. 

Dice  Lanchetas  en  su  Gramática  y  vocabulario  de  Ber- 
ceo,  que  la  cli  de  chañes  debe  ser  una  confusión  por  la  c 
de  canes;  de  lo  contrario,  hay  que  asimilarlo  al  francés 
chien  =  perro,  y  que  en  época  anterior  fué  chan,  proce- 
dente de  can-em,  lo  mismo  que  can. 

Chino.  —  Casta  o  variedad  de  perro  que  carece  completamente 
de  pelo,  y  tiene  las  orejas  pequeñas  y  rectas,  el  hocico 
pequeño  y  puntiagudo,  y  el  cuerpo  gordo  y  de  color  obs- 
curo. Es  estúpido  y  quieto,  y  está  siempre  como  tiri- 
tando. 

El  Diccionario  de  Autoridades  añade  que  «  es  de  la 
figura  de  un  podenco  pequeño,  sumamente  frío  y  útil 
para  el  mal  de  hijada,  aplicándole  a  aquella  parte  ». 

A  las  dos  citas  que  registra  el  mentado  diccionario 
puedo  agregar  las  siguientes  : 

Nieto  de  Molina,  en  el  canto  I  de  su  Perromaquia ,  es- 
cribe : 

El  perrazo  Mordiscón 
gobierna  a  los  perros  chinos. 

y  Quevedo,  en  el  poema  Orlando,  dice  : 

Si  tuviera  lugar  me  chamorrara 
este  pelo  que  traigo  jacerino, 
y  si  fuese  posible  me  calvara 
y  te  aguardara  como  perro  chino. 


—   23  — 

Chusco.  —  Voz  perruna  americana,  mejor  dicho,  del  Perú.  Según 
Arona,  perro  chusco  es  el  atravesado  o  cruzado  que  no  es 
de  casta,  que  no  es  fino. 

Danés.  —  Perro  oriundo  de  Dinamarca;  participa  de  lebrel  y  de 
mastín.  Por  sa  corpulencia  sirve  como  animal  de  tiro  en 
algunos  países  del  norte  de  Europa. 

Dogo.  —  Perro  de  gran  estima  por  los  servicios  que  presta. 

El  Diccionario  de  Autoridades  le  dedícalas  siguientes 
líneas : 

Perro  grande,  que  sirve  para  giiardar  las  casas  y  combatir 
con  los  toros  y  otras  fieras.  Viene  esta  voz  de  la  palabra  in- 
glesa Dogye  que  signiñca, ¿jcrro,  j  los  perros  doges  los  traen  de 
Inglaterra. 

Quizá  porque  desde  entonces  esta  raza  se  ha  generali- 
zado en  Esi)aña,  el  Diccionario  de  la  Keal  Academia  la 
define  así : 

Es  de  cuerpo  j  cuello  gruesos  y  cortos,  pecbo  ancbo  y  ca- 
beza redonda,  frente  cóncava,  hocico  obtuso,  labios  gordos, 
cortos  en  el  centro  y  colgantes  por  ambos  lados,  orejas  peque- 
ñas con  la  panta  doblada,  patas  muy  robustas,  y  pelaje  gene- 
ralmente leonado,  corto  y  recio.  Es  animal  pesado,  de  fuerza 
y  valor  extraordinarios,  y  se  utiliza  para  la  defensa  de  las  pro- 
piedades, para  las  cazas  peligrosas  y  para  luchar  contra  las 
fieras.  Hay  variedades  de  diferentes  tamaños. 

Los  inteligentes  en  esta  clase  de  animales  dicen  que 
no  necesitamos  de  esta  palabra,  ya  que  el  dog  inglés, 
como  el  bull-dog,  no  son  más  que  el  alano  español. 

N.  F.  Moratín,  en  el  canto  VI  de  su  poema  La  caza, 
dice : 

Con  mastines  que  arrastran  grandes  reses 
los  anhelantes  dogos  irlandeses. 

Encarbo,  de.  —  Término  de  ballestería,  y  equivale  a  encaro,  o 
encaramo  o  enramo,  según  las  comarcas. 

En  el  Diccionario  de  Autoridades  se  define  así : 

Dase  este  nombre  a  los  perros  de  caza  que  la  buscan,  y 
cuando  la  hallan  la  persiguen  hasta  que  la  levantan;  y  con 
especialidad  sirven  para  cazar  perdices. 


—  24  — 

Tienen  condiciones  iguales  a  las  de  los  perros  de 
muestra. 

Para  más  datos  ver  Arte  de  Ballestería  y  Montería,  de 
A.  Martínez  de  Espinar,  y  Diálogos  de  Montería,  de  autor 
anónimo. 

Engarro.  —  El  perro  de  engarro  es,  según  la  Eeal  Academia, 
pequeño,  semejante  al  de  ajeo,  y  sirve  para  cazar  per- 
dices. 

Esquimal.  —  ^ste  perro  difiere  mucho  de  las  demás  castas,  tan- 
to que  es  muy  difícil  se  cruce  con  canes  de  otras  razas. 
En  la  época  del  celo,  las  perras  se  cruzan  con  los  lobos 
árticos,  conservándose  así  la  descendencia  vigorosa. 

El  perro  esquimal  aulla,  no  ladra,  y  esto  se  explica  por 
descender  del  lobo,  es  muy  inteligente,  sobrio  y  sufrido. 
Tiene  las  orejas  tiesas,  el  pelo  largo,  gris  o  negro  y  blan- 
co, y  su  cola  muy  poblada,  enroscada  sobre  el  lomo. 

De  su  habilidad  darán  idea  las  siguientes  palabras  del 
explorador  doctor  ISTansen : 

Todas  mis  esperanzas  se  cifran  en  los  perros. 

Su  compañero,  el  capitán  Sverdrup,  escribe : 

Hay  dos  cosas  indispensables  para  el  explorador  polar  :  el 
ski  j  los  perros.  Por  mi  parte,  opino  que  el  perro  esquimal  es 
el  compañero  ideal  en  toda  expedición  ártica.  Tiene  la  resis- 
tencia y  la  tenacidad  del  animal  salvaje,  a  la  vez  que  la  fide- 
lidad del  ^erro  doméstico.  Viajar  por  las  regiones  polares  sin 
perros  es  imposible,  hasta  tal  punto  que  el  descubrimiento  del 
polo  es  pura  y  simplemente  cuestión  de  perros. 

Faldero  o  de  falda.  —  El  que,  por  pequeño,  puede  estar  en  las 
faldas  de  las  mujeres. 

Según  noticias  que  estimo  veraces,  ya  en  los  tiempos 
clásicos  de  Grecia  y  Roma,  las  damas  poseían  perros  de 
falda,  y  en  las  cámaras  sepulcrales  de  las  pirámides 
egipcias  se  han  encontrado  pinturas  de  perros  falderos. 

De  allí  vino  a  España,  donde  se  hizo  muy  común  en 
los  siglos  XVI  y  XVII,  como  se  advertirá  por  las  siguien- 
tes citas : 


—  25  — 

Mas  que  no  sabéis  por  qué  pintó  Apeles  a  Ceres,  diosa  del 
pan.  con  un  ^JcrriZ/o  de  faldas. 

(La  picara  Justina.) 

No  puedo  dejar  de  maravillarme  de  la  suavidad  y  regalo  de 
la  providencia  Divina,  en  haber  criado  otra  especie  muy  dife- 
rente de  canes,  que  s>ovl  perricos  de  falda. 

(Fr.  Luis  de  Granada,  Símbolo  de  la  fe.) 

Hablando  de  las  damas : 

...  que  así  podrían  pasar  sin  ellos,  como  un  médico  sin 

guantes  y  sortijas,  un  boticario  sin  ajedrez  y  un  barbero  sin 

guitarra. 

(Mateo  Alemán,  Cruzmán  de  Alfarache.) 

Al  un  lado  una  guitarra, 
al  otro  lado  un  bufete, 
con  un  perillo  de  falda 
que  la  lame  y  no  la  muerde. 

(Quevedo,  Bom.,  V.) 

Debía  haber  muchos  también  en  el  siglo  xviii  cuando 
el  donoso  y  desfachatado  Torres  de  Villarroel  pedía  que 
los  ahorcasen.  Ver  Sueños  morales,  visión  III. 

Que  la  moda  continuó  durante  el  siglo  xix  lo  demues- 
tra la  poesía  titulada  La  perra  de  Juliaiiita,  de  don  Mo- 
desto Lafuente,  probando  a  la  i^ar  que  elfalderillo  no  es 
una  casta  especial  de  perros,  sino  un  can,  pequeño,  enca- 
nijado, de  cualquier  raza. 

Leo  y  copio  de  la  recién  citada  poesía  : 

que  su  pasión  dominante 
son  los  perritos  de  falda. 
Tres  tiene,  como  tres  perlas  : 
un  doguito,  otro  de  lanas 
y  el  imán  de  sus  cariños 
una  perrita  africana. 

A  juzgar  por  lo  que  asegura  Covarrubias,  estos  perri- 
llos se  llamaron  antiguamente  meliteos,  porque  se  traían 
de  Malta,  que  antaño  se  conocía  con  el  nombre  de  Melita. 


—   26   — 

Falderico.  —  Diminutivo. 

Que  de  que  perros  era,  respondió  que  cuando  había  hambre 
era  falderico.  j  cuando  liarto,  era  lebrel. 

(J.  Pineda,  Agrie.) 

Foxterrier.  —  Perro  que  se  ha  hecho  ya  común  en  estos  países, 
.si  bien  los  de  raza  pura  escasean.  Son,  los  de  casta,  blan- 
cos, pues  las  manchas  en  el  cuerpo  constituyen  ya  en  él 
un  defecto. 

Es  un  animal  elegante,  musculoso,  valiente  y  muy 
vivo.  La  cabeza  es  generalmente  de  color  obscuro,  como 
la  punta  déla  nariz;  los  ojos  pequeños,  llenos  de  fuego  y 
de  vida,  revelan  su  inteligencia. 

En  algunas  comarcas  del  norte  de  Europa  se  utiliza 
para  la  caza  del  zorro. 

Mr.  Cherry  Kearton,  explorador  inglés  del  África 
Oriental,  refiere  que  un  foxterrier  luchó  con  un  león,  y 
lo  venció. 

Galgo.  —  Casta  de  perros,  dice  Covarrubias,  bien  conocida:  son 
muy  lijeros  y  corren  con  ellos  las  liebres. 

Los  latinos  llamaron  a  estos  perros  gálicos  o  de  las 
gaitas;  de  ahí  el  nombre  de  galgo. 

La  Eeal  Academia,  achicando  lo  que  respecto  a  este 
animal  se  lee  en  el  Diccionario  de  Autoridades,  lo  des- 
cribe así : 

YiS  perro  muy  ligero,  con  la  cabeza  pequeña,  los  ojos  gran- 
des, el  hocico  puntiagudo,  las  orejas  delgadas  y  colgantes,  el 
cuerpo  delgado,  el  cuello,  la  cola  y  las  patas  largas. 

¿  Quién  no  recuerda  aquello  que  se  lee  en  el  capítulo  1 
del  Quijote :  «...  adarga  antigua,  rocín  flaco  y  galgo  co- 
rredor »  ? 

A  las  varias  citas  registradas  en  el  tantas  veces  men- 
tado Diccionario  de  Autoridades  agregaré,  para  dar 
muestras  de  leído,  las  siguientes  : 

El  buen  galgo  lijero,  corredor  e  valiente 
había,  quando  era  joven,  pies  lijeros,  corriente, 


~   27  — 

había  buenos  colmillos,  buena  boca  e  diente, 
quantas  liebres  veía,  prendíalas  lijeramente. 

(Arch.  de  Hita,  Enxiemplo  del  galgo  e  del  señor.) 

Porque  a  los  hidalgos  pobres  de  aldea  se  les  llamaba 
de  rocín  y  galgo,  como  hemos  visto  ya  en  Cervantes, 
pudo  decir  Lope  de  Vega  en  JEJl  cuerdo  en  su  casa  : 

...  A  la  puerta  queda 
la  mujer  de  cierto  hidalgo, 
de  estos  de  rocín  y  galgo 
toda  cubierta  de  seda. 

Y  el  mismo  autor,  según  nos  participa  Clemencín,  en 
la  comedia  de  Los  porceles  de  Murcia,  queriendo  unos 
guardias  registrar  lo  que  llevaba  en  una  canasta  la 
esclava  Beatriz,  le  decía  uno  de  ellos  ante  la  tenacidad 
de  la  portadora  :  «  Suelta  galga  »,  voz  que,  en  este  caso, 
reemplaza  a  la  denigrativa  perra. 

Conviene  no  olvidar  que  durante  la  guerra  muslímica 
perro  y  galgo  eran  palabras  despectivas  en  los  dos  bandos 
contendientes.  «Fué  por  culpa  del  galgo  de  su  autor  »,  se 
lee  en  el  Quijote  refiriéndose  a  Cide  Hamete. 

Qnevedo,  tan  agudo  siempre  para  pintar  la  humildad 
de  un  ser  humano,  dice  en  lEl  gran  tacaño  : 

Tan  encogido  que  parecía  un  galgo  con  calambre. 

En  Jacinto  Polo  de  Medina  leo  : 

Por  eso  de  las  rosas  no  me  valgo, 
vayan  las  rosas  a  espulgar  un  galgo. 

Ya  que  de  este  animal  hablo,  aquel  tan  zarandeado 
Torres  de  Villarroel,  a  quien  la  moderna  crítica  comienza 
a  administrar  justicia,  se  queja  en  la  Introducción  de  su 
Segundo  sueño,  de  que  no  pudo  juntar  en  su  vida  «para 
un  jergón  de  enroscarse  galgos  ». 

Al  ruso,  de  pelo  largo  y  cola  muy  poblada,  utilizado 
para  cazar  lobos,  unos  lo  llaman  horzón,  otros  lebrel 
siberiano. 

El  galgo  de  pura  raza,  el  pintado  por  Velázqiiez,  se 


—  28  — 

llama  en  inglés  greyhounü,  y  de  su  inteligencia  se  cuen- 
tan maravillas. 

Ganado,  de.  —  Perro  i)arecido  al  mastín,  llamado  así  porque 
tiene  gran  inteligencia  para  guardar  los  ganados. 

Tiene  las  orejas  cortas  y  rectas,  la  cola  horizontal  o 
pendiente,  el  pelo  largo,  erizado  y  de  color  negro  o  ne- 
gruzco, y  es  muy  sobrio. 

Antiguamente  se  conocía  con  la  frase :  «  can  que  mata 
al  lobo  ». 

Las  variedades  de  esta  especie  son  infinitas. 

Gozque.  —  Llamado  también  gnzco  y  guzque  por  Fr.  Juan  de 
Pineda  y  Baltasar  del  Alcázar,  respectivamente;  y  como 
diminutivos  gozquejo  y  guzquejo. 

Covarrubias  define  así  a  este  animal  tan  barullero  : 

Una  especie  de  perro  que  a  los  principios  debió  de  ser  esti- 
mado por  haberlo  traído  de  Goscia  a  estas  partes,  región  de 
Europa  que  confina  con  Dania  y  Noruega,  dicha  en  lengua 
alemana  Goth,  de  donde  salieron  los  godos...  Esta  casta  de 
perros  se  perdió  y  bastardeó,  de  manera  que  ya  los  gozques 
son  unos  perrillos  que  crían  gente  pobre  y  baja;  son  cortos 
de  piernas,  largos  de  cuerpo  y  hocico,  impoi-tunos  a  los  veci- 
nos, molestos  a  los  galanes,  odiados  de  los  ladrones  ;  duermen 
todo  el  día,  y  con  esto  velan  y  ladran  toda  la  noche,  y  menos 
siente  un  oficial  que  deis  un  bofetón  a  su  hijo  que  una  coz  a 
su  perro. 

Se  aviene  con  la  opinión  de  Covarrubias,  en  cuanto  a 
la  etimología  de  la  palabra,  el  Diccionario  de  Autorida- 
des, no  así  Monlau,  quien  dice  que  «  esta  forma  caste- 
llana está  relacionada  con  las  catalanas  gos,  gossa,  y  las 
sicilianas  guzzu,  guzza,  perro  y  perra  ;  y  también  regu- 
larmente con  la  mallorquína  ciissa^  perra,  quissó,  cacho- 
rro, las  italianas  cnccio,  cucciolo,  perro  pequeño,  etc.,  etc., 
por  manera  que,  después  de  bien  estudiada  esta  familia 
de  vocablos,  tal  vez  se  descubrirá  su  procedencia,  me- 
diante giros  caprichosos  del  latín  canis,  perro  ». 

Veamos  si  hay  posibilidad  de  robustecer  la  opinión  de 
Covarrubias  con  los  mismos  datos  ofrecidos  por  Monlau. 


—  29  — 

Gozque  proviene,  según  la  Eeal  Academia,  de  gothicus 
canis,  lo  que  implica  asegurar  que  el  pueblo  guardó  la 
palabra  can  para  los  perros  grandes,  y  aplicó  la  de  gothi- 
cos  a  los  perros  pequeños. 

De  este  gothicus  nacieron  : 

El  catalán  gos,  gossa.  como  voz  genérica; 

El  siciliano  guzzu,  giízza,  parentesco  comprensible  a 
poco  que  se  recuerde  la  historia; 

El  mallorquín  cussa  —  por  cambio  frecuente  de  la  g 
en  c  —  y  giiissó,  \)0V  cambio  de  la  c  en  g  ante  e  o  i,  pre- 
cedidas de  u ;  y  el  actual  catalán  quisso,  voz  que  no  sólo 
indica ^erro  pequeño,  sino  que  sirve  para  llamarlo;  y 

La  interjección  castellana  cuz,  cuz  o  cus,  cus,  como 
quiere  Mugica  que  se  diga,  empleada  para  llamar  a  los 
canes. 

Vayan  dos  citas  para  suavizar  tanta  aridez. 

Es  un  perro  gozque,  cojo,  y  se  vuelve  en  una  onza. 

(P.  Juan  de  Torres,  Filosofía  moral.) 

A  una  mujer  forastera 

los  hijos  del  vidriado, 

no  la  dan,  Lampuga,  un  gozque 

si  pueden  darla  un  alano. 

(Quevedo,  Jácara,  V.) 

Como  curiosidad,  conviene  recordar  que  el  gozque  de 
hoy  fué  guzco  en  la  i)luma  también  de  Correas,  quien 
registra  en  su  vocabulario  la  frase  : 

El  gusco  al  mastín  ladra. 

Porque  el  gozque  es  un  perro  pequeño  muy  sentido  y 
ladrador,  aún  hoy  en  ciertos  carros  repartidores  se  ve  a 
un  perrillo  convertido  en  guardián,  mientras  el  empleado 
se  aleja  del  vehículo.  Esta  costumbre  debe  ser  muy  anti- 
gua, pues  Espinel,  en  su  célebre  Marcos  de  Ohregón,  dice 
Descanso  11 : 

...  más  colérico  y  fácil  de  enojarse  que  gozque  de  panadero. 
De  este  gozque,  como  apunté  ya,  nació 


—   30  — 

Gozquejo,  o  sea  el  diminutivo,  y  también  Guzquejo.  — 

—  ¿  Quién  sois,  y  de  dónde  o  cuyo  ? 

—  Gusquejo  soy  sevillano. 

(B.  del  Alcázar.) 

Bbte  autor,  y  en  la  misma  poesía  titulada  Diálogo  entre 
dos  perrillos,  emplea  la  voz  guzquillo. 

Guerra,  de.  —  Así  se  llaman  desde  la  antigüedad  los  j?erro*  em- 
pleados como  auxiliares  del  hombre  en  las  empresas  mi- 
litares. Se  utilizaron  con  tal  fin  desde  los  tiempos  más 
remotos,  tanto  que  Cambises  los  empleó  en  la  campaña 
de  Egipto. 

A  este  respecto  puede  leerse  lo  que  refieren  Polibio, 
Plutarco,  Estrabon,  etc. 

Ya  que  escribimos  desde  América,  bueno  será  recor- 
dar que  Colón  trajo  al  Nuevo  Mundo  veinte  perros,  y 
que  dicho  animal  fué  de  gran  utilidad  en  las  conquistas 
de  México,  Nueva  Granada  y  Perú,  ya  que,  merced  a  su 
fino  olfato,  descubrían  donde  los  indios  se  ocultaban  de 
emboscada.  Se  apreciarán  los  servicios  prestados  por  tan 
simpático  animal  en  América,  con  sólo  leer  lo  que  escri- 
bieron Oviedo  y  el  P.  las  Casas. 

En  esta  última  guerra,  aún  no  terminada  por  desgra- 
cia —  escribo  en  junio  de  1922,  —  siguiendo  el  ejemplo 
dado  por  Alemania,  la  primera  en  reglamentar  en  1881 
los  servicios  jierrunos,  las  demás  naciones  utilizaron 
también  los  canes,  dividiéndolos,  según  los  fines  a  que  se 
les  dedicaba,  en  explorador,  portamuni clones,  centinela, 
estafeta,  sanitario  y  de  policía. 

Para  más  amplias  informaciones,  consúltese  el  Diccio- 
nario enciclopédico  de  Espasa,  tomo  XLIII,  página  1054 
y  siguientes. 

Guión.  —  Así  llamado  al  que  va  delante  de  la  jauría  para  diri- 
girla al  sitio  que  el  dueño  o  montero  indica. 

Himalaya,  de.  —  indígena  del  Himalaya  inferior.  Algunos  auto- 
res lo  consideran  como  el  perro  primitivo. 


oí    

Jatero.  —  Lo  mismo  que  raposero,  afirmación  que  se  comprueba 
con  las  siguientes  líneas  que  copio  del  Libro  de  la  Mon- 
tería de  Argote  de  Molina  : 

Jateo.  Criador  es  el  que  tieue  a  su  cargo  criar  los  canes 
tocantes  a  la  montería,  sabuesos  de  suelta,  que  son  ventores, 
lebreles  y  perrillos  raposeros,  que  por  otro  nombre  se  llaman 
jateos. 

Jíbaro.  —  Perro  indígena  de  las  Antillas.  íío  ladran,  aullan  como 
los  esquimales,  son  negros,  y  tienen  las  orejas  como  los 
lobos. 

Su  bravura  constituye  un  verdadero  azote  liara  los 
campesinos. 

Ladrador.  —  El  que  ladra,  en  contraposición  al  llamado  mudo. 
Por  analogía,  se  lee  en  el  Diccionario  de  Autoridades, 
se  llama  «  al  que  habla  muclio  y  sin  utilidad,  con  amena- 
zas y  fieros  ». 

Lanas,  de,  o  de  aguas,  o  faldero.  —  De  aquí  que  can  de  lanas  sea 
lo  mismo  que  perro  de  agua. 

Can  de  lanas,  prolijo,  que  animoso 
buzo  será  de  bien  profunda  vía. 

(Góngora,  Soledad  II.) 

Laneces,  o  de  lanas.  —  Como  el  anterior. 

Perros  de  agua  y  lancees 

dice  Nieto  de  Molina  en  el  canto  III  de  La  Perromaquia. 
Sin  embargo,  la  copulativa  empleada  por  este  autor  pa- 
rece contradecir  la  sinonimia. 

Lebrel.  —  Como  hay  algo  que  decir,  aceptando  el  consejo  de 
Pero  Grullo,  comenzaremos  por  el  principio  para  llegar 
con  buen  término  al  fin. 
Dice  Covarrubias  : 

Una  casta  de  perros  generosa,  que  suelen  traer  a  España  de 
las  islas  septentrionales  ;  son  de  ayuda  y  defienden  a  sus  amos : 
también  acometen  las  fieras,  y  las  embarazan  de  manera  que 
puede  el  cazador  llegar  con  seguridad  a  matarlas.  Díjose  lebrel 
por  el  talle  que  tiene  áoi  perro  que  mata  las  liebres,  dicho  co- 


—  32   — 

mánmente  galgo  o  Gallia  :  los  más  bien  sacados  y  ceñidos  son 
los  que  traen  de  Irlanda. 

Lo  niiwsmo  se  lee,  aunque  con  más  cuidada  redacción, 
en  el  Diccionario  de  Autoridades. 

Trae  dos  citas,  que  luego  recogeré,  y  otra  de  Funes, 
en  su  Historia  natural,  que  dice : 

Hay  también  otra  diferencia  de  perros  que  llamamos  ala- 
nos... los  más  famosos  destos  son  de  Irlanda,  que  llaman 
Lebi'eles. 

De  lo  afirmado  por  Covarrubias  y  por  Funes,  se  dedu- 
ce que  esta  casta  de  perros  proviene  de  Irlanda,  y  que  es 
una  variedad  de  los  llamados  galgos  o  alanos. 

De  que  son  oriundos  de  aquella  isla,  nos  los  certifica 
bien  un  autor  anónimo  en  su  Loa  curiosa  y  de  artificio, 
donde  dice : 

Pedir  silencio  a  quien  tan  bien  lo  sabe  conceder,  será  tra- 
bajo tan  excusado  como  llev.ar  agua  al  mar,  oro  a  Dalmacia... 
lebreles  a  Irlanda. 

Que  esta  casta  se  extendió  bien  pronto  por  Europa, 
quedará  probado  con  las  siguientes  citas  : 

Tú,  que  has  tenido  por  ruines 
al  largo  lebrel  flamenco,  etc. 

(Nieto  de  Molina,  La  Perromaquia,  canto  IV.) 

I  Qué  diablos  es  lo  que  tienes 
que  me  traes,  sin  ser  lebrel, 
desde  Ñapóles  aquí 
al  galope,  despeado  ? 

(Tirso,  Palabras  y  plumas,  act.  I.) 

«Guía  el  lebrel  en  el  cordón  de  seda»,  escribió  Gón- 
gora  en  la  segunda  octava  real  de  su  Poli  femó,  verso  que 
comentó  García  Coronel,  teniendo  a  la  vista  lo  afirmado 
por  Covarrubias. 

Fr.  Luis  de  Granada,  en  su  obra  Símbolo  de  la  fe,  des- 
cribe moralmente  a  este  perro  de  la  siguiente  manera, 
cita  que  debo  al  Diccionario  de  Autoridades  : 


—   33   — 

El  lebrel  castizo  conoce  su  generosidad  y  su  nobleza,  y  yendo 
por  una  calle,  y  saliendo  cuantos  gozques  hay  a  ladrarle  y  mo- 
lestarle, ni  se  para  ni  se  defiende. 

Finalmente,  el  Diccionario  de  la  Eeal  Academia,  en 
su  última  edición,  hablando  de  perros,  al  llegar  al  lebrel 
lo  define  del  modo  siguiente  : 

Se  distingue  en  tener  el  labio  superior  y  las  orejas  caídas, 
el  hocico  recio,  el  lomo  recto,  el  cuerpo  largo,  y  las  piernas 
retiradas  atrás. 

Lebrero.  —  Lo  mismo  que  lebrel. 

Dice  Guevara  en  Cancionero  general  de  Hernando  del 

Castillo  : 

Amor  de  red  y  hurón 
buen  borín,  galgo  lebrero. 

Lucharniego.  —  Perro  adiestrado  para  cazar  de  noche.  (Véase 
N'ocharniego.) 

Maestro.  —  En  el  arte  de  montería  se  llamaba  así  al  perro  que, 
por  lo  general  sabueso,  sabía  seguir  magistralmente  la 
huella  del  jabalí,  sin  que  nada  ni  nadie  lograse  distraerlo. 

Malta,  de.  —  Strabon  nos  lo  describe  así : 

No  más  grande  que  los  hurones  y  las  comadrejas,  y,  sin  em- 
bargo, no  corto  de  entendimiento,  ni  instable  en  su  fidelidad. 

Mastín.  —  Perro  así  llamado  del  italiano  masnadino,  por  ser 
guardián  de  la  mesnada  o  rebaño.  Esta  es  la  opinión  de 
Diez. 

Covarrubias  dice  que  viene  de  mixtus,  por  ser  perro 
cruzado,  o  sea  de  dos  castas,  y  de  ahí  mistín  y  mastín. 

Según  Buffon,  el  mastín,  el  lebrel,  el  danés  y  el  irlan- 
dés, se  parecen  mucho ;  tienen  poco  olfato,  pero  la  vista 
muy  fina. 

El  Diccionario  de  la  Real  Academia  lo  define  así : 

Es  grande,  fornido,  de  cabeza  redonda,  orejas  pequeñas  y 
caídas,  ojos  euoendidos,  boca  rasgada,  dientes  fuertes,  cuello 
coi-to  y  grueso,  pecho  ancho  y  robusto,  manos  y  pies  recios  y 
nervudos,  y  pelo  largo,  algo  lanoso.  Es  muy  valiente  y  leal, 
y  el  mejor  para  la  guarda  de  los  ganados. 


—  34   — 

A  la  cita  que  registra  el  Diccionario  de  Autoridades, 
puedo  agregar : 

que  falló  un  giau  mastín ^  comenzóle  de  ladrar, 
el  ladrón  por  furtar  algo,  comenzóle  a  falagar. 
Lanzó  medio  pan  al  perro,  que  traía  en  la  mano, 
dentro  iban  las  zarazas,  barrúntalo  el  alano,  etc., 

de  lo  que  se  desprende  que  para  el  Arcbipreste  de  Hita, 
mastín  y  alano  eran  voces  sinónimas. 

En  la  obra  de  Hernando  Alonso  de  Herrera,  titulada 
Brece  disputa  de  ocho  levantadas  contra  Aristótil  y  sus 
secuaces,  se  lee  : 

...  del  mulo  qne  uace  de  padres  desemejantes,  y  del  mastín 
que  de  lobo  y  perro  se  engendra. 

Cervantes,  del  que  sólo  recojo  una  cita,  escribe  en  La 
Galatea : 

Venía  Eiastro  acompañado  de  sus  mastines,  fieles  guarda- 
dores de  las  simples  orejuelas. 

Finalmente,  tan  bravos  debían  ser  ya  antaño  los  mas- 
tines,  cuando,  según  relato  de  un  viajero  (1),  a  la  entrada 
de  un  camino  de  Linares  se  leía  este  cartel : 

Cuando  el  mastín  desenvaina  los  colmillos, 
no  liay  tal  cosa  como  pies  en  polvorosa. 

Montaña,  de.  —  En  algunas  comarcas  españolas  así  se  denomina 
el  perro  que  tiene  el  pelo  ordinariamente  obscuro,  grueso 
y  poblado,  la  cabeza  fuerte,  la  frente  ancha,  el  cuello 
grueso,  los  ojos  y  la  nariz  negros,  y  los  labios  de  color 
rojo  obscuro.  Es  mayor  que  el  de  ganado,  más  fuerte, 
más  propio  para  combatir,  y  ahuyenta  a  los  lobos,  pero 
es  menos  inteligente. 

Mudo.  —  Esto  es,  que  no  ladra. 

La  Real  Academia  en  la  voz  perro,  y  al  dar  con  la  divi- 
sión mudo,  nos  envía  a  mapache.  Véase  la  definición  de 

(1)  Documentos  de  la  Real  Academia  de  la  historia,  tomo  XV,  página  137. 


—  35  — 

esta  palabra,  que  estaría  bien  si  no  pudiesen  oponérsele 
dos  reparillos : 

1°  Que  el  mapache,  mamífero  carnicero,  es  más  propio 
de  la  América  Central  que  de  la  del  Xorte :  y 

2°  Que  en  diversas  castas  &&  perros,  y  hablo  por  expe- 
riencia, se  advierten  perros  mudos,  sino  en  absoluto,  con 
manifiesta  pereza  para  ladrar. 

Por  referencias  sé  que  hay  tres  variedades  de  perros, 
a  más  del  esquimal  del  que  ya  he  hablado,  que  nunca  la- 
dran, y  son :  el  llamado  perro  de  cabeza  de  león,  del  Tibet; 
el  perro  de  pastor,  de  Egipto ;  y  el  perro  australiano. 

Quatrefages  asegura  que  el  ladrido  lo  ha  adquirido  el 
perro  en  domesticidad  para  hacerse  entender  del  hombre. 

Muestra,  de.  —  Según  la  Real  Academia,  el  que  se  para  al  ver  u 
olfatear  la  pieza  de  caza,  como  mostrándosela  al  cazador. 
El  Diccionario  de  Autoridades,  al  llegar  a  la  voz  mues- 
tra, dice,  además  de  otras  cosas  : 

Se  llama  eu  la  caza  aquella  detención  que  hace  el  perro  en 
acecho  de  la  caza,  para  levantarla  a  su  tiempo ;  por  cuyo  mo- 
tivo se  llama  ijerro  de  muestra,  el  que  es  diestro  en  esta  ope- 
ración (1). 

En  el  Diálogo  de  la  Montería  se  da  como  sinónimo  de 
perdiguero. 

Hallarme  obligado  a  ser  como  perro  de  muestra,  venteando 
flaquezas  ajenas. 

(M.  Alemán,  G^uzmán  de  Alfarache.) 

Nocharniego.  —  Como  luchamiego,  palabras  ambas  compuestas 
de  comprensible  significado. 

También  se  les  llamó  antiguamente  perros  de  senderos. 

Pecando  tal  vez  de  curioso,  quise  averiguar  quién  em- 
pleó por  vez  primera,  de  los  clásicos  o  anteclásicos,  la 
voz,  y  convencido,  al  parecer,  de  que  fué  el  Archipreste 
de  Hita,  recurrí  al  Libro  del  Buen  Amor,  edición  paleográ- 

(1)  Según  Tallien  de  Cabarrús,  «  el  perro  de  muestra  mejor  y  más  com- 
pleto que  es  posible  encontrar  es  el  mallorquín  ». 


—  36   — 

fica  de  Ducamin,  facilitada  galantemente  por  mi  cari- 
ñoso amigo  el  doctor  Mauricio  Nirenstein. 

Allí  leí  la  copla  1220,  cuyos  dos  últimos  versos  dicen  : 

Sabuesos  e  podencos  qiiel'comen  muchos  panes, 
e  muchos  nocherniegos  que  saltan  mata  canes. 

Adviértase  que  en  esta  edición,  matacanes  forman  dos 
palabras. 

Porque  ya  en  otro  trabajillo  mío,  que  va  como  Apén- 
dice, hice  notar  que  en  pretéritos  tiempos  no  eran  sinó- 
nimas las  voces  can  y  perro ^  no  me  sorprendió  que  en  la 
época  del  Archipreste  liubiese  perros  que  saltasen  o  asal- 
tasen a  los  canes,  aun  cuando  he  creído  advertir  en  mis 
lecturas  que  los  canes  eran  más  bravos  que  los  perros. 

Cejador,  en  su  Tesoro  de  la  lengua  castellana,  tomo  VI, 
página  324,  escribe  en  esta  forma  el  segundo  de  los  dos 
versos  citados : 

e  muchos  nocherniegos  que  saltan  matacanas, 

trocando,  como  se  advierte,  en  una  sola  palabra  las  que 
son  dos  en  el  original  y  cambiando  en  a  la  última  e  de  la 
voz  final,  añadiendo : 

Perros  nocturnos  que  saben  matar  carnes. 

Nueva  confusión,  ya  que  aquí  no  sólo  cambia  la  estruc- 
tura del  último  vocablo,  sino  que  trueca  el  verbo  saltar 
en  saber. 

Ante  tan  notable  modificación,  dejando  a  un  lado  el 
cambio  de  número  con  que  registra  la  copla,  recurrí  a  la 
edición  de  Sánchez,  de  1790,  y  allí  leí  : 

e  muchos  nocherniegos  que  saben  matar  carnes, 

lo  que  palmariamente  demuestra  que  Cejador,  aunque 
no  lo  dice,  tomó  la  glosa  de  Sánchez. 

Descartado  lo  de  matar  carnes,  arbitraria  corrección 
del  original,  el  lector  curioso  preguntará  conmigo,  i  de 
dónde  nació  el  matacanes  f 

Veamos  cómo  define  esta  voz  el  diccionario  acadé- 
mico: 


—   37  — 

Composición  venenosa  para  matar  perros. 
Liebre  que  ha  sido  ya  corrida  de  los  perros. 
Obra  voladiza  en  lo  alto  de  un  muro,  de  una  torre,  o  de  una 
puerta  fortificada. 

Ante  tales  y  tan  diversos  significados,  nuevas  dudas, 
ya  que  los  perros  nocharniegos  no  saltarían  venenos,  ni 
de  noche  acometerían  a  liebres,  las  comunes  se  entiende, 
que  se  estarían  bien  recogidas,  descansando  de  la  veloz 
corrida  impuesta  por  los  lebreles,  y  menos,  por  ligeras 
que  fuesen,  llegarían  de  un  brinco  a  lo  alto  de  una  torre 
o  al  pie  de  ferrada  puerta,  y  aun  en  este  supuesto,  ¿  con 
qué  objeto  ? 

Alfonso  Keyes,  que  también  ha  publicado  una  edición, 
con  notas,  del  Libro  del  Buen  Amor^  al  llegar  a  la  voz  no- 
cherniego ^  dice : 

Para  caza  nocturna;  que  asaltan  liebres  corridas, 

y  el  ya  citado  Cejador,  en  la  edición  comentada  que  de 
dicho  libro  publicó  en  1913,  queriendo  combatir  a  Eeyes 
sin  recordar  que  se  combatía  a  sí  mismo,  escribió : 

No  pueden  ser  aquí  liebres  que  con  su  ligereza  cansan  a  los 
galgos,  siuo  ladroneras,  voladizo  que  coronaba  algunos  trozos, 
y  singularmente  las  puertas  de  las  antiguas  fortalezas,  y  hoy 
aún  se  usan  en  la  fortificación  imprevista  o  pasajera  de  edifi- 
cios. Eran  perros  que  saltan  a  las  ladroneras  o  matacanes  esos. 

íío  fijándome  en  la  sintaxis  de  estas  líneas,  no  redac- 
tadas a  buen  seguro  por  Cejador  sino  por  alguno  de  sus 
amanuenses,  y  recordando  que  las  ladroneras  eran  unas 
aberturas  en  un  voladizo  o  torreón  de  arquitectura  mili- 
tar, y  matacanes  las  galerías  sobresalientes,  inclinadas 
en  la  parte  alta  de  las  torres  y  de  los  parapetos  de  las 
cortinas  en  los  castillos  fuertes  de  la  edad  media  (1), 
vuelvo  a  preguntar  si  los  perros  7ioc1ierniegos  son  los 
adiestrados  para  cazar  de  noche  ¿  asaltarían  fortificacio- 
nes para  dar  con  liebres,  perdices  o  conejos  ?  Evidente- 
mente, no. 

(1)  V«cábulario  de  términos  de  arte,  por  J.  Adeline. 


—  38  — 

Sánchez,  que  copió  el  Libro  de  un  manuscrito  propie- 
dad del  Colegio  mayor  de  San  Bartolomé  de  Salamanca, 
transcribe  el  verso,  como  antes  queda  indicado;  como 
matar  carnes  escribió  el  célebre  gramático  Benito  Martí- 
nez Gayoso,  por  quien  siento,  más  que  estima,  venera- 
ción, copiándolo  de  un  manuscrito  que  liabía  pertenecido 
al  famoso  padre  Sarmiento ;  como  matar  carnes  escribió 
Florencio  Jauer,  en  el  tomo  LVII  de  la  Biblioteca  de  au- 
tores españoles. 

Hay,  como  se  nota,  visible  diferencia,  no  ya  de  pala- 
bra sino  de  palabra  y  concepto,  entre  perros  que  saltan 
mata  canes,  según  la  edición  paleográfica,  los  que  saltan 
matacanas,  y  los  que  saben  matar  carnes. 

Opino,  salvo  mejor  parecer,  que  no  debe  ser  ni  mata 
canes,  en  dos  palabras,  ni  menos  matacanas  y  menos 
matar  carnes,  y  para  opinar  así  me  fundo  en  que  en  Diá- 
logos de  Montería,  de  autor  anónimo  del  siglo  xvi,  se  lee  : 

Así  solemos  los  cazadores  correr  dos  veces  en  el  año  los  le- 
bretonos,  por  nombre  postizo  matacanes. 

Y  el  por  qué  se  llamaron  así  nos  lo  dirá  el  Diccionario 
de  Autoridades : 

Matacán  :  Especie  de  liebre  grande  y  zancada  —  no  todas 
las  liebres  como  dice  la  Academia  —  que  ha  sido  ya  corrida 
de  loa  perros.  Llamóse  así  porque  les  cansa  y  molesta. 

Y  véase  cómo,  por  no  recurrir  a  la  fuente,  se  deja  de 
recoger  agua  clara,  y  con  la  turbia  se  apaga  la  sed  de 
saber,  aun  cuando  después  uno  se  convenza  de  que  el 
líquido  se  le  indigestó. 

Nueva-Holanda,  de.  —  Perro  parecido  al  zorro  por  su  cabeza  y 
hocico  prolongado.  Tiene  casi  el  mismo  tamaño  que  el 
perro  de  ganado,  y  en  vez  del  ladrido  que  forma  la  voz 
de  casi  todos  los  perros,  su  grito  es  un  aullido  lúgubre. 

Nato.  —  Así  se  llama  por  estas  tierras  el  perro  que  tiene  el  ho- 
cico muy  aplastado.  Viene  a  ser  el  bull-dog. 

Recuérdese  que,  en  la  Argentina,  la  ñata  es  la  nariz 


—  39  — 

aplastada,  y  por  extensión  toda  nariz,  esto  sí,  en  estilo 
más  que  familiar,  vulgarote. 

Ovejero.  —  Ferro  de  pastor  que  presta  inapreciables  servicios. 
Celoso  guardián  de  las  ovejas,  ronda  la  majada  para  en- 
caminarla a  la  dehesa,  amenazando  con  sus  ladridos  a  la 
que,  en  pos  de  la  tierna  herbecilla,  quiere  apartarse  de 
sus  compañeras. 

La  voz  fué  empleada  por  el  Archipreste  de  Hita : 

A  un  mastín  ovejero  de  carrancas  cercado. 

Pachón.  —  Perro  destinado  a  la  caza  de  perdices.  Es  muy  pare- 
cido al  perdiguero,  pero  con  las  piernas  más  cortas  y  tor- 
cidas, la  cabeza  redonda  y  la  boca  muy  grande. 

El  Diccionario  de  Autoridades,  lo  mismo  que  el  de  la 
Eeal  Academia,  dan  la  palabra  como  sinónima  de 

Perdiguero.  —  Cual  destino  es  fácil  de  adivinar. 

Es  de  talla  mediana,  se  lee  en  el  Diccionario,  con 
cuerpo  recio,  cuello  ancho  y  fuerte,  cabeza  fina,  hocico 
saliente,  labios  colgantes,  orejas  muy  grandes  y  caídas, 
patas  altas  y  nervudas,  cola  larga  y  pelaje  corto  y  fino. 
Es  muy  apreciado  para  la  caza  por  lo  bien  que  olfatea  y 
sigue  las  pistas. 

Ksbj  perdigueros  que  con  el  mismo  olor  hallan  las  perdices, 
de  tal  manera  que  no  les  falta  más  que  mostrarlas. 

(Fray  Luis  de  Granada,  Símbolo  de  la  fe.) 

Perneador.  —  Con  este  nombre  se  designaban  los  perros  muy 
largos  de  piernas,  y,  por  lo  tanto,  corredores.  Por  lo  que 
se  lee  en  Diálogos  de  Montería,  me  inclino  a  creer  que 
eran  ventores. 

...  y  luego  que  los  ventores  han  parado  al  jabalí,  llegan  los 
alanos  y  ásenle  de  las  orejas,  y  los  perneadores  cada  cual  de 
donde  puede,  y  tiénenle  entre  todos  fuertemente. 

(Diálogos^  libro  X.) 

Planchete.  —  Al  llegar  a  esta  voz,  la  Academia  nos  remite  a 
Mánchete,  pues  la  primera  es  anticuada.  Tampoco  consta 
la  palabra  en  el  Diccionario  de  Autoridades. 


—  40  — 

Declaro  que  no  sé  en  qué  se  apoya  la  Eeal  Academia 
para  decir  que  planchete  se  usó  ¿  por  quién  ?  Blanchete  sí, 
como  diminutivo  de  hlanch,  blanco. 

Podenco.  —  «  Perro  de  cuerpo  algo  menor,  pero  más  robusto 
que  el  del  lebrel,  con  la  cabeza  redonda,  las  orejas  tie- 
sas, el  lomo  recto,  el  pelo  medianamente  largo,  la  cola 
enroscada,  y  las  manos  y  los  pies  pequeños  pero  muy 
fuertes.  Es  poco  ladrador  y  sumamente  sagaz  y  ágil  para 
la  caza  por  su  gran  vista,  olfato  y  resistencia.  » 

Así  lo  define  la  Real  Academia. 

Más  preciso,  el  Diccionario  de  Autoridades  dice :  «  sir- 
ve para  cazar  conejos»,  y  en  apoyo  de  esta  afirmación 
trae  la  siguiente  cita  : 

liO%  podencos  u  de  conejos  aonlosque  llamamos  Jcfeno&aíe». 

(Funes,  Historia  natural.) 

Oovarrubias  explica  así  el  origen  de  la  voz  : 

...  qíie  los  cazadores  llaman  tener  muchos  pies,  y  así  tiene 
el  nombre  de  qvLdiS,i  pudenco ,  depu»  podos,  lioc  est,  pes. 

Presa,  de,  o  perro  dogo.  —  El  Diccionario  de  Autoridades  lo  de- 
fine así : 

El  alano  que  con  los  dientes  ase  y  afevra  tan  fuertemente 
que  es  difícil  hacerle  soltar. 

Punta  y  vuelta,  de.  —  Entre  cazadores,  se  lee  en  el  Diccionario 
de  Autoridades,  el  que  hace  punta  o  muestra  la  caza  y 
toma  después  la  vuelta  para  cogerla  cara  a  cara. 

Sirva  de  ampliación  a  lo  anterior  la  definición  de  la 
voz  punta,  que  vale  entre  los  cazadores  « la  detención 
que  hace  el  perro,  siempre  que  se  para  la  caza,  cuando 
va  apeonando  » . 

Gluitador.  —  Con  este  nombre  se  designa  al  perro  que  está  ense- 
ñado a  quitar  la  caza  a  los  otros  para  que  no  la  despeda- 
cen o  se  la  coman,  y  traerla  a  la  mano,  explicación  ésta 
que  debo  al  Diccionario  de  Autoridades. 


—  41   — 

Raposero.  —  Perro  de  unos  dos  pies  de  altura,  de  pelo  corto  y 
de  orejas  grandes,  caídas  y  muy  dobladas.  Se  emplea  en 
la  caza  de  montería,  y  especialmente  en  la  de  zorros. 

Rastro  o  rastrero.  —  Perro  que,  como  su  nombre  lo  indica,  busca 
la  caza  valiéndose  simplemente  de  su  olfato.  Es,  en  ver- 
dad, el  setter. 

Ratero  y  también  ratonero.  —  Es  el  perro  que  por  instinto  es 
enemigo  de  las  ratas,  las  persigue  y  las  mata,  pero  no 
las  come. 

He  tenido  perrita  de  aguas  que  en  un  solo  día  mató  11 
ratoncillos  —  lauchas  aquí  —  atajando  con  su  denuedo 
la  invasión  ratonil  que  nos  amenazaba,  con  motivo  de 
haberse  desalquilado  un  almacén  contiguo. 

Rostro.  —  Se  da  el  nombre  de  can  rostro,  mejor  dicho,  se  daba, 
ya  que  la  voz  es  anticuada,  a  «  una  especie  de  perro 
de  caza»,  definición  académica  que,  como  se  ve,  no 
define. 

Entiendo,  salvo  mejor  opinión,  que  el  can  rostro  no  es 
propiamente  una  variedad,  sino  un  perro  de  muestra  en- 
señado a  levantar  el  rostro  para  saber  seguir  mejor  el 
rastro. 

Sabueso.  —  Así  llamado,  se  asegura,  por  ser  oriundo  de  Sabo- 

ya(í). 

De  Saboya  los  célebres  sabuesos 
signen  al  puerco  jabalí  cerdoso. 

(N.  F.  Moratín,  La  casa,  canto  V.) 

Variedad  de  podenco,  algo  mayor  que  el  común,  y  de 
olfato  muy  fino. 

Los  monteros  hagan  cuanto  Pascual  Montero  mandare  y 
ordenare  dentro  y  fuera  de  casa,  y  nadie  ose  tener  sino  cua- 
tro sabuesos  y  una  sabuesa,  ni  guarde  más  de  dos  cachorros  de 


(1)  Que  proceda  o  no  de  allí  no  he  de  discutirlo,  pero  lo  que  sí  repetiré 
es  lo  afirmado  por  el  citado  Phcebus,  conde  de  Foix,  en  su  libro  La  chasse, 
o  sea  que  el  sabueso  pasó  a  Francia  con  el  nombre  de  epagneul,  y  de  allí  a 
Inglaterra. 


—   42   — 

la  sabuesa,  y  de  los  otros  perros  tenga  tantos  cuantos  Pascual 
Montero  permita. 

[Ordenación  de  don  Pedro  II,  el  Católico  (1).] 

«  Hay  sabuesos  que  con  la  viveza  de  su  olor  descubren 
las  fieras  y  las  hallan  después  de  heridas  »,  dice  Granada 
en  Símbolo  de  la  fe,  como  hay  «  sabuesos  de  suelta  »,  según 
Argote  de  Molina. 

Como  con  la  nariz  bebe  el  sabueso 
aliento  de  las  huellas  del  venado. 

(Quevedo,  Orlando.) 

Falta  en  el  Diccionario  oficial  el  sentido  figurado  con 
que  la  voz  se  emplea;  el  de  policía  experto  o  de  hombre 
acostumbrado  a  descubrir  o  rastrear  buenos  o  malos  ne- 
gocios. 

San  Bernardo,  del  Monte.  —  ¿  Quién  no  ha  oído  hablar  de  estos 
perros  f  ¿Y  quién,  de  mi  generación,  no  ha  visto  el  drama 
titulado  Los  perros  del,  etc.  ? 

Forma  una  raza  especial  cruzado  de  Terranova  y  de 
los  Abruzzos.  Su  altura  varía  de  70  a  80  centímetros ; 
su  cabeza  se  parece  a  la  del  mastín  inglés,  pero  es  más 
gruesa;  el  pelaje  es  rojizo  o  amarillento.  Otros  naturalis- 
tas opinan  que  nace  de  la  hembra  del  mastín  cruzada 
con  un  macho  del  perro  de  ganado,  poseyendo  la  esta- 
tura de  la  madre  y  la  inteligencia  del  padre. 

Vaya  un  sucedido  digno  de  ser  recordado. 

Hubo  uno,  llamado  Barry,  que  llevaba  un  collar  con 
medallas  grabadas,  en  las  que  constaba  el  nombre  de  las 
personas  a  quienes  había  salvado,  y  las  fechas.  Los  sal- 
vados ascendían  a  cuarenta.  Murió  en  cumplimiento  de 
su  deber,  mereciendo  el  caso  ser  referido  : 

Llegó  al  hospicio  de  San  Bernardo  un  correo  italiano 
que  venía  de  Francia.  Aun  cuando  era  muy  duro  el  tiem- 
po, y  los  buenos  monjes  le  pintaron  los  peligros  del  cami- 
no, quiso  partir  el  viajero  para  llegar  lo  antes  posible 

(1)  Cita  de  G.  Maura,  eu  Rincones  de  la  historia. 


—   43  — 

a  la  aldea  de  Sau  Pedro,  donde  le  esperaba  su  familia. 

Xo  pudiendo  vencer  la  obstinación  del  estafetero,  se 
le  dieron  dos  guías  y  dos  perros,  uno  de  los  cuales  era  el 
valiente  Barry.  Quiso  la  desventura  que,  a  media  legua 
del  convento,  un  gigantesco  alud  los  sepultara  a  todos, 
no  apareciendo  sus  cadáveres  hasta  la  primavera,  o  sea 
la  época  del  deshielo.  El  mismo  bloque  de  nieve  había 
envuelto,  un  poco  más  abajo,  a  los  parientes  del  correo 
que  se  dirigían  al  convento  para  tener  noticias  de  él. 

Sobre  la  humanitaria  tarea  de  estos  perros,  pueden 
leerse  con  provecho  los  párrafos  que  a  ellos  dedica  M. 
Octave  Fourrier  en  su  interesante  obra  Animaux  domes- 
tiques. 

Setter.  —  Perro  de  pelo  largo,  conocido  con  este  nombre  en  In- 
glaterra. 

Según  los  inteligentes  en  castas  perrunas,  el  setter 
pertenece  a  una  raza  doscientos  años  más  antigua  que 
el  llamado  pointer. 

El  nombre  les  viene  de  setting,  echarse,  por  su  cos- 
tumbre de  acostarse  o  pegarse  a  la  tierra  al  parar  la  caza. 

Hay,  según  parece,  dentro  de  esta  raza,  tres  tipos 
señaladamente  distintos,  que  aconsejan  señalarles  oríge- 
nes diversos. 

El  Gordon,  conocido  ya  a  fines  del  siglo  xvii,  se  supo- 
ne descendiente  del  epagneul;  es  de  orejas  caídas  y  pelo 
largo.  Como  su  nombre  lo  indica,  es  oriundo  de  la  penín- 
sula hispana; 

El  LaveracTc;  y 

El  irlandés  rojo. 

Los  demás  anteriormente  enumerados,  son  variedades 
de  estos  tres  tipos. 

Siendo  el  setter,  al  fin  y  al  cabo,  un  descendiente  del 
perro  de  punta,  es  de  lamentar  que  los  ingleses  nos 
hayan  devuelto,  mejorado,  lo  que  nosotros  no  supimos 
conservar. 

Terranova,  de.  —  Cruzamiento  del  perro  de  aguas  y  del  mastín, 
transportado  a  la  América  del  Norte.  Tiene  el  hocico 


—  44  — 

desnudo,  grueso  y  prolongado,  las  orejas  no  tan  grandes 
ni  pendientes  como  las  del  perro  de  aguas,  aunque  pro- 
vistas de  pelos  largos  y  algodonosos,  el  pelo  general- 
mente largo  y  onduloso,  y  la  cola  encorvada  y  levantada 
en  penacho. 

La  experiencia  me  lia  demostrado  que  la  carne  cruda 
les  es  muy  perjudicial. 

Tomador.  —  Así  se  llama  al  perro  que  coge  bien  la  caza. 

Cuando  tovieren  muy  buen  alano,  e  lindo,  e  fermoso,  e  bien 
tomador. 

(Montería  del  rey  don  Alonso.) 

Ventero.  —  Perro  de  caza,  que  la  sigue  por  el  olfato  y  viento; 
de  ahí  que  ventear  signifique,  entre  otras  cosas,  tomar 
el  viento  con  el  olfato.  «  Dícese,  se  lee  en  el  Dicionac- 
rio  de  Autoridades,  de  los  perros  de  caza  que  por  el 
olor  siguen  el  rastro  de  las  piezas.  » 
Es  lo  mismo  que 

Ventor.  —  Si  bien  esta  voz  fué  de  uso  más  común. 

El  ventero  o  ventor  ha  dado  origen  al  pointer  inglés. 

Ventor  se  llama  el  sabueso  de  suelta  para  descubrir  el  rastro. 
(Argote  de  Molina,  Discurso  sobre  el  TAhro  de  la  Montería.) 
Venían  los  perros  como  ventores  y  desciibrían  la  caza. 

(Cabrera.) 

Sueltan  luego  parte  de  ventore*.  los  cuales  siguen  latiendo 
la  caza. 

(Argote  de  Molina,  Obra  citada.) 

Cuando  ante  el  tenaz  latido 
de  sabuesos  y  ventores, 
escucho  de  una  mujer 
tiernas,  lastimeras  voces. 
(Salazar,  También  se  ama  en  el  abismo.) 

En  sentido  figurado  se  aplica  el  vocablo  a  la  persona 
que  adivina  o  presiente  cosas  que  luego  suceden. 

Zarcero.  —  Casta  de  perro,  especie  de  perdiguero,  pequeño  y 
corto  de  pies,  que  entra  con  facilidad  en  las  zarzas  a  bus- 
car la  caza. 


—  45  — 

Zorrero.  —  Lo  mismo  que  perro  raposero,  según  la  Real  Acade- 
mia; sin  embargo,  el  zorrero  o  alimañero,  mezcla  de  mas- 
tín y  podenco,  tiene  por  principal  afición  perseguir  y 
exterminar  las  alimañas  y  reptiles,  particularmente  las 
culebras,  lagartos,  comadrejas,  tejones,  gatos  monteses 
y  zorras. 

A  otros  perrillos  que  llaman  zorreros. 

(Espinosa,  Ballestería.) 


GLOSARIO  DE  VOCES  PERRUNAS 

Alano.  —  En  sentido  figurado,  persona  porfiada  e  importuna. 

La  vi  en  el  baile:  por  señas 
que  estaba  con  dos  alanos 
forasteros  a  la  oreja. 

(Mamón  de  la  Crtis.) 

Ayuchar.  —  En  Honduras  equivalente  a  huchear ,  lanzar  los  pe- 
rros contra  persona  o  animal,  dando  voces.  Debo  la  noti- 
cia a  Membreño,  Honduñerismos. 

Aperramiento.  —  La  palabra  no  consta  en  el  Diccionario  oficial. 
El  padre  Mir,  en  su  Rebusco  de  voces  castizas,  trae  la  si- 
guiente cita : 

Como  de  la  mona  es  monear,  ansí  del  perro  es  aperrear ; 
mas  con  todo  eso  renegad  del  rey  con  aperramientos ,  y  más, 
cuanto  más  naturales  fueren. 

(Pineda,  Diálogos  familiares.) 

Aperreadamente.  —  Derivado  de  aperreo  y  aperrear.  \  Cuántos 
así  viven  porque  la  suerte  no  les  visitó  nunca,  o,  tras 
breve  visita,  les  volvió  la  espalda ! 

Aperreado.  —  Fatigado,  cansado,  maltrecho,  más  que  por  el  tra- 
bajo, por  molestias  y  sinsabores  ocasionados  por  la  mal- 
dad, no  de  los  perros,  sino  de  los  hombres. 

Aperreados  anduvimos  por  el  camino. 

(Fr.  Luis  de  Granada,  G^iia  de  pecadores.) 


—  46  — 

Muy  rico  y  mozo  viviera, 
no  mozo  y  aperreado. 

(Castillo  Solórzano,  Donaires  del  Parnaso.) 

Este  participio  pasivo  se  usa  comúnmente  con  los  ver- 
bos andar,  estar  y  traer. 

Aperreador.  —  Persona  que  cansa,  enfada  o  molesta  a  otro  con 
impertinencias. 

Para  librarnos  así  de  tanto  perro,  como  de  damas  tan  ape- 
rreadas y  aperreadoras. 

(Quevedo,  Casa  de  locos  de  amor.) 

Aperrear.  —  Echar  a  uno  los  perros  bravos  para  que  lo  maten 
o  despedacen. 

En  sentido  figurado  vale  hostigar,  fatigar  cruelmente 
a  alguno.  Como  reflexivo  equivale  a  fatigarse  mucho. 
«  Dícese,  con  alusión  a  los  perros  de  caza,  que  no  paran 
ni  sosiegan  en  busca  de  ella.  » 

Aperreo.  —  Acción  y  efecto  de  aperrear  o  aperrearse. 

Arrufar.  —  Se  dice  del  perro  que  enseña  los  dientes  cuando  está 
enojado,  y,  por  extensión,  de  la  persona  que  se  encoleriza. 
Antiguamente  valía  envanecerse,  ensoberbecerse. 

Arrúfanse  los  mastines  por  el  hueso  que  comen  los  gozques. 

(Gómez  de  Cíbdad-Real.) 

Atraillado.  —  Participio  del  verbo  atraillar. 

De  manera  que  hoy  me  viera  en  mitad  de  la  plaza  de  Zoco- 
dover  de  Toledo,  y  no  en  este  camino  atrahillado  como  perro. 

(Cervantes,  Quijote,  I-XXII.) 

De  un  cordón  atraillado 
un  diligente  sabueso 
el  viento  solicitaba 
y  desafiaba  el  viento. 

(Góngora,  Romance.) 

Atraillar.  —  Echar  la  trailla  a  los  perros.  Por  extensión,  atrai- 
llar es  formar  una  cuerda  de  presos. 


—  47   — 

Según  el  Diccionario  de  Autoridades,  es  voz  compuesta 
de  la  partícula  a  y  del  nombre  trahilla,  por  cuya  razón  se 
debe  escribir  con  h,  aunque  algunos  la  escriban  sin  ella. 

En  la  edición  en  curso  del  Diccionario  de  la  Keal  Aca- 
demia, y  en  la  voz  trailla  se  lee  : 

Del  latín  trahere,  traer  hacia  sí,  llevar  arrastrando,  lo  que 
implica  decir  que,  por  respeto  etimológico,  trailla  y  sus  deri- 
vados deben  llevar  h . 

Sí,  la  advertencia  es  oportuna,  pero  pedir,  cuando  na- 
die respeta  nada,  que  se  respete  la  etimología,  es  pedir 
cotufas  en  el  golfo. 

Todos  los  demás  que  se  hallaron  de  diez  y  siete  años  arriba, 
fueron  atrahillados  a  las  minas  de  metal  por  Egipto. 

(Fr.  Luis  de  Granada,  Símbolo  de  la  fe.) 

Estábamos  atrahillados  como  galgos,  afligidos  de  la  manera 
que  puedes  considerar  si  tal  te  sucediera. 

(Mateo  Alemán,  Guzmán  de  Alfarache.) 

También  en  sentido  metafórico  significa  oprimir  a 
otro  con  mucho  trabajo  o  sujetarle  con  aflicciones.  Falta 
esta  acei)ción  en  el  Diccionario. 

Que  el  celoso  rigor  ya  le  atrahilla . 

(Castillo  Solórzano,  Donaires.) 

Aullador.  —  ¡  Claro !  El  perro,  lobo  u  otro  animal  que  aulla 
mucho. 

Aullante.  —  Que  aiilla. 

Aullar.  —  Prorrumpir  o  formar  un  sonido  o  quejido  triste,  des- 
apacible y  disonante,  como  lo  hacen  propiamente  el 
perroy  el  lobo  y  el  adive,  y  algunas  aves  nocturnas. 

El  vulgo  cree  que  el  aullar  de  los  perros,  especial- 
mente de  noche,  es  de  mal  agüero. 

Cuando  alguna  vez  el  señor  mandaba  a  alguno  de  sus  cria- 
dos que  lo  apartase  de  él,  gruñía  y  aullaba. 

(Fr.  Luis  de  Granada,  Símbolo  de  la  fe.) 


—  48  — 

Gozques  hay  que  a,  perros  viejos 
aunque  estén  más  en  el  caso, 
les  hacen  soltar  la  presa 
y  ellos  se  quedan  aullando. 

(Quiñones  de  Benavente.) 

También  se  dice,  por  alusión,  de  los  racionales,  y  parti- 
calarmente  de  los  niños  cuando  forman  su  queja  o  llanto 
semejante  al  de  los  irracionales;  y  aun  de  los  adultos 
cuando  se  encolerizan. 

Pues  si  los  ves,  ¿por  qaé  gruñendo  aullas? 

(Quevedo,  Riesgos  del  matrimonio.) 

Y  así  parecen  que  aullan  cuando  hablan. 

(Gracian,  Morales  de  Plutarco.) 

De  este  verbo  nació  el  refrán  :  «  El  lobo  viejo  a  la  tarde 
aulla  »^  que  da  a  entender  que  el  hombre  astuto,  adver- 
tido y  experimentado,  no  habla  ni  manifiesta  sus  inten- 
tos sino  en  ocasión  y  tiempo  convenientes  :  a  semejanza 
del  lobo  astuto  que  sólo  aulla  por  la  tarde  y  no  de  noche 
ni  por  la  mañana,  por  ser  el  tiempo  más  oportuno  para 
sus  presas,  y  en  que  los  pastores  se  suelen  apartar  de 
sus  ganados. 

Volviendo  sobre  la  superstición  antes  recordada,  pue- 
do añadir  que  Bowker,  en  su  Gohlin  Tales  of  Lancashire ^ 
dice: 

El  perro  se  presenta  con  frecuencia  como  mensajero  de  la 
muerte,  de  la  que  muchas  veces  es  personificación.  En  la  anti- 
gua creencia  aria,  un  perro  aullando  era  emblema  déla  muer- 
te. Con  este  mismo  carácter  se  conserva  todavía  en  Inglaterra. 

El  aullar^  dicen  los  gramáticos  latinos,  que  conviene  a  los 

lobos  y  a  las  mujeres. 

(J.  Pineda,  Agricultura.) 

Aullido.  —  El  sonido  que  resulta  de  la  voz  que  forma  el  lobo,  el 
perro  u  otro  animal  que  ladra,  cuando  se  queja,  o  por  otro 
accidente  ladra. 


—  49  — 

Bien  oyes  este  clamor  de  campanas,  este  alarido  de  gentes, 
este  aullido  de  canes. 

(Rojas,  Calixto  y  Melibea.) 

La  noche  siguiente  acaeció  oír  dos  buhos  dando  aullidos 
tristes  el  uno  al  otro. 

(Acosta,  Historia  moral  y  natural  de  Indias.) 

El  rugir  del  león,  del  lobo  fino 

el  temeroso  aullido^  el  silvo  horrendo 

de  escamosa  serpiente. 

(Cervantes,  Quijote.) 

Se  llama  también,  por  alusión,  el  quejido  y  clamor 
triste  que  dan  los  racionales  cuando,  sin  formar  voz  arti- 
culada y  clara,  se  suelen  quejar  por  algún  dolor  vehe- 
mente o  accidente  grave. 

Mas  los  gigantes  dieron  tal  aullido 
viéndose  condenar  a  albondiguillas, 
que  dejaron  el  campo  ensordecido. 

(Quevedo,  Orlando.) 

Cesaron  los  aullidos  y  sollozos 

de  las  almas,  en  tanto  que  entre  niebla... 

(Villaviciosa.) 
Aúllo.  —  Lo  mismo  que  aullido. 

De  no  pocos  endechada 
caniculares  aúllos. 

(Góngora,  JRomances .) 

Azomar,  o  asomar  o  azuzar  al  perro  que  vaya  tras  la  caza. 

Según  el  Diccionario  de  Autoridades,  vale  irritar,  esti- 
mular, azuzar,  lo  mismo  que  antiguamente  se  decía  en- 
rizar. 

Para  azomar  en  la  guerra  a  los  elefantes  se  les  suele  poner 
delante  sangre  fingida. 

(Fr.  Juan  Márquez.) 

La  Eeal  Academia  en  la  voz  enrizar  nos  manda  a  enri- 
dar.  El  Fuero  Juzgo,  libro  VIII,  título  IV,  ley  XIX,  trata 


—  50   — 

de  las  penas  a  que  está  sujeto  el  dueño  del  can  que 
«ficiere  dauno»,  si  «lo  enrizar  que  muerda  omne  que 
non  es  malfechor». 

Que  por  aquellos  siglos  lo  mismo  era  enridar  que  enri- 
zar se  advierte  con  la  siguiente  cita  : 

E  quando  los  enridaren  a  la  caza,  irán  más  aína. 

(Libro  de  la  Montería  del  Bey  don  Alfonso.) 

Azotaperros.  —  Aboga  por  la  admisión  de  esta  voz  el  padre  Mir, 
en  su  Rebusco  de  voces  castizas,  apoyándose  en  la  autori- 
dad de  Tomás  Eamón,  quien  escribe  en  Puntos  escriptu- 
r arios  : 

Como  hay  azotaperros  j  los  echan  de  ella  —  de  la  iglesia,  — 
hubiese  azotaparlones  que  afrentosamente  los  sacasen  por  los 
cabezones  de  ella. 

Azuzar.  —  Irritar  a  los  perros  para  que  embistan. 

En  sentido  metafórico  equivale  a  irritar,  estimular, 
instigar. 

Uno  azuzaba  testigos  y  repartía  orejas  de  lo  que  no  se  había 

dicho. 

(Quevedo,  Sueños.) 

Es  lo  mismo  que  zuzar. 

...  saltaban  los  cuadrilleros  de  gozo,  zuzaban  los  unos  y  los 
otros,  como  hacen  a  los  perros  cuando  en  pendencia  están  tra- 
bados. 

(Cervantes,  Quijote,  I-LII.) 

Cade  la.  —  Perra  ^  en  Galicia.  En  catalán  cadell  es  cachorro,  j>erro 
de  pocos  meses. 

También  se  dice  cadela,  según  Cuveiro  Pinol,  de  la  mu- 
jer de  mal  genio. 

Can.  —  Esta  voz,  además  de  perro,  se  ve  empleada  por  diversas 
artes  y  oficios,  teniendo  sin  duda  en  cuenta  su  resisten- 
cia y  la  tuerza  de  sus  dientes. 

Véanse  sus  diversos  significados,  que  no  detallo  por- 
que el  curioso  lector  podrá  dar  con  más  amplias  explica- 
ciones consultando  diccionarios  generales  o  especiales  : 


—   51   — 

a)  Antiguamente  as,  o  unidad  de  los  dados; 

b)  Pieza  pequeña  de  bronce  en  la  artillería  antigua; 

c)  En  las  llaves  de  las  armas  de  fuego,  perrillo,  hoy 
gatillo; 

d)  Cabeza  de  una  viga :  si  de  piedra,  imitando  los  rema- 
tes, se  llaman  dentículos ;  si  se  labran  en  forma  de  carte- 
las, se  denominan  modillones.  tJsase  más  en  plural; 

e)  Entre  torneros,  cada  una  de  las  dos  piezas  de  ma- 
dera que  unen  las  tablas  de  la  máquina; 

f)  En  arquitectura  naval,  pedazo  de  cuartón  colocado 
en  el  sentido  de  popa  a  proa,  y  fuertemente  empernado 
en  los  palos  mayores,  que  sirve  para  formar  el  descanso 
de  la  boa  cuando  no  se  llevan  cacliolas; 

g)  En  carpintería,  zapata  de  madera  que  se  coloca 
debajo  de  los  tirantes  de  una  armadura  para  disminuir 
la  luz. 

Canalla.  —  En  lo  antigno  perrería,  conjunto  de  canes,  de  peí-ros 
de  caza,  y,  por  traslación,  la  gente  baja,  ruin,  de  malos 
procederes. 

¡  Oh  canalla  !  gritó  a  esta  sazón  Sancho;  ¡  oh  !  encantadores 
aciagos  y  mal  intencionados... 

(Cervantes,  Do»  Quijote.) 

El  Diccionario  de  Autoridades  dice  que  la  voz  procede 
del  italiano  canaglia;  los  diccionarios  de  ese  idioma  ha- 
cen derivar  la  palabra  de  cañe. 

Littré  va  más  lejos  al  escribir,  refiriéndose  a  este  vo- 
cablo : 

Etym.  :  Wallon,  chínese;  Berry,  chienaille ;  Ital..  canaglia; 
de  cañe,  chien.  Canaille  est  i  tal  ten :  chienaille  était  le  mot 
franjáis. 

Canallada.  —  Que  no  consta  en  el  diccionario  académico,  será 
acción  baja,  soez,  propia  de  la  canalla. 

Canailuza.  —  Aumentativo,  y  archidespectivo,  de  canalla. 

Canarias.  —  Tierra  de  canes,  según  Plinio.  El  nombre  de  este 
archipiélago  se  deriva  de  can,  por  cierta  clase  que  había, 

i 


—  52   — 

especialmente  en  la  Oran  Canaria,  cuando  se  conquistó. 
Por  esto  el  escudo  de  armas  de  la  isla  consiste  en  una 
palma  y  dos  perros  encadenados  a  un  tronco,  si  bien  el 
erudito  Viera,  historiador  de  tales  islas,  pone  en  la  por- 
tada de  su  obra,  por  armas  de  las  Canarias,  un  escudo 
con  siete  peñascos  sostenido  por  dos  canes. 

No  sólo  el  perro  lia  dado  nombre  a  estas  islas,  sino 
que  lo  dio  a  ciudades:  en  el  mundo  antiguo  se  encontra- 
ban: Cinópolis,  la  ciudad  del  perro,  ^vl  Egipto;  Cinocefa- 
lia,  la  ciudad  de  la  cabeza  del  perro,  en  la  Tesalia:  y 
Cinosura,  la  ciudad  de  la  cola  del  perro,  en  Arcadia.  Hay 
quien  opina  que  Foutainebleau  deriva  de  FonsBleaudi, 
perro  éste  favorito  de  Luis  VII, 

Cancerbero.  —  Dice  la  Real  Academia  :  de  can  y  cerbero,  y  como 
el  menos  curioso  busca  en  el  mismo  diccionario  qué  sig- 
nifica la  voz  cerbero,  al  dar  con  ella,  se  queda  sin  saber 
lo  que  indica  la  palabra,  ya  que  la  docta  corporación  se 
limita  a  hacerla  sinónima  de  cancerbero ;  mas  de  un  celoso 
guardián  nadie  dirá  que  es  un  cerbero. 

Esta  última  palabra,  en  griego  herberos,  en  latín  cerbe- 
rus,  se  descompone  en  kreas,  carne,  y  boros,  que  devora, 
porque  los  perros  salvajes,  cimarrones,  son  devoradores 
de  carne,  de  suerte  que  cancerbero  es,  etimológicamente, 
can  devorador  de  carne. 

En  astronomía  las  estrellas  de  Cerbero  forman  parte 
de  la  constelación  de  Hércules. 

En  mitología.  Cancerbero  era  t\  perro  de  tres  cabezas 
que,  según  la  fábula,  guardaba  la  puerta  de  los  infiernos. 

En  sentido  figurado  significa  portero  o  guardián  seve- 
ro e  incorruptible. 

—  I  Quién  da  voces  ?  ¿  Quién  da  voces  ? 

—  Da  voces  el  cancerbero 

portero  de  este  palacio. 

(Lope  de  Vega.) 

Ya  cancerbero  mitológico  tenía  por  padre  el  gigante 
Tifón;  por  madre  al  monstruo  Esquidna,  mitad  ninfa  y 
mitad  serpiente:  por  hermanas  a  la  Hidra  de  Lerna  y  a 


—  sa- 
la Quimera ;  por  hermanos  al  león  de  Xemea  y  a  otro 
perro  de  dos  cabezas,  que  guardaba  los  rebaños  de  Ge- 
rión,  y  por  sobrina  a  la  Esfinge. 

Con  tales  progenitores  y  parentela  tal,  ya  se  puede 
colegir  que  cancerbero  no  podía  ser  el  símbolo  del  manso 
corderino. 

Cancillo.  —  Diminutivo  de  can  en  arquitectura,  con  diversos 
significados. 

Canciño.  —  Llaman  los  gallegos  al  can  pequeño. 

Canes.  —  Término  también  de  arquitectura. 

Canícula.  —  De  can,  perro.  En  astronomía,  estrella  de  la  cons- 
telación llamada  Can  Mayor,  y  también  es  canícula  el 
tiempo  en  que  esta  estrella  nace  y  se  pone  con  el  sol,  y 
en  que  el  calor  es  excesivo. 

Canicular.  —  Época  o  estación  canicular  :  los  días  que  dura  la 
canícula. 

Dice  Covarrubias  que  los  días  de  verano  de  mayores 
calores  tomaron  el  nombre  de  la  constelación  celeste, 
dicha  Canis,  formando  las  estrellas  una  figura  de  un 
perro  que  va  siguiendo  una  liebre. 

Caniculario.  —  Fué  antiguamente  sinónimo  á^  perrero. 

Canículo.  —  Cosa  propia  del  can.  Es  voz  jocosa,  según  el  Diccio- 
nario de  Autoridades. 

Parando,  finalmente, 

las  iras  del  canículo  suceso 

en  que  ninguno  de  los  dos  le  come 

(Lope  de  Vega,  La  Gatomaquia.) 

Cánidos.  Nombre  genérico,  científico,  de  esta  familia  de  mamí- 
feros carniceros,  digitígrados,  de  uñas  no  retráctiles. 

Canil.  —  Morena,  o  pan  de  perro.  También  soma. 

No  comáis  somas  de  canes, 
ni  andéis  hechos  albardones 
comiendo  vianda  vil. 

(Juan  del  Encina,  Égloga.) 


—  54  — 

Es  sonia^  según  el  Diccionario  de  Autoridades,  la  hari- 
na segunda  que  los  labradores  destinan  para  el  pan  de 
los  criados. 

Canina.  —  Dice  Covarrubias: 

Excremento  del  perro,  que  para  algunas  medicinas  dicen 
ser  bueno,  que  por  ser  de  ordinario  duro  y  en  cierta  forma 
parecer  dedos,  los  llaman  dátiles  de  perro. 

También  hay  risa  canina,  denominada  esimsmo  cínico, 
que  consiste  en  el  espasmo  de  los  músculos  diductores 
de  las  comisuras  de  los  labios  y  de  los  carrillos.  (Véase 
la  voz  canino.) 

Caninamente.  —  Proceder  rabiosamente,  con  mordacidad,  como 

de  perro. 

Caninero.  —  Así  se  denominaba  al  que  recogía  la  canina  para 

las  tenerías. 

Caninez.  —  Ansia  extremada  de  comer. 

Canino-a.  —  Perteneciente  o  relativo  al  can  o  perro. 

Aplícase,  por  extensión,  a  las  propiedades  que  tienen 
semejanza  con  las  del  j)erro^  y  así  se  dice  diente  canino, 
bambre  canina. 

Y  rabias  caninas,  feroces,  muy  duras. 

(El  infante  don  Pedro  de  Portugal.) 

La  priva  de  los  gustos  y  contentamientos  de  que  ella  tiene 
una  sed  y  hambre  más  que  canina. 

(Fr.  Luis  de  Granada.) 

Este  adjetivo  se  añade  en  botánica,  a  varios  nombres, 
para  indicar  algunas  plantas,  tales  como : 
Canina  brassica  o  cinocambra,  col  á^  perro. 
Canina  lingua  o  cinoglosa,  lengua  de  perro. 
Canina  malus,  mandragora,  manzana  del  perro. 
Caninus  sentís,  cinobastón,  espino  de  perro. 

Canisia.  —  Palabra  aljamiada,  que  valía  tanto  como  iglesia, 
templo  de  cristianos. 


—   55  — 

Can  marino.  —  Especie  de  pescado,  de  piel  muy  áspera,  de  la 
cual  dicen  algunos  que  se  hace  la  lija.  Así  lo  afirma,  al 
menos,  el  Diccionario  de  Autoridades. 

Can  Mayor  y  Can  Menor.  —  Nombre  de  las  constelaciones  del 
hemisferio  austral. 

Carlanca.  —  Collar  ancho  con  ijuntas  de  hierro  puestas  hacia 
fuera,  para  armar  el  pescuezo  de  los  mastines  contra  las 
mordeduras  de  los  lobos. 

De  noche  les  ponen  carlancas  en  el  pescuezo,  y  los  cubren 
de  un  cuero  muy  fuerte,  para  que  se  puedan  defender  mejor. 

(Oviedo,  Hisi.J 

No  hay  hombre  que  sin  carlanca 
traiga  su  alano  valiente, 

(Lope  de  Vega,  Castelrines  y  Monteses.) 

Cínicamente.  —  Con  cinismo,  desvergüenza  o  descaro. 

Cínico.  —  Oynicus,  de  caninus  mordax.  Mordaz  y  sin  pudor  como 
los  perros. 

Cinismo.  —  Doctrina  y  costumbres  de  los  filósofos  cínicos. 

También  significa  descaro,  imprudencia  y  aun  afecta- 
ción de  desaseo. 

Cinocampso.  —  Género  de  reptiles. 

Cinocefálidos.  —  Familia  de  monos  catirrinos. 

Cinocéfalo.  —  Género  de  monos. 

Cinodonte.  —  Género  de  gramíneas. 

Cihodóntidos.  —  Familia  de  reptiles  anomodóntidos. 

Cinodraco.  —  Reptiles  de  la  familia  de  los  cinodóntidos. 

Cinometra.  —  Género  de  leguminosas  cesalpinas. 

Cinomis.  —  Mamífero  roedor  de  la  familia  de  los  esciúridos. 

Cinorexia.  —  Hambre  canina. 

Cinórquido.  —  Género  de  orquidáceas. 

Cinosarco.  —  Arrabal  de  la  antigua  Atenas. 


—  56  — 

Cinosterno.  —  Género  de  reptiles  de  la  clase  de  los  queloinos  o 
tortugas. 

Cinosura.  —  Nombre  que  se  da  a  la  constelación  de  la  Osa  Ma- 
yor. Llamóse  antiguamente  liorologial. 

Varias  de  estas  palabras  se  incluyen  en  este  Glosario 
jiorque  su  primer  componente  procede  de  can,  perro. 

Cucho.  —  Dice  Tomás  Antonio  Sánchez  que  significa  «  cierta 
cosa  despreciable;  acaso  cachorrillo,  ^crn'íío^  chucho». 
Eobustece  su  opinión  con  estos  versos  de  Gonzalo  de 
Berceo : 

Non  vallen  sendos  rabos  de  malos  gavilanes, 
menos  valien  que  cuchos  los  bocudos  alanés. 

(Duelo  de  la  virgen.) 

En  catalán  decimos  quisso  y  también  quissoy,  perro 
pequeño,  y  los  judíos  españoles  de  Turquía  emplean  una 
voz  parecida,  quitchu,  para  llamar  a  los  perros  o  exci- 
tarlos. 

Cuz.  —  Interjección  repetida  con  que  se  llama  a  los  perros. 

También  se  dice  tus,  tus.  De  aquí  el  refrán  :  «  A  perro 
viejo  nunca  ttLs,  tus,  o  cuz,  cuz.  » 

...  propiamente  se  dijo  del  perro  :  viene  de  re  j  tus,  tus,  o 
tuso,  tuso,  que  son  las  palabras  con  que  halagamos  al  perro,  y 
él  se  regocija. 

Así  dice  Covarrubias,  a  quien  dejo  la  responsabilidad 
de  la  obscura  etimología. 

...  déjate  conmigo  de  razones:  a  perro  viejo  no  cu:,  cus. 

(La  Celestina.) 

Chucha.  —  Perra,  y  también  interjección  para  contener  o  espan- 
tar a  este  animal. 

Chuchar.  —  Azuzar  al  perro  para  que  ataque  o  pelee,  y,  por  ex- 
tensión, a  una  persona  que  riña. 

Chuchero.  —  En  Honduras,  cazador  con  perros.  Como  adjetivo 
vale  el  que  chuchea. 


—   57   — 

Chucho.  —  Ferro,  y  también  como  interjección,  voz  no  signifi- 
cativa con  que  se  llama  todo  género  de  perros. 

Desengaigar.  —  En  lenguaje  de  mar,  se  denomina  galga  a  la 
ayuda  que  se  da  al  ancla  que  está  en  tierra,  y,  por  con- 
siguiente, desengalgar  es  quitar  las  galgas. 

Ver  mi  libro  Desvestirse,  página  112,  y  la  voz  galga. 

Desgalgadero.  —  Ésta,  la  palabra  anterior  y  las  dos  que  siguen 
las  recojo  por  entrar  en  su  composición  la  voz  galga; 
debiendo  advertir  que  antiguamente  la  palabra  galga  no 
era  tan  sólo  la  hembra  del  galgo,  sino  que  significaba 
piedra  grande  arrojada  de  lo  alto  de  un  muro  o  de  una 
cuesta. 

Desgalgadero  equivale  a  despeñadero. 

Desgalgado.  —  Palabra  que  no  consta  en  el  Diccionario  de  la 
Real  Academia;  significa,  según  Covarrubias,  «el  cen- 
ceño y  recogido  de  la  cintura»,  por  alusión,  sin  duda,  a 
la  elegaucia  del  galgo. 

Desgalgar.  —  Y  también  desgalgar  se,  ^2\%  despeñar  o  despeñar- 
se. Covarrubias  lo  define  así : 

Huir  por  partes  ásperas,  las  cuales  llaman  desgalgaderos. 

Despeñaperros.  —  Desfiladero  de  Sierra  Morena,  uno  de  los 
pasos  más  importantes  de  Castilla  a  Andalucía.  Tan 
enorme  tajo  recibió  este  nombre  porque  ni  los  mismos 
perros,  a  pesar  de  su  prudencia,  evitarían  el  despeñarse. 

Diente  canino  o  columelar.  —  Sinónimo  de  colmillo. 

Con  el  nombre  de  diente  de  perro  se  designa  un  for- 
món que  usan  los  escultores ;  unas  granadas  muy  agrias 
que  se  cultivan  en  la  huerta  murciana,  y  cuyos  granos, 
por  lo  largos,  semejan  dientes;  género  de  labor  de  fácil 
enseñanza  a  las  niñas,  y  toda  clase  de  costura  que  tiene 
las  puntadas  desiguales  y  mal  hechas. 

Emperrada.  —  Uno  de  los  juegos  de  los  naipes  que  se  juega 
entre  tres,  dando  a  cada  uno  nueve  cartas.  También  se 
llamó  antaño  juego  del  hombre,  renegado  y  calzoncillo. 
Hov  se  denomina  tresillo. 


—  58   — 

Parece  que  se  dijo  emperrada  por  lo  que  pica  y  emije- 
rra  a  los  jugadores. 

Emperrado,  de  emperrarse.  —  Irritado  y  rabioso. 
Iba  de  todas  suertes  emperrado. 

(Quevedo,  Orlando.) 

Emperramiento.  —  Acción  y  efecto  de  emperrarse. 

Emperrarse.  —  Las  dos  siguientes  definiciones,  la  primera  de 
Covarrubias  y  la  segunda  del  diccionario  oficial  en  curso, 
demuestran  claramente  el  cambio  felizmente  operado  en 
las  costumbres.  Dice  Covarrubias  : 

Ponerse  terco,  rabioso  y  casi  como  desesperado,  como  hacen 
los  malos  esclavos,  cuando  no  temen  el  castigo,  a  semejanza 
de  los  perros  cuando  riñen  entre  sí. 

Y  la  Academia  escribe  : 

Empeñarse,  obstinarse  en  no  ceder  ni  darse  a  partido. 
Por  no  emperrarme  con  nadie, 
a  nadie  quiero  fiar. 

(Quevedo,  Mnsa  VI.) 

Enguizgar.  —  Provocar  y  animar  un  perro  para  acometer  a  otro, 
y  así  de  las  personas.  Según  la  Academia,  incitar,  esti- 
mular. 

Que  el  demonio  a  la  virtud 
os  enguince  como  a  vicio. 

(Jerónimo  Cáncer.) 

Engalgado.  —  Dícese  del  conejo  o  de  la  liebre  a  quien  persiguen 
los  galgos  sin  perderle  o  perderla  de  vista. 

Engalgadura.  —  Acción  y  efecto  de  engalgar. 

Engalgar.  —  Apretar  la  galga.  Yer  el  Diccionario  de  la  Real 
Academia  y  la  voz  desengalgar  de  este  Glosario. 

Enridar  el  can.  —  Vale  azuzar,  irritar,  zocear  al  perro. 

...  e  cuando  los  enridaren  a  la  caza  irán  más  aina. 

(Libro  de  la  montería  del  Bey  don  Alfonso.) 

(Véase  la  voz  azomar). 


—   59  — 

Espadas  del  perrillo.  —  Se  denominaban  así  las  que  tenían  la 
figura  de  un  perro  grabado  en  la  hoja,  marca  de  Julián 
del  Eey,  armero  moro  que  floreció  en  el  siglo  XY  y  se 
hizo  cristiano,  apadrinado  por  el  Eey  Católico. 

Correas  registra  la  frase  «  anchicorta,  como  espada  del 
perrillo  » . 

Quien  desee  más  noticias  al  respecto  lea  a  Clemencin, 
Kotas  al  Quijote,  tomo  I  Y,  página  301,  y,  sobre  todo,  a 
don  Enrique  de  Leguina,  barón  de  la  Vega  de  Hoz,  Glo- 
sario de  voces  de  armería,  páginas  364,  393  y  394. 

Galga.  —  Hembra  del  galgo,  y  además  sarna  que  nace  en  el  pes- 
cuezo de  la  gente  sucia  y  descuidada.  Dice  Covarrubias 
que  a  esta  enfermedad  se  le  da  tal  nombre  porque  suelen 
tenerla  los  galgos,  a  causa  de  ludirles  allí  el  collar  cuan- 
do están  atados. 

También  con  el  nombre  de  galga,  sin  duda  porque 
como  los  perros  herían  y  magullaban,  se  indicaba  el 
canto  o  piedra  que  se  arrojaba  o  echaba  a  rodar  contra 
los  enemigos.  Estas  galgas  fueron  las  que  mataron  a  Gar- 
cilaso  de  la  Vega. 

Véase  el  Poema  de  Alexandre,  coplas  204,  206  y  1435; 
de  esta  última  son  los  dos  versos  siguientes : 

Facienles  grant  danno  de  diversas  maneras 

con  cantos  e  con  galgas,  e  con  azconas  monteras. 

Tiene,  además,  esta  palabra  otros  significados  que  se 
pueden  leer  en  cualquier  diccionario. 

Galgueño.  —  Relativo  o  parecido  al  galgo. 

Afirma  Covarrubias  que  se  aplica  al  que  tiene  poca 
barriga. 

Galgui-donceila.  —  Voz  caprichosa,  aunque  expresiva,  usada 
por  Lope  de  Vega  en  Servir  a  señor  discreto  : 

Quedito,  galgui-donceila. 

Gañido.  —  Aullido  del  perro  cuando  lo  maltratan. 

...  su  voz  es  un  gañido  largo,  como  que  remeda  al  perro. 
(Alonso  Martines  de  Espinar.) 


—   60  — 

Gañir.  —  Aullar  el  perro  con  gritos  agudos  y  repetidos  cuando 
le  maltratan. 

También  se  dice  de  las  personas  cuando,  enronqueci- 
das, apenas  pueden  hablar. 

Guardaperros.  —  Compuesto  capricho  no  exento  de  gracia. 

¿,  Por  ventm-a  soy  yo  algún  guardaperros  de  tu  enemigo 
David  1 

(A.  Alvarez,  Sel.  T>om.  3,  adv.  S.) 

Debo  la  cita  a  Julio  Cejador. 

Guau.  —  Onomatopeya  con  que  se  representa  el  ladrido  del 
perro. 

Niño,  ¿cómo  habla  el  perro?  —  Axi,  au...  Y  el  perro  no  se 
llamó  por  su  rabo,  ni  por  sus  uñas,  ni  por  su  cerro,  sino  por 
su  au,  au.  Porque  perro  que  no  ladra,  nadie  supo  para  qué 
fuera  de  provecho. 

(Cejador,  Tesoro  déla  lengua  castellana, 
a,  e,  i,  o,  n,  pág.  550.) 

Pero  es  el  caso  que  los  niños  no  dicen  au,  au,  sino  guau, 
guau,  con  la  g,  para  imitar  el  sonido  gutural  del  ladrido 
perruno. 

Gucia  o  Gossa.  —  ííinguna  de  las  dos  palabras  figura  en  el  Dic- 
cionario de  Autoridades  ;  sin  embargo  las  encuentro  em- 
pleadas por  don  Serafín  María  de  Sotto  en  el  Discurso 
histórico  sobre  el  traje  de  ¡os  españoles,  tomo  IX  de  las 
Memorias  de  la  Real  Academia  de  la  historia.  En  la  pági- 
na 113  leo : 

Más  obscuridad  hallamos  en  conocer  el  verdadero  uso  de  la 
gucia  o  gossa;  según  el  texto  de  los  usajes,  y  la  ley  de  don 
Jaime  I,  no  cabe  duda  que  debe  ponerse  entre  las  máquinas 
arrojadizas,  por  cuanto  es  la  significación  que  hace  el  glosa- 
dor, quien  afirma  que  tomó  este  nombre  por  parecerse  al 
perro,  que  en  lemosín  se  llama  gos  y  la  hembra  gossa,  en  cuyo 
caso  el  afuste  tendría  cuatro  pies  y  la  cabeza  serviría  de  dis- 
parador. 

¿  No  habría  un  aparato  o  máquina  para  arrojar  con 
violencia  las  galgas  ?  Véase  esta  voz. 


—   61   — 

Hideperro.  —  Palabra  compuesta,  despectiva,  más,  denigrativa, 
harto  caprichosa  que  empleó  Cervantes. 

Yo  apostaré,  replicó  Sancho,  que  ha  mezclado  el  hideperro^ 

berzas  con  capachos. 

(Don  Quijote,  II-III.) 

Se  refiere  a  Cide  Hamete  Benengelí,  moro,  o  sea  _perro 
para  los  cristianos. 

Hígados  de  perro.  —  Se  emplea  la  frase  con  el  verbo  tener.  Equi- 
vale a  cruel,  de  malas  entrañas.  ¡  Siempre  el  vulgo,  y  aun 
los  que  de  tal  cofradía  no  quieren  formar  parte,  zahirien- 
do al  noble  animal ! 

Jadea  el  perro  cuando  está  cansado. 

El  verbo  jadear  se  usa  también  hablando  de  personas. 

Jauría.  —  Dice  el  Diccionario  de  la  Eeal  Academia  : 

Agregado  de  perros  que  cazan  juntos  y  componen  una  cua- 
drilla. 

Pasaba  efectivamente  como  a  tiro  de  ballesta  un  horrendo 
jabalí  perseguido  de  wna,  jauría  de  valientes  canes. 

(Larra.) 

El  de  Autoridades,  que  lo  escribe  con  x,  ciñe  el  con- 
cepto de  la  voz  cuando  afirma  que  es  «  el  agregado  de 
podencos  que  cazan  juntos  »,  añadiendo  que  «  puede  ve- 
nir del  xau^  xau,  que  es  la  voz  con  que  se  les  alienta». 

Ladra.  —  Así  se  llama  el  continuado  ladrido  de  los  perros,  espe- 
cialmente en  la  caza. 

...  pues  basta 
ya  de  la  sangre  la  huella, 
ya  de  los  perros  la  ladra. 
(Calderón,  Elpostrer  duelo  de  España,  Jorn.  II.) 

Soltaron  los  perros  que  sacaron  el  puerco  de  unas  malezas 
y  le  siguieron  con  gran  ladra  y  gritería. 

(Pineda,  Agricultura.) 

Díjose  también  en  siglos  pasados  ladradura. 

Corra  los  montes  con  gran  ladradura. 

(Alvares  de  Villasandino.) 


—  62  — 

Correas  registra  esta  frase :  «  Borracha  esta  esta  ladra, 
tres  días  ha  que  no  perra.  »  Tiene  gracia,  dice,  en  trocar 
las  palabras. 

Ladrada.  —  Por  alusión  al  perro,  se  dice  de  la  mujer  muy  corri- 
da y  murmurada  de  todos  por  su  mal  vivir. 

Una  dama  muy  hermosa,,  forastera,  la  cual  venía  ladrada  de 

su  tierra. 

(M.  Alemán,  Guzmán  de  Alfarache.) 

Ladrado.  —  Participio  pasado  del  verbo  ladrar. 

Hálleme  como  perro  flaco,  ladrado  de  los  otros,  que  a  todos 

enseña  dientes. 

(M.  Alemán,  ob.  cit.) 

Ladrador.  —  El  que  ladra,  aunque  a  veces  inútilmente. 

Aquel  perro  ladrador ,  a  quien  con  tanta  atención  te  rendías 
atento,  no  tiene  más  sabiduría  que  una  malvada  insolencia. 
(Salas  Barbadillo,  Coronas  del  Parnaso.) 

Claro  está  que  en  esta  cita  el  perro  ladrador  es  un  ser 
humano  que  habla  mucho,  pero  inútilmente. 

Ladrar.  —  En  sentido  recto,  dar  ladridos  el  perro,  y  en  el  figu- 
rado, en  ocasiones  vale  amenaza  sin  acometer,  y  otras, 
impugnar,  motejar.  Alguna  vez  se  entiende  con  razón  y 
justicia,  pero  de  ordinario  indica  malignidad. 
Y  cuando  algunos  me  ladran,  lo  hacen  de  envidia. 

(J.  Pineda,  Agricultura.) 

Díjose  antiguamente,  según  Tomás  Antonio  Sánchez, 
lazdrar,  mas,  con  perdón  del  erudito  bibliotecario,  creo 
que  ello  no  es  cierto,  pues  de  los  mismos  ejemplos  que 
pone,  se  deduce  que  son  dos  verbos  de  significación  dis- 
tinta. Véase  lo  que  se  lee  en  el  Poema  de  Alexandre  : 

Nunca  más  lo  esperen,  ca  bien  pueden  ladrar. 

(Copla  2258.) 

Aquí  ladrar  significa  ciertamente  gritar. 

Mas  lo  que  él  quiso  sobre  otros  echar 

ovólo  todo  en  cabo  a  lasdrar. 

{Copla  144.) 


—  63  — 

La  carga  era  grande,  no  la  podien  mover 
avienna  bien  lasdraáa  no  la  querien  perder. 

(Copla  1131.) 

En  estos  dos  últimos  ejemplos,  lazdrar  vale,  según  el 
mismo  autor,  padecer,  sufrir,  pagar. 

De  que  este  significado  era  corriente  en  aquellos  siglos, 
léanse  los  siguientes  ejemplos  recogidos  en  no  interrum- 
pidas lecturas. 

Fijo,  non  lo  debiedes  vos  qiiei'er  nin  sufrir 
que  no  tanto  lasdrase  en  la  muerte  pedir. 

(Gonzalo  de  Berceo.) 

Tú  penas  e  io  lazdro^  non  fablo  bien  en  cierto. 
(Gonzalo  de  Berceo.) 

Fu  iulgado  el  omne  pora  morir  e  lazdrar. 

(Libro  de  Alexandre.) 

Cuanto  es  de  triste  la  gafa  pobreza 
mezquina,  lasdrada  e  muy  espantosa. 

(liini  Páez  de  B ibera.) 

Los  suyos  mesmos  non  facen  mención 
del  pues  que  lo  ven  ser  pobre  lazdrado. 

(Buy  Báez  de  Bihera.) 

Dice  Menéndez  y  Pelayo  que  este  verbo  lazdrar  signi- 
ficó antiguamente  « lastar,  pagar,  padecer,  trabajar,  ser 
lacerado  »,  no  ladrar,  como  supuso  Sáncbez.  Eecuérdese 
que  lazdrado,  voz  anticuada,  vale  lo  mismo  que  lacerado. 

Una  vegada  venía  el  conde  Lucanor  de  una  hueste  muy  can- 
sado, y  muy  lacerado  y  pobre, 

(Conde  Lucanor,  cap.  XXII.) 

Ladrear.  —  Verbo  frecuentativo  que  significa,  según  mis  apun- 
tes, ladrar  muclio  y  en  balde. 

Ladrido.  —  Voz  que  forma  el  perro,  parecida  a  la  palabra  guav. 
No  se  oía  en  todo  el  lugar  sino  ladridos  de  perros. 

(Cervantes,  Quijote,.  I- IX.) 


—   64   — 

Las  voces,  los  ladridos  de  los  perros 
cuando  acosan  la  fiera,  aquí  resuenan. 

(B.  L.  de  Argensola.) 

Latido.  —  Se  toma  por  la  voz  o  alarido  que  da  el  perro  de  caza 
cuando  la  ve  o  la  sigue. 

Cuando  entre  el  ten  iz  latido 
de  sabuesos  y  ventores, 
escucho  de  una  mujer 
tiernas  lastimeras  voces. 

(Salazar,  También  se  ama  en  el  ahismo.  Jom.  I.) 

Latir.  —  Vale  formar  el  perro  de  caza  un  género  de  voz  con  que 
da  a  entender  por  donde  va  siguiendo  el  rastro  que  lleva. 

Ves  que  ruge  el  león,  que  el  toro  brama, 
que  pía  la  perdiz,  que  el  perro  late. 

(Diego  de  Rojeda.) 

Y  si  acaso  el  sabueso,  por  no  ser  muy  diestro,  o  por  estar 
cansado,  deja  de  latir  y  ladrar  al  jabalí. 

(Diálogos  de  Montería,  lib.  IX.) 

Letra  canina.  —  Así  llaman  a  la  erre  algunos  gramáticos,  por 
su  sonido  fuerte  y  áspero. 

Mataperrada.  —  Acción  propia  del 

Mataperros.  —  El  substantivo  figurado  y  familiar  es  así,  en 
plural,  y  equivale  a  muchacho  callejero  y  travieso,  por- 
que en  pasados  siglos  los  muchachos  de  la  piel  de  Barra- 
bás perseguían  a  los  perros  hasta  matarlos. 

Dice  C.  R.  Tovar  en  su  libro  Consultas  al  Diccionario 
de  la  lengua : 

Así,  como  es  un  pelagatos,  y  no  un  pelagato,  figurado  y  fa- 
miliar, el  hombre  pobre  y  despreciable, 
ítem  :  fíe  vuesa  merced  de  mi  palabra,  es  mataperros. 

(Quevedo,  La  hora  de  todos.) 
Meaperros.  —  Planta,  en  Aragón. 
Montea.  —  Acción  de  montear. 


—  es- 
como caza  de  monte,  el  primero  que  la  tr.ontea  y  mata,  es 

el  dueño. 

(Acosta,  Eist.  nat.  //  moral  de  Indias.) 

Montear.  —  Buscar  y  perseguir  la  caza  en  los  montes,  u  ojearla 
liacia  algún  sitio  o  paraje  donde  la  espera  para  tirarle. 

. . .  ca  fué  causa  de  non  poder  prender  luego  al  Obispo  e  al 
conde  de  Haro,  ca  eran  idos  a  montear. 

(Gómez  de  Cihdad-Eeal.) 

Montería.  —  Arte  de  cazar,  si  bien  antiguamente  se  hacía  la 
división  entre  montería  y  cetrería,  significando,  a  la  par, 
conjunto  de  reglas  y  avisos  qiie  se  dan  para  la  caza. 

También  debió  ser  sinónima  esta  voz  áe  jauría,  a  juz- 
gar por  las  siguientes  palabras  : 

...  y  después  el  mismo  montero,  con  dos  o  tres  compañeros 
y  su  montería  de  perros  formada. 

(Diálogos  de  la  Montería,  lib.  X.) 

Montero.  —  El  que  busca  y  persigue  la  caza  en  el  monte. 

Antiguamente,  cuando  la  caza  era  la  diversión  favo- 
rita de  los  reyes  de  España,  había : 

Montero  de  lebrel :  el  que  cuidaba  de  ellos  en  las  cace- 
rías; 

Montero  de  trailla :  el  que  tenía  a  su  cargo  los  sabue- 
sos de  trailla; 

Montero  mayor :  el  encargado,  en  la  Casa  real,  de  nom- 
brar a  los  monteros,  ballesteros,  etc. 

Seguíales  —  a  los  reyes  y  grandes  —  gran  número  de  mon- 
taros, ballesteros  y  halconeros,  con  muchedumbre  de  perros  j 

neblíes. 

(Jovellanos .) 

Música  perruna.  —  Se  dice,  por  ironía,  de  la  que  suena  mal  o 
destempladamente. 

Perra.  —  Además  de  la  hembra  del  perro,  significa  : 
Borrachera,  en  estilo  burlesco. 

En  Aragón  vale  gastar  dinero,  según  el  Diccionario 
de  Autoridades,  ignorando  el  por  qué  de  tal  significado. 


—  66  — 

Hoy  se  denomina  perra  chica  a  la  moneda  de  cinco 
céntimos  y  gorda  o  grande  la  de  diez,  y  perras^  en  gene- 
ral, a  todas  las  piezas  de  cobre. 

El  pueblo,  siempre  amigo  de  los  símiles  y  de  la  burla, 
como  vio  grabado  un  león  en  las  monedas  de  5  y  de  10 
céntimos,  dio  en  llamarlas  perros  y  perras,  empleando 
también  el  diminutivo  perrillas. 

Un  cantar  turolense  dice  : 

Una  mujer  y  una  burra 
se  llevaron  a  la  feria, 
de  la  burra  dan  cien  reales, 
de  la  mujer,  ni  una ^erra. 

Un  gandul  que  saca  las  perras  a  los  chavalejos  de  mal  vivir. 
(Pío  Baroja,  La  busca,  pág.  124.) 

No  rae  darás  unas  j;erri7/as  para  los  churumbeles. 

(Pío  Baroja,  La  busca ^  pág.  126.) 

Perrada.  —  Conjunto  de  ji^^'t'os. 

También  significa,  sin  que  lo  legitime,  la  conducta  de 
tan  noble  animal : 

Acción  villana  faltando  bajamente  a  la  fe  prometida  o 
a  la  debida  correspondencia; 

Obsequio  fingido  tomado  del  halago  de  los  perros;  y 

Según  el  Diccionario  de  Autoridades,  el  hartazgo  de 
uvas  en  la  misma  viña,  por  la  mañana. 

...  así 
la  perrada  aquí  y  allí 
a  beber  agua  se  avanza. 

(Nieto  de  Molina,  La  Perromaquia.) 

Perramente.  —  Adverbio  que  equivale  a  muy  mal. 

—  ¿  Y  tu  oficio  ?  —  Soy  herrero 

—  ¿Que  tal  lo  pasas  en  él ? 

—  Perramente. 

(Bretón  de  los  Herreros.) 

Perrana.  —  Pi-esumo  que  está  por  perraza,  por  la  tiranía  del 
consonante,  en  la  siguiente  redondilla  de  Nieto  de  Molina. 


—   67   — 

La  primorosa  perrana 
Orfeo  en  voz,  y  en  belleza 
Venus,  cantó  con  destreza 
nna  arieta  italiana. 

(La  Perromaquia,  canto  III.) 

Perranesco.  —  Adjetivo  usado  por  el  mismo  autor  y  en  la  obra 
citada,  canto  IV : 

Aquilón,  Bóreas  y  Noto, 
vientos  de  esfuerzo  tremendo, 
no  causaron  más  estruendo 
que  el  perranesco  alboroto. 

Perrazo.  —  Aumentativo  de  perro. 

«  El  perrazo  Mordiscón  »,  dice  Nieto  de  Molina,  y  Que- 
vedo,  en  la  Musa  V. 

Llevan  puñadas  de  ayuda 
como  perrazos  de  Irlanda. 

Perreda.  —  Substantivo  anticuado,  iíot  perrera. 

Perrengue.  —  Se  da  este  nombre  al  que  con  facilidad  y  vehe 
mencia  se  enoja,  encoleriza  o  emperra. 

Era  una  caballeriza 
y  estaban  todos  inquietos, 
y  los  abrasaban  pulgas 
por  perrengues  o  por  perros. 

(Quevedo,  Atusa  VI.) 

En  Galicia,  perrengue  o  perrencha  equivale  a  enfado. 

Perrera.  —  Lugar  o  sitio  donde  se  guardan  o  encierran  los 
2)erros. 

Perros  aplaudo,  ;,  q"é  podrán  decir? 
que  elijo  por  asunto  unn  perrera 
o  que  soy  un  poeta  dado  Vi  perros. 

del  soneto  de  Nieto  de  Molina  a  su  Perromaquia. 

También  vale : 

Empleo  u  ocupación  que  tiene  mucho  trabajo  o  moles- 
tia y  poca  utilidad : 

5 


—  68  — 

Mal  pagador ; 

Babieta  de  niño ;  y 

Mal  genio.  En  este  sentido  lo  emplea  Moratín : 

El  marido  le  salió  una  perrera. 

(Obras póst.,  t.  II,  pág.  240.) 

En  Aragón,  según  Borao,  significa  berrinche. 
En  Covarrubias  se  lee : 

Los  mozos  de  muías  suelen,  entre  otras  cosas  que  les  dicen, 
llamarlas  perreras^  que  vale  tanto  como  estar  para  pasto  de 
loa  perros,  por  su  flaqueza. 

Perrería.  —  Muchedumbre  áe  perros. 

Vale  también  —  ¡  siempre  zahiriendo  al  nobilísimo 
can !  —  conjunto  o  agregado  de  personas  malvadas,  a 
quienes  se  llama  j)erros  por  ignominia;  y  acción  villana, 
y  en  ocasiones  se  emplea  para  demostrar  enojo,  enfado 
o  ira. 

Y  no  se  hartaba  la  gran  perrería 
de  ver  la  sangre  que  al  suelo  corría. 

(Coplas  del  Calvario.) 

Perrero.  —  El  que  cuida  o  tiene  a  su  cargo  los  perros  de  caza, 
y  también  el  que  es  muy  aficionado  a  tener  o  criar  perros. 
Antiguamente  se  daba  este  nombre  al  que  en  las  igle- 
sias catedrales  tenía  cuidado  de  echar  fuera  de  ella  a  los 

perros. 

Tener  pterreros  es  cosa 
para  iglesia  catedral : 
tuya  propia  es  esa  plaza 
que  yo  soy  toda  seglar. 

(Que vedo,  Musa  VI.) 
Un  cantar  baturro  dice  : 

Los  perros  van  a  la  iglesia 
a  dar  vueltas  y  a  estorbar : 
los  hombres  a  ver  las  mozas, 
las  mujeres  a  alparcear. 

Alparcear  vale  en  Aragón,  murmurar,  chismear. 


—  69  — 

También  se  daba  este  nombre,  hoy  en  este  sentido 
cayó  en  desuso,  al  que  engañaba  a  otro,  que  comúnmente 
se  decía  «  dav  perro  ». 

Todos  me  lo  han  de  pagar 
aanqne  no  trate  de  agravios  : 
y  advierta  todo  perrero 
que  prevengo  y  no  amenazo. 

(Qnevedo,  Musa  VI.) 

Perrezno.  —  Perrillo  o  cachorro,  a  semejanza  de  lobezno,  vibo- 
rezno, etc. 

Perrígalgo.  —  Voz  caprichosa  usada  por  Lucas  Fernández  en 
su  Farsa  o  cuasi  comedia;  allí  dice : 

No  te  fíes  ¡  pese  al  Cielo  ! 

que  uo  hay  hucia  en  perrígalgo. 

Sucia  quiere  decir  confianza. 

Perrillo.  —  Diminutivo  de  perro,  y  también  pieza  de  hierro  en 
forma  de  media  luna,  que  se  pone  a  los  caballos  en  lugar 
de  la  cadenilla  de  barbada,  para  sujetarles  y  obligarles 
a  que  levanten  la  cabeza. 

Fueron  célebres  en  el  siglo  xvn  las  llamadas  «  espa- 
das del  perrillo  » . 

A  lo  dicho  en  la  voz  <<  espadas  »,  agregaré  que  se  lla- 
maban del  perrillo  porque,  al  forjarlas,  ponían  en  sus 
hojas,  a  modo  de  marca  de  fábrica,  un  perrillo. 

Con  sólo  una  espada,  y  no  de  las  del  perrillo  cortadoras. 

(Quijote,  II-XVII.) 

El  mismo  Cervantes  dice  en  Einconete  y  Cortadillo : 

Atravesábale  un  tahalí  por  espalda  y  pecho,  a  do  colgaba 
ana  espada  ancha  y  corta,  a  modo  de  las  áeX  perrillo. 

Perro.  —  Animal,  noble,  inteligente,  sufrido,  grato,  leal,  abne- 
gado, valiente,  etc.,  etc.,  ya  que  todo  el  libro,  mírese  del 
haz  o  del  envés,  es  o  quiere  ser,  una  apología  de  tan  sim- 
pático cuadrúpedo. 


—  70   — 

Perrona.  —  En  Asturias,  según  Apolinar  de  Rato,  significa 
perra  grande,  y  también  la  moneda  de  diez  céntimos. 

Ferróte.  —  Aumentativo  de  perro. 

Van  después  diez  mil  maceres, 
todos  ufanos  perrotes. 

(Nieto  de  Molina,  La  Perromaquia.) 

Perruna.  —  O  sea,  pan  dejyerro. 

En  sentido  recto,  el  pan  que  se  fabrica  para  ellos ;  meta- 
fóricamente vale  daño  o  castigo  que  se  Lace  o  da  alguno. 
Agrega  el  Diccionario  de  Autoridades  que  «  es  tomada 
la  alusión  de  que  en  el  pan  suelen  darles  a  los  perros  lo 
que  llaman  zarazas,  para  matarlos  ». 

«  Zarazas j  segUn  el  propio  diccionario,  es  masa  que  se 
hace  mezclando  vidrio  molido  —  ¡  si  serían  salvajes  nues- 
tros antepasados !  —  veneno  o  agujas,  y  sirve  para  matar 
los  perros^  gatos,  ratones  u  otros  animales  semejantes.  » 
A  colación  trae  la  siguiente  cuarteta  : 

Teresa  de  mis  entrañas 
no  te  gazmes  ni  ajaqueques, 
que  no  faltarán  zarazas 
para  los  fierros  que  muerden. 

Tirso  de  Molina  escribe  en  JSl  rey  don  Pedro  en  Madrid  : 

No  a  tratarte  viene 
i'oscas  de  Gandul 
sino  pan  de  perro 
que  coció  adamuz. 

Perruno.  —  Perteneciente  o  relativo  al  perro. 
Canto  perrunos  amores 

con  este  verso  comienza  Nieto  de  Molina  su  tantas  veces 
citada  Perromaquia. 

pero  coger  entre  puertas... 
eso  es  desgracia  perruna. 

(Lope  de  Vega,  Castelvines  .y  Monteses.) 


—   71   — 

(el  perro)  con  gran  fiesta 

al  dueño  se  acercaba ; 

con  perrunas  caricias  lo  halagaba. 

(Samaniego.) 

Perruna.  —  En  Álava,  fetidez,  olor  desagradable. 

Baraibar,  en  su  interesante  Vocabulario,  pregunta  si 
la  voz  no  vendrá  de  perro,  por  el  olor  que  a  veces  des- 
pide este  animal. 

Petis.  —  «  Nombre,  dice  Covarrubias,  que  se  suele  poner  a  un 
perrito;  vale  tanto  como  pequeño,  del  nombre  ft-ancés 
petit. » 

El  Diccionario  de  Autoridades,  al  tratar  de  esta  voz, 
escribe  :  « tJsase  para  llamar  a  los  perrillos.  » 

Por  estos  pagos  solemos  dar  el  nombre  de  petizo,  va- 
riante de  petís,  a  todo  lo  pequeño,  especialmente  al  caba- 
llo de  i)oca  altura. 

Protoperra.  —  Voz  jocosa  inventada  por  Marroquín. 

Perra  entre  perras  decana, 
y  entre  perras ^  protoperra, 
era  tenida  en  su  tierra 
^OT  perra  antediluviana. 

Toto.  —  Perro,  en  Álava. 

Dice  Baraibar  que  «  es  voz  infantil,  como  el  teutón 
francés  '>  y  el  catalán  tata,  digo  yo,  por  caballo. 

Trailla.  —  Cuerda  o  correa  con  que  se  lleva  éi  perro  atado  a  las 
cacerías,  para  soltarle  a  su  tiempo. 

Diez  alanos  y  dos  hembras  en  collares  de  oro  y  trahillas  de 
seda  muy  bien  obradas, 

(Cron.  del  rey  don  Juan  el  II.) 

Advirtiendo  la  cita  lo  ya  dicho  en  el  verbo  atraillar,  o 
sea  que  antiguamente  se  escribía  trabilla. 

Tus.  —  Voz  que  se  emplea  para  llamar  a  los  perros,  como 
cuz,  cuz. 

Tusa.  —  En  algunas  partes  equivalente  9,  perra,  lo  mismo  que 


—   72  — 

Tuso.  —  Osado  en  lenguaje  familiar. 

Se  emplea  también  como  interjección  para  llamarlos 
o  espantarlos. 

Ventar,  lo  mismo  que  ventear,  se  lee  en  el  libro  Montería  del  rey 
don  Alfonso. 

Se  dice  de  los  perros  de  caza  que  jior  el  olor  siguen  el 
rastro  de  las  piezas. 

A  do  vieren  que  algún  can  ventare,  que  caten  bien  a  qué 
lugar. 

(Libro  citado  de  Montería.) 

Zuzar.  —  Lo  mismo  que  azuzar. 

En  Aragón  se  dice  aguzar. 

Zuzo.  —  Voz  que  sirve  de  interjección  para  llamar  al  perro  o 
incitarle  a  que  acometa.  Dícese  más  comúnmente  chu- 
cho^ palabra  que,  según  Cejador,  se  emplea  para  hosti- 
gar al  perro. 


REFRANERO 


Lo  más  puro  castellano  qne  tenemos  son 
los  refranes. 

Diálogo  de  la  lengua. 

Refranes  son  verdaderas  crialalizaciones  de 
sabidnría.  formadas  en  el  seno  de  los  tiempos 
por  la  razón  vulgar,  saturada,  sobret>aturada 
de  experiencia. 

José  de  Letamendi. 


A  can  que  lame  ceniza,  no  le  fiar  harina. 

Así  lo  ijublica  Correas,  sin  glosa^  como  el  mayor  nú- 
mero de  refranes  que  registra.  Menos  mal  que  en  éste, 
el  sentido  es  tan  claro,  que  no  demanda  explicación. 

A  carne  de  lobo,  diente  de  perro. 

Otros  agregan,  mastines  o  sabuesos. 
Juan  de  Valdés,  en  su  Diálogo  de  la  lengua,  publica 
el  refrán  en  esta  otra  forma :  A  carne  de  lobo,  salsa  de  pe- 


—   73  — 

rro,  declarando  paladinamente  que  dicho  así,  no  lo  com- 
prendo. 

En  su  sentido  figurado  enseña  que  a  faena  dura  co- 
rresponde gran  esfuerzo,  por  declarar  el  sentido  recto, 
que  siendo  dura  la  carne  del  lobo,  se  necesitan  de  los 
dientes  fuertes  del  perro  para  triturarla. 

En  ocasiones  bien  vale  :  A  picaro,  picaro  y  medio. 

3.  A  este  perro,  echadle  un  cencerro. 

Suponiendo  que  el  animal  es  bravo,  aunque  mudo,  si 
lleva  cencerro  le  oiremos  venir. 

En  sentido  traslaticio  equivale  a  aconsejar  que  se  ha- 
ble con  claridad,  sin  encubrir  segunda  intención. 

¡  Cuántos  humanos  deberían  llevar  cencerro  ideal,  que 
nos  avisara  su  avieso  pensar! 

4.  A  éste  que  es  podenco. 

Suponiendo  que  el  animal  es  de  mucho  aguante,  o  está 
dormido.  ¡Cuántas  personas,  de  puro  humildes,  y  olvida- 
das de  que  al  que  se  hace  de  miel  las  moscas  se  lo  comen, 
aceptan  sin  protestas  atrevimientos  necios  o  desconside- 
radas ironías! 

Véase  cómo  explica  el  nacimiento  de  esta  frase,  el  dra- 
maturgo Francisco  de  Leiva,  en  su  comedia  Wo  hay  con- 
tra tm  padre  razón. 

En  Sevilla  un  loco  había 
de  tema  tan  desigual 
que  nna  piedra  de  un  quintal 
al  hombro  siempre  traía, 
y  al  perro  de  cualquier  casta 
que  dormido  podía  ver 
dej  abásela  caer 

con  que  quedaba  hecho  plasta. 
Con  un  podenco  afamado 
de  un  sombrerero  encontró 
a  cuestas  la  ley  le  echó 
y  dejólo  ajusticiado. 

Indignado  el  sombrerero 
con  un  garrote  salió 
y  dos  mil  palos  le  dio, 


—   74   — 

y  tras  cada  golpe  fiero 
muchas  veces  repetía  : 
^Qae  era  podenco  no  viste 
loco  infame?  Fuese  el  triste 
y  luego  aunque  un  gozque  vía, 
mastín,  o  perro  mostrenco, 
al  irle  la  piedra  a  echar 
volviéndola  a  retirar 
decía  :  Guarda,  es  podeneo. 

Leiva  no  hizo  más  que  poner  en  verso,  lo  que  en  tersa 
prosa  nos  había  narrado  Cervantes  en  el  Prólogo  de  la 
segunda  parte  del  Quijote. 

5.  Achicad  compadre  y  llevareis  la  galga. 

Dice  Sbarbi  que  este  refrán  se  usa  cuando  se  oye  una 
exageración  desmesurada,  y  es  como  si  se  dijera :  Exa- 
gerad menos  y  se  os  creerá. 

Covarrubias  cuenta  el  origen  de  este  refrán  de  la  gra- 
ciosa manera  siguiente : 

Un  cazador  fué  a  pedir  la  galga  de  un  amigo  para  ir  a  ma- 
tar una  liebre,  que  él  decía  que  era  tan  grande  como  un  be- 
cerro. 

—  Si  tan  grande  es  la  liebre,  mi  galga  no  servirá  —  le  ma- 
nifestó el  dueño  de  ella. 

—  Yo  te  diré  —  repuso  el  cazador  —  materialmente  conjo 
un  becerro,  no,  pero  como  una  cabra,  lo  menos. 

—  Tampoco  servirá  la  perra,  de  consiguiente  achica  com 
padre  y  llevarás  la  galga.  Y  así  sucesivamente  fué  achicando 
el  volumen  de  la  liebre  hasta  que  quedó  del  tamaño  de  las  co- 
munes y  entonces  llevó  la  galga. 

6  A  galgo  viejo,  echadle  liebre,  no  conejo. 

Eefrán  que,  sin  glosa,  registra  el  Comendador  Griego. 

Tengo  para  mí  que  advierte,  en  su  sentido  figurado, 
que  a  persona  que  por  sus  años  y  experiencia  sabe  algo, 
no  hay  que  hacerle  perder  tiempo  con  naderías,  como  no 
ha  de  interesarse  por  asuntos  de  poca  monta  quien  ave- 
zado está  a  graves  negocios  o  profundos  estudios. 


—  75   — 

7.  Agarrao,  como  perro  e  cortijo. 

Refranesca  comparación  que  nos  dio  a  conocer  Rodrí- 
guez Marín,  declarando  candidamente  que  no  doy  con  su 
sentido  traslaticio.  ¿Por  qué  el  perro  cortijero  es  más 
avariento  que  el  pueblero  o  ciudadano?  ¿Será  porque  le 
dan  menos  de  comer  y  cuando  algo  logra,  lo  defiende  con 
tesón,  o  indicará  exclusivamente  el  afán  comparativo  de 
los  andaluces? 

8.  A  gran  perro,  gran  hueso. 

Bien  vale,  a  personaje  importante,  gran  emi^leo.  De 
modo  indirecto  aconseja  el  refrán  no  achicarse,  y  hasta 
lo  sabe  por  experiencia  el  autor  de  esta  obrecilla,  pues 
como  vivió  siempre  modestamente,  pudo  afirmarse  en 
público,  que  cuando  se  lleva  retirada  existencia,  con  po- 
co se  puede  vivir,  así  este  poco  linde  con  lo  insuficiente. 

9.  Agrias  como  perros. 

Frases  con  que  se  designan  las  cosas  en  extremo  ace- 
das, principalmente  las  frutas. 

10.  A  hora  mala  no  ladran  canes. 

O  sea  que  en  la  desdicha  nadie  nos  hace  caso,  verdad 
tan  antigua  como  el  hombre. 

En  defensa,  sin  embargo,  del  perro,  me  rebelo  contra 
el  refrán,  ya  que  en  buena  o  mala  fortuna  el  fiel  animal 
no  nos  abandona.  ¡  Ya  quisieran  los  mortales  hombres 
tener  la  virtud  de  la  consecuencia  como  el  perro ! 

11.  A  la  galga  y  la  mujer,  no  le  des  la  carne  a  ver. 

Así,  sin  explicación,  nos  da  Correas  este  refrán  un 
tantico  deprimente  para  la  hermosa  mitad  del  género  hu- 
mano, ya  que  la  compara  por  lo  golosa  y  hambrienta,  al 
perro. 

12.  A  la  garganta  del  perro,  échale  un  güeso,  sí  le  quieres  aman- 

sar presto. 

Es  natural,  con  un  hueso  en  la  boca  no  se  ladra. 
Selgas,  para  mí  de  inolvidable  memoria,  glosó,  tal  vez 
sin  pretenderlo,  este  refrán  cuando  escribió : 


—   76   — 

Hay  todo  un  sistema  de  gobierno  encerrado  en  estas  senci- 
llas palabras  :  El  hombre  come  por  donde  habla.  De  otro  mo- 
do sería  imposible  taparle  la  boca  a  nadie. 

13.  A  la  larga,  el  galgo  a  la  liebre  mata. 

Otros  escriben  :  A  la  larga,  toma  el  galgo  la  liebre. 

Correas,  por  su  parte,  lo  da  así :  A  la  corta  o  a  la  lar 
ga,  el  galgo  a  la  liebre  alcanza. 

L(3pez  de  Mendoza  explica  este  refrán  de  la  siguiente 
poética  manera : 

La  perseverancia  sin  fortuna, 
suele  alcanzar  toda  cosa  importuna. 

Más  prosaica,  la  Real  Academia  dice  que  nos  «  enseña 
que  con  la  constancia  se  vencen  las  dificultades  »,  con- 
sejo que  ya  nos  dio  la  doctora  de  Ávila,  al  asegurar  que 
«la  paciencia  todo  lo  alcanza  ». 

14.  A  la  que  de  todo  se  agarra,  perro  que  no  ladra  y  mozo  que 

no  trabaja,  échalos  de  casa. 

Popular  advertencia  digna  de  recordación :  pues  si  la 
primera  nos  molesta  con  sus  peloteras,  y  no  nos  sirve  el 
perro  para  avisarnos  la  aproximación  de  gente  descono- 
cida, ¿  para  qué  queremos  mantener  a  nuestro  lado  al 
mozo  haragán  ?  Conviene  alejarnos,  o  alejar  de  nosotros 
cuanto  nos  estorbe. 

15.  A  las  veces  ruin  cadela,  roe  buena  correa. 

Es  cierto  :  ¡  cuántas  veces  ruin  sujeto  obtiene  rica  pre- 
benda ! 

Ya  lo  dice  el  cantar : 

El  oro  y  las  buenas  mozas 
sólo  a  los  tontos  se  dan. 

16.  Alegraos,  perros,  que  ya  podan. 

Como  comentario  escribe  Correas :  A  las  esperanzatt 
largas,  y  antes  se  padece. 

También  el  mismo  autor  da  la  siguiente  variante  :  Al- 
bricias, perros...  (Ver:  Paciencia,  perros,  que  ya  podan.) 


—   7<    — 


17.  Al  buen  amigo,  con  tu  pan  y  con  tu  vino,  y  ai  malo,  con  tu 
can  y  con  tu  palo. 

Correas  no  explica  el  refrán,  pues,  en  verdad,  su  signi- 
ficado es  tan  claro  que  no  exige  glosa. 

18.  Al  buen  perro  le  viene  de  raza,  la  afición  a  la  caza. 

Otros  dicen  :  El  perro  de  buena  raza,  hasta  la  muerte 
caza. 

De  las  dos  maneras  indica  el  refrán  que  « lo  que  se  he- 
reda, no  se  hurta  »,  o,  como  dicen  los  argentinos,  aun 
cuando  la  máxima  sea  vulgarota  :  Al  que  nace  barrigón 
es  al  ñudo  que  lo  fajen. 

Véase  luego  :  De  casta  le  viene  al  galgo,  ser  rabilargo. 

19.  A  las  nueve  alza  el  rabo  a  la  perra,  y  bebe. 

También  lo  he  leído  de  otra  manera :  A  las  nueve,  des- 
ataca la  perra  y  bebe  ;  a  las  diez,  desatácala  otra  vez. 

Por  toda  glosa  a  la  primera  forma  escribe  Correas : 
Hacen  pulla  de  la  consonancia. 

Vulgarote  es  el  refrán  en  su  sentido  recto,  y  muy  hijo 
del  pueblo  siempre  amigo  de  cuchufletas;  mas,  en  senti- 
do figurado,  heme  dado  en  pensar  que  lo  que  el  refrán 
aconseja  es  método,  orden.  Sabido  es  cuánto  influye  éste 
en  la  salud,  y  aun  en  la  tranquilidad  del  ser  humano. 

20.  Al  perro  de  Blas  quiere  tanto  Olalla,  que  le  echa  en  su  ca- 

ma; pero  a  Blas  le  quiere  más. 

Malicioso  refrán  que  no  me  atrevo  a  glosar  para  no 
ultrajar  la  memoria  de  esa  Olalla,  a  quien  no  be  cono- 
cido. 

21.  Al  perro  conejero,  miradle  el  florín. 

Enigmático  refrán  perruno  que  Correas  explica  así: 

Otros  dicen  :  miralle  el  flobín,  otros  el  robín  o  la  ruin  ;  no 
he  hallado  cazador  que  me  diga  qué  entiende  por  florín.  Lo 
que  yo  vi  cuando  muchacho  en  casa  de  mis  deudos,  que  siem- 
pre tienen  podencos  conejeros,  es  que  los  bien  roscados  de 
cola  eran  alabados,  porque  es  señal  de  brío  y  lozanía,  y  así 
entiendo  por  florín,  la  flor  que  hacen  con  la  cola  enroscada,  y 
más  propiamente  florín  es  la  flor  que  hace  meneando  la  cola 
apriesa  cuando  siente  la  caza,  y  va  de  rastra,  y  a  este  colear 


—  78  — 

lia  de  mirar  y  estar  atento  el  cazador  :  ayuda  a  esto  un  vereo 
de  D.  Alonso  de  Ercilla,  en  el  asalto  del  puente  de  Penco  : 

La  gruesa  y  larga  pica  floreando. 

Algunos  dicen  que  quizá  es  el  hocico  que  ha  de  ser  ancho 
y  bien  formado  :  otros  dicen  mejor  que  ha  de  decir  el  robín, 
que  algunos  llaman  la  ruin,  que  es  como  una  lombricilla  que 
les  nace  debajo  de  la  lengua  y  los  enflaquece,  y  se  ha  de  ad- 
vertir para  quitársele. 

De  tantos  pareceres  como  nos  da  a  conocer  Correas, 
me  quedo  con  el  primero,  por  saber  que  iñorear  en  lo  an- 
tiguo significó  «moverla  espada  antes  de  acometer».  El 
perro  conejero  menea,  florea  la  cola  antes  de  lanzarse  so- 
bre la  pieza. 

22.  Al  perro  y  al  parlero,  dejadles  en  el  sendero. 

Me  explico  que  al  hablador,  al  latero  —  la  voz  no  fi- 
gura eu  el  diccionario  oficial,  pero  sí  lata,  —  se  les  deje, 
no  en  el  sendero,  en  la  calle,  en  el  salón,  si  nos  aburren 
con  su  insnlsa  parla,  pero  al  perro,  ¿  por  qué  ? 

Váyasele  con  el  refrán  a  mi  inmortal  amigo  Palacio 
Valdés,  y  él  contestará  con  aquel  admirable  cuento  titu- 
lado :  Un  testigo  de  cargo.  No,  el  perro  no  merece  ser  tra- 
tado como  el  mayor  número  de  los  hombres :  sus  virtu- 
des demandan  respeto  y  consideración. 

23.  Al  postrero  muerde  el  perro. 

Este  « i)08trero  »  equivale  a :  ÍJI  último  mono,  etc. 

También  lo  registra  así  el  mismo  paremiólogo  :  Al  pri- 
mero muerde  el  perro. 

Correas  que  es  el  autor  de  ambos,  glosa  el  primero  di- 
ciendo :  «Apartándose»,  y  el  segundo:  «Allegando» 
con  cuales  explicaciones  intentó  contentar  a  todos,  pro- 
bablemente sin  lograrlo,  que  es  lo  que  ocurre  a  cuantos 
quieren  estar  hien  con  Dios  y  con  el  diablo. 

24.  Amor  de  mujer  y  halago  de  can,  no  darán  si  no  les  dan. 

Así  lo  publica  Correas.  (Ver :  El  amor  de  la  mujer, 
etc.).  ínterin  se  lee  lo  que  allí  digo,  protesto  valiente- 
mente contra  las  dos  afirmaciones  de  este  refrán. 


—   79   — 

25.  Amor  de  ramera,  halago  de  perro,  amistad  de  fraile,  con- 

vite de  mesonero,  no  puede  ser  que  no  te  cueste  dinero. 

Tan  claro  es  el  refrán  que  no  demanda  glosa.  En  cuan- 
to a  lo  del  «  halago  de  perro  »,  ya  hablaré  luego  al  trope- 
zar con  el  tan  conocido :  Menea  la  cola  el  can,  no  por  tí, 
sino  por  el  pan. 

26.  Anda  er  camino  dos  beses,  como  los  perros. 

Así,  en  andaluz,  para  que  no  pierda  su  sabor  de  ori- 
gen. 

Esta  comparación  que  nos  dio  a  conocer  Eodríguez 
Marín,  bien  vale  para  advertirnos  que  hay  muchas  per- 
sonas que  se  agitan  sin  provecho,  o  que  lograrían  lo  mis- 
mo, o  quizá  más,  sin  bullir  tanto. 

27.  Anda,  perro,  tras  tu  dueño. 

Eefrán  registrado  por  Xúuez,  que  Iñigo  López  de 
Mendoza  comenta  del  modo  siguiente : 

Quien  presume  de  leal,  no  ha  de  recibir  empacho  de  servir 
y  acompañar  a  quien  es  obligado. 

De  fijo  que  a  San  Pedro  no  le  hubiera  cantado  el  ga- 
llo, a  haber  conocido  el  refrán. 

28.  A  otro  perro  con  ese  hueso. 

Otros  agregan  :  que  éste  ya  está  roído. 
Iñigo  López  de  Mendoza,  el  primero  en  registrar  esta 
expresión,  la  comenta  diciendo  : 

Los  sabios  no  reciben  engaño  de  los  cautelosos. 

Covarrubias  lo  explica  de  la  misma  manera  aun  sien- 
do la  forma  distinta,  al  escribir  :  «  cuando  está  entendi- 
da la  flor  del  que  nos  viene  a  engañar  ». 

Lope  de  Eueda,  en  la  Eufemia,  escena  VII,  dice :  A 
otro  güeso  con  aquese  perro,  forma  que  Cervantes,  tan 
amigo  de  famosos  trastrueques,  empleó  en  el  Entremés 
del  vizcaíno  fingido,  diciendo  : 

...  estas  tretas  con  los  de  las  gallerusas,  y  con  este  perro  a 
otro  hueso. 


—   80  — 

En  el  Entremén  de  refranes,  de  autor  anónimo,  se  lee  : 
¡Casarme  yo!  A  otro  perro  con  ese  (füeso. 

Y  con  este  estribillo  tiene  mi  admirado  Diego  Torres 
de  Villarroel,  una  letrilla  en  el  Pronóstico  de  1737. 
De  Bretón  de  los  Herreros  es  la  siguiente  frase  : 

¿Querrá  usted  decirme  a  mí  que  tendría  que  ir  a  pedir  una 
limosna?  A  otro  perro  con  ese  hueso. 

La  Eeal  Academia,  finalmente,  explica  así  esta  expre- 
sión: 

Con  ella  se  repele  al  que  propone  artificiosamente  una  cosa 
incómoda  o  desagradable,  o  cuenta  algo  que  no  debe  creerse. 

PjU  Madrid  recogí  la  siguiente  frase  de  idéntico  pare- 
cido :  A  mí  con  esas,  yo  que  soy  monaguillo  de  las  Salesas. 

29.  A  perro  flaco  todo  son  pulgas. 

Equivalente  al  catalán:  A  cahall pobra,  tot son  moscas. 
El  eminente  Sbarbi  y  la  Real  Academia  comentan  el 
refrán  de  la  misma  manera,  que  es  la  siguiente  : 

Da  a  entender  que  al  pobre,  mísero  y  abatido,  todos  le  com- 
baten y  procuran  reducir  a  mayor  miseria. 

Hermano  de  éste  es  aquel  otro  refrán  que  reza :  De  ár- 
bol caído  todos  hacen  leña. 

30.  A  perro  viejo  no  hay  tus,  tus. 

Otros,  aunque  joocos,  dicen :  cu;:,  cuz,  y  la  Academia 
registra  así  el  refrán  :  A  perro  viejo  nunca  cuz,  cuz,  o  no 
hay  tus,  tus. 

Declaro  que  en  mis  lecturas  sólo  una  vez  di  con  el 
adverbio  nunca,  en  Bastús,  lo  que  implica  decir  que  tuve 
poca  suerte. 

López  de  Mendoza  lo  explica  así :  «  El  que  es  platico, 
no  sufra  lisonjas  ni  halagos. » 

Covarrubias  agrega  que  «  tus  o  tuso  se  deriva  de  reto- 
sar,  con  cuyas  palabras  halagamos  al  perro  y  él  se  re- 
gocija». 

Por  su  parte,  el  Comendador  Criego  escribe  :  «  Porque 


—  Si- 
se va  tras  su  dueño  y  no  es  menester  llamarle  como  ni 
nuevo  que  se  pierde  si  no  se  le  llama.  » 

Finalmente,  Bastús  dice :  «  Así  que  el  refrán  equivale 
a  decir  que  a  perro  viejo  es  inútil  o  por  demás  intentar 
engañarle  con  fiestas  o  halagos. » 
Allá  van  unas  citas : 

Déjate  conmigo  de  razones,  que  a  perro  viejo  no  hay  tus,  ttis. 

(La  Celestina.) 

Esas  burlas  a  mi  cuñado,  que  yo  soy  j^f^^'^'o  viejo,  y  no  hay 

conmigo  tus,  tus. 

(Don  Quijote,  parte  II,  cap.  LXIX.) 

Escuchadme,  perritos, 
venid,  /«*;,  tus,  oídme. 

(Cervantes,  Los  baños  de  Argel.) 

¡2\is,  tus!  ¡Cual  acude! 
¡Y  luego  dirán  que  no  hay 
a  perros  viejos,  tus  tuses ! 

(Calderón,  Celos,  aun  del  aire,  matan.) 

Si  digo  que  yo  no  puedo, 
no  puedo;  no  hay  que  moler, 
ya  está  dicho  :  A  perro  viejo 
no  hay  tus,  tus. 

(L.  Moratín,  El  viejo  y  la  niña.) 

Estas  dos  últimas  citas  las  tomo  de  don  C.  Cortejen 
en  sus  notas  al  Quijote. 

31.  A  quien  Dios  le  quiere  bien,  la  perra  le  pare  puercos. 

Así  dice  el  Comendador  Griego,  pero  Halara  substitu- 
ye puercos  por  1  echones,  y  Bastús  lo  registra  de  este 
otro  modo  :  ...  los  perros  le  ponen  huevos. 

La  Academia,  por  su  parte,  escribe  :  «  Expresión  ^'gr.  y 
fam.,  con  que  se  jjondera  la  felicidad  de  uno,  que  aun  de 
las  cosas  en  que  parece  no  podía  tener  utilidad,  saca 
provecho  o  conveniencia.  » 

En  son  de  burla  se  lee  en  la  Tragedia  policiana,  ya 
que  la  idea  es  diametralmente  opuesta  :  «  Pues,  al  hom- 


—   82  — 

bre  dichoso,  la  puerca  lepare  perros»,  copia,  al  fin,  de 
esta  expresión  que  he  leído  en  Correas  :  Al  desdichado, 
las  puercas  les  paren  perros. 

En  su  primitiva  forma,  bien  vale  el  refrán :  Cuando 
Dios  qiiiere,  con  todos  aires  llueve. 

32.  A  quien  no  ie  sobra  el  pan,  no  críe  can. 

En  su  sentido  recto  el  refrán  no  necesita  comentarios, 
y  en  el  figurado  nos  aconseja  no  cargar  con  ajenos  com- 
promisos cuando  a  duras  penas  podemos  con  los  propios. 

Los  catalanes  dicen:  Casa pobra,  f ora gos. 

33.  A  toda  hora  el  perro  mea  y  la  mujer  llora. 

El  refrán  me  parece  de  evidente  exactitud,  ya  que  si 
el  can  parece  tener  siempre  llena  la  vejiga,  la  mujer, 
quizá  efecto  de  su  exagerada  sensibilidad,  con  facilidad 
descarga  su  saco  lagrimal. 

34.  A  trágala  perro. 

Esto  es,  por  fuerza,  con  violencia. 
¿Xacería  la  frase  de  la  cruel  costumbre  de  envenenar 
a  los  perros  ?  Bien  pudiera  ser. 

35.  Aunque  ando  y  rodeo,  nunca  falta  a  la  puerta  un  perro. 

Eefrán  sin  glosa,  registrado  por  el  Comendador  Griego. 

Los  perros  famélicos  suelen  acercarse  a  los  hogares 
donde  abunda  el  pan,  y  éste  lo  gana  quien  trabaja,  quien 
anda  y  rodea  en  procura  del  necesario  sustento. 

36.  Aunque  manso  tu  sabueso,  no  le  muerdas  en  el  bezo. 

Otros  escriben,  ignorando  el  por  qué,  befo. 

Bezo,  que  significa  labio  grueso,  está  en  el  refrán,  traí- 
do por  la  asonancia,  por  hocico. 

Comentando  la  frase  dice  Sbarbi  que  :  «  Indica  el  cui- 
dado que  debe  ponerse  en  no  irritar  ni  exasperar  aun  a 
los  que  muestran  suavidad  y  mansedumbre.  » 

37.  A  untar  al  galgo  la  panza,  que  no  hay  alhaja. 

Así  lo  publica  Correas,  debiendo  confesar,  una  vez 
más,  mi  torpeza,  pues  no  adivino  ni  el  sentido  recto  ni 
el  figurado  de  la  frase. 


—  83  — 

38.  Be  más  que  un  perro  po'r  c... 

Dícese  de  los  muy  cegatos,  o  de  los  muy  romos  de  mo- 
llera, que  así  suelen  ser  los  andaluces,  graciosos  en  sus 
comparaciones  aun  usando  jialabras  no  muy  pulcras. 

39.  Bibe  como  un  perro  capao. 

Andalucismo  también,  para  dar  a  entender  la  tran- 
quilidad de  los  que  no  necesitan  aproximarse  al  bello 
sexo,  y,  i)or  extensión,  la  de  aquellos  que  no  se  intere- 
san por  nadie  ni  por  nada. 

40.  Bocado  de  mal  pan,  ni  lo  comas  ni  lo  des  a  tu  can. 

Refrán  publicado  por  el  tantas  veces  citado  Comen- 
dador y  por  Palmireno,  y  que  líiigo  López  de  Mendoza 
comenta  así : 

«  Hacienda  carcomida  ni  la  poseas  ni  la  des  sino  a 
cuyo  es,  poique  a  los  otros  hace  daño. » 

Me  parece  que  el  glosador  enturbió  lo  claro. 

Tengo  para  mí  que  can,  en  este  caso,  está  por  amigo, 
ya  que  amigo  es  del  hombre  tan  fiel  animal  y  que  lo 
que  el  refrán  aconseja  es  no  ofrecer  o  dar  a  quien  se 
quiere,  aquello  que  puede  perjudicarle. 

41.  Buscadlo,  amigo,  mas  si  fuera  perro  ya  os  hubiera  mordido. 

Dice  Núñez  que  es  contra  los  malos  buscadores,  y  así 
es,  en  verdad,  ya  que  lo  que  el  refrán  advierte  es  que  se 
solicite  dar  con  lo  que  se  busca,  mas  sin  precipitación, 
sin  turbarse,  i)orque  de  lo  contrario  sucede  tenerlo  muy 
cerca  y  no  verlo. 

42.  Caballo,  galgo  e  hidalgo,  bueno  y  no  mediano. 

Tan  claro  es  el  sentido  recto  del  refrán  que  no  necesi- 
ta explicación.  Correas  lo  comenta  así :  «  Porque  los  dos 
hacen  el  mismo  gasto  y  el  mal  hidalgo  es  molesto.  » 

Torres  de  Yillarroel,  en  uno  de  sus  Pronósticos,  lo  es- 
cribe de  esta  manera  :  Caballo,  galgo  e  hidalgo  ha  de  ser 
bueno,  bueno,  y  no  basta  mediano. 

43.  Cabra,  cabrón  y  can,  buen  cordobán. 

Para  la  buena  comprensión  de  esta  frase,  necesarias 
son  algunas  explicaciones. 


—  84   — 

Cordobán  es  la  piel  del  macho  de  cabrío,  adobada  y 
aderezada,  y  de  cordobán  se  hacían  zapatos,  según  el 
P.  Acosta ;  y  que  de  ella  se  hacían  guantes  nos  lo  prueba 
la  Pragmática  de  Tasas,  del  año  1680;  allí  se  lee : 

Cada  par  de  guantes  de  cordobán,  para  hombre,  para  ade- 
rezar, en  blanco,  diez  reales. 

De  cabra  se  derivó  cabritilla,  que  es  la  piel  de  cual- 
quier animal  pequeño,  como  cabrito,  cordero,  etc.,  la  que 
se  adoba,  adereza  y  da  color,  agregando  el  Diccionario 
de  Autoridades,  que  sirve  también  «  para  hacer  guantes, 
países  de  abanico  y  otras  cosas  ». 

Ahora  bien ;  entre  estos  animales  pequeños  estaría  el 
perro  cachorro,  y  así  se  explica  que  en  los  siglos  xvi  y 
XVII  se  usaran  guantes  de  perro;  como  se  adivina  que 
tan  finas  pieles  —  las  de  cabrito,  cordero,  jjerro,  etc.  — 
se  vendieran  y  aún  se  vendan,  con  los  nombres  de  tafile- 
te, piel  de  Eusia,  cabritilla,  etc. 

44.  Can  aperruñado,  no  se  daña, 

dicen  los  portugueses.  Apezuñado  significa  con  uñas  por 
encima  de  las  patas. 

En  Andalucía  hay  la  superstición  de  que  el  perro  que 
tiene  seis  dedos  en  la  mano,  no  rabia. 

A  projiósito  de  apezuñado  que  me  lleva  a  pezuña,  abro 
el  Diccionario  de  la  Real  Academia  y  leo : 

Pezuña  (del  latín  pedís  úngula)  f.  pesuña. 

Pesuña  {de  pezuña)  f.  conjunto  de  los  pesuños. 

Pestiños  (de  pesuña)  cada  uno  de  los  dedos,  etc. 

Adóbame  estos  candiles,  madre  Academia,  porque  si  lo 
entiendo  que  me  emplumen.  En  qué  quedamos,  ¿es  pezu- 
ña o  pesuña?  Lo  malo  es  que  todo  ello,  patrocinado  por 
la  llamada  docta  Corporación,  se  repite  en  los  demás  dic- 
cionarios, conque  al  público  brindan  no  los  lexicógrafos, 
sino  los  simples  fichólogos,  o  fichólogos  simples,  de  pa- 
labras. 

45.  Can  de  can  viejo,  y  potro  de  caballo  nuevo. 

Así  como  hay  la  creencia  que  he  recogido,  aunque  ig- 


noro  en  qué  se  apoya,  que  de  padres  de  treinta  o  cuaren- 
ta años,  nacen  hijos  más  inteligentes  que  los  habidos  en 
años  mozos,  hay  la  suposición  entre  las  gentes  del  cam- 
po, de  que  los  hijos  de  perro  viejo  son  mejores  que  los  de 
padre  joven,  al  revés  de  lo  que  acontece  con  los  caballos, 
cuyos  hijos  son  más  briosos  si  sus  progenitores  son  de 
pocos  años. 

46.  Can  ladrador  que  no  tiene  fuerza,  ¡guay  de  su  pelleja! 

Eecomienda  el  refrán  que  quien  puede  poco,  sea  par- 
co en  el  hablar,  y  sobre  todo  que  no  murmure  de  sus 
mayores  en  edad,  saber  y  gobierno. 

47.  Can  que  madre  tiene  en  villa,  nunca  buena  ladrida. 

Así  lo  registra  también  el  Diccionario  de  Autoridades. 
Correas  lo  explica  de  este  modo  : 

Entiéndese  de  mozos  y  mozas  hijos  del  lugar,  que  no  son  ta- 
les como  los  de  fuera. 

Glosa,  por  cierto,  sobrado  obscura  como  muchas  de  las 
de  aquel  célebre  paremiólogo. 

El  Comendador  Griego  es  evidentemente  más  claro, 
cuando  dice  que  el  refrán  «  enseña  que  ninguno  puede 
ser  juez  ni  administrar  justicia  con  libertad,  en  el  lugar 
donde  ha  nacido  y  tiene  parientes  que  le  clamen  ». 

48.  Can  que  mucho  ladra,  ruin  es  para  casa. 

Véase :  Perro  ladrador,  nunca  buen  mordedor. 

49.  Can  que  mucho  lame  saca  sangre. 

En  el  Libro  del  Buen  Amor,  copla  590,  se  lee  de  esta 
otra  manera :  El  can  que  mucho  lame,  sin  diibda  sangre 
saca. 

A  dos  interpretaciones  distintas  se  presta  el  refrán. 
Para  unos,  da  a  entender  que  los  muy  lisonjeros  suelen 
sacar  tajada  del  alabado;  para  otros,  equivale  a  la  frase 
cariños  que  matan,  porque,  en  verdad,  si  el  mucho  lamer, 
al  adelgazar  la  piel,  hace  que  de  ella  brote  con  facilidad 
la  sangre,  el  excesivo  cariño  suele  acarrear  funestas  con- 
secuencias. 


—  se- 
so. Can  que  muerde,  no  ladra  en  vano. 

Tan  claro  es  el  sentido  recto  y  aun  el  figurado,  que  el 
refrán  no  exige  glosa. 

51.  Cara  de  perro,  tener  uno... 

Equivale  a  cara  de  pocos  amigos,  aludiendo  a  la  mira- 
da fosca  que  suelen  poner  los  canes  ante  los  desconoci- 
dos. 

52.  Castigar  ai  perro  cuando  tiene  el  rabo  tieso. 

Así  lo  registra  el  Comendador  Griego,  aplicándolo  del 
modo  vsiguiente : 

«  Quiere  decir  cuando  está  muerto  y  no  ha  de  aprove- 
char. »  En  tal  supuesto  sería  hermano  de  A  asno  muerto 
la  cebada  al  rabo,  y  de  la  frase  A  buena  hora  mangas  ver- 
des. 

Paréceme,  sin  embargo,  que  en  sentido  figurado  vale 
algo  más;  entraña  más  honda  filosofía.  Entiendo  que  va 
dirigido  a  los  cobardes  que  se  ensañan  con  quien  ya  no 
puede  defenderse,  siendo  por  lo  tanto  próximo  pariente 
de  A  moro  muerto  gran  lanzada. 

53.  Clérigos,  frailes  y  pájaros  pardales... 

Como  la  frase  resulta  una  seguidilla,  voy  a  transcri- 
birla tal  y  como  la  he  recogido  : 

Clérigos,  frailes  y  pájaros  pardales 

son  tres  malas  aves ,: 
perro,  galgo,  hidalgos  y  rosines 
son  tres  más  ruines. 

Como  ya  en  mi  libro  La  religión  en  el  idiojua  demos- 
tré, que  si  el  pueblo  español  era  muy  religioso  no  confun- 
día la  religión  con  sus  ministros,  ya  que  contra  éstos  si 
eran  malos,  inventó  muchos  refranes,  no  tengo  por  qué 
apoj'^ar  en  los  dos  primeros  versos,  si  bien  no  holgará  re- 
cordar a  los  poco  leídos,  que  los  clérigos  y  frailes,  con 
los  diezmos,  y  los  pardales  —  gorriones  —  con  sus  robos, 
disminuían  de  visible  manera  la  cosecha  de  los  modes- 
tos labradores. 

Que  el  rocín  es  mal  caballejo,  y  que  los  hidalgos,  por 


holgazanes  y  fachendosos,  polilla  eran  de  aquellas  socie- 
dades, no  piden  creo  demostración  documentada.  Mas 
lo  que  me  abisma  en  un  mar  de  confusiones,  como  diría 
cualquier  moderno  Pérez  Escrich,  es  que  se  califique  de 
ruin  al  galgo.  ¿  Cómo  se  atrevió  el  inventor  de  la  copla 
a  juntar  lo  inservible  con  lo  útil?  Así  como  Quevedo  no 
hallando  de  repente  un  consonante  a  disoluta,  no  titu- 
beó en  emplear  la  palabra  de  cuatro  letras  que  empieza 
con  p,  así  el  coplero  popular,  para  completar  la  medida 
del  verso,  no  tuvo  reparo  en  embutir  en  él  galgos,  como 
pudo  decir  gatos,  chinches,  etc.,  animales  de  verdad  rui- 
nes, que  así  son  de  despreocupados  y  mendaces  ciertos 
versificadores.  ¡Todo  sea  por  Dios!  dirá  el  galgo  honra- 
do y  corredor. 

54.  Comer  como  dogos. 

Frase  que,  como  adivinará  el  más  lerdo,  significa  co- 
mer mucho  y  con  ansia,  tanto  que,  para  no  perder  tiempo 
mascando,  engullen  hasta  atragantarse. 

De  sobras  me  sé  que  hay  seres  humanos  que  así  co- 
men, y  a  ellos  precisamente  se  aplica  la  frase  que,  como 
todas  las  verdades,  molesta  a  quien  se  dirige, 

55.  Come  más  que  la  jambre  canina. 

Otra  comparación  andaluza,  apoyada  en  la  frase  «  te- 
ner hambre  canina  » . 

56.  Comido  de  perros. 

Frase  empleada  por  Cervantes  en  La  tía  fingida. 
...  j  comidos  que  fueron  (y  no  de  perros)  convocaron,  etc. 

Dice  el  erudito  chileno  T.  J.  Medina,  que  esta  frase 
« tiene  el  alcance  del  último  y  mal  estado  a  que  puede 
llegar  una  persona  o  cosa  y  que  bien  pudiera  incorporar- 
se en  el  léxico  ». 

57.  Como  con  perro  por  carnestolendas. 

Dice  Cervantes,  Quijote^  parte  I,  capítulo  XVII : 

...  y  allí,  puesto  Sancho  en  mitad  de  la  manta,  comenzaron 
u  levantarle  en  alto  y  a  holgarse  con  él  como  con  perro  por 
carnestolendas. 


—  88  — 

Al  tropezar  Rodríguez  Marín  con  esta  frase,  en  sus 
comentarios  a  la  obra  cervantina,  pasmo,  regocijo  y  en- 
canto de  cuantos  la  leen,  trae  tres  citas  del  meritísimo 
Bowle,  una  de  Mateo  Alemán  y  dos  de  Vicente  Espi- 
nel, suficientes  para  probar  que  de  tal  diversión  fueron 
víctimas  no  pocas  personas,  y  Rodríguez  Marín  agrega, 
por  su  parte,  citas  de  La  Celestina,  de  Sebastián  de  Oroz- 
co  y  de  Salas  Barbadillo,  todo  lo  cual  demuestra  cómo 
gustaban  aquellas  generaciones  de  tan  brutal  entrete- 
nimiento. 

El  sabio  Clemencín,  sabio  sí,  a  pesar  de  su  exagerada 
crítica  al  libro  inmortal,  dice  al  respecto  : 

De  la  costumbre  de  mantear  los  perros  por  carnestolendas, 
hacen  mención  nuestros  antiguos  escritores.  Solían,  y  aún 
ahora  suelen,  también,  por  el  mismo  tiempo,  ponerse  los  mu- 
chachos con  una  cuerda  tendida  de  una  a  otra  parte  de  calle, 
y  entretenerse  en  voltear  a  los  perros  que  pasan. 

¡Cómo  hubiera  protestado  de  tales  hechos  Sarmiento! 
no  el  padre,  sino  aquel  general  pedagogo  argentino,  que 
a  todos  recomendaba  ser  compasivos  con  los  animales. 
Verdad  que  a  veces  hay  quien  se  compadece  de  los  irra- 
cionales y  dejan  morir  de  hambre  a  sus  semejantes  (1). 

58.  Como  andar  a  caza  sin  perro. 

Bien  vale  pretender  realizar  un  trabajo  sin  disponer 
de  los  útiles  o  elementos  necesarios. 

59.  Como  el  gazapo,  que  huyendo  del  perro  dio  en  el  lazo. 

¡  Cuántos  por  huir  de  Scilla  se  estrellan  en  Caribdis ! 
que  es,  a  la  xjostre,  lo  que  el  refrán  significa. 

60.  Como  lebreles. 

Frase  que  se  emplea  al  ver  cómo  dos  seres  humanos 
luchan  con  encono,  por  suponerse  que  los  lebreles  sue- 
len ser  bravos,  cuando  ¡vaya  uno  a  saber  por  qué  ocul- 
tas intenciones!  contienden  a  dentellada  limpia. 

¿lío  hay,  acaso,  políticos  que  por  escalar  un  puesto, 

(1)  De  la  brutalidad   hacia  el  animal  a  la  crueldad   hacia  el  hombre  no 
hay  más  diferencia  que  la  víctima.  —  Lamartint. 


—   89  — 

luchan,  en  verdad,  con  más  saña  que  los  lebreles?  Y  no 
vale  señalar. 

61.  Como  los  perros  del  tío  Alegría,  que  se  arrimaban  a  la  pa- 

red para  ladrar. 

Pondérase  con  esta  frase  proverbial,  dice  el  ya  men- 
tado Sbarbi,  lo  sumamente  flaco  o  débil  que  se  halla  al- 
gún individuo  de  la  especie  humana  o  animal. 

Otros,  para  ponderar  esta  flaqueza  dicen :  «  Fulano  es 
el  perro  del  tío  Alegría»,  con  cual  frase,  escribe  Monto- 
to,  se  designa  a  la  persona  que  alardea  de  gran  esfuerzo 
y  valor,  y  ni  para  hablar  tiene  alientos. 

62.  Como  los  perros  del  tío  Fulginos,  que  se  pasaban  de  finos. 

Expresión  proverbial  con  que  se  moteja  a  quien  se 
equivoca  por  extremar  atenciones. 

63.  Como  perro  con  vejiga,  maza  o  calabaza. 

Bárbara  costumbre  de  antaño  ftié  la  de  atar  a  la  cola 
de  los  perros,  especialmente  durante  los  días  de  antrue- 
jo, cualquiera  de  los  chismes  citados,  y  aun,  como  yo  mis- 
mo he  visto,  ollas  o  cacerolas.  Ya  se  supondrá  que  al 
echar  a  correr  el  pobre  animal,  el  ruido  producido  por 
aquel  apéndice,  aceleraba  su  marcha,  hasta  convertirla 
en  vertiginosa;  y  era  de  ver  entonces  la  algazara  brutal 
de  los  espectadores  y  oír  las  animalescas  carcajadas  que 
lanzaban  al  aire  celebrando  el  azoramiento  del  simpático 
cuadrúpedo. 

Los  niños  gastan  de  jnegos, 

de  correr  y  alborotar 

y  poner  mazas  a  perros, 

dijo  L.  F.  de  Moratín,  en  el  acto  II  de  Ul  Viejo  y  la  niña. 
No  faltaban,  sin  embargo,  gentes  compasivas  que  se 
dolían  de  los  infelices  animales  así  atormentados,  tanto 
que  en  el  Entremés  El  hidalgo  de  la  Memhrilla,  de  Ave- 
llaneda y  Guerra,  representado  en  el  Buen  Retiro,  en  el 
carnaval  de  1662  ó  1663,  figura  «  una  señora  compasiva 
provista  de  tijeras  para  quitar  las  mazas  de  todos  los 
perros  que  encuentra  ».  (Véase  Entremeses,  de  Ootarelo  y 
Mori,  t.  I,  cap.  Y.) 


—  90  — 

Góngora,  aquel  atrevido  e  inimitable  cordobés,  gloria 
de  la  literatura  castellana,  tomando  pie  de  tan  bárbara 
costumbre,  escribió  el  siguiente  epigramático  soneto: 

Por  niñería  un  picarillo  tierno, 
hurón  de  faltriqueras,  sutil  caza, 
a  la  cola  de  un  perro  ató  por  maza 
(con  perdón  de  los  clérigos)  un  cuerno. 

El  triste  perrinchón  en  el  gobierno 
de  una  tan  gran  carroza  se  embaraza; 
grítale  el  pueblo,  haciendo  de  la  plaza, 
(si  allá  se  alegran)  un  alegre  infierno. 

Llegó  en  esto  una  viuda  mesurada, 
que  entre  los  signos,  ya  que  no  en  la  gloria 
tiene  a  su  esposo,  y  dijo  :  «  Es  gran  bajeza 
que  un  gozque  arrastre  así  una  ejecutoria 
que  ha  obedecido  tanta  gente  honrada, 
y  aun  se  la  ha  puesto  sobre  su  cabeza.  » 

En  el  Guzmán  de  Alfarache,  de  Mateo  Alemán,  se  lee  : 
Yo  escapé  de  la  de  Roncevalles  como  perro  con  vejiga. 

Don  Ventura  Ruiz  de  Aguilera  en  una  poesía  titulada, 
impropiamente,  Correspondencia  del  moro,  dice  : 

Madre,  ya  es  nuestro  el  Sei'rallo  : 
unos  moros  van,  cual  perros, 
con  maza,  trepando  cerros 
y  otros  a  uña  de  caballo. 

En  sentido  figurado  suele  decirse :  Más  corrido  que 
perro  con  maza,  aplicándose,  como  se  comprenderá,  al 
que  yendo  por  lana  y  saliendo  trasquilado,  tiene  que  ale- 
jarse precipitadamente  del  lugar  en  el  que  pretendía  im- 
ponerse. En  estos  casos,  por  estos  pagos  solemos  decir 
que  Salió  como  rata  por  tirante,  frase  ésta  que  registra 
Rodríguez  Marín  en  su  folleto  :  Mil  trescientas  compara- 
ciones andaluzas. 

64.  Como  perro  de  barbecho,  ladra  sin  provecho. 

En  el  Entremés  de  refranes,  de  autor  anónimo,  se  lee 
éste,  al  que  el  Comendador  Griego  pone  por  glosa  : 
Porque  no  hay  que  guardar  en  el  barbecho. 


—  91  — 

Dice  e]  Diccionario  de  Autoridades  que  va  el  refrán 
«  contra  los  que  inútilmente  se  fatigan  en  lo  que  no  sir- 
ve ni  aprovecha  para  nada.  » 

Amiga  diz  :  amidos  faze  el  perro  barbecho, 

se  lee  en  el  último  verso  de  la  copla  954,  de  el  Libro  del 
Buen  Amor,  del  Archiprestre  de  Hita,  añadiendo  por  glo- 
sa Cejador,  que  «  quiere  decir  el  Archipreste  a  la  Chata 
que  en  balde  ladra  como  perro  en  barbecho,  pues  no 
trae  consigo  cosa  que  darle». 

65.  Como  perro  por  viña  vendimiada. 

Esto  es,  eu  lo  que  se  pasa  ligero,  ya  que  no  hay  motivo 
para  detenerse,  como  no  lo  tiene  el  perro  para  demorar- 
se en  viña  que,  por  estar  vendimiada,  nada  puede  ofre- 
cerle. 

66.  Como  perros  y  gatos. 

Locución  que  se  emplea  con  los  verbos  estar,  vivir, 
llevarse,  etc.,  para  denotar  el  aborrecimiento  que  algu- 
nos se  tienen. 

Los  judíos  españoles  de  oriente,  por  su  tendencia  a 
suavizar  el  sonido  fuerte  de  la  erre,  dicen  :  Gomo  el  pero 
y  el  gato. 

Declaro,  en  honor  a  la  verdad,  que  no  creo  en  esta 
frase,  antes  al  contrario  entiendo,  y  la  pasada  guerra 
y  la  postguerra  me  lo  demuestran,  que  para  ponderar 
la  enemistad  entre  dos  personas  bastaría  decir :  Gomo 
hombres. 

Precisamente  escribo  estas  páginas  cuando  en  mi 
hogar  viven,  no  sólo  en  buena  armonía,  sino  que  comen 
y  duermen  juntos,  dos  perros  y  un  gato,  siendo  agrada- 
ble ver  cómo  juegan  y  cómo  los  canes  no  abusan  de  su 
fuerza  y  se  dejan  acometer  por  el  simpático  felino.  En 
una  misma  yacija  suelen  acomodarse  durante  las  pesa- 
das horas  de  la  siesta. 

El  caso  no  debe  ser  tan  raro,  cuando  en  una  poesía  de 
don  V.  Euiz  de  Aguilera,  titulada:  La  hospitalidad, 
se  lee  : 


—  92  — 

y  el  perro  fiel,  constante  compañero, 
y  el  gato  cazador  que  con  él  juega. 

67.  Como  el  perro  que  ni  roe  el  hueso,  ni  deja  roerlo. 

Otros  dicen:  Como  peno  que  ni  roe  ni  quiere  que  ro- 
yan el  hueso. 

En  cualquiera  de  las  dos  formas  va  contra  el  envi- 
dioso avariento  que  priva  a  otro  de  lo  que  pudiera  serle 
de  provecho,  sólo  por  el  innoble  placer  de  causarle  daño. 

También  la  experiencia  me  lia  demostrado  que  no 
siempre  es  verdad  la  frase,  pues  más  de  una  vez  quité 
un  hueso  de  entre  las  patas  de  un  perro  para  dárselo  a 
otro,  sin  protesta  del  primero.  Claro  está  que  no  haría  lo 
mismo  con  un  perro  hambriento  que  estuviera  royendo  un 
hueso,  como  a  un  ser  humano  no  le  quitaría  sin  causa 
justificada  un  empleo  que  le  permite  comer  y  dar  de  co- 
mer a  los  suyos,  para  dárselo  a  otro,  lo  que  quiere  decir 
que,  en  ésto,  perros  y  hombres  son  parecidos. 

68.  Como  perra  salida,  estar. 

Frase  vulgarota  que  se  aplica  a  la  mujer  que,  con  sus 
palabras  o  acciones,  da  a  entender  que  abriga  apetitos 
lujuriosos,  torpes  y  lascivos. 

69.  Con  ese  galgo,  otra  liebre  habéis  tomado. 

Aunque  sin  comentarios,  registra  la  frase  el  Comenda- 
dor Griego ;  entiendo  que  con  ella  se  felicita  a  quien 
acertó  en  los  primeros  pasos  de  un  negocio. 

70.  Con  ese  galgo  no  mataréis  más  liebres. 

El  citado  autor  comenta  esta  frase  diciendo :  « que 
con  aquel  embuste  y  traza  no  le  engañará  otra  vez,  ni 
le  podrá  valer  nada  ». 

71.  Córtale  el  rabo  al  perro,  y  cátale  perdiguero. 

Otros  lo  publican  con  esta  leve  variante :  En  quitán- 
dole la  cola  al  perro,  cátale  perdiguero. 

De  cualquiera  de  las  dos  maneras,  parece  aconsejar 
conformidad  con  lo  que  se  posee.  Sabido  es  que  no  en 
más  feliz  quien  más  tiene,  sino  quien  se  conforma  con  lo 
que  pudo  lograr. 


—  93   - 

72.  Corre  más  que  un  galgo. 

Se  aplica,  en  sentido  figurado,  al  que  en  sus  negocios 
«  se  pierde  de  vista  »,  teniendo  presente  la  velocidad  del 
animal  citado. 

73.  Cual  el  dueño,  tal  el  perro. 

j  Ah !  éste  sí  que  es  comprensible,  pues  siempre  he 
creído  que  los  animales  domésticos  reflejan  el  hogar  en 
que  viven,  como  la  servidumbre  al  dueño  de  casa. 

74.  Cuando  el  perro  quiere  a  la  cadela,  mucho  la  promete  de  la 
fareia. 

Para  la  mejor  comprensión  de  este  refrán,  debo  recor- 
dar que  cadela  equivale  en  Galicia  a  perra,  y  fareia  a 
pan  de  salvado  que  allá  se  llaman  farelos ;  de  ellos  se  cue- 
ce pan  para  los  perros.  Las  farelas  son,  en  Castilla,  pe- 
rrunas. 

Con  esto  queda  aclarado  el  sentido  de  la  frase. 

75.  Cuando  llueve  y  hace  sol,  deja  el  perro  su  pastor. 

Dice  Correas,  y  a  él  dejo  la  gloria  de  la  interpreta- 
ción : 

Por  irse  a  la  quesería  a  lamer  los  sueros,  que  es  el  tiempo 
de  esquilmo,  por  abril  y  mayo,  y  por  guardarse  del  agua  y 
por  irse  a  la  sombra. 

76.  Cuando  tú,  perro,  me  miras,  ¿  qué  hará  mi  Pedro  de  Vi- 
llamor? 

Refrán,  mejor  dicho  frase  irónica,  que  Correas  explica 
así : 

Una  que  presumía  de  galana  y  linda,  su  perro  miraba  que 
le  diese  pan,  y  ella  echábalo  a  su  gala  :  burla  de  las  tales 
ufanas. 

77.  Dar  del  pan  al  perro,  porque  no  muerda. 

Claro,  porque  dádivas  quebrantan  peñas,  pero  lo  malo 
es  que  a  veces  los  perros  ¡  si  serán  poco  prácticos  o  im- 
prácticos !  como  diría  Mugica,  por  no  querer  parecerse  a 
los  hombres,  no  se  dejan  convencer,  y  al  que  para  acallar- 
los les  ofrece  pan,  contestan  con  una  dentellada. 


—   94  — 

El  refrán  no  parece  inventado  para  los  perros,  sino 
para  los  opositores  que  dejan  de  serlo  en  cuanto  el  go- 
bierno les  brinda  una  tajada. 

78.  Dar  pan  de  perro. 

Frase  vulgar,  se  lee  en  el  Diccionario  de  Autoridades, 
con  que  se  da  a  entender  que  a  alguno  lo  han  maltra- 
tado. 

De  las  dos  citas  que  trae,  copio  la  siguiente: 

Mi  gusto  no  se  acomoda 
a  que,  por  acierto  o  yerro, 
a  mí  me  den  pan  de  perro 
y  él  coma  el  pan  de  la  boda. 

(Rebolledo,  Ocios.) 

79.  Dar  perro  a  uno,  o  dar  un  perro. 

Significaba  eu  lo  antiguo  dar  un  mico,  lo  mismo  que 
dar  gatazo ;  las  tres  frases  valen  engañar,  según  se  lee 
en  los  diccionarios  de  Autoridades  y  de  la  Academia. 

Del  primero  es  la  siguiente  cuarteta  : 

Pero  todo  lo  merezco, 
pues  falso  y  engañador, 
di  perro  muerto  de  pelo 
vendí  raso  por  borlón. 

(Jacinto  Polo.) 

Puedo  agregar  de  mi  cosecha  los  ejemplos  siguientes: 
Leo  en  El  Burlador  de  Sevilla,  acto  II,  escena  V : 

D.  JcAN.  —  Buen  albañil  quiere  ser 

Marqués  ¿qué  hay  de  perros  muertos  ? 
Mota.  —       Yo,  y  don  Pedro  de  Esquivel 

dimos  anoche  uno  cruel, 

y  esta  noche  tengo  ciertos 

otros  dos. 

Y  a  las  pocas  escenas,  en  la  XII  dice : 

D.  Jdan.  —  Mientras  a  la  calle  vais 

yo  dar  un  perro  quisiera. 
Mota.  —      La  mujer  ha  de  pensar 

que  soy  él  ¡  qué  gentil  perro  ? 


—  95  — 

En  Ul  lindo  don  Diego  de  Moreto,  se  lee  : 

Las  manos  en  nnos  guantes 
de  perro,  que  por  aviso 
del  uso  de  los  que  da 
los  aforró  de  su  oficio. 

Esto  es,  como  tenía  i^or  oficio  dar  perro,  se  aforró  las 
manos  con  guantes  de  ídem. 

En  La  Petra  y  en  La  Juana  dice  don  Ramón  de  la 

Cruz : 

...  que  tu  buen  modo 
pegará  a  cualquiera  un  perro. 

Y  finalmente,  en  Bretón  de  los  Herreros  leí : 

—  Bien.  Tú  dirás  lo  quieras, 
pero  Bruno  te  da  perro. 

80.  Darse  uno  a  perros,  y  también  estar  dado  a  perros. 

Se  aplica  a  la  persona  de  carácter  avinagrado,  dis- 
puesta siempre  a  irritarse  : 

El  pobre  ni  chistó  ni  mistó,  y  volvióse  dado  a  perros,  y  ju- 
rando que  le  había  de  dar  su  recado. 

(Quevedo.  Cuento  de  cuentos.) 

Era  el  hombre  más  dado  a  jierros  que  vi  en  mi  vida. 

(A.  Enrique  Gómez,  Vida  de  don  Gregorio  Garduña.) 

Dábanse  a  perros,    porque  no  se  hacía  señal  para  combatir 
y  entrar  el  pueblo. 

(Sandoval,  Historia  de  Carlos  V). 

Epigramáticamente  Antonio  de  Mendoza  escribió : 

Un  blando  en  todo  concierto  : 
Filis,  conde  vengativo 
de  que  un  perro  queda  vivo 
a  vista  de  tanto  muerto, 
del  can,  que  te  hizo  el  tuerto, 
si  derecho  le  respondes 
te  venga,  y  si  correspondes 
a  quién  eres  y  a  quién  es, 
más  seguro  es  que  te  des 
a  los  perros  que  a  los  condes. 


—   96  — 

Tirso  (le  Molina  dijo  : 

—  Ya  eres  maesa  de  amor  : 
mas  pues  descubres  secretos, 
sábete  que  yo  también... 

—  ¿Amas  ?  Está  dada  a  perros. 

Y  para  dar  fin  a  tanta  cita,  léase  cómo  Nieto  de  Moli- 
na terminó  un  soneto : 

Dedico  estos  versos,  y 
juzgo  llevarán  mil  yerros 
porque  estaba  dado  a  perros 
cuando  de  ellos  escribí. 

81.  De  amos  comilones,  los  servidores  y  los  canes  han  todos 
los  días  hambres. 

La  idea  del  refrán  es  tan  transparente  como  el  alma 
virginal  de  una  doncella.  Hay  mortal  bípedo,  y  ello  me 
consta,  tan  limpio,  que  para  pulirlo  todo  arrebaña  los  pla- 
tos trincheros  hasta  sacarles  lustre  y  ¡  que  vayan  luego 
los  perros  a  lamerlos  !  Por  desgracia  para  la  familia  pe- 
rruna, aún  existen  descendientes  del  dómine  Cabra. 

82.  De  casta  le  viene  al  galgo  el  ser  rabilargo. 

Otros  escriben  :  De  casta  le  viene  al  galgo  tener  el  rabo 
largo. 

De  cualquiera  de  los  dos  modos  da  a  entender  el  re- 
frán, que  los  hijos  suelen  imitar  las  costumbres  de  los 
padres,  costumbres  que,  siendo  buenas,  hizo  exclamar  a 
aquella  vieja  madrileña  :  Bien  haiga  quien  a  los  suyos  se 
parece,  exclamación  que,  sabido  es,  se  incrustó  en  nues- 
tra copiosa  paremiología. 

83.  Delante,  perros  y  gatos,  detrás  como  hermanos. 

Así  lo  publica  el  Comendador  Griego,  frase,  como  se 
adivinará,  dirigida  a  los  que  en  público  fingen  desave- 
niencias  para  desorientar,  despistar,  como  decimos  aho- 
ra, a  los  oyentes,  a  fin  de  hacerles  comprender  que  hay 
una  discrepancia  de  opinión  que  no  existe. 

84.  De  los  perros  el  vómito  y  el  agradecimiento. 

Plinio  es  el  autor  de  ambas  afirmaciones,  en  su  Histo- 


—   97  — 

ria  natural,  libro  29,  capítulo  IV,  libro  8,  capítulo  XL : 
y  de  ellas  se  apoderó  Cervantes  para  escribir  en  el  capí- 
tulo XI  de  la  parte  II  del  Quijote  : 

...  que  de  las  bestias  han  recibido  machos  advertimientos 
los  hombres  y  aprendido  muchas  cosas  de  importancia,  como 
son  de  las  cigüeñas  el  cristel,  de  los  perros  el  vómito  y  el 
agradecimiento,  etc. 

Que  el  perro  es  muy  agradecido,  esto  lo  sabemos  todos 
los  amantes  de  tan  noble  animal;  ahora,  de  que  el  vómito 
constituya  una  de  sus  características,  esto,  como  no  soy  ve- 
terinario, no  me  atrevo  a  afirmarlo.  Sin  embargo,  pregun- 
to a  estos  señores,  ¿  lo  del  vómito  no  vendrá  de  la  evidente 
glotonería  del  perro  '}  (Véase  :  Volver  a  lo  pasado...  etc.) 

85.  De  perro  bermejo,  nunca  buen  pellejo. 

Creencia  popular  harto  arraigada  es  la  de  suponer  que 
es  de  mal  agüero  tropezar  con  un  perro  de  color  rojizo, 
por  suponérsele  huraño  y  pendenciero,  tanto  que  el  mis- 
mo pueblo  afirma  que  :  JDe  tal  pelo,  ni  gato  ni  perro. 

Y  aún  hay  más.  Recordando  tal  vez  a  Judas  Iscariote, 
y  suponiendo  que  en  toda  agrupación  o  comunidad  hay 
siempre  un  individuo  de  carácter  díscolo  y  atrabiliario, 
inventó  este  refrán  que  registra  el  célebre  Xúñez :  Un 
cada  concejo  hay  su  perro  bermejo. 

86.  De  rabia  mató  la  perra. 

Que  bien  vale  :  Cuando  no  pueden  con  el  asno,  dan  en 
la  albarda. 

Aplícase  el  refrán  a  quien  no  pudiendo  vengarse  del 
ofensor,  por  ser  poderoso,  se  vuelve  contra  lo  primero 
que  le  viene  a  mano. 

87.  Dios  le  dé  salud  a  manchas,  como  perro  perdiguero. 

Asegura  Correas,  palabras  textuales,  «  que  es  malicia  » 
y  tal  vez  por  exceso  de  ella  en  mí,  no  lo  creo. 

El  perro  perdiguero  suele  tener  muchas  manchas,  lue- 
go, al  desearle  a  un  mortal  salud  a  manchas,  lo  que  se  le 
desea  al  prójimo  es  mucha  salud,  tanto  como  manchas 
tiene  el  can  que  caza  perdices. 


—  98  — 

También  a  manchas  puede  ser  corrupción  de  a  manta, 
que  en  buen  castellano  significa  en  abundancia. 

88.  Dios  me  guarde  de  fuego  de  casa  y  de  can  con  rabia. 

Dice  Halara,  refrán  que  otros  más  bondadosos  lo  regis- 
tran encabezándolo  así :  J)ios  te  guarde... 

Ambos  deseos,  por  su  claridad,  no  exigen  ciertamente 
explicación. 

89.  Dios  te  libre  de  hombre  que  no  hable  y  de  can  que  no  ladre. 

Sin  las  tres  primeras  palabras,  en  el  artículo  can  lo 
registra  el  Diccionario  de  Autoridades,  y  el  Comenda- 
dor Griego,  y  ambos  lo  explican  de  igual  manera,  di- 
ciendo que  el  refrán  advierte  que  «  nos  liemos  de  guar- 
dar de  ellos,  porque  de  ordinario  son  traidores  y  hacen 
el  tiro  antes  de  ser  sentidos». 

El  refrán  presenta  la  siguiente  variante :  De  hombre 
qtte  no  habla,  ni  de  perro  que  no  ladra,  no  fiarse. 

Por  algo  dice  el  pueblo  :  Quien  calla,  piedras  apaña. 

90.  Dios  te  guarde  de  perro  atado  y  de  hombre  determinado. 

Deseo  digno  de  agradecimiento,  ya  que  si  el  perro  al 
verse  desatado  suele  ser  atropellador,  y  prudente  es 
separarse  de  él,  la  misma  prudencia  nos  aconseja  alejar- 
nos del  bombre  que  va  dispuesto  a  todo. 

91.  Dios  y  el  cucho  pueden  mucho,  pero  sobre  todo  el  cucho. 

Dicen  los  gallegos,  debiendo  recordar  que  cucho  equi- 
vale, en  algunas  partes  de  aquella  pintoresca  región  espa- 
ñola, a  perro,  perrillo,  si  bien  en  otras  vale  ternero. 

También  he  leído  cuchu  en  vez  de  cucho,  y  cuchu  vale 
en  algunas  comarcas  a  estiércol. 

Ya  tienen  los  verdaderos  paremiólogos,  con  tales 
explicaciones,  campo  abierto  para  sus  fantasías;  pues  si 
cucho  vale  perro,  claro  está  que  Dios  y  el  guardián  de  la 
casa  salvarnos  pueden  de  un  asalto;  si  significa  ternero, 
quién  no  sabe  que  fué  antaño  tan  sabroso  bocado  que  dio 
oiigen  al  nacimiento  del  aforismo  de  la  mar  el  mero  y  de 
la  tierra  el  carnero;  y  si  decir  quiere  estiércol,  aun  los 
que  vivimos  más  alejados  de  la  agricultura,  sabemos  que 


—  99  — 

el  abono  animal  enriquece  las  plantas  haciéndolas  más 
nutritivas. 

¿  Que  con  cuál  parecer  se  queda  el  autor  1  Con  cual- 
quiera, ya  que  los  tres  dan  explicación  satisfactoria. 

92.  Donde  no  hay  pan,  váse  hasta  ei  can. 

El  pueblo  suprimió  la  preposición  de  con  que  debía 
empezar  este  refrán  parecido  al  ya  registrado  :  A  qíiien 
no  lesohra  el  pan  no  críe  can.  He  diclio  parecido,  no  igual, 
ya  que  este  último  encierra  un  consejo,  y  el  otro  entraña 
una  amarga  verdad,  y  es  que  de  la  hambre  todo  el  mun- 
do huye,  incluso  el  perro,  que  es  el  animal  más  adicto  al 
hombre. 

93.  Donde  no  hay  viejos,  no  hay  perros. 

No  se  me  suben  los  colores  a  la  cara  al  declarar  que 
no  adivino  ni  el  sentido  recto  ni  el  figurado  de  esta  frase. 
Si  la  propia  experiencia  sirviera  de  algo,  más  bien  me 
inclinaría  a  borrar  el  primer  adverbio  de  negación,  ya 
que  niños  y  perros  suelen  hacer  buenas  migas,  mientras 
que  a  los  viejos  los  canes  les  fastidian. 

Correas  dice,  comentando  la  frase,  vaya  uno  a  saber 
por  qué  :  Porque  riñan  a  los  mozos. 

94.  Dormir  a  las  martilladas  y  despertar  a  las  dentelladas. 

Así  lo  publica  Covarrubias.  El  Comendador  Griego  y 
la  Academia  lo  escriben  de  este  otro  modo  :  JEl  perro  del 
herrero  duerme  a  las  martillada»  y  despierta  a  las  dente- 
lladas. 

Con  esta  frase,  que  sirvió  de  tema  a  nuestro  Sama- 
niego  para  escribir  la  fábula  Ul  herrero  y  el  perro,  se 
reprende  a  los  que,  huyendo  del  trabajo,  sólo  se  presen- 
tan a  la  hora  de  comer,  y  por  extensión  a  los  que  hurtan 
el  cuerpo  a  toda  molestia,  y  no  aparecen  hasta  que  el 
asunto  o  el  negocio  ha  llegado  a  feliz  término. 

Digan  lo  que  quisieren,  que  nosotros  somos  los  perros  del 
herrero  que  dormimos  al  son  de  las  martilladas. 

(Cervantes,  La  cueva  de  Salamanca.) 


—  100  — 

95.  Dos  gozques  a  un  can,  mal  rato  le  dan. 

Siendo  hermanos,  gemelos  suyos,  los  siguientes : 

Dos  lobos  a  mi  can,  bien  lo  morderán ; 

Dos  perros  a  un  can,  mal  trato  le  dan; 

Dos  perros  a  un  lebrel,  tiénense  con  él;  j 

Dos  potros  a  un  can,  bien  lo  morderán. 

Cualquiera  de  los  cinco  refranes  «  da  a  entender,  dice 
el  célebre  padre  Sbarbi,  la  ventaja  del  mayor  número  en 
los  combates  y  peleas  ^>. 

96.  Dos  perros  con  un  hueso. 

Tanto  en  sentido  recto  como  en  el  figurado,  la  pose- 
sión de  un  hueso  entre  dos  perros  o  de  una  prebenda 
entre  dos  personas,  a  la  corta  o  a  la  larga,  da  lugar  a 
dentelladas  o  a  desavenencias. 

97.  Échale  un  galgo. 

Dice  la  Academia  que  con  esta  frase  figurada  y  fami- 
liar se  denota  la  dificultad  de  alcanzar  a  una  persona,  o 
la  de  comprender  u  obtener  alguna  cosa. 

...  le  indiqué  (a  don  Crispín)  mi  situación  apurada,  me  ofre- 
ció verse  con  mis  acreedores  y  conmigo,  y  desde  entonces... 

échale  un  galgo. 

(Hartzembusch .) 

98.  Echa  fuera  el  perro,  que  corta  mi  yerno. 

Así  lo  publican  Malara  y  el  Comendador  Griego. 

Lo  he  leído  también  de  estotra  manera  :  Echad  fuera 
esos  perros,  que  parte  mi  yerno. 

En  una  u  otra  forma  se  dirige,  por  burla,  a  los  que  no 
saben  cortar,  ya  que  por  su  impericia  puede  caer  al  suelo 
alguna  tajada. 

99.  Echar  —  una  cosa  —  a  perros. 

Frase  traslaticia,  se  lee  en  el  Diccionario  de  Autorida- 
des, que  vale  emplear  mal  alguna  cosa  o  malbaratarla;  y 
así  se  dice,  por  ejemplo  :  Echar  la  noche  a  perros. 

Es  antiquísimo  refrán,  pues  ya  San  INIateo,  capítulo 
VII,  versículo  6,  escribe  : 

No  deis  a  los  perros  las  cosas  santas,  ni  echéis  vuestras  mar- 
garitas o  perlas  más  preciosas  a  los  cerdos. 


—   101  — 

100.  Echar  galgos. 

Frase  ponderativa,  se  lee  en  el  Diccionario  de  Auto- 
ridades, con  que  se  explica  la  dificultad  de  alcanzar  a 
alguno.  Tómase,  añade,  por  analogía  de  lo  que  sucede  en 
la  caza  de  las  liebres,  especialmente  cuando,  para  darlas 
alcance  y  cogerlas,  se  echan  los  galgos  en  seguimiento 
de  ellas. 

101.  Écheme  a  dormir  y  espulgóme  el  perro,  no  la  cabeza  sino 
el  esquero. 

Esquero  es  bolsa  atada  al  cinto,  ya  para  la  yesca,  ya 
para  dineros ;  de  ahí  que  Covarrubias  creyera  que  su  eti- 
mología venía  de  yesca,  y  de  ahí  yesquero,  por  aféresis 
esquero.  Mas,  Cejador  sostiene  que  viene  de  cuero,  por- 
que, claro,  bolsa  sioi  dinero,  es  cuero,  etimología  ésta,  dice, 
que  no  entendieron  los  antiguos,  pues  varios  emplearon 
la  palabra  en  el  sentido  de  bolsa,  para  guardar  la  yesca 
y  el  pedernal,  como  lo  demuestra  el  refrán  que  registra 
el  Comendador  Griego :  «  Quien  no  tiene  dinero,  venda  la 
bolsa  y  el  esquero. » 

Cervantes,  en  la  parte  II,  capítulo  XX Vil  del  Quijote, 
dice : 

...  a  todos  hacía  monas  y  llenaba  sus  escueros. 

Cortejen,  al  comentar  esta  frase  de  la  novela  sin  par, 
trae  una  cita  de  El  Patrañuelo,  de  Timoneda,  y  unos  ver- 
sos de  Valdivielso,  de  los  cuales  son  pertinentes  al  caso 
los  siguientes : 

Echad  mano  a  la  bolsa, 

cara  de  rosa. 
Echad  mano  a  el  esquero 

el  caballero. 

Tanto  el  Diccionario  de  Autoridades,  como  Montoto  y 
la  Academia,  comentan  el  refrán  aceptando  la  explica- 
ción del  primero,  quien  dice : 

Reprendía  a  los  que  son  descuidados  y  que  se  confían  dema- 
siado de  cualquiera,  sin  hacer  caso  de  los  medios  que  dicta  la 
prudencia  y  enseña  la  experiencia. 


—   102   — 

102.  Él  allí,  y  el  can  con  el  hueso. 

Se  aplica  a  quien,  por  sobra  de  cachaza  o  de  curiosi- 
dad, atiende  a  lo  que  no  le  importa,  descuidando  aquello 
que  debe  interesarle.  Abundan,  por  desgracia,  y  más  en 
la  política,  los  que  se  preocupan  en  arreglar  la  casa  aje- 
na, desatendiendo  la  propia. 

103.  El  amor  de  la  mujer  y  el  amor  del  can,  no  valen  nada  si  no 
decís :  tomad. 

Protesto  con  toda  la  energía  de  que  aún  me  siento 
capaz  contra  lo  que  afirma  este  mentiroso  refrán.  Xació, 
sin  duda,  y  creció  en  el  cerebro  del  rufián  acostumbrado 
a  tratar  con  cantoneras,  ignorante  a  la  par  de  las  virtu- 
des perrunas.  La  mujer  honrada  y  el  perro,  siempre  leal, 
no  han  menester  de  dádivas,  la  primera  para  cumplir  con 
sus  deberes,  el  segundo  para  ser  fiel  a  su  amo,  y  «  quien 
dijere  lo  contrario,  miente». 

104.  El  buen  bocado  se  lo  come  el  pero. 

Dicen  los  judíos  españoles  de  Oriente,  suavizándola 
rudeza  de  la  doble  erre. 

Como  en  otras  ocasiones,  canto  la  palinodia,  esto  es, 
con  vergüenza  declaro  que  no  alcanza  mi  penetración, 
¡  si  será  poco  aguda !  ni  el  sentido  recto  ni  el  figurado  del 
refrán. 

105.  El  buen  cazador,  el  señuelo  a  la  caza,  y  los  perros  al 
halcón. 

Así  lo  escribe  Correas,  y  aun  sabiendo  por  haberlo  leí- 
do que  señuelo  era,  antiguamente,  un  cojinillo  de  cuero, 
con  dos  alas  a  los  lados,  que  imitaba  la  forma  de  alguna 
ave  —  léanse  los  tratados  de  Cetrería  —  y  halcón  ave  de 
rapiña,  especie  de  gavilán  que  se  empleaba  para  la  caza, 
confieso  que  no  doy  con  el  significado  metafórico  del  re- 
frán. 

106.  El  caballo  y  el  galgo,  piando. 

Correas  escribe  pando. 

Nüñez  no  se  atreve  a  comentarlo,  porque,  en  verdad, 
ninguno  de  los  dos  animales  pía. 


—   103  — 

4  Estará  el  pando  o  piando  por  piano,  despacio,  en  el 
sentido  de  que  no  conviene  fatigarlos  mucho  %  Kecuérde- 
se  que  en  castellano  tenemos  el  refrán  bien  conocido :  Al 
amigo  y  al  caballo,  no  cansallo. 

107.  Can  con  rabia,  de  su  dueño  traba. 

Dicen  el  D.  de  Autoridades  y  el  Comendador  Griego. 

Ul  perro  con  rabia,  a  su  amo  muerde,  escriben  la  Eeal 
Academia  y  el  presbítero  Sbarbi. 

Can  con  rabia,  a  su  dueño  muerde,  estampa  el  paremió- 
logo  Iñigo  López  de  Mendoza ;  y  finalmente,  he  leído 
también :  Can  con  rabia,  de  su  amo  traba. 

El  ya  mentado  Diccionario  lo  comenta  así  : 

Se  dice  porque,  apurada  la  paciencia  de  alguno  con  inju- 
rias, dispone  la  venganza  de  ellas  la  indignación,  sin  saber 
por  qué,  ni  contra  quién. 

La  Eeal  Academia  y  el  citado  Iñigo  López  de  Mendo- 
za, si  bien  con  distintas  palabras,  vienen  a  decir  lo  mismo. 

En  mis  continuadas  lecturas,  lo  encontré  empleado 
por  Mascías,  el  Enamorado: 

Can  rabioso  e  cosa  braba 
de  sn  sennor  sé  que  traba, 

y  por  autor  anónimo  en  el  Entremés  de  refranes,  que 
Adolfo  de  Castro  atribuye  a  Cervantes. 

Sofía.  —  Vuelve  acá,  pan  perdido,  que  el  perro  con  rabia, 
a  su  dueño  muerde. 

El  Archipreste  de  Hita  en  su  Cantiga  de  los  clérigos  de 
Talavera,  escribe : 

Porque  suelen  decir  que  el  can  con  grand  agosto 
et  con  rabia  de  la  muerte  a  su  dueño  traba  el  rostro. 

Finalmente,  en  M  valiente  negro  en  Flandes,  de  An- 
drés de  Claramonte,  tropecé  con  estos  versos : 

S.  —  Hay  muchos  canes  que  ladran 

y  después  muerden  al  dueño. 
J.  —  Cuando  el  can  muerde  es  con  rabia. 


—  104   — 

108.  El  can  de  buena  raza,  si  hoy  no  caza,  mañana  caza. 

Eefrán  que  da  a  entender,  dice  el  Diccionario  de  Auto- 
ridades, que  el  que  es  bien  nacido,  aunque  tenga  algu- 
nas acciones  traviesas,  al  fin  la  sangre  le  llevará  a  obrar 
con  honra. 

109.  El  can  de  buena  raza,  siempre  ha  mientes  del  pan  e  la 
casa. 

Quizá  porque  con  este  proverbio  comenzó  Fernán 
Gómez  de  Cibdarreal  la  epístola  LXXIX  a  don  Pedro  de 
Stúüiga,  conde  de  Lemos,  1438.  Tal  y  como  queda  es- 
crito lo  publicó  la  Real  Academia  en  la  edición  de  su 
diccionario  de  1783. 

Posteriormente  lo  reformó,  a  mi  entender  erróneamen- 
te, poniendo  «...del  pan  e  de  la  caza».  Digo  errónea- 
mente porque  si  la  misma  Academia  nos  dice  que  el  re- 
frán explica  que  «  el  hombre  honrado  se  acuerda  siempre 
del  beneficio  que  ha  recibido,  i  qué  tiene  que  ver  aquí  la 
caza  ?  El  perro  fiel,  guardián  de  los  bienes  de  su  dueño, 
vigilará,  habrá  mientes,  del  pan  y  del  hogar,  de  la  casa 
que  quedó  a  su  cuidado,  no  de  la  caza  que  está  en  el 
monte.  ¿  í^o  parece  esto  más  lógico  ? 

110.  El  can  en  agosto,  a  su  dueño  se  vuelve  al  rostro. 

Con  tan  imperfecta  forma  gramatical  publica  el  refrán 
Correas,  quien,  con  el  desenfado  propio  en  él,  lo  explica 
así : 

Porque  en  aquel  tiempo  está  gordo,  o  con  agosto,  porque 
con  el  calor  se  le  enciende  la  cólera  y  de  sed  rabia,  y  tam- 
bién sucede  en  tiempo  muy  frío,  porque  se  liielan  las  aguas 
y  no  puede  beber,  y  rabia  por  la  sequedad,  como  en  agosto. 

El  mismo  autor  lo  transcribe  de  las  siguientes  ma- 
neras : 

JEl  can  en  agosto^  a  su  amo  vuelve  el  rostro. 

El  can  en  agosto,  a  su  dueño  se  torna  al  rostro. 

El  can  en  agosto,  a  su  dueño  muerde. 

Entiendo  que  Correas  anduvo  un  tanto  desorientado 
al  transcribir  el  refrán  como  lo  hace,  y  acertado  Valdés 
al  escribirlo:  El  can  congosto  a  su  amo  vuelve  el  rostro. 


—   105  — 

¿  Y  qué  quiere  decir  congosto,  preguntará  el  curioso 
lector  t  Presumo  que  equivale  a  afligido,  congojado,  o 
acongojado ;  que  así  como  de  afligir  nacieron  aflicto  y 
afligido,  de  acongojar  nacerían  congosto  y  congojado. 

El  refrán  debe  advertir  que  cuando  una  persona,  por 
causa  justificada  o  no,  está  contrariada  o  de  mal  talan- 
te, le  vuelve  la  cara  a  cualquiera. 

111.  El  capitán  galgo,  y  los  soldados  liebres. 

Correas  dice  que  significa  que  el  capitán  ha  de  ser 
león  y  los  soldados  ciervos. 

En  sentido  figurado  indicará  probablemente  el  refrán 
que  siendo  diligente  el  dueño  de  casa,  serlo  deben  tam- 
bién sus  subordinados. 

112.  El  galgo  a  su  paso  camina  más;  el  gozque  trotando  se 
queda  atrás. 

Asilo  da  a  conocer  el  Comendador  Griego,  siendo  tan 
claro  su  sentido,  que  no  ha  menester  explicación. 

1 13.  El  galgo  barcino,  o  malo  o  muy  fino. 

líos  cuenta  Bastiis,  que  Barcino  se  llamaba  uno  de  los 
perros  de  caza  de  Felipe  II,  citado  por  Argote  de  Moli- 
na en  su  Discurso  sobre  el  libro  de  la  Montería,  y  Barci- 
no, uno  de  los  dos  famosos  perros  que  dijo  el  Bachiller 
había  comprado  para  guardar  el  ganado,  cuando  se  em- 
peñaban en  que  don  Quijote  se  dedicase  al  pastoreo. 

La  Academia  dice  que  con  este  refrán  se  da  a  enten- 
der que  en  el  galgo  de  este  color  no  hay  medianía. 

También  lo  he  recogido  así  :  Galgo  barcino,  o  muy  be- 
llaco o  muy  fino. 

114.  El  galgo  y  el  gavilán  no  se  quejan  por  la  presa,  sino  por- 
que es  de  su  ralea. 

Se  aplica  este  refrán,  un  tantico  largo,  a  la  gente  baja 
y  de  malas  inclinaciones,  que  hacen  daños,  aun  cuando 
no  tengan  ánimos  de  hacerlos. 

La  explicación  no  será  muy  correcta,  pero  en  cambio 
tiene  la  ventaja  de  ser  académica. 


—  106  — 

115.  El  guzco  al  masiín  ladra. 

Dice  Correas,  por  gozque,  como  por  gozque  dijo  guz- 
que  Baltasar  del  Alcázar  en  su  Diálogo  entre  dos  perrillos. 

Indica  la  frase  que,  aun  en  su  impotencia,  los  peque- 
Sos  se  atreven  con  los  grandes. 

116.  El  hidalgo  y  el  galgo  y  el  talego  de  la  sal,  cabe  el  hueco 
los  buscad. 

Si  trocamos  el  hidalgo  en  hidalgiiejo,  esto  es,  en  no- 
ble arruinado,  comprenderemos  tal  vez  el  sentido  del  re- 
frán, ya  que  los  tres  ocupan  poco  sitio,  los  dos  j)rimeros 
para  no  molestar  muclio  y  lograr  que  su  presencia  pase 
inadvertida. 

117.  El  hidalgo  y  el  galgo,  con  un  papo  harto. 

Publica  el  refrán  el  Comendador  Griego,  sorprendien- 
do, al  menos  a  mí,  que  tanto  en  éste  como  en  el  anterior 
aparezcan  reunidos  el  hidalgo  y  el  galgo,  demostrando 
tal  vez  ambas  frases  populares  que  a  los  hidalgos  se  les 
iba  ya,  por  aquellos  tiempos,  perdiendo  el  respeto  con 
que  de  antiguo  se  les  tratara.  El  predominio  de  la  reale- 
za sobre  los  nobles  que  acariciaba  el  inmortal  Cisneros, 
y  afincara  felizmente  el  primer  Austria,  al  emancipar  a 
los  pecheros  de  la  esclavitud  social  en  que  vivían,  les  dio 
bríos  para  inventar  refranes  como  los  transcritos. 

Que  el  gavilán  con  un  papo  esté  harto  bien  lo  creo, 
mas  no  así  ni  el  hidalgo  ni  el  galgo. 

118.  El  mayor  dolor  que  el  perro  pasa  es  el  primer  viernes 
después  de  Pascua. 

Para  mí  que  el  inventor  de  la  frase  se  equivocó,  pues 
por  buscar  asonante  a  pasa  puso  Pascua  en  lugar  de  An- 
truejo. Que  el  primer  viernes  de  Cuaresma,  y  aun  los  si- 
guientes, el  perro  estuviese  triste  porque  antaño  el  ayu- 
no era  riguroso,  se  explica,  pero  después  de  Pascua  ¿  por 
qué? 

119.  El  pequeño  can  levanta  la  liebre,  y  el  grande  la  prende. 

Y  así  les  ocurre  a  veces  a  muchos  que  no  son  canes. 
Los  modestos,  los  humildes,  los  para  poco,  descubren  un 


—   107  — 

negocio,  saben  de  im  empleo,  se  van  de  la  lengua,  y  ¡  zas! 
viene  un  can  grande,  digo  un  hombre  osado  o  con  fortu- 
na, y  se  lleva  la  tajada  que  el  otro  en  su  inocencia  le 
mostrara. 

120.  El  perro  de  Ecija,  que  mirando  la  luna  se  secó  pensando 
que  era  manteca. 

Y  también  :    ...  quedó  seco,  pensando  que  era  queso. 
Eefrán  aplicable  a  cuantos  fantasean  cosas  imposibles, 
consumiendo  tiempo  y  energía  en  balde. 

121.  El  perro  del  hortelano,  que  ni  come  las  berzas  ni  las  deja 
comer  al  extraño. 

Dicen  Correas  y  el  Comendador  Griego,  y  ambos  lo 
publican  también  de  esta  otra  manera  :  El  perro  del  hor- 
telanOj  ni  hambriento  ni  harto  deja  de  ladrar. 

También  he  recogido  la  siguiente  variante  poco  2iíov- 
tunada,:  Ul perro  del  hortelano,  no  quiere  las  manzanas 
para  si  ni  para  el  amo. 

De  cualquiera  de  estas  maneras,  se  aplica  el  refrán  a 
aquel  que  no  pudiendo  gozar  de  un  bien,  no  consiente 
que  otro  lo  goce. 

Con  el  título  de  Ul  perro  del  hortelano,  tiene  Lope 
una  comedia ;  de  ella  son  los  versos  siguientes : 
Pierdo  el  seso 
de  ver  que  me  está  adorando, 
y  que  me  aborrece  luego. 
No  quiere  que  sea  suyo 
ni  de  Marcela  ;  y  si  dejo 
de  mirarla,  luego  busca 
para  hablarme  algún  enredo. 
No  dudes  :  naturalmente 
es  del  hortelano  el  perro  : 
ni  come,  ni  comer  deja  ; 
ni  está  fuera,  ni  está  dentro. 

Cervantes,  en  el  Entremés  de  la  guarda  cuidadosa,  es- 
cribe : 

...  y  esto  es  cada  día,  porque  todos  los  días  estoy  en  esta 
calle  y  a  su  puerta  ;  porque  soy  su  guarda  cuidadosa  ;  soy,  en 
fin,  el  perro  del  hortelano,  etc. 


—  108   — 

Moreto.  en  su  hermosa  comedia  JSl  desdén  con  el  desdén, 
dice,  acto  III,  escena  III : 

Deja,  señora,  querer, 
si  no  quieres ;  que  esto  es  ser 
el  perro  del  hortelano. 

Y  un  cantar  popular  reza  : 

Ni  tú  comes  ni  yo  como  : 
todo  el  día  estás  rabiando 
y  así  es  que  haces  el  oficio 
del  perro  del  hortelano. 

La  frase  entró,  y  debo  las  dos  siguientes  citas  a  Carlos 
Rozan,  en  la  literatura  francesa,  traducidas,  supongo, 
por  el  citado  señor. 

Pero,  señora  —  dice  Morón  a  la  princesa  de  Elida  —  si  él 
os  amase,  vos  no  le  querríais,  y,  sin  embargo,  no  queréis  que 
sea  de  otra.  Eso  es  hacer  exactamente  lo  que  el  perro  del  hor- 
telano. 

(Moliere.) 

Chateaufort  puso  la  mano  sobre  el  respaldo  de  la  silla,  la 
colocó  sobre  un  solo  pie  y  la  mantuvo  en  equilibrio.  Era  evi- 
dente que  pretendía  guardarla,  como  el  perro  del  hortelano 
guardaba  el  arca  de  avena. 

(Mérimée,  Double  meprise.) 

Con  perdón  del  ilustre  hispanista,  le  diré  que  malogró 
el  sentido  del  refrán,  haciendo  al  perro  guardador  de 
avena  que...  no  come. 

122.  El  perro  en  el  hueso  —  otros  dicen  queso  —  y  la  gata  en  el 
mueso. 

Mueso  es  voz  antigua  que  significó  bocado  —  mos  en 
catalán  —  aquí  está,  sin  embargo,  por  pulpa,  tanto  que 
hay  otro  refrán  que  dice :  La  leche  sale  del  mueso,  no  del 
hueso.  Y  véase  cómo  los  que  cambien  güeso  por  queso, 
estropean  el  refrán. 

123.  El  perro  lanudo,  muérese  de  hambre  y  no  le  ve  ninguno. 

Y  también  :  Perro  lanudo,  muerto  de  hambre  y  no  creí- 
do de  ninguno. 


—  109  — 

Me  economizaré  la  glosa  de  refrán  tan  antiguo,  dando 
a  conocer  una  variante  moderna  :  La  persona  sanguínea 
y  el  perro  lanudo,  primero  muertos  que  lo  vea  ninguno. 

O  como  dice  el  Comendador  Griego  :  Hombre  bermejo  y 
perro  lanudo,  antes  muerto  que  conocido,  esto  es,  que  se 
conozca  que  van  o  morir. 

124.  El  perro  medroso  ladra  ai  toro  y  vase  dei  coso. 

Va  el  refrán  contra  quienes  son  largos  de  lengua  y 
cortos  de  valentía,  dos  extremos  que  suelen  juntarse.  Va- 
riante de  él  es  el  siguiente :  Mal  ladra  el  perro  cuando 
ladra  de  miedo. 

Otros  dicen  :  Más  ladra,  etc.,  denotando  que  a  los  bra- 
vucones se  les  va  toda  la  fuerza  por  la  boca. 

125.  El  perro  mi  amigo,  la  mujer  mi  enemigo. 

Agregando  el  Comendador  Griego  :  el  hijo  mi  señor. 

No  doy  con  el  significado  del  dicho  popular.  Compren- 
do que  se  busque  la  amistad  del  perro,  pero  no  la  ene- 
mistad de  la  mujer.  ¿Será  algún  anacoreta  el  inventor 
de  la  frase,  por  aquello  de  que  las  mujeres  son  diablos 
con  faldas?  Bien  pudiera  ser. 

126.  El  perro  nuevo  y  el  niño,  vánse  para  quien  les  hace  mimos. 

La  inconsciencia  del  cachorro  y  del  infante,  esa  in- 
consciencia lógica  en  la  primera  edad,  hace  que  uno  y 
otro  se  arrimen  a  quien  los  acaricie.  Ya  aprenderán,  el 
perro  cuando  lo  sea  y  el  niño  al  llegar  a  hombre,  que  hay 
mimos  y  mimos,  y  que,  por  lo  tanto,  conviene  distin- 
guir, como  dice  el  zarzuelero. 

127.  El  perro  se  revuelca  en  la  carne  muerta. 

Dicho  así,  de  manera  tan  terminante,  no  me  parece 
verdad.  Ocurre  con  los  perros  lo  que  con  las  personas, 
los  hay  instintivamente  limpios  y  otros  sucios  en  extre- 
mo. Perro  tuve  yo,  el  Sultán,  que  se  complacía  en  revol- 
carse en  inmundicias,  y  perra,  la  Mis,  que  esquivaba 
toda  suciedad,  al  extremo  de  no  pisar  ni  una  baldosa 
mojada. 


—  lio  — 

128.  El  perro  viejo,  no  ladra  en  vano. 

Si  el  ladrido  desde  el  hogar  es  un  aviso,  bien  se  pare- 
ce el  can  ya  viejo  a  la  persona  anciana  que  no  en  vano 
avisa  a  la  juventud,  guiada  por  la  experiencia,  los  peli- 
gros que  la  cercan.  (Ver  :  Sé  que  el  perro  viejo  non  ¡adra  a 
tocón.) 

129.  El  perro  viejo,  si  ladra  da  consejo. 

Así  registra  el  Comendador  Griego  este  refrán  muy 
parecido  al  anterior. 

130.  El  perro  y  el  gato  comen  lo  más  guardado. 

Esto  sucederá  en  los  hogares  en  que  tienen  a  los  ani- 
males a  menos  de  media  ración  por  hocico.  Sin  embar- 
go, la  experiencia  me  ha  demostrado  —  ¡  si  serán  los  ca- 
nes parecidos  a  los  hombres !  —  que  hay  perros  honra- 
dos y  perros  ladrones.  Tengo  ahora  uno  que  es  muy 
aficionado  al  robo,  un  verdadero  caco. 

131.  El  que  ha  de  besar  el  perro  en  el  c...,  no  ha  menester  lim- 

piarse mucho. 

Así  lo  registra  el  Comendador  Griego,  y  va  el  refrán 
contra  los  que  fingen  excesiva  escrupulosidad. 

132.  El  que  nos  vendió  el  galgo. 

Así  lo  publican  el  Diccionario  de  Autoridades  y  el  de 
la  Eeal  Academia;  en  cambio  Correas  lo  escribe  así :  Ul 
que  nos  vendió  el  galgo,  y  se  quedó  con  la  cadena. 

Y  también  :  DI  señor  que  nos  vendió  el  galgo,  zanquicor- 
to  y  rabilargo. 

De  las  dos  explicaciones  que  tengo  a  la  vista,  copio  la 
mejor,  a  mi  juicio,  la  del  Diccionario  de  Autoridades; 
reza  así : 

Frase  con  que  se  significa  estar  muy  bien  conocida  la  per- 
sona, por  alguna  cosa  que  ha  hecho  mala,  y  le  han  cogido 
en  ella. 

La  viuda  y  el  que  nos  vendió  el  galgo,  dijo  el  bienhadado 
del  novio,  se  dieron  sendos  remoquetes. 

(Quevedo.) 


—  111  — 

133.  Ei  sueño  del  perro. 

Se  emplea  generalmente  con  el  verbo  volverse^  y  así  se 
dice  :  Volvérsele  el  sueño  del  perro,  que  equivale  a  malo- 
grársele a  alguien  lo  muy  esperado,  especialmente  cuan- 
do para  ello  no  había  fundado  motivo. 

134.  Embestir  como  dogos. 

Sabida  la  fiereza  de  estos  animales  cuando  están  en- 
colerizados, la  frase  denota  que  dos  que  riñen  se  embis- 
ten crudamente  y  con  ánimo  de  matarse,  por  lo  enojados 
que  están  de  sí. 

135.  En  dando  en  que  el  perro  ha  de  rabiar,  rabia. 

Otros  invierten  la  última  parte  y  dicen:  ...el perro 
rabia  ha  de  rabiar. 

¡Qué  gran  verdad  entraña  esta  frase  proverbial!  Por- 
que lo  evidente  es  que  el  común  de  los  mortales  somos 
lo  que  quieren  aquellos  que,  por  cualquier  cincunstancia, 
ejercen  imperio  sobre  nosotros;  y  así  sabe  el  vulgo,  y  la 
Real  Academia  lo  «  advierte  el  riesgo  de  que  caiga  en 
un  vicio  o  falta  aquél  a  quien  se  le  atribuye  con  insis- 
tencia». 

136.  En  diciembre  siete  galgos  a  una  liebre,  y  ella  vase  por 
do  quiere. 

Por  asegurar  la  experiencia  de  los  cazadores  que,  er. 
dicho  mes,  si  los  galgos  por  el  frío  andan  entumecidos, 
en  cambio  las  liebres  se  sienten  más  corredoras  y  li- 
geras. 

137.  En  el  mes  de  mayo,  el  mastín  es  galgo. 

Comentando  este  refrán,  Correas  lo  explica  así,  inten- 
tando enmendar  la  plana  al  vulgo  : 

Porque  con  la  quesería  engorda  y  está  corredor,  y  lo  con- 
trario puede  ser,  porque  sale  del  invierno  flaco,  hecho  galgo: 
mejor  lectura  es  el  «  En  el  mes  de  mayo  es  mastín  el  galgo  » 
porque  engorda,  y  para  decir  que  uno  está  gordo  y  corpulento 
decimos  :  está  hecho  un  mastín  y  del  flaco,  que  está  hecho  un 
galgo. 


—   112  — 

138.  En  enero  no  hay  galgo  lebrero,  si  no  es  el  cañamero. 

Lo  que  decir  quiere  que  en  aquel  mes,  en  Europa,  de- 
ben cazarse  las  liebres  con  red  de  cáñamo,  cañamero^ 
pues  los  galgos  andan  por  aquellos  días  muy  torpes. 

Son  variantes  de  este  refrán,  los  dos  siguientes  : 

Un  enero,  ni  galgo  lebrero,  ni  azor  perdigtiero. 

En  enero,  ni  galgo  lebrero,  ni  halcón  perdiguero. 

En  cualquiera  de  las  tres  formas,  claramente  indica  el 
refrán  que  durante  el  citado  mes  no  debe  cazarse  con 
galgos. 

139.  En  enero  y  febrero  busca  la  sombra  el  perro,  en  marzo 
búscala  el  asno. 

Porque,  según  Correas,  en  estos  meses  abre  el  tiempo 
con  asomos  de  la  primavera. 

140.  En  febrero  busca  la  sombra  el  perro. 

Otros  agregan  :  Y  en  marzo,  el  perro  y  su  amo. 

En  Andalucía  dicen :  3n  febrero  busca  la  sombra  el 
perro,  la  vaca  y  el  carnero,  y  el  cochino  el  aguacero. 

Y  en  Madrid  :  En  febrero,  busca  la  sombra  el  perro,  a 
lo  último,  no  a  lo  primero. 

Debo  estas  dos  citas  a  C.  Puente  y  Ubeda. 

Cejador  nos  participa  que  en  Toledo,  el  refrán  toma 
esta  forma  :  En  febrero  busca  la  sombra  el  perro,  pero  no 
todo  el  mes  entero 

141.  En  febrero  siete  galgos  a  un  lebrero,  y  en  mayo  siete  lie- 
bres a  un  galgo. 

Cejador  explica  así  esta  frase : 

En  febrero,  enjutos  los  campos  y  fuertes  las  liebres  más 
que  en  enero,  basta  un  lebrero  para  dar  con  ellas,  pero  Lacen 
falta  galgos  para  alcanzarlas.  En  majo,  con  la  fatiga  del  ca- 
lor, del  celo  pasado  y  la  querencia  de  los  hijos,  se  resisten  a 
abandonar  las  carnadas,  y  pronto  las  cogen  hasta  los  pastores 
sin  galgos. 

142.  En  febrero  veinte  pies  salta  la  liebre  en  el  sendero;  pero 
si  al  galgo  le  dan  pan  duro,  salta  veintiuno. 

Refrán  que  bien  vale  :  Mucho  s((lta  la  liebre,  pero  más 
el  galgo  que  la  prende,  suponiéndose  que  siempre  hay 


—   113  — 

quien  nos  puede  vencer,  aun  en  aquello  en  que  nos  cree- 
mos invencibles. 

143.  En  fucia  del  can,  el  lobo  en  paliero  man. 

Correas  explica  así  este  enigmático  refrán  : 

El  asturiano,  «  En  fucia  del  perro,  el  lobo  duerme  en  el 
pajero»;  inan  estáse  o  duerme,  que  no  se  ha  de  descuidar  el 
hombre  de  ver  por  sus  ojos  lo  que  conviene. 

144.  En  la  cama  del  can  no  busques  el  pan,  ni  en  el  hocico  de 
la  perra  la  manteca. 

Kefrán  que  equivale  a  la  tan  conocida  frase:  Buscar 
cotufas  en  el  golfo. 

145.  En  Viseo,  el  can  al  conejo  y  el  hombre  al  consejo. 

Aun  cuando  el  nombre  del  pueblo  está  impuesto  por 
la  asonancia,  el  refrán  indica  claramente  que  cada  uno  a 
lo  suyo.  Es  hermano  por  consiguiente  de  El  hombre  en 
plaza  (a  sus  quehaceres)  y  la  mujer  en  casa. 

146.  Es  de  la  casta  de  perro  tierno,  que  se  descostilla  dur- 
miendo. 

Se  aplica  el  refrán  a  los  delicados  que  se  quejan  sin 
motivo  por  cosas  de  poca  o  ninguna  importancia. 

Cejador  substituye  perro,  por  Pero,  así  con  mayúscula. 

147.  Eso  se  quiere  el  perro,  cada  día  un  dueño. 

Terrible  calumnia  contra  tan  fiel  animal,  que  prefiere 
pan  y  migas  con  que  lo  mantiene  su  dueño  pobre,  a  los 
buenos  bocados  y  golosinas  con  que  le  brinda  el  foras- 
tero rico,  consecuencia  que  he  oído  censurar  por  cuan- 
tos tienen  su  corazón  en  el  estómago. 

148.  Es  tan  lejano,  que  no  le  alcanzaría  un  galgo. 

Expresión  familiar,  dice  Sbarbi,  con  que  se  suele  pon- 
derar lo  distante  de  algún  parentesco. 

149.  Estar  hecho  un  galgo. 

Frase  que  se  aplica  al  que  está  muy  flaco. 

150.  Estar  hecho  un  mastín  o  un  sabueso. 

Se  dice,  en  oposición  al  anterior,  del  que  está  gordo  y 
corpulento. 


—  114  — 

151.  Estimarle  en  el  baile  del  perro. 

Frase  de  Galindo  que  recoge  Cejador,  añadiendo :  Los 
perrillos  de  lujo  que  llevan  las  mujeres;  dícelo  en  menos- 
precio del  agasajo  y  adulaciones  que  nos  hace  el  inútil. 

152.  Febrero,  cara  de  perro. 

Dicho  de  Albacete,  según  el  ya  citado  Puente  y  Ube- 
da,  quien  agrega : 

Los  gallegos  versifican  el  refrán  registrado  por  Correas  de 
la  manera  siguiente  : 

Febreriño  corto 
c'os  seus  días  veintioto; 
8i  duraras  mais  catro 
non  paraba  can  ni  gato. 

Correas  escribió : 

Febrerillo  corto 
con  sus  días  veintiocho, 
si  tuvieras  más  cuatro 
no  quedara  perro  ni  gato. 

153.  Galgo  que  muchas  liebres  levanta,  ninguna  mata. 

Por  aquello  de  quien  mucho  abarca,  poco  aprieta,  ya 
que  por  querer  atender  a  todas  no  da  caza  a  ninguna. 

154.  Guárdate  Dios  de  perro  lebrel,  y  de  casa  torre  y  de  rabí- 
dueña  mujer. 

Correas,  con  su  habitual  desenfado,  y  en  alas  de  su 
fantasía,  comenta  la  consejera  frase  de  este  modo  : 

El  lebrel  es  muy  corredor  y  costoso;  de  pobres  hidalgos  o 
escuderos  que  viven  casa  y  torre,  no  suele  haber  buena  vecin- 
dad ;  rabidueija  llaman  por  desdén,  a  la  mujer  entre  ciudadana 
o  hidalga,  y  suelen  ser  enfadosas  con  necesidades  y  presun- 
ción. 

Dejóle  al  ilustrado  fraile  toda  la  responsabilidad  de 
sus  afirmaciones. 

155.  Guarte  de  fraile  y  de  can  que  estar  atado  sale. 

Refrán  que  no  conocía  cuando  publiqué  mi  libro  La 
Religión  en  el  Idioma,  y  que  nos  recuerda  dos  cosas  dig- 


—  115  — 

ñas  de  no  ser  olvidadas,  y  es  que  en  aquellas  épocas  de 
atronador  obscurantismo  (?),  el  pueblo,  si  respetaba  mu- 
cho las  verdades  del  catolicismo,  no  desconocía  los  de- 
fectos o  vicios  de  algunos  clérigos.  Buena  prueba  de  ello 
es  el  sin  fin  de  refranes  inventados  por  el  vulgo  para  ri- 
diculizar a  cuantos  clérigos  o  frailes  no  cumplían  con  su 
deber.  En  la  segunda  parte  el  refrán  advierte  que  no  es 
prudente  ponerse  al  alcance  del  perro  que  se  suelta  des- 
pués de  haberlo  tenido  atado  todo  el  día. 

Variante  de  este  reñ-án  es  el  siguiente,  más  antiguo  a 
juzgar  por  su  forma  :  Guarte  de  frade  e  de  can  que  sai  de 
grade. 

156.  Hacer  como  los  perros  grandes  con  los  chicos. 

Esto  es,  no  hacerles  caso,  porque  a  la  postre,  entre 
perros,  la  altura  y  la  corpulencia  física  son  cosas  dignas 
de  tenerse  en  cuenta;  pero  que  el  necio  trocado  en  sabio 
por  veleidades  de  la  loca  fortuna,  se  crea  con  suficiencia 
para  mirar  por  encima  del  hombro  a  quienes  cerebral- 
mente  valen  más  que  él,  esto  sólo  se  ve  en  la  especie  ani- 
mal llamada  hombre. 

157.  Hacer  la  misma  falta  que  los  perros  en  misa. 

Dícese  del  apocado  o  del  inoportuno,  cuya  presencia 
estorba  en  una  reunión. 
Un  cantar  turolense  dice  : 

Es  la  mujer  para  el  hombre 
una  cosa  tan  precisa, 
que  nos  hace  tanta  falta 
como  loa  perros  en  misa. 

(Yer  en  el  Glosario  la  voz  Perrero.) 

158.  Hacer  la  rosca  del  galgo. 

Equivale  a  buscar  lugar  para  dormir,  como  el  galgo 
que  da  varias  vueltas  antes  de  echarse. 

Eefiriéndose  a  estas  vueltas  escribió  Hernán  López  de 
Yanguas  la  siguiente  cuarteta  no  exenta  de  gracia : 

¿Por  qué  cuando  se  echa  el  can 
da  vueltas  de  tal  manera? 


—  116  — 

Porque  no  sabe  do  están 
los  pies  ni  la  cabecera. 

Esta  misma  idea  tuvo  Covarrubias  al  escribir,  sin  que 
se  me  alcance  lo  de  la  etimología,  lo  siguiente  : 

La  etimología  del  perro,  declarémoslo  por  nna  pregunta  que 
se  suele  hacer  en  las  aldeas  :  ¿Por  qué  el  perro  cuando  se  quie- 
re echar  da  vueltas  a  la  redonda?  Respóndese  por  vía  de  pa- 
satiempo (lue  anda  a  buscar  la  cabecera. 

159.  Hace  un  frío  que  se  va  a  mear  ia  perra. 

Dicen  en  Córdoba,  de  España,  por  creerse,  y  en  esto 
no  andan  tal  vez  equivocados,  que  perros,  y  aun  perso- 
nas agrego,  orinan  más  cuanto  más  frío  hace. 

160.  Hambre  y  valentía,  como  perro  de  pastor. 

Bravos  son  los  perros  guardadores  de  ganado,  y  en 
cuanto  a  hambre,  probable  es  que  mantengan  con  ella 
estrechas  relaciones.  En  esto  el  j)erro  se  diferencia  del 
hombre,  ya  que  en  el  ser  humano  el  hambre  llega  a  co- 
merse hasta  ia  valentía. 

161.  Hete  allí,  el  perro  con  el  hueso. 

Se  dice  cuando  se  sorprende  a  uno  ocupado  en  lo  que 
más  le  interesa. 

162.  Hinchar  un  perro. 

Entre  gentes  leídas  y  no  leídas,  se  oye  a  cada  paso  : 
«no  hinches  el  perro»,  esto  es,  no  abultes,  porque  esto 
vale  en  sentido  metafórico  hinchar.  Así  pudo  decir  Cer- 
vantes : 

Del  conocimiento  saldrá  el  no  hincharte,  como  la  rana  que 
quiso  igualarse  con  el  buey. 

(Don  Quijote,  parte  II,  cap.  XLII.) 

Oigamos  al  mismo  Cervantes,  quien  nos  explicará  la 
historia  de  esta  frase  en  el  Prólogo  de  la  parte  II  del 
Quijote : 

Había  en  Sevilla  un  loco  que  dio  en  el  más  gracioso  dispa- 
rate y  tema  que  dio  loco  en  el  mundo.  Y  fué  que  hizo  un  ca- 
ñuto de  caña,  puntiagudo  en  el  fin,  y  en  cogiendo  algún  perra 


—   117  — 

en  la  calle  o  en  cualquiera  otra  parte,  con  él  un  pie  le  cogía 
el  suyo,  y  el  otro  le  alzaba  con  la  mano,  y  como  mejor  podía 
le  acomodaba  el  cañuto  en  la  parte  que  soplándole  le  ponía 
redondo  como  una  pelota ;  y  en  teniéndole  de  esta  suerte  le 
daba  dos  palmaditas  en  la  barriga,  y  le  soltaba  diciendo  a  los 
circunstantes  (que  siempre  eran  muchos)  :  «  ¿  Pensarán  vuesas 
mercedes  ahora  que  es  poco  trabajo  hinchar  un  perro?»  Agre- 
gando el  héroe  en  Lepanto  :  «  ¿  Pensará  vuesa  merced  ahora 
que  es  poco  trabajo  hacer  un  libro  ?  » 

Porque  tiene  sus  bemoles  hacer  un  libro,  que  diga 
algo,  pudo  escribir  Pereda,  con  disculpable  orgullo,  en  el 
Prólogo  de  Sotileza,  si  no  recuerdo  mal :  «  que  no  es  para 
todos  la  tarea  de  hinchar  perros  de  esta  catadura». 

163.  Ya  están  aquí  San  Roque  y  su  perro. 

Dícese  de  cualquier  persona  que  siempre  va  acompa- 
ñada del  mismo  pariente  o  amigo,  por  alusión  a  la  ima- 
gen de  aquel  santo  a  quien  pintan  con  el  can. 

Tiene  el  mismo  significado  que  Torqnemada  y  su  asno, 
del  que  ya  hablé  en  mi  Asnología. 

164.  Si  soy  como  perro  con  vejiga,  que  nunca  falta  un  Gil  que 
me  persiga. 

Por  la  costumbre,  durante  los  días  de  antruejo,  de  mo- 
lestar a  los  perros. 

Gil  está  por  tonto,  y  en  tal  sentido  se  usa  también 
aquí. 

Véase  Como  perro  con  vejiga,  maza  o  calabaza. 

165.  Ir  como  perro  con  cuerno. 

Frase  equivalente  a  huir,  correr,  salir,  como  decimos 
por  estos  pagos  :  «  como  rata  por  tirante  ». 
Se  inventó  la  frase  por  Carnaval. 

166.  irse  con  el  rabo  entre  piernas. 

Vale  alejarse  vencido,  hostigado,  como  perro  que  huye 
de  los  animales  llamados  hombres. 

167.  Jamás  llegues  a  parar  donde  veas  perro  flaco. 

Saludable  consejo,  pues  generalmente  por  el  aspecto 
físico  de  sirvientes  y  animales  se  deduce  la  tacañería  o 
generosidad  del  dueño  de  casa. 


—   118  — 

168.  Jugar  una  perrada. 

Frase  fiourada  y  familiar  que  vale  ejecutar  una  mala 
acción,  esto  según  los  hombres;  a  bien  que  cuando  los 
canes  advierten  una  villanía  entre  seres  racionales,  dirán 
para  su  coleto :  «  Este  lia  jugado  una  hombrada.  » 

169.  Justicia  de  Jimaranes,  dejan  los  hombres  y  prenden  los 
canes. 

No  conozco  el  pueblo  de  Jimaranes,  pero  sé  que  existe 
Jimarás,  que  bien  puede  haberse  trocado  en  Jimaranes 
por  la  consonancia. 

El  sarcástico  refrán  se  parece  a^^or  dar  en  el  asno  dar 
en  el  albarda  (1). 

170.  La  cola  del  perro  de  Alcibiades. 

Frase  que  se  emplea  referente  a  un  asunto  de  poca 
monta  inventado  para  distraer.  Su  origen  es  el  siguiente : 

El  célebre  general  ateniense  tenía  un  hermoso  perro 
que  le  había  costado  sesenta  minas  (unos  600  pesos  oro), 
y  un  día  se  le  antojó  cortarle  la  cola  que  era  su  más  bello 
adorno.  Sus  amigos  reprobaron  esta  acción,  diciéndole 
que  todo  el  mundo  la  condenaba  y  se  ocupaba  de  ella. 
«  Pues  esto  era  precisamente  lo  que  yo  me  había  pro- 
puesto y  deseaba  —  contestóles  riendo  Alcibiades,  —  por- 
que mientras  se  entretendrán  estos  gaznápiros  con  este 
hecho,  me  dejarán  a  lo  menos  en  paz,  y  no  se  meterán  en 
averiguar  otras  acciones  mías.  » 

j  Cuántas  supuestas  conspiraciones  no  son  en  el  fondo 
más  que  la  cola  del  perro  de  Alcibiades  ! 

171.  Ladrar  a  la  luna. 

Equivale  a  perder  el  tiempo  lastimosamente.  Es  frase 
aplicable  a  los  gozquecillos  literarios,  empeñados  en  cri- 
ticar lo  que  no  entienden. 

He  leído  que  los  persas  dicen  así  la  frase :  Un  vano 
ladran  los  perros  a  la  luna,  no  por  eso  hade  brillar  menos. 

Samaniego  termina  con  la  siguiente  sentencia  su  fá- 
bula M  cazador  y  el  perro  : 

(1)  Ver  en  el  capítulo  De  algunos  perros  célebres,  el  perro  ajuaticiado. 


—   119  — 

Es  ladrar  a  la  luna 

el  alegar  servicios  al  ingrato, 

172.  Ladrar  el  estómago. 

Frase  que  vale  tener  hambre,  siu  duda  porque  el  perro 
ladra  cuando  ve  comer  y  no  le  dan. 

173.  Ládreme  el  perro  y  no  me  muerda. 

Él  amenaza  —  dice  así  en  castellano  antiguo  Iñigo  López  de 
Mendoza  —  que  no  trae  ejecución,  pone  poco  o  ningún  temor. 

Si  a  eso  llegamos,  malo  ha  de  ser  para  mí,  según  hoy  está 
picada :  pero,  ládreme  el  perro  y  no  me  muerda. 

(Comedia  de  Mifrosina.) 

174.  La  galga  de  Lucas. 

Expresión  figurada  y  familiar  con  que  se  da  a  enten- 
der, según  Montoto,  que  alguno  falta  en  la  ocasión  for- 
zosa. 

El  padre  Sbarbi,  que  trae  así  la  frase :  Se  parece  a  la 
galga  de  Lucas,  es  más  claro  en  la  glosa  cuando  escribe : 

Dícese  de  aquel  que  desaparece  en  la  ocasión  que  más  nece- 
sidad se  tiene  de  él. 

En  Andalucía  se  dice :  Los  galgos  del  tío  Lucas,  y  de 
éstos  se  cuenta  que  se  ponían  a  orinar  cuando  veían  las 
liebres. 

175.  ¡  La  gran  perra! 

Exclamación  vulgarota  de  asombro  o  de  ira,  que,  por 
desgracia,  se  escapa  de  los  labios  de  personas  al  parecer 
bien  educadas. 

176.  La  liebre  parida  y  la  galga  salida. 

Para  denotar  que  ambos  animales  en  tal  estado  corren 
más;  la  liebre  porque  teme  por  sus  hijos,  y  la  galga  por- 
que el  celo,  espoleando  su  nerviosidad,  acelera  su  corrida. 

177.  Lamer  como  un  perro. 

Se  emplea  en  sentido  de  zalamear,  para  aplacar  el  eno- 
jo. Sabido  es  que  el  perro,  enemigo  del  rencor  que  embru- 
tece a  los  hombres,  lame  la  mano  del  dueño  después  de 
éste  haberle  castigado. 


—  120  — 

178.  La  mujer  y  la  galga,  en  la  manga. 

El  Diccionario  de  Autoridades  da  como  explicación 
de  este  refrán  la  siguiente  : 

Explica  que  en  la  mujer  es  gracia  el  ser  delgada  y  adamada, 
por  analogía  a  la  galga.  Otros  quieren  que  denote  el  cuidado 
con  que  debe  ser  guardada. 

179.  Las  copias  del  perro  de  alba. 

Por  cosa  de  poco  valor. 

Son  vulgares  y  tratan  de  una  querella  de  los  judíos 
contra  el  perro  de  Antón  gentil,  porque  los  mordía  y  des- 
garraba la  ropa,  y  no  a  los  cristianos;  como  que  los  sabía 
diferenciar.  (Para  la  bibliografía  de  estas  coplas  véase 
Cejador,  Fraseología,  1. 1,  pág.  337  y  el  capítulo  De  algu- 
nos perros  célebres.) 

180.  Las  fiestas  que  hago  al  perro  son  para  su  dueño. 

Refrán  hermano  gemelo  de  la  frase  tan  conocida  :  Ado- 
rar al  santo  por  la  peana. 

181.  Las  llaves  en  la  cinta,  y  el  perro  en  la  cocina. 

Dícese,  según  Sbarbi,  de  las  personas  que  siendo  muy 
descuidadas  afectan  ser  muy  cuidadosas. 

182.  Los  canes  de  Zorita,  no  teniendo  a  quien  morder,  uno  a 
otro  se  mordían. 

Así  registra  el  refrán  el  Diccionario  de  Autoridades. 

Véanse  ahora,  antes  de  recoger  comentos,  las  varian- 
tes que  pude  encontrar. 

Los  perros  de  Zurita,  etc. 

Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mucha  grita. 

Los  perro,  de  (^orita,  pocos  y  mal  avenidos. 

Gomo  los  perros  de  Zorita,  que  cuando  no  tienen  a  quien 
morder,  se  muerden  unos  a  otros. 

En  papel  antiguo  leo  : 

En  Zorita,  fortaleza  de  Calahorra,  tenían  los  comendadores 
unos  perros  veladores  y  de  ayuda  contra  los  moros  fronteros. 

En  el  Diccionario  de  Autoridades,  edición  príncipe  y 
única,  de  mi  propiedad,  en  letra  manuscrita,  a  mi  pare- 


121 


cer  del  siglo  xviii,  se  lee  al  pie  de  la  columna  eu  que 
figura  la  palabra  Zorita  :  «Este  refrán  tuvo  su  origen  de 
los  perros  de  una  torre  que  está  junto  a  Cañete  la  Eeal, 
donde  oí  contar  el  origen  de  este  refrancillo.  » 

Iñigo  López  de  Mendoza  lo  explica  así :  «  Donde  hay 
discordia,  ningún  bien  se  halla.  » 

Sbarbi,  el  célebre  paremiólogo,  que  con  tan  sabrosos 
trabajos  ha  enriquecido  esta  rama  de  la  literatura  popu- 
lar, comentando  este  refrán,  dice  : 

Significa  que  los  maldicientes  y  de  genio  avieso,  cuando  no 
tienen  de  quien  decir  o  a  quien  hacer  mal,  de  sí  mismos  lo 
hacen  o  dicen.  Trae  su  origen  de  que  un  alcalde  de  Zurita 
tenía  unos  perros  muy  bravos,  que  estaban  de  día  atados  y 
sólo  los  soltaba  de  noche :  y  cuando  no  encontraban  persona 
alguna  en  la  calle  a  quien  morder,  se  mordían  unos  a  oíros. 

Como  Sbarbi  es  quien  registra  el  refrán  de  este  modo : 
«  Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mal  avenidos  »,  al  comen- 
tario anterior  agrega : 

Esta  circunstancia  aclaratoria  del  refrán  susodicho  la  sue- 
len manifestar  algunos  en  la  forma  siguiente  :  que  no  tenien- 
do a  quien  morder,  unos  a  otros  se  mordían. 

Narciso  Campillo,  en  un  largo  escrito  que  vio  la  luz 
en  el  Almanaque  de  la  Ilustración  española  y  americana, 
<le  1889,  titulado  M  perro,  escribió  al  respecto : 

Este  Zurita  fué  cierto  alcalde  que  tenía  unos  mastines  muy 
bravos  :  atábalos  de  día  y  los  soltaba  de  noche  por  el  lugar : 
mas  no  hallando  a  quien  morder,  se  mordían  y  destrozaban 
unos  a  otros. 

Que  el  pueblo  llamado  Zorita  de  los  Canes  fuese  el 
Zorita  de  los  Canos,  como  quiere  Cejador,  no  he  de  dis- 
cutirlo, y  que,  por  sonsonete,  los  Canos  se  trocasen  en 
Canes  y  más  tarde  en  perros,  bien  puede  ser.  Lo  que  ya 
no  me  explico  tan  satisfactoriamente,  es  que  éstos,  por 
el  mero  hecho  de  cazar  zuritas,  léase  palomas,  se  convir- 
tieran en  carniceros  unos  de  otros. 

Nótense  las  diversas  formas  dadas  por  el  vulgo  al 


—  122   — 

refrán,  y  para  ninguna  de  ellas  hallaremos  explicación 
conveniente.  El  título  Los  perros  de  Zorita,  dado  por  Ce- 
jador  a  su  artículo,  le  sirvió  para  legitimar,  no  el  origen 
del  refrán,  sino  el  cambio  de  Canos  en  Canes  y  más  tarde 
en  perros.  Su  estudio  no  es  paremiológico,  sino  más  bien 
etimológico  y  geográfico. 

Escrito  lo  anterior,  tropiezo  en  el  Cancionero  de  Anto- 
nio Montoro,  con  la  siguiente  cuarteta  que  encierra  idea 
digna  de  ser  tenida  en  cuenta,  ya  que  el  Ropero  de  Cór- 
doba era  judío : 

Dimos  al  Hijo  de  Dios 
aquella  muerte  contrita, 
y  ora  somos  nos  con  nos 
los  perrillos  de  Zorita. 

es  decir,  mal  avenidos. 

Eesumen  de  tanto  palabreo  es  que  los  indoctos,  des- 
pués de  tanta  lectura,  nos  quedamos  sin  saber,  a  ciencia 
cierta,  el  origen  del  refrán. 

183.  La  viña  del  cerro,  cávanla  ciento,  y  vendimíala  un  perro. 

Cuesta  mucho  trabajo  plantar  y  cuidar  una  viña  en 
un  cerro,  pues  las  aguas  al  descender  arrasan  lo  que  en- 
cuentran, de  ahí  que  el  fruto  de  tales  plantaciones  sea 
escaso. 

184.  Magdalena  el  gato  te  come  la  cena,  y  el  perro  la  merienda. 

Así,  sin  comentarios,  lo  publica  Correas,  suponiendo 
que  el  refrán  puede  aplicarse  a  las  personas  desdicha- 
das, a  aquellas  a  quienes  todo  les  sale  mal. 

185.  Marzo,  marcero,  por  la  mañana  rostro  de  perro,  y  por  la 
noche  valiente  mancebo. 

Indica  el  refrán  que  el  mes  de  marzo,  en  Europa,  co- 
mienza siendo  frío  y  molesto  y  acaba,  al  acercarse  abril, 
con  temperatura  agradable. 

186.  Más  agrio  que  un  perro. 

Lógica  ponderación,  ya  que  este  animal  es  poco  ami- 
go de  los  forasteros,  a  quienes  suele  poner  cara  de  perro. 


—   123   — 

Esta  y  otras  frases  ya  registradas  demuestran  que  el 
querido  cuadrúpedo  no  es  hipócrita. 

187.  Más  astuto  que  el  perro  de  Escoriza. 

«  Es  de  advertir  —  nos  refiere  Torres  de  Villarroel  — 
que  éste  era  un  perro  que  el  martes  de  carnestolendas 
se  salía  del  lugar,  y  no  volvía  hasta  el  miércoles  de  ce- 
niza, porque  no  le  manteasen.  » 

No  anduvo  acertado  el  Piscator  de  Salamanca,  al  ex- 
plicar esta  frase  ya  que,  según  él,  el  famoso  perro  sólo 
un  día  se  alejaba  del  peligro.  La  inteligencia  del  can  se 
pone  más  de  relieve  si  se  lee  la  frase  como  la  escribe 
Correas  :  Como  el  perro  de  Escoriza  que  huía  el  antruejo 
y  volvía  el  miércoles  de  ceniza. 

Se  aplica  a  los  que  huyen  del  peligro,  regresando 
cuando  ya  pasó. 

188.  Más  frío  que  nariz  de  perro. 

Kefiriéndose  a  lo  húmedas  que  suelen  ser  las  narices 
de  los  perros,  humedad,  por  otra  parte,  reveladora  de 
salud. 

189.  Más  leal  que  un  perro. 

A  cuan  pocos  mortales  ¡ay!  se  les  puede  aplicar  la 
frase.  Hoy,  por  desgracia,  la  lealtad  entre  los  humanos 
seres  no  radica  en  el  corazón  sino  en  el  bolsillo,  y,  es 
natural,  si  éste,  a  merced  del  amigo,  no  crece,  ¿para  qué 
ser  leal  con  él? 

«  El  perro  lame  agradecido  la  mano  que  le  beneficia,  y 
aunque  el  amo  le  despida  a  palos,  se  acurruca  a  la  entrada  de 
la  casa  y  allí  guarda  la  puerta.  El  hombre  desagradecido  y 
vengativo,  aunque  baya  recibido  99  favores,  si  se  le  negó  el 
de  cien,  sólo  quiere  recordar  la  negativa  j  no  los  beneficios.» 
(Lecanda,  Tratado  de  sencilla  filosofía.) 

190.  Mastín  que  no  muerde  ni  ladra,  no  le  tengas  en  tu  casa. 

Xos  aconseja  desprendernos  de  aquello  que  no  nos 
sirve.  Esto  me  recuerda  aquel  otro  antiguo  refrán  que 
reza :  M  amigo  que  no  presta,  y  el  cuchillo  que  no  corta, 
que  se  pierdan  poco  importa. 


—   124  — 

191.  Más  vale  can  vivo,  que  león  muerto. 

Denota  que  es  preferible  vivir,  aunque  sea  modesta- 
mente, que  morir. 

192.  Más  vale  león  cansado,  que  gozque  enfotado. 

Así  dice  Correas,  debiendo  agregar  para  la  inteligen- 
cia del  refrán,  que  enfotado  significa  confiado. 

Da  a  entender,  léese  en  el  Diccionario  de  Autorida- 
des, que  las  fuerzas  y  el  poder  no  nacen  ni  dependen  de 
la  lozanía,  sino  de  la  grandeza  del  ánimo  y  del  corazón. 

Probablemente,  J.  Pineda  tuvo  en  la  mente  este  re- 
frán cuando  escribió  en  su  Agricultura  :  Más  vale  león 
muerto,  que  "perro  vivo. 

193.  Mearle  el  perro  la  contera. 

Frase  que  se  aplicaba,  según  el  Diccionario  de  Auto- 
ridades, al  que  llevaba  la  espada  ceñida  con  descuido  y 
mala  gana,  de  modo  que  casi  iba  arrastrando. 

Léase  cómo  explica  Bastús  la  frase  : 

Cuando  la  costumbre  general  de  los  españoles  era  la  de  no 
salir  de  casa  sin  la  espada  al  cinto,  había  un  esmero  particu- 
lar en  llevarla  con  gracia,  y  a  aquellos  mozalbetes  desidiosos 
que  la  traían  con  descuido,  y  cuya  punta  iba  muy  caída  o 
baja,  inmediata  al  suelo,  se  les  motejaba  de  que  el  perro  lee 
iba  a  mear  la  contera,  al  revés  de  los  caballeros  bizarros  y 
elegantes  que  la  llevaban  muy  alta  y  remontada,  porque  car- 
gaban la  mano  izquierda  sobre  la  guarnición. 

Pasados  aquellos  caballerescos  tiempos,  con  tal  expre- 
sión se  moteja  al  que  antes  de  tiempo  se  quiere  hacer 
hombre. 

194.  Menea  la  cola  el  can,  no  por  tí,  sino  por  el  pan. 

Protesto  con  mis  aún  no  escasas  fuerzas  contra  tal 
afirmación.  Con  pan  o  sin  él,  el  perro  es  fiel  a  su  dueño; 
pero  acosado  por  el  hambre,  bien  puede  solicitar  un  bo- 
cado a  quien  se  lo  puede  ofrecer. 

En  sentido  figurado,  el  refrán  habla  con  los  lisonjeros 
en  quienes  sus  expresiones  y  finezas  no  son  atenciones, 
sino  interés  y  deseo  de  hacer  su  negocio. 

Sbarbi  concreta  más  la  idea  diciendo  que  entre  los 


—  125   — 

hombres,  por  supuesto,  « los  halagos  y  obsequios  más  se 
hacen  por  interés  que  por  amor  ». 

195.  Meter  los  galgos  en  el  monte. 

Dícese  en  Andalucía  de  una  persona  «  que  ha  metido 
los  galgos  en  el  monte»,  cuando  siendo  la  que  propuso 
un  negocio  o  la  causa  de  que  se  acometiese  una  empresa 
no  rematada,  deja  de  prestar  su  cooperación  en  los  mo- 
mentos difíciles,  desatendiéndose  de  lo  hecho,  y  dejando 
para  los  demás  los  trabajos  y  las  dificultades. 

Así  lo  explica  Montoto  en  su  curioso  libro  Un  paqtiete 
de  cartas. 

196.  Meter  los  perros  en  la  breña  y  quedar  él  fuera. 

Refrán  que  se  aplica  a  quienes  gustan  de  meter  ciza- 
ña entre  parientes  o  amigos. 

197.  Morir  como  un  perro. 

Frase  inventada  en  épocas  ya  pasadas,  y  que  equi- 
valía a  morir  fuera  de  la  Iglesia. 

La  Academia  dice  que  significa  :  «  Morir  sin  dar  seña- 
les de  arrepentimiento. » 

198.  Mucho  corre  la  liebre,  pero  más  el  galgo  que  la  prende. 

También  se  dice : 

Mucho  corre  la  liebre,  pero  más  el  galgo  que  la  alcanza 
y  toma  por  el  rabo. 

La  liebre  mucho  se  avanza,  pero  más  el  galgo  que  la  al- 
canza. 

Este  antiquísimo  refrán  denota  que  en  este  mundo 
suele  tropezarse,  a  lo  mejor,  o  peor,  por  astuto  que  uno 
sea,  con  otro  que  lo  sea  más. 

199.  Muchos  perros  lamen  el  molino,  y  mal  para  el  que  hallan. 

Hay  las  variantes  siguientes  : 

Muchos  perros  van  a  lamer  el  molino,  mal  para  el  que 
encuentran. 

Muchos  perros  van  al  molino,  y  guay  del  que  toman. 

«  Me  acordé  que  muchos  perros  lamen  el  molino,  y 
todo  el  mal  es  para  el  que  cogen  »,  se  lee  en  la  Comedia 
de  Eufrosina. 


—  126  — 

Transparente  es  el  sentido  del  refrán.  Cuando  irnos 
cuantos,  con  buena  o  mala  intención,  se  proponen  el  lo- 
gro de  algo,  ¡ay  de  quien  se  oponga  a  ello,  como  no  ten- 
ga fuerza  suficiente  para  vencerlos!  Hay  quienes  en  la 
vida,  trocados  en  matones,  sólo  aciertan  a  abrirse  cami- 
no a  fuerza  de  dentelladas. 

200.  Muerto  el  perro,  se  acabó  la  rabia. 

Con  esta  frase  proverbial,  se  da  a  entender  que  en 
cesando  una  causa,  cesan  con  ella  sus  efectos. 

201.  Ni  a  la  mujer  que  llorar,  ni  al  perro  que  mear. 

Así,  clásicamente,  lo  escribe  el  Comendador  Griego. 
El  refrán  me  parece  hermano  del  registrado  en  esta 
obrecilla  con  el  número  33. 

202.  Ni  en  tu  casa  galgo,  ni  a  tu  puerta  hidalgo. 

Por  lo  que  come  un  perro  de  esta  casta,  y  lo  que  mo- 
lesta un  hidalgo,  si  es  empingorotado,  por  su  orgullo,  y 
si  es  pobre,  por  lo  pedigüeño. 

203.  Ni  fraile  en  bodas,  ni  perro  entre  las  ollas. 

Porque  el  fraile  con  su  seriedad  suele  poner  un  freno 
a  la  alegría,  no  siempre  correcta,  y  el  perro,  a  poco  que 
las  maritornes  se  descuiden,  suele  salir  de  la  cocina 
con  la  mejor  tajada. 

204.  Ni  perro,  ni  negro,  ni  mozo  gallego. 

Refrán  inventado  por  algún  comodón,  que  no  quería 
seres  a  su  al  rededor  que  comiesen  demasiado. 
El  Comendador  Griego  excusa  todo  comentario. 

205.  Ni  ruin  letrado,  ni  ruin  hidalgo,  ni  ruin  galgo. 

El  consejo  es  tan  prudente  que  es  de  cuerdos  tener- 
lo presente. 

206.  No  alimentes  demasiado  a  tu  perro,  pues  te  morderá;  dé- 
jale tener  hambre  y  te  seguirá. 

Proverbio  árabe  cuyo  sentido  no  comprendo.  Quizá 
en  Arabia  los  perros  tengan  la  fea  costumbre  que  les 
atribuyen,  pero  puedo  dar  fe  de  que  ni  en  España,  ni  en 
la  Argentina,  los  canes  son  tan  perversos,  ya  que  se 
muestran  agradecidos  a  quien  los  cuida  y  alimenta. 


—   127   — 

207.  No  atar  los  perros  con  longanizas. 

Frase  familiar  que  se  emplea  para  indicar  que  una 
persona  no  es  tan  rica  como  se  supone. 

Hay  la  siguiente  variante  ponderativa :  Se  atan  los 
perros  con  longanizas,  que  se  usa  para  exagerar  la  ferti- 
lidad de  una  comarca,  la  abundancia  y  riqueza  de  una 
ciudad. 

208.  Noche  mala  ¿para  quién  te  aparejas?  Para  perro  de  va- 
cas y  pastor  de  ovejas. 

Prudente  refrán,  sin  duda,  ya  que  en  noches  malas, 
propicias  a  las  correrías  de  los  lobos,  perros  y  pastores 
tienen  que  redoblar  la  vigilancia,  y  apercibidos  estar 
para  la  defensa  de  sus  rebaños. 

209.  No  envíes  arar  al  mozo  a  la  hería,  que  se  c...  el  perro  en 
la  hacina. 

Para  comprender  el  consejo  conviene  recordar  que 
hería,  eria  o  hero  es  la  tierra  de  labrar,  y  hacina  el  mon- 
tón donde  se  juntan  y  ordenan  los  haces  de  las  semillas, 
poniéndolos  unos  sobre  otros.  Luego,  ¿cómo  si  el  mozo 
está  arando,  puede  cuidar  del  perro  para  que  no  ensucie 
los  haces?  De  suerte  que  lo  que  el  refrán  aconseja  es 
que  no  se  manden  imposibles. 

210.  No  es  de  vero  lágrimas  en  la  mujer,  ni  coxquear  en  e! 
perro. 

Más  modernizado  el  refrán,  reza  así :  Un  cojera  de  pe- 
rro y  en  llanto  de  mujer,  no  hay  que  creer. 

Otros  más  sensatos,  respetando  a  la  mujer,  decían  an- 
tiguamente :  Xo  fiar  de  perro  que  coxquea. 

Que  la  sensibilidad,  exagerada  a  veces,  pero  siempre 
digna  de  respeto,  de  la  mujer,  la  impele  a  llorar  sin 
motivo  en  ocasiones,  puede  ser  verdad,  pero  que  el  perro 
cojee  sin  razón,  no  me  lo  explico.  Esto  equivaldría  a  su- 
ponerlo tan  hipócrita  como  el  hombre,  lo  que  sería  grave 
ofensa  a  la  raza  canina. 

En  Chile  dicen :  Un  llanto  de  mujer  y  ahullido  de  quil- 
tro, no  hay  que  creer. 

Quiltro,  según  E.  Leuz,  Diccionario  etimológico  de  vo- 


—  128  — 

ees  chilenas,  significa  perro  cliico,  ordinario,  ladrador, 
gozque. 

211.  No  es  señal  de  muerto,  tener  el  rabo  tuerto. 

Hay  que  saber  fingir,  advierte  el  refrán,  pues  el  perro 
aunque  se  finja  muerto  no  se  le  tendrá  por  tal,  si  sus  ex- 
tremidades no  se  muestran  rígidas. 

212.  No  hay  enero  sin  lebrón,  ni  mayo  sin  perdigón. 

Porque  en  enero  la  liebre  cría,  y  en  mayo  el  hombre 
caza —  esto  en  Europa.  Sabido  es  que  el  lebrón  es  el  hi- 
jo de  la  liebre,  y  aunque  perdigón  es  el  hijo  de  la  per- 
diz, creo  yo  que  perdigón  está  en  el  refrán  por  muni- 
ción, artículo  2°. 

Cervantes  empleó  perdigón  por  perdiguero  en  el  Qui- 
jote, parte  II,  capítulo  XVI. 

213.  No  hay  caza  mejor  que  de  perros  viejos. 

Eefrán  que  enseña  que  ciertas  empresas  no  deben  con- 
fiarse indistintamente  a  toda  clase  de  personas,  sino  a 
las  muy  duchas  y  prácticas,  como  garantía  de  buen 
éxito. 

214.  No  hay  perro  ni  gato  que  no  lo  sepa. 

Se  le  dice  al  que  ignora  o  afecta  ignorar  una  cosa  que 
«todo  el  mundo  sabe»,  debiendo  advertir  que  es  tan 
hiperbólica  la  frase  proverbial  que  comento,  como  la  em- 
pleada luego  entre  comillas. 

215.  No  le  alcanzarán  galgos. 

Expresión  figurada  y  familiar  con  que  se  pondera  la 
distancia  de  algún  parentesco.  Es  muy  socorrida  para 
los  indianos  ricos,  quienes,  aun  sin  haberlo  leído  nunca, 
aplican  el  consejo  de  Quevedo : 

Parientes  y  trastos  viejos 
pocos,  y  lejos. 

216.  No  le  he  más  miedo  que  a  un  perro  muerto. 

Baladronada  usual  entre  guapos  de  oficio,  y  que  por 
la  transparencia  de  su  sentido  no  exige  explicación. 


—   129  — 

217.  No  lo  había  el  perro  por  las  tripas  del  ciervo. 

Así  lo  registra  el  Coniendador  Griego,  pero  sin  co- 
mentarlo. Recuerdo  haber  leído  que,  cuando  el  arte  de 
montería  estaba  en  su  apogeo,  se  adiestraban  los  cacho- 
rros dándoles  a  comer  los  residuos  de  la  caza  para  acos- 
tumbrarles a  su  olor.  Tal  vez  de  ahí  nacería  el  refrán. 

218.  No  quedó  perro,  ni  gato. 

Por,  no  quedó  nadie.  Hipérbole  parecida  a  «  no  hay 
perro  ni  gato  que  no  lo  sepa  ». 

219.  No  quiero  perro  con  cencerro. 

Correas  agrega  :  ni  gato  con  pollos. 

Otros  dicen :  J^o  quiero  malo,  ni  quiero  Mieno,  ni  quie- 
ro perro  con  cencerro. 

Y  aun  Malara  lo  publica  así :  Aunque  mi  suegro  sea 
bueno,  no  quiero  perro  con  cencerro. 

Covarrubias  explica  el  refrán  diciendo,  que  el  perro 
para  guardar  y  sentir  los  ladrones,  no  ha  de  ser  él  sen- 
tido, y  bástales  el  ruido  que  da  a  su  amo  cuando  ladra. 
Este  proverbio,  añade,  se  dice  del  criado  que  trae  con- 
sigo compaDía  de  mujer,  hijos  u  otra  persona  que  pue- 
den dar  ruido  e  inquietar  la  casa. 

El  Diccionario  de  Autoridades  da  del  sentido  metafó- 
rico del  refrán,  la  explicación  siguiente  : 

No  querer  entrar,  aceptar  o  convenir  en  cosa  que  pueda 
ocasionar  ruido,  desvelo  o  pesadumbre. 

...  allí  la  dejé,  y  allí  se  queda  como  se  estaba,  que  no  quie- 
ro perro  con  cencerro. 

(Quijote,  parte  I,  capítulo  XXIII.) 

Frase  que  el  humanista  Clemencín  comenta  así : 

Esto  es,  no  quiero  cosas  que,  aunque  buenas  y  ventajosas 
traen  consigo  otros  inconvenientes,  como  lo  sería,  llevar  cen- 
cerro un  peno  destinado  a  guardar  la  casa  contra  los  ladro- 
nes, o  el  ganado  contra  los  lobos. 

220.  No  recuerdes  ai  perro  que  está  durmiendo. 

Esto  es,  no  turbes  tu  tranquilidad.  ¡  Cuántos  se  aca- 
rrean sinsabores  por  sacar  a  relucir  cosas  olvidadas,  o 
resucitar  rencores  ya  medio  extinguidos ! 


—  130  — 

221.  No  te  fíes  en  can  que  ladra,  ni  en  gato  que  miaña. 

Así  lo  he  leído,  y  el  consejo  es  digno  de  tenerse  en 
cuenta,  pues  en  sentido  recto,  torpe  será  quien  se  pon- 
ga al  alcance  de  perrunas  dentelladas  o  arañazos  ga- 
tunos. 

222.  Nueve  de  febrero,  en  las  patas  se  la  lleva  un  perro. 

¿  Será  la  nieve  1  Ino  lo  dice  el  ya  citado  Puente  y  Ube- 
da,  de  quien  recojo  el  refrán. 

223.  Nunca  el  perro  muerde  a  la  perra. 

Educativo  aforismo  que  más  de  cuatro  hombres  debie- 
ran conocer.  Verdad,  y  en  esto  ya  hemos  convenido  to- 
dos los  filósofos  (?),  que  el  hombre  es  el  más  animal  de 
todos  los  animales.  ¡  Si  hasta  pega  a  los  asnos,  y  maltra- 
ta a  los  perros,  y  a  algunas  mujeres  las  llama  perras  cre- 
yendo denigrarlas  !  ¡  Si  sería  cosa  de  quitarle  la  corona 
al  rey  de  la  creación ! 

224.  Nunca  más  perro  al  molino. 

Dicen  esto,  según  Correas,  las  gentes  escarmentadas 
de  lo  que  mal  les  sucedió  :  semejanza  de  un  perro  que  fué 
a  lamer  al  molino  y  lo  apalearon. 

225.  Nunca  me  ladren  otros  perros. 

Dícelo  quien  en  una  empresa  cualquiera,  tiene  compe- 
tidores de  poco  valer.  Frase  jactanciosa,  buena  para  pen- 
sada, pero  no  para  dicha,  porque  bien  puede  ser  que  a 
alguno  de  los  contrarios  le  caiga  bien  aquello  de  que 
«  debajo  de  una  mala  manta,  se  esconde  un  buen  be- 
bedor». 

226.  Nunca  perro  en  casa  de  herrero. 

Leo  en  el  Comendador  Griego,  quien  añade :  «  porque 
él  está  siempre  a  su  puerta  ». 

Las  breves  palabras  del  Comendador  tienen  su  lógica, 
que  el  lector  apreciará  si  sabe  lo  siguiente  : 

Las  recortaduras  de  los  cascos  del  caballo  que  sacan 
los  herreros  antes  de  colocar  una  herradura,  constituyen 
para  los  perros  una  verdadera  golosina.  De  ahí  que  an- 
tiguamente, y  en  el  momento  de  herrar  caballos,  se  vie- 


—  131   — 

ran  muchos  canes  a  la  puerta  del  discípulo  de  Vulcano ; 
y  de  ahí  también,  que  el  propio  perro  del  herrero,  en  lu- 
gar de  estar  adentro  de  la  casa  o  en  la  calle  vagabun- 
deando, se  colocara  a  la  puerta  en  procura  de  los  sabro- 
sos bocados. 

227.  O  es  lobo  coran,  o  tejo  de  leña  o  armeo  de  can. 

De  nuevo  he  de  declararme  incompetente,  pues  ni  sé 
lo  que  significan  las  palabras  coran  y  armeo,  y  así  me  li- 
gnito a  decir  lo  que  Correas,  esto  es,  que  se  dice  «  del  que 
mal  distingue  las  cosas.  •> 

228.  Ojos  garzos,  perros  y  gatos. 

Añadiendo  Correas,  por  todo  comentario  :  «  No  es  de- 
fensa de  los  negros. » 

Tampoco  comprendo  la  explicación  del  antiguo  pare- 
miólogo.  Después  de  mucho  pensar,  se  me  ocurre  que 
como  los  garzos  suelen  ser  cortos  de  vista,  y  por  esta 
causa  tropiezan  con  la  gente,  el  refrán  quiera  significar 
que  los  que  no  ven  claro,  material  o  intelectualmente,  es- 
tán con  los  demás  como  perros  y  gatos. 

229.  Oración  de  perro  no  va  al  cielo. 

Manifiesta  que  lo  que  se  hace  de  mala  gana,  o  se  pide 
con  mal  modo,  regularmente  no  se  estima,  o  no  se  con- 
sigue. 

En  catalán,  trocando  los  animales  se  dice :  Brams 
d'ase  no  pujan  al  cel. 

230.  Paciencia,  perros,  que  ya  podan. 

Se  dirige  la  frase  a  los  que  alimentan  esperanzas  lar- 
gas. 

A  los  perros  de  los  cazadores,  lebreles  y  perdigueros, 
les  gusta  mucho  las  uvas,  y  así,  en  vez  de  beber  agua,  al 
pasar  por  una  viña  aplacan  su  sed  comiendo  racimos,  y 
tienen  tan  buen  diente,  mejor  dicho,  tan  buenas  traga- 
deras, que  no  distinguen  de  clases.  Cuando  se  quiere 
aplacar  su  ansiedad  se  dice  «  que  ya  podan  »  y  entonces 
podrán  comer. 


—   132  — 

231 .  Para  azotar  el  perro  que  se  come  el  hierro. 

Así  lo  escriben  Correas  y  el  Comendador  Griego,  y 
como  tantas  veces  ambos  asquean  la  explicación. 

Entiendo  que  hierro  está  simplemente  por  consonan- 
cia, y  que  el  sentido  recto  sería  para  azotar  al  perro  que 
come  lo  que  no  debe ;  y  el  figurado,  castigar  al  hombre 
que  comete  una  hombrada,  digo,  una  perrería,  en  el  mal 
sentido  de  la  palabra. 

232.  Parecer  cama  de  podencos  o  de  galgos. 

Al  ver  un  lecho  mal  arreglado,  un  verdadero  camas- 
tro, viene  la  frase  a  la  mente,  por  la  costumbre  que  tie- 
nen los  perros  de  revolver  la  cama  antes  de  acostarse. 

233.  Pedro  que  mucho  ladra,  bien  guarda  la  casa. 

Es  la  vez  primera  que  encuentro  usada  la  voz  Pedro 
por  perro.  ¿  Tendrá  razón  el  filólogo  Mugica  al  suponer 
que  en  los  orígenes  del  idioma  se  decía  ^;(?í7»'o  y  no 
perro  f 

Véase  el  capítulo  que  dedico  a  la  etimología  de  la 
voz. 

El  sentido  clarísimo  del  refrán  excusa  glosa. 

234.  Perdido  es  el  ganado,  donde  no  hay  perro  que  ladre,  y  en 
balde  casada  la  mujer  que  no  pare. 

El  uno  por  no  avisar  y  la  otra  por  no  tener  hijos. 

235.  Perro  alcucero,  nunca  buen  conejero. 

Eecuérdese  que  alcucero  equivale  a  goloso. 
Este  refrán  denota  que  el  que  se  ha  criado  con  regalo 
no  es  a  propósito  para  el  trabajó. 

236.  Perro  cortón,  no  pasa  portón. 

Se  llama  cortón  al  perro  que  tiene  cortada  la  cola,  y 
como  usa  de  ella  como  gobernalle,  dice  el  Comendador 
Griego,  cuando  de  él  carece,  no  puede  llevar  el  cuerpo 
derecho. 

El  hombre  —  ¡  siempre  compasivo  con  los  animales!  — 
se  complace  en  cortar  cola  y  orejas  a  perros  ciudadanos 
que  no  tienen  que  lidiar  con  lobos  y  jabalíes. 


—  133  — 

237.  Perro  de  muchas  bodas,  o  de  todas. 

Se  llama  así  al  entremetido  que  se  cuela  en  las  fies- 
tas y  reuniones  para  disfrutar  del  júbilo  y  gozar  del  en- 
tretenimiento. 

Otros  dicen,  la  Academia  inclusive : 

Perrillo  de  muchas  bodas,  no  come  en  ninguna  por  co- 
mer en  todas. 

Claro  está  que  no  siendo  el  sentido  igual,  Sbarbi  y  la 
Academia  explican  esta  forma  de  la  manera  siguiente : 

Todo  lo  pierde  el  que,  con  codicia,  quiere  abarcar  muchas 
cosas. 

Vicente  Espinel,  en  Marcos  de  Ohregón,  Desc.  VIH 
dice :  «  El  perro  que  no  es  de  muchas  bodas,  siempre 
anda  flaco»,  idea  también,  como  se  ve,  distinta  de  la 
anterior. 

Allá  van  dos  citas  clásicas  : 

Aquel  seguir  sin  cansarse, 
siendo  perro  en  muchas  bodas. 

(Guillen  de  Castro.  Lo$  mal  casados  en  Valencia.) 

Siembra  en  una  artesa  berros 
la  madre,  y  sus  Lijas  todas 
son  perros  de  muchas  bodas 
y  bodas  de  muchos  perros. 

(Góngora.) 

De  todo  lo  cual  se  deduce  que  a  la  frase  fundamental 
«  perro  de  muchas  bodas  »,  se  le  fué  dando  distinto  sig- 
nificado, según  las  palabras  que  se  le  agregaban. 

238.  Perro  de  poderosos,  bueno  para  ios  lobos. 

Es  natural ;  si  la  gordura  les  quita  ligereza,  ella  —  la 
gordura —  es  poderoso  incentivo  para  los  lobos. 

239.  Perro  hambriento,  se  harta  de  sueño. 

Sabiendo,  como  todos  sabemos,  que  el  sueño  es  un  ali- 
mento, y  que  el  perro  ya  de  suyo  es  dormilón,  no  ha  de 
sorprender  que  cuando  no  tiene  de  qué  comer,  ni  liber- 
tad para  buscarlo,  pase  las  horas  durmiendo. 


—  134   — 

240.  Perro  ladrador,  nunca  mordedor. 

Cou  sus  variantes : 

Perro  que  mucho  ladra,  poco  muerde. 

Ferro  que  ladra,  no  muerde,  los  tres  bien  valen  :  Gato 
maullador,  nunca  huen  cazador. 

El  refrán,  en  cualquiera  de  las  tres  formas,  avisa  que 
los  que  hablan  mucho  hacen  poco,  por  regla  general, 
como  los  gozquecillos,  que  suelen  ladrar,  no  de  rabia, 

sino  de  miedo. 

...  si  bien  voa  acordadea 
de  can  que  mucho  ladra,  que  nunca  vos  temades. 

(Poema  o  libro  de  Alexandre.) 

Este  concepto  está  tomado  de  la  sentencia  proverbial 
que  se  lee  en  Quinto  Curcio,  libro  VII,  capítulo  IV :  Ca 
nem  timidum  vehementius  latrare  quam  morderé. 

Nunca  perros  ladradores 
tienen  valientes  colmillos. 

(Guillen  de  Castro,  Las  vwcedades  del  Cid.) 

Yo  me  entiendo  :  perro  ladrador,  nunca  buen  cazador. 

(Comedia  de  Euf resina.) 

Valiente  dicen  que  es, 
mas  nunca  perro  que  ladra 
tuvo  presas  para  el  lobo. 

(Cubillo  de  Aragón,  El  rayo  de  Andahicia.) 

Los  turcos,  nos  participa  Bastús,  emiten  idea  parecida 
con  el  siguiente  filosófico  refrán  :  El  perro  ladra,  pero  la 
caravana  pasa. 

241.  Pero  que  está  callado  no  le  digas  «  ost »,  que  te  morderá. 

Dicen  los  judíos  españoles  de  Oriente,  suavizando  la 
rudeza  de  las  dos  erres,  y  el  aviso,  por  lo  prudente,  con- 
viene que  no  caiga  en  saco  roto. 

242.  Perro  que  a  lobos  mata,  lobos  le  matan. 

Así  lo  i)ublica  el  Comendador  Griego,  refrán  que  es 
hermano  de  :  Tanto  va  el  cántaro  a  lafuetite,  etc. 


—   135  — 

Aplicado  al  hombre  bien  puede  equivaler  a  :  Quien  a 
hierro  mata,  a  hierro  muere. 

243.  Perro  viejo. 

Expresión  familiar  que  se  aplica  al  sumamente  cauto 
y  advertido  por  la  experiencia. 

244.  Ponerse  como  un  perro. 

Equivale  a  encolerizarse  como  los  perros,  cuando  los 
provocan.  ¡  Mas,  cuántos  seres  humanos  fingen  enfure- 
cerse sólo  para  imponerse  a  los  prudentes ! 

245.  Por  dinero  baila  el  perro. 

Agregando  otros  :  ...  y  por  pan  si  se  lo  dan. 
Correas  dice  :  Ul  dinero  hace  bailar  al  perro. 
Explica  la  frase  la  fuerza  del  dinero  que  influye  en  el 
ánimo,  aun  de  aquellos  a  quien  no  aprovecha. 

Si  pagas  la  entrada,  y  si  no,  no  tendréis  cirio,  que  por  di- 
nero baila  el  perro, 

(Comedia  de  Enfrosina.J 

El  perro,  al  mandato  de  su  señor,  salta  y  baila,  y  entra  cien 
veces  por  un  aro  redondo  que  para  ganar  dinero  le  tiene  pues- 
to y  enseñado  el  pobre  peregrino. 

(El  Crotalón.) 

246.  Por  hombre  o  por  perro,  o  por  lobo  en  el  campo,  llévate 
la  espada  en  mano. 

Saludable  consejo  digno  de  no  ser  olvidado  por  quien 
tiene  que  transitar  por  parajes  desiertos,  o  se  mete  en 
ardua  empresa  sin  la  necesaria  cautela.  Ya  nos  lo  dice 
otro  refrán  :  Hombre  prevenido,  vale  por  dos. 

247.  Por  la  vicaría  de  los  perros. 

Se  decía  antaño,  cuando  no  se  conocía  el  amor  libre, 
de  los  que  se  amancebaban.  Hoy  el  progreso  ha  logrado 
que  a  esta  vicaría  concurran  muchos  devotos. 

En  catalán  decimos  de  dos  que  hicieron  buena  la  fra- 
se, que  s'han  casat  ab  capitols  de  gos. 

248.  ¿  Por  qué  entra  el  perro  en  la  iglesia?  Porque  la  halla  abierta. 

Antiquísima  adivinanza  que  se  propone  a  los  niños  o 
a  los  inocentones. 


—  136  — 

249.  ¿Por  qué  hace  el  perro  la  venia  con  la  cola?  Porque  no 
tiene  gorra. 

Graciosa  frase  sin  alcance  filosófico,  inventada  tan 
sólo  para  excitar  la  hilaridad. 

250.  Por  un  perro  que  maté,  ya  me  llaman  mataperros. 

Da  a  entender  la  frase  el  dañino  i)oder  de  la  murmu- 
ración ;  basta  que  una  persona  haya  cometido  una  falta, 
para  que  se  le  atribuyan  aquellas  que  no  cometiera. 

251.  Quien  a  su  perro  quiere  matar,  rabia  le  ha  de  levantar. 

Eefrán,  más  que  parecido,  hermano  del  ya  registrado  : 
«  En  dando  que  el  j)erro  ha  de  rabiar,  rabia. » 

Tan  en  la  mente  popular  está  el  poder  de  la  calumnia, 
que  de  este  refrán  he  recogido  las  siguientes  variantes  : 

Quien  mal  quiere  a  su  can,  levántale  que  quiere  rabiar. 

Quien  mal  quiere  a  su  can,  rabia  le  llama. 

El  que  a  su  perro  quiere  matar,  rabia  le  lia  de  levantar. 

Dice  el  proverbio  viejo  :  quien  matar  quiere  su  cau 
achaque  le  levanta,  porque  nol  den  del  pan. 

(Arch.  de  Hita,  copla  83.) 
La  cita  demuestra  lo  antigua  que  es  la  idea. 

252.  Quien  bien  quiere  a  Beltrán,  bien  quiere  a  su  can. 

Otros  dicen  :  Quien  bien  quiere  a  Beltrán,  a  su  perro  le 
echa  pan. 

En  cualquiera  de  las  dos  formas,  el  refrán  da  a  enten- 
der que  el  que  quiere  bien  a  alguno,  quiere  bien  a  todas 
sus  cosas. 

ca  quien  de  beltrán  fuere  amador 
siempre  a  su  can  aviá  buen  amor. 

(Fernán  Pérez  de  Guzmán,  La  doctrina  qve 
dieron  a  Sarra.) 

De  acuerdo  con  esta  idea  va  el  siguiente  cantar  que 
recuerdo  haber  leído,  sin  dar  con  el  libro  que  lo  publicó  : 

Al  perrillo  de  Fabio 
Flora  hace  fiestas j 


—  137  — 

si  esto  hace  con  el  perro 

¿  con  él  qué  hiciera  í 

Y  de  esto  infiero 
que  quien  quiere  al  perrillo 

bien  quiere  al  dueño. 

253.  Guíen  con  perros  se  echa,  con  pulgas  se  levanta. 

Hermano,  de  padre  y  madre,  de  aquel  tan  popular : 
Quien  con  chiquillos  se  acuesta^  etc. 

254.  Quien  con  salvados  se  mezcla,  malos  perros  le  comen. 

Así  lo  leo  en  la  Comedia  Eufrosina,  presumiendo  que 
salvado  está  por  cascara  de  trigo,  en  el  sentido  figurado 
de  que  el  que  se  junta  con  quienes  se  han  de  perder,  se 
pierde  él  mismo. 

255.  Quien  da  pan  a  perro  ajeno,  pierde  el  pan  y  pierde  el  perro. 

Este  refrán  nos  enseña,  dice  el  Diccionario  de  Auto- 
ridades, que  el  que  hace  beneficios  con  el  fin  de  interés, 
comúnmente  lo  pierde.  El  perro  es  máa  noble  que  el  hom- 
bre :  no  se  deja  sobornar. 

256.  Quien  ha  de  besar  el  perro  en  el  c...  bésale  lugo. 

Significa  lo  mismo  que  el  conocido  :  Mal  camino,  pa- 
sarlo presto. 

257.  Quien  recuerda  al  can  que  está  dormido,  vende  paz  y  com- 
pra ruido. 

Avisa  el  refrán  que  no  es  de  prudentes  recordar  dispu- 
tas ya  pasadas,  como  no  es  de  cuerdos  recordar  al  perro 
que,  una  vez  despierto,  ladrará  pidiendo  pan. 

258.  Quieres  que  te  siga  el  can,  dale  pan. 

Otros  anteponen  la  condicional  si. 

En  defensa  de  la  noble  raza  perruna,  niego  lo  afirmado 
por  el  refrán.  Es  una  torpe  calumnia  inventada  por  los 
egoístas  para  legitimar  el  feo  vicio  de  la  codicia.  El  ham- 
bre tan  sólo  puede  atraer  momentáneamente  a  un  ser  tan 
abnegado  como  el  perro,  pero  aplacada,  vuelve  a  su  due- 
ño, por  quien,  en  toda  ocasión  y  tiempo,  se  sacrifica  (1). 

(1)  Para  convencerse  de  lo  calumuio30  del  refrán,  léase  lo  siguiente,  es- 
crito por  M.  Remlinger,  minucioso  observador  de  loa  canes  de  Constanti- 


—  138   — 

259.  Raza  de  can,  amor  de  cortesano,  y  ropa  de  villano,  no  dura 
más  que  tres  años. 

Paréceme  que  le  sobra  la  razón  a  quien  inventó  la  fra- 
se. Contrayéndome  al  primer  concepto  diré  que,  salvo 
cuantos  cultivaban  antaño  el  arte  de  montería,  los  demás 
no  se  preocupaban  del  cruce  de  los  perros;  y  así  se  bas- 
tardeaban las  razas  o  castas.  De  que  esto  no  aconteciera 
se  han  preocupado,  como  apunté  en  otro  capítulo,  más 
que  los  peninsulares,  ingleses  y  franceses. 

260.  Royendo  huesos,  como  perro  hambriento. 

Se  emplea,  anteponiéndole  el  verbo  estar,  y  se  aplica 
especialmente  a  los  maldicienres,  a  cuantos  se  entretie- 
nen en  despellejar  al  prójimo. 

También  en  ocasiones  se  dice  del  que  saca  poco  pro- 
vecho de  una  cosa. 

261.  Salir  a  espetaperros. 

Jurara  haber  oído  la  frase  en  España,  mas  como  no  di 
con  ella  en  ninguno  de  los  diccionarios  y  vocabularios 
que  de  la  península  hube  a  mano,  he  de  creer  que  jura- 
ría en  falso,  y...  en  verdad,  no  me  atrevo.  Así  he  de  limi- 
tarme a  copiar,  dando  la  frase  por  americana,  a  Juan 
de  Arona,  quien,  en  su  Diccionario  de  peruanisnios, 
dice  : 

Salir  a  espetaperros,  salir  como  un  condenado,  como  alma 
que  lleva  Judas,  frases  que  tampoco  sé  si  serán  castizas  y  que 
son  corrientes  por  acá.  Equivalen  a  raspar  la  bola,  tomar  so- 
leta o  tomar  el  portante  estrepitosamente  y  como  corrido  un 
individuo  cualquiera. 

nopla  :  «  Nada  más  divertido  que  intentar  el  que  uno  de  esos  perros  que 
os  han  seguido  franquee,  ofreciéndole  un  pedazo  de  pan,  la  línea  de  demar- 
cación de  dos  barrios.  El  perro  demuestra,  por  la  agitación  de  su  cola,  por 
8U  aspecto  y  por  pequeños  aullidos  lastimeros,  que  no  le  es  dado  ir  más 
lejos.  Si  se  le  echa  un  mendrugo  en  el  territorio  prohibido,  vése  al  animal 
mirar  a  derecha  e  izquierda,  dar  un  paso  hacia  adelante,  volver  a  mirar, 
y,  por  fin,  si  consumáis  la  seducción,  dejando  caer  otro  mendrugo,  avan- 
zar con  grandes  precauciones.  »  El  estudio  de  los  perros  en  aquella  ciudad 
es  interesantísimo. 


—   139  — 

Sé,  merced  a  Cuervo,  que  Galdós,  eu  su  novela  Ángel 
Guerra,  empleó  la  frase. 

262.  Salir  —  uno  —  rabo  entre  piernas. 

O  también  :  Ir  rabo  entre  piernas. 
Se  dice  del  que  se  retira  de  algún  sitio,  corrido,  aver- 
gonzado y  a  prisa. 

263.  Salirle  el  sueño  del  perro. 

JFrase  que  a  veces  empieza  con  tórnasele  o  volviósele. 
Se  aplica  a  quien,  por  salirle  al  revés  lo  que  pensaba, 
queda  burlado  en  sus  esperanzas. 

264.  Sanioente,  más  perros  que  gente. 

Ya  se  adivinará  que  el  nombre  de  aquel  lugar  está 
puesto  por  la  consonancia. 

Se  dice  irónicamente  del  pasaje  en  que  abundan  los 
necios  o  los  ignorantes. 

265.  Saltar  por  el  rey  de  Francia. 

Dice  Berganza  en  el  Coloquio  de  los  perros  : 

En  fin,  en  menos  de  quince  días,  con  mi  buen  ingenio  y 
con  la  diligencia  que  puso  el  que  había  escogido  por  patrón, 
supe  saltar  por  el  rey  de  Francia  y  no  saltar  por  la  buena  ta- 
bernera. 

Tómase  por  hacer  violencia,  dice  Correas,  y  dar  pesa- 
dumbre; semejanza  de  los  perrillos  de  ciegos  que  los  ha- 
cen saltar  por  un  aro,  diciendo :  «  Salta  por  el  rey  de 
Francia.  » 

El  erudito  Rodríguez  Marín,  comenta  extensamente 
esta  frase  en  la  edición  que  con  notas  publicó  de  la  fa- 
mosa novela  cervantina.  Aun  cuando  a  ella  remito  al 
curioso  lector,  no  puedo  resistir  al  deseo  de  copiar  lo 
que  escribió  Lope  de  Vega  en  el  acto  III  de  La  noche 
toledana : 


F. 

—  Salta 

B. 

—           ¿  Soy  perro  que  salto 

por  el  rey  de  Francia 

F. 

—                                        Sí 

—  uo  — 

B.  —  Pues  voy  delante  de  tí 

¡  Vive  Dios  que  está  muy  alto  ! 
Haz  cuenta  que  el  perro  salta 
por  la  mala  tabernera. 

266.  Se  coló  como  perro  por  viña. 

O  séase,  sin  permiso  del  propietario.  Se  aplica  a  los 
que  faltos  de  vergüenza  se  meten  donde  uo  debieran.  De 
éstos  suele  también  decirse  que :  Se  entró  como  Pedro 
por  su  casa. 

267.  Sentí  quien  danza  y  bailaba  un  perro  en  la  plaza. 

Con  tan  incorrecta  forma  gramatical  registra  Correas 
esta  irónica  frase. 

268.  Sé  que  el  perro  viejo,  non  ladra  a  tocón. 

Dice  el  Arcliipreste  de  Hita,  en  la  copla  942,  refrán 
que  Cejador  comenta  de  esta  manera : 

Tocón  lo  que  queda  a  la  raíz  del  tronco  cuando  cortan  el 
pie  del  árbol. 

Correas  hace  más  inteligible  el  refrán,  registrándolo 
en  esta  forma :  El  perro  viejo,  no  ladra  en  vano. 

269.  Se  quedó  como  perro  que  le  quitan  purgas. 

Así  lo  lie  leído,  asegurando  que  así  se  dice  en  Anda- 
lucía. Me  inclino  a  creer  que  el  texto  está  equivocado, 
debiendo  decir  pulgas,  y  así  el  refrán  querría  significar 
que  uno  queda  descansado. 

270.  Ser  perro  viejo.  (Ver  el  n°  243.) 

271.  Ser  un  lebrel. 

Dícese  del  muy  activo  y  diligente,  del  que  va  y  viene 
a  prisa,  del  que,  en  una  palabra,  es  ligero. 

Algunos  paremiólogos  opinan,  yo  no  lo  creo,  que  la 
frase  significa  «  ser  firme  y  denodado  en  el  luchar  »  cua- 
lidades más  propias  de  mastines  que  de  lebreles. 

272.  Si  el  perro  babujada  hace,  pruebe  el  concejo  y  beba  el 
alcalde. 

Correas  trae  este  refrán  de  la  siguiente  manera,  apun- 
tando a  la  par  modificaciones. 


—  141   — 

Can  que  en  tiempo  de  uvas  bagujada  hace,  apriete  el  con- 
cejo y  beba  el  alcalde  o  beba  el  concejo  y  apriete  el  alcalde 
o  beba  el  concejo  y  pruebe  el  alcalde  o  pruebe  el  concejo  y 
beba  el  alcalde. 

A  renglón  seguido  da  la  siguiente  graciosa  explica- 
ción : 

Así  le  varían  echando  pulla  a  concejo  y  alcaldes  de  aldea ; 
el  principio  comienza  como  ordenanza  :  <<  Can  que  en  tiempo 
de  uvaa  bagujada  hace  »,  y  había  de  proseguir,  «  su  dueño  la 
pena  pague  »,  y  dispara  en  lo  que  no  se  pensaba,  por  la  gracio- 
sa figura  paruponoya :  apriete  por  haga  instancia,  pruebe  por 
haga  probanza,  lo  que  estrujar  apretando  y  probar  gustando. 
Fingen  que  el  viñador  halló  un  perro  en  las  viñas  y  acusó  al 
dueño;  él  negaba,  el  alcalde  mandó  prender  al  perro  y  que 
estuviese  una  noche  atado,  y  si  hiciese  bagujada  del  vientre, 
en  tal  caso  sería  condenado  y  pagaría  la  pena  el  amo  y  la  be- 
berían concejo  y  alcaldes  y  unos  y  otros  probarían.  Uso  hay 
en  alguna  parte  en  tiempo  de  uvas,  los  podencos  traigan  gara- 
bato largo  arrastrando,  atado  al  pescuezo,  porque  no  puedan 
saltar  paredes  y  bardas  de  las  viñas,  o  tienen  pena  cogidos  en 
ellas. 

273.  Si  el  perro  va  tres  veces  al  molino,  la  tercera  queda  cau- 
tivo. 

O  bien :  8i  el  perro  va  tres  veces  a  la  aceña,  la  tercera 
queda  por  la  pena. 

Ambos,  como  adivinará  el  lector,  equivalen  a  tanto  va 
el  cántaro  a  la  fuente,  etc. 

274.  Si  el  que  contigo  juega... 

Pero  no;  es  mejor  escribirlo  poéticamente  : 

Si  el  que  contigo  juega 
conoces  que  te  la  pega, 
guarda  tu  dinero 
y  que  jnegite  con  un  perro. 

Esto  es;  si  en  un  trato  adivinas  desde  el  principio 
el  engaño,  retírate,  pues  te  expones  a  perder  dinero  o 
fama. 


—  142    — 

275.  Si  fuera  perro,  ya  te  hubiera  mordido. 

Para  avisar  a  quien  no  halla  una  cosa  que  tiene  junto 
a  sí.  (Ver  el  refrán  que  comienza  :  Buscadlo^  amigo,  etc.) 

276.  Sin  padre,  ni  madre,  ni  perro  que  le  ladre. 

Correas  lo  empieza  así :  Ko  tengo  padre... 
Locución  familiar  de  que  se  usa,  dice  Sbarbi,  para  ma- 
nifestar la  total  independencia  en  que  se  halla  alguno. 

277.  Si  quieres  estar  bueno,  mea  a  menudo  como  el  perro. 

Es  realmente  signo  de  salud  la  limpieza  de  los  ríñones. 
Este  refrán  me  recuerda  el  tan  antiguo  :  Mee  yo  claro  y 
una  higa,  al  médico. 

278.  Soltar  el  perro. 

Cansarse  de  una  carga  material  o  moral,  no  sufrirla. 
Frase  parecida  a  la  de  Sacudirse  las  moscas. 

279.  Soltar  —  uno  —  la  perra. 

Copio  de  la  Academia : 

Frase  figurada  y  familiar.  Gloriarse  o  jactarse  de  una  cosa 
antes  de  su  logro,  especialmente  cuando  está  expuesta  a  per- 
derse o  no  conseguirse. 

280.  Súpole  como  al  perro  los  palos. 

Esto  es,  mal.  Hay  reprimendas,  chascos  o  soplamocos, 
que  le  saben  al  atropellado  a  rejalgar,  apareciendo  en  su 
rostro  los  colores  de  la  vergüenza. 

281.  Tan  buena  pro  te  haga,  como  la  hierba  al  perro. 

Se  dice  irónicamente,  porque  el  instinto  de  los  perros 
los  lleva  a  veces  a  comer  la  hierba  con  rocío  para  pur- 
garse. 

282.  Tener  cara  de  perro. 

Dice  Sbarbi  que  se  aplica  a  la  persona  que  es  de  mu- 
cho aguante  o  resistencia. 

Lamento  mucho  disentir  de  la  opinión  de  tan  ilustre 
paremiólogo,  ya  que  oí  siempre  la  frase  como  sinónima 
de  tener  cara  de  pocos  amigos.  Véase  cómo  la  empleó  A. 
Pérez : 

No  reputa  Su  majestad  por  tal  el  hecho  con  «cara  de  perro». 


—   143  — 

283.  Tener  —  uno  —  carne  de  perro. 

Expresión  figurada  y  familiar  que  se  aplica  a  la  perso- 
na que  tiene  las  carnes  muy  duras,  y  por  extensión  la 
del  hombre  que  ni  siente  el  mucho  trabajo,  ni  le  hacen 
mal  los  temporales,  ni  las  descomodidades  : 

Amigo  mío, 
los  que  estamos  en  la  guerra 
tenemos  carne  de  perro. 

(Juan  González  del  Castillo.) 

También  hay,  según  Cejador,  la  frase  :  anda  que  son 
carne  de  pen-o,  recogiendo  las  siguientes  palabras  de  S. 
Ballesta :  «  respuesta  de  los  que  tratan  mal  a  las  ca- 
balgaduras cuando  se  lesreprende  de  ello». 

284.  Tener  hambre  canina. 

Se  dice  del  que  por  necesidad  o  por  vicio  es  muy  ham- 
brón: 

A  su  hora  señalada 
a  comer  la  olla  contina 
ra  con  hambre  estudiantina 
que  la  canina  no  es  nada. 

(Rojas  Zorrilla,  El  gorrión  de  Salamanca.) 

285.  Tener  narices  de  perro  perdiguero. 

Modo  de  hablar  con  que  se  da  a  entender  que  alguno 
tiene  el  olfato  muy  fino. 

En  sentido  figurado  se  dice  de  las  personas  avisadas. 

286.  Ten  tu  perro,  Teresa,  no  me  muerda. 

En  sentido  figurado  bien  vale  «  calla,  déjame  hablar  », 
pues  si  no  me  oyes  o  no  me  comprendes  te  diré  :  Dios  me 
dé  contienda^  con  quien  me  entienda. 

287.  Tiene  más  frío  que  un  podenco. 

Y  también  :  ...  que  un  perro  chino. 

Sabido  es  que  el  perro  es,  por  su  naturaleza,  friolero 
y  dentro  de  la  especie  los  podencos  y  perros  chinos,  por- 
que no  tienen  lana,  sienten  más  la  falta  de  calor. 


—  144   — 

288.  Tiene  menos  vergüenza  que  un  perro. 

Como  los  animales  carecen,  en  general,  de  pudor —  de- 
licada manifestación  de  sospechada  picardía,  —  y  el  pe- 
rro, por  irreflexión  comete  actos  en  la  vía  pública  en 
pugna  con  la  moral,  el  pueblo,  al  ver  a  un  hombre  dado 
a  la  impudicicia,  lo  compara  con  el  perro.  Con  mayor 
razón  debiera  parangonarlo  con  el  mono,  pero,  en  ocasio- 
nes, el  vulgo  no  es  lógico. 

289.  Tierra  de  Campos,  tierra  de  diablos,  que  sueltan  los  pe- 
rros y  atan  los  cantos. 

Lo  de  Campos  estará  por  la  asonancia. 

La  frase  se  atribuye  a  quien,  atacado  por  los  perros, 
quiso  defenderse,  arrojándoles  una  piedra,  un  canto ; 
pero  como  éstas  estaban  incrustadas  en  tierra,  se  lamen- 
tó de  que  los  canes  anduviesen  libres,  y  las  piedras  api- 
sonadas fuertemente  en  el  suelo. 

290.  Tironeando  como  perro  con  vaca  muerta. 

Para  arrancar  piltrafas,  como  ciertos  individuos  que 
se  complacen  en  descuerar  al  prójimo. 

291.  Todo  lo  cría  Dios,  sino  cuerno  a  los  perros. 

Lo  que  quiere  decir  que  no  se  deben  pedir  gollerías, 
que  resulten  manifiestos  imposibles. 

292.  Todo  junto,  como  al  perro  los  palos. 

Expresión  figurada  que  se  emplea  para  significar  que 
todos  los  males  le  vienen  a  uno  de  una  vez. 

Indica  también,  que  vendrá  ocasión  en  que  pagará  jun- 
tos todos  los  males  o  daños  el  que  los  hubiere  causado. 

Comentando  la  frase,  dice  mi  docto  amigo  Rodríguez 
Marín : 

Porque  al  amo  se  le  va  llenando  el  gorro  de  guijas  a  cada 
diablura  que  el  perro  le  hace  y  no  se  decide  a  castigarlo  ; 
hasta  que  un  día  se  le  acaba  la  paciencia,  y  le  da  tantos  gol- 
pes, que  todo  lo  paga  de  una  vez. 

293.  Tratar  —  a  alguno  —  como  a  un  perro. 

Equivale  a  maltratarle,  despreciarle,  porque  al  perro 
se  le  solían  dar  más  puntapiés  que  bocados. 


—   145  — 

Digo  solían,  porque  hoy,  gracias  al  cielo,  va  arraigan- 
do en  la  mente  popular  el  ruego  de  Sarmiento :  «  Sed 
compasivos  con  los  animales.  » 

294.  Tres  años,  un  cesto ;  tres  cestos,  un  can  ;  tres  canes,  un 
caballo;  tres  caballos,  un  hombre;  tres  hombres,  un  ele- 
fante. 

Correas,  de  quien  recojo  tan  absoluta  afirmación, 
añade : 

Entiende  vive  y  dura ;  larga  vida  de  un  elefante  se  me  ha- 
ce. Otros  dicen  :  tres  años  un  seto. 

Según  esta  aritmética,  la  vida  del  perro  dura  9  años 
y  la  del  hombre  81.  Me  parece  que  el  cálculo  falla  a  me- 
nudo. 

295.  Una  vez  burlan  al  perro  macho. 

Frases  que  Iñigo  López  de  Mendoza  comenta  así : 

El  que  es  taimado,  si  una  vez  le  engañan,  queda  para  siem- 
pre escarmentado. 

296.  Un  guerrero  debe  tener  el  asalto  del  galgo,  la  huida  del 
lobo  y  la  astucia  del  jabalí. 

La  frasecita  (?)  i)or  lo  clara,  no  pide  ciertamente  co- 
mentario. 

297.  Van  a  misa  los  zapateros,  ruegan  a  Dios  que  ca...  los  pe- 
rros. 

Así  lo  escribe  Correas  esquivando  prudentemente  el 
comento.  Yo,  por  no  ser  menos,  lo  imito. 

298.  Vayase  a  espulgar  un  galgo. 

Operación  en  verdad  poco  tentadora  y  menos  lucida. 
Se  usa  de  esta  expresión  familiar  para  despedir  a  uno 
con  desprecio. 

299.  Vendí  una  vaca,  compré  un  perro,  fuíme  a  cazar,  maté  un 
conejo,  comíme  la  carne  y  ahorré  el  pellejo. 

Va  contra  los  que,  alardeando  de  económicos,  se  equi- 
vocan en  sus  cálculos  y  pierden  más  de  lo  que  preten- 
dían ahorrar. 


—  146  — 

300.  Verte  hilar,  es  ver  un  perro  c... 

Se  emplea  para  denotar  el  fastidio,  el  asco  que  da,  ver 
que  86  hace  una  cosa  mal  hecha. 

301.  Vida  de  perros. 

Se  usa,  especialmente  con  el  verbo  llevar. 
Aplícase  al  infeliz  mortal  que  arrastra  su  existencia 
con  trabajos,  molestias  y  desazones. 

302.  Vióse  el  perro  en  bragas  de  cerro,  y  no  conoció  a  su  com- 
pañero. 

Iñigo  López  de  Mendoza  lo  publicó  de  la  siguiente 
manera: 

Vióse  el  perro  en  hras  de  cerro... 

En  la  Batalla  campal  que  los  lobos,  etc.,  de  Alfonso  de 
Falencia,  se  lee : 

Alzó  la  cerviz  y  erizósele  todo  el  cerro. 

Es  decir,  todo  el  pelo  del  espinazo,  que  esto  significó 
también  en  lo  antiguo,  la  voz  cerro. 

Se  dice  de  los  que,  mejorando  de  fortuna,  desconocen 
a  sus  antiguos  amigos. 

Dice  Cortejón,  que  con  este  refrán  se  reprende  la  alta- 
nería de  los  que,  ensoberbecidos  por  su  elevación  a  car- 
gos superiores,  no  tienen  más  que  desdén  para  los  com- 
pañeros de  antea. 

Cervantes  empleó  la  frase  en  el  capítulo  I  de  la  II 
parte  de  sti  novela  sin  segundo. 

Hay  otro  refrán  parecido  que  dice :  Vióse  el  villano  en 
bragas  de  cerro,  y  él,  fierro  que  fierro. 

¡  Cuan  inmensa  es  esta  legión  en  tierra  de  improvisa- 
dos !  Porque  aun  los  que  aparentan  ser  humildes,  al  ver- 
se encumbrados  por  la  veleidosa  fortuna,  a  lo  mejor,  se 
acuerdan  de  que  tienen  dinero  o  posición  social,  y  en- 
tonces, tal  vez  sin  darse  cuenta,  se  hinchan  como  la  ra- 
na. Olvidan  éstos  lo  que  sensatamente  afirmó  Manuel 
del  Palacio : 


—   147  — 

Por  mucho  que  os  encumbre  la  fortuna, 
por  mucho  que  alce  el  pedestal  la  fama, 
sólo  una  elevación  hay  sin  medida  : 
¡  la  elevación  del  alma  ! 

303.  Volver  a  lo  pasado,  como  el  perro  a  lo  bosado. 

«  Volverse  como  el  perro  a  las  bosadinas  »,  dice  Co- 
rreas, y  también,  aclarando  el  concepto :  Volver  al  gómi- 
to,  como  perro. 

Sépase  que  l)osar  es  aféresis  de  rebosar. 

El  Comendador  Griego  trae : 

Le  ciñen  reJnime  ce  qnUl  a  vomi,  que  traduce  :  el  perro  torna 
a  comer  lo  que  él  ha  vomitado. 

Con  tan  asquerosa  frase  proverbial,  se  reprende  a  los 
reincidentes  en  algíín  vicio  o  falta,  dice  un  tratadista, 
comparándolos  con  la  conducta  harto  sucia  de  los  perros 
cuando  vuelven  a  comer  aquello  mismo  que  han  vomi- 
tado. 

Sin  duda  el  comentarista  se  inspiró  en  las  siguientes 
palabras  del  señor  Alonso  de  Cabrera,  quien  hablando 
de  los  judíos,  dice  : 

No  sean  conversaciones  fingidas,  por  comer  estos  quince 
días,  y  pagar  deudas,  y  luego  volver  como  perro  al  vómito. 

Hoy  no  se  le  da  a  la  frase  tanto  alcance,  aplicándose 
tan  sólo  a  los  que  resucitan  en  sus  conversaciones,  el  re- 
cuerdo de  hechos  o  diclios  olvidados  ya  por  lo  mo- 
lestos. 

304.  Volverse  el  sueño  del  perro. 

Alude  a  lo  ligero  del  sueño  del  perro. 

Bastús  afirma  que  el  refrán  vale  «  cambiar  un  gozo 
por  un  quebranto,  un  bien  imaginario  por  un  mal  efecti- 
vo y  real  »,  y  refiere  su  origen  de  este  modo  :  Un  perro 
soñaba  que  comía  un  pedazo  de  carne  y  daba  muchas 
dentelladas  y  algunos  aullidos  sordos  de  contento.  Cuan- 
do el  amo  viéndole  de  esta  manera,  tomó  un  palo  ¡  si  se- 
ría bruto  !  y  le  sacudió  de  firme  hasta  que  despertó,  y  se 
halló  el  perro  sin  bocado  y  apaleado. 

10 


—  148  — 

305  Volvérsele  —  a  uno  —  la  jaca,  jaco,  y  la  perra  mal  cas- 
trada. 

Salir  mal  un  negocio  que  prometía  utilidades.  Dice 
Montoto  que  es  de  uso  frecuente  en  Andalucía. 

306.  Vuelta  de  podenco. 

Vale  zurra  o  castigo  grande. 

Hacerle  dar  una  vuelta  de  podenco,  equivale  a  despe- 
dir a  uno  con  cajas  destempladas. 

307.  Zumbarle  los  perros. 

Frase  equivalente  a  molestar  a  uno,  fastidiarle,  abu- 
rrirle. 


DE  ALGUNOS  FEBEOS  OÉLEBFvES 

El  perro  de  Tobías,  que  corre  veloz  a  anticipar  al  padre  ciego 
la  grata  nueva  del  término  de  sus  mortales  zozobras  con  la 
próxima  llegada  de  su  hijo;  el  de  San  Boque,  a  cuyo  instinto 
providencial  se  debió  que  este  santo  no  falleciese  de  la  peste, 
abandonado  dentro  de  una  gruta  en  medio  de  un  inmenso  y 
horrible  desierto  (1);  el  de  Alcibiades,  famoso  por  la  cortadura 
de  la  cola;  y  el  de  Ulises,  i)intado  tiernamente  por  Homero,  y 
cuya  muerte  en  la  Odisea  es  una  página  llena  de  emoción  con- 
movedora, palmariamente  demuestran,  si  no  lo  supiésemos  por 
Sócrates,  Aristóteles,  Flatón,  Alejandro  Magno,  etc.,  etc.,  que 
ya  en  la  antigüedad  fué  el  perro  fiel  amigo  del  hombre,  y  digno 
por  sus  abnegados  servicios,  de  que  su  memoria  se  transmitiese 
a  las  futuras  generaciones ;  que  en  esto  de  la  lealtad,  del  des- 
interés y  de  la  gratitud,  vence  casi  siempre  al  animal-hombre 


(1)  — [Quién  es  uu  santo  varón, 

con  esclavina  y  bordón 
que  trae  un  perro  consigo 
con  un  pan,  sin  que  le  asombre 
el  verle  una  llaga  aquí? 
—  San  Roque.  —  j  San  Roque  ?  —  Sí. 

(Mira  de  Mescua,  Galán,  valiente  y  discreto,  Jorn.  I.) 


—    149  — 

el  animal-perro.  Xo  en  vano  el  hombre  se  apellida  así  mismo  e) 
«  rey  de  la  creación»,  y  harto  sabemos  todos  que  reyes,  mag" 
nates  y  poderosos,  olvidan  fácilmente  los  favores  recibidos. 

Pongamos  a  nueva  luz  el  recuerdo  de  algunos  perros,  pocos, 
para  no  fatigar,  que  por  sus  notables  hechos  dignos  son  de  que 
no  se  les  olvide,  y  así,  tal  vez,  legitimaremos  las  afirmaciones 
contenidas  en  el  párrafo  anterior. 

Hablemos  del  perro  de  Montargis,  y  como  yo  no  acertaría  a 
referir  la  proeza  de  animal  tan  inteligente,  mejor  de  lo  que  lo 
realiza  Narciso  Campillo,  gustoso  le  cedo  la  palabra.  Dice  así 
el  citado  escritor,  después  de  participarnos  que  un  monumento 
de  escultura  le  representa  combatiendo  con  un  hombre : 

«  El  tal  combate  se  verificó  el  8  de  octubre  de  1381  con  toda 
solemnidad,  como  entre  dos  caballeros,  y  tal  desafío  tuvo  por 
causas  las  siguientes  :  Algunos  años  antes  fue  sorprendido,  ro- 
bado y  muerto  un  señor  llamado  Aubry  de  Montdidier,  porta- 
dor de  una  suma  considerable.  El  i^erro  volvió  a  París,  donde 
estaba  la  casa  y  la  familia  del  muerto,  mas  casi  moribundo  y 
exánime  de  una  tremenda  cuchillada.  Pasado  algún  tiempo,  y 
curado  el  perro,  llevó  a  la  selva  de  Bondy  a  un  hermano  del 
difunto,  y  escarbando  con  pies  y  manos  le  hizo  ver  su  sepultu- 
ra. Yendo  un  día  por  las  calles  de  París  arremete  el  perro  fu- 
riosamente contra  un  caballero  llamado  R.  Macaire,  a  quien 
costó  sumo  trabajo  salir  de  entre  las  garras  y  colmillos.  Pocos 
días  habían  pasado,  y  se  repite  igual  encuentro  y  acometida.  El 
caballero  Macaire  quéjase  ante  un  juez  de  aquellos  dos  ataques, 
a  su  juicio,  inmotivados;  pero  el  hermano  del  difunto  Aubry 
acusa  al  citado  caballero  de  robo  y  asesinato.  Como  todavía  do- 
minaban las  formas  bárbaras  del  derecho  de  la  edad  media,  se 
apeló  al  llamado  Juicio  de  Dios.  El  lugar  elegido  para  el  com- 
bate fué  en  la  isla  de  Nuestra  Señora,  hoy  de  San  Luis,  usando 
el  caballero  un  fuerte  bastón  y  el  perro  sus  garras  y  dientes, 
con  un  tonel  desfondado  por  ambos  lados  para  guarecerse  de 
los  ataques  del  adversario.  Al  principio  el  caballero  Macaire 
llevaba  de  su  parte  la  ventaja,  habiendo  logrado,  más  de  una 
vez,  aturdir  y  acorralar  al  perro  que  lo  hubiera  pasado  mal  sin 
el  socorro  del  tonel.  Pero  cuando  el  animal  parecía  ya  vencido 
y  la  cuestión  casi  terminada,  súbitamente  salta  al  cuello  del  ca- 


—   150  — 

ballero  Macaire,  quien,  viéndose  ya  perdido,  confiesa  su  cri- 
men. »  Añade  el  narrador  que  de  este  hecbo  se  compusieron 
canciones,  y  hasta  una  obra  teatral  titulada :  Ul  perro  de  Mon- 
targis. 

El  curioso  lector  que  desee  datos  más  precisos  de  duelo  tan 
singular,  puede  consultar  el  tomo  VI,  página  993,  artículo 
Aubry  de  IMontdidier,  de  la  Enciclopedia  universal  de  Espasa, 
y  el  tomo  XXXVI,  página  409,  artículo  Montargis,  de  la  mis- 
ma obra. 

Al  principe  de  Orange,  Guillermo,  el  Taciturno,  salvóle  la 
vida  en  cierta  ocasión  un  perrito  faldero,  tanto  que  en  varias 
estatuas  aparece  a  los  pies  del  príncipe  el  perro  histórico. 

Los  historiadores  cuentan  el  hecho  del  modo  siguiente  : 

«  Las  tropas  del  de  Orange  habían  puesto  sitio  a  Mons,  en  sep- 
tiembre de  1572.  El  general  Romero,  que  mandaba  las  fuerzas 
sitiadas,  concibió  el  atrevido  proyecto  de  apoderarse  del  prín- 
cipe, y  con  tanto  sigilo  atravesaron  las  líneas  enemigas  que  los 
soldados  dormidos  no  se  dieron  cuenta  del  peligro.  Sólo  lo  ad- 
virtió el  perrillo,  y  como  ladrara  furiosamente  sin  que  su  dueño 
se  despertara,  se  le  subió  a  la  cabeza  y  comenzó  a  arañarlo  con 
violencia.  El  de  Orange  comprendió  al  instante  el  riesgo  en  que 
se  encontraba,  y  aprovechando  la  obscuridad  de  la  noche  logró 
ponerse  en  salvo.  » 

Para  apreciar  en  toda  su  grandeza  la  fidelidad  del  perro  de 
la  infortunada  María  Estuardo,  bastará  copiar  un  párrafo  de 
una  carta  dirigida  a  Isabel  de  Inglaterra  por  lord  Burghley. 
Dice  así : 

«  Al  quitarle  los  verdugos  las  ligas  encontraron  oculto  entre 
las  faldas  al  perrito,  y  de  allí  hubieron  de  sacarle  a  la  fuerza; 
pero  el  animal,  sin  querer  separarse  de  su  dueña,  se  colocó  en- 
tre la  cabeza  ya  separada  del  tronco  y  el  resto  del  cuerpo,  de 
donde  le  sacaron  ensangrentado,  y  tuvieron  que  lavarle  lo  que 
no  se  hizo  con  las  ropas  de  la  reina  que  no  fueron  lavadas.  » 

Como  rasgo  de  instinto  maravilloso,  puede  citarse  el  de  Be- 
vis,  el  perro  favorito  de  sir  Henry  Lee.  Tenía  este  noble  un 
criado  italiano,  y  si  bien  el  animal  dormía  fuera  de  la  casa,  en 
una  perrera,  una  noche  el  mastín  al  ver  que  su  amo  se  iba  a 
acostar  lo  siguió  hasta  su  habitación.  Como  de  ésta  se  le  echa- 


—  151   — 

ra,  comenzó  a  arañar  la  pared  con  violencia,  acabando  Mr.  Lee 
por  permitirle  que  aquella  noche  durmiese  Beris  en  su  habita- 
ción. El  animal  se  echó  debajo  de  la  cama.  Pasada  media  no- 
che, un  ruido  extraño  despertó  al  caballero,  quien,  prendida  la 
luz,  vio  que  el  criado  estaba  tendido  en  el  suelo  bien  sujetado 
por  el  corpulento  mastín.  Sometido  el  infiel  sirviente  a  un  in- 
terrogatorio, acabó  por  confesar  que  se  proponía,  al  entrar  en 
el  dormitorio  de  Mr.  Lee,  matarle  y  robarle. 

De  Moiloff^  perro  del  desgraciado  duque  D'Enghien,  se  cuen- 
ta que  en  el  momento  de  ser  éste  fusilado,  costó  trabajo  sepa- 
rarlo de  su  lado,  tanto  que  el  pelotón  de  soldados  encargado  de 
cumplir  la  sentencia,  titubeaba  porque  el  duque  procuraba  ale- 
jar de  sí  al  cariñoso  can.  Cumplida  la  terrible  condena,  el  des- 
tacamento se  retiró  a  las  tres  de  la  madrugada  del  fúnebre  lu- 
gar, no  así  Moiloff,  que  olía  la  sepultura  y  gemía  tristemente. 
Al  día  siguiente  una  alma  caritativa  logró  recoger  al  pobre 
can,  medio  muerto  de  hambre,  de  frío  y  de  pena,  alejándolo  de 
la  tumba  de  su  dueño. 

Lord  Byron  honró  la  memoria  de  su  perro  Boatstcain  (1),  es- 
cribiendo este  epitafio,  que  es  el  elogio  más  cumplido  que  se 
ha  hecho  de  tan  simpático  animal : 

«  No  lejos  de  aquí  están  depositados  los  restos  de  uno  que 
poseyó  belleza  sin  vanidad,  fuerza  sin  insolencia,  valor  sin  fe- 
rocidad y  todas  las  virtudes  de  un  hombre  sin  vicios.  Estos  elo- 
gios, que  quizá  pareciesen  adulación,  si  estuviesen  inscritos 
sobre  humanas  cenizas,  son  justo  tributo  a  la  memoria  de  Boats- 
icain,  perro  nacido  en  Terranova,  en  mayo  de  1803  y  muerto  en 
la  abadía  de  ÍTewstead  el  día  18  de  noviembre  de  1808. » 

-  De  Barry^  que  siguió  a  Napoleón  en  el  paso  de  los  Alpes,  se 
cuenta  que  salvó  la  vida  a  cuarenta  y  una  personas,  pereciendo 
a  la  mano  de  la  última  que  en  la  obscuridad  de  la  noche  lo  tomó 
por  un  lobo.  Y  ya  que  de  Napoleón  se  ha  hablado,  bueno  es  re- 
cordar al  perro  Moustache,  a  quien  el  emperador  concedió  la 
cruz  de  la  Legión  de  Honor  por  haber  rescatado  de  manos  de 
un  oficial  enemigo  la  bandera  de  su  regimiento. 

(1)  El  mismo  Lord  decía  :  «  cuanto  más  trato  a  los  hombrea,  más  quiero 
a  mi  perro.  » 


—  152  — 

Hablemos  ahora  de  perros  españoles,  acortando  todo  lo  posi- 
ble para  no  abusar  de  la  ajena  paciencia. 

Amadis,  nombre  del  famoso  y  fiel  caballero,  fué  popular  en 
España  allá  por  los  siglos  xiv  y  xv,  no  debiendo  sorprender, 
por  lo  tanto,  que  se  aplicase  a  los  canes  que,  a  la  postre,  son 
modelo  de  fidelidad.  Que  mi  afirmación  no  es  aventurada,  se 
comi)rueba  con  sólo  recordar  que  en  la  lápida  que  cierra  la  tum- 
ba de  Lorenzo  Suárez  de  Figueroa,  fallecido  en  1409,  hay  es- 
culpido un  perro  en  cuyo  collar  se  lee :  Amadis. 

Mas,  no  es  de  éste  de  quien  quiero  hablar,  sino  de  otro  Ama- 
dis, del  cual  cuenta  maravillas  Juan  de  Castellanos  en  sus  Ele- 
gías de  varones  ilustres  de  Indias,  parte  II.  Su  fino  olfato  le  per- 
mitía descubrir  a  los  indios,  y  su  pujanza,  cual  de  fiero  lobo,  era 
irresistible.  Murió,  al  fin,  asaeteado  por  los  nativos. 

De  este  perro  dice  el  citado  Castellanos  que  : 

Llamábase  Amadis.  \  fué  más  fiero 
que  el  otro  fabuloso  caballero. 

Argote  de  Molina  nos  refiere,  en  su  Discurso  sobre  el  libro  de 
la  Montería,  que  había  un  perro  por  demás  guerrero.  Pero  oigá- 
mosle : 

«  En  la  ciudad  de  Baeza  es  cosa  muy  notoria  el  can  de  Día 
Sánchez  de  Carvajal,  cuya  era  la  villa  de  Jodar,  llamado  Maho- 
ma,  que  ganaba  sueldo  en  la  frontera  de  Granada  como  un  jine- 
te gran  batallador  contra  moros.  » 

Otro  perro  famoso  es  el  de  Alba,  de  quien  se  refiere,  en  popu- 
lares coplas,  que  se  la  tenía  jurada  a  todos  los  judíos  de  su  pue- 
blo, Alba  de  Tormes,  al  extremo  de  perseguirlos  y  morderlos 
sin  piedad. 

Los  damnificados  se  presentaron  al  juez  pidiendo  la  prisión 
y  muerte  del  belicoso  jjerro.  El  juez  no  tuvo  reparo  en  conde- 
narle, lo  que  quiere  decir  que  de  las  dos  partes  contendientes 
sólo  se  escuchó  a  una;  pero  es  el  caso  que  cuando  llevan  el  can 
a  ahorcar,  se  les  escapa,  o  algún  cristiano  facilitó  la  fuga,  y  se 
fué  a  Oviedo  donde  murió  de  pestilencia. 

De  estas  coplas  que  se  conservan  en  la  Biblioteca  nacional 
de  Madrid  en  pliego  suelto  rotulado  :  «  Este  es  el  Pleito  de  los 
indios  con  el  perro  de  Alba,  y  de  la  burla  que  les  hizo;  nuevamen- 


—  153  — 

te  trohado  por  el  Br.  Juan  de  Trasmiera,  residente  en  Salaman- 
ca, que  hizo  a  ruego  y  pedimento  de  un  señor  »,  sólo  conozco 
el  siguiente  fragmento  que  publican  Sclievill  y  Bonilla  de  San 
Martín,  en  una  de  las  notas  que  figuran  en  el  tomo  lY  de  las 
Ohras  completas  de  Cervantes,  página  200  (edic.  de  1918): 

Nos  los  que  paz  deseamos 
la  noble  aljama  y  caal, 
contra  xin  perro  natural 
desta  villa  nos  quejamos, 
y  a  vos,  señor,  demandamos 
le  colguéis  de  la  picota, 
porque  nos  muerde  y  destruye: 
nunca  de  nosotros  huye, 
y  nos  trae  al  estricota. 

Tan  ramplonas  son  las  coplas,  que  dieron  lugar  a  que  con  la 
frase:  Las  coplas  del  perro  de  Alba,  se  significara  cosa  de  poco 
valor.  El  erudito  Puyol  y  Alonso,  en  su  edición  de  La  picara 
Justina,  dice  que  de  ellas  nacieron  las  locuciones:  «no  lo  esti- 
mo en  las  coplas  del  perro  de  Alba  »  y  «  no  se  me  da  las  coplas 
del  etc.  ».  Xos  participa,  también,  que  por  aquel  tiempo  se  de- 
cía :  « Ir  o  venir  por  flores  al  perro  de  Alba»,  y  lo  prueba  con 
estos  versos  de  la  Mojiganga  de  Roxillas : 

¡Toma,  qué  manda! 
eso  es  venir  por  flores 
al  perro  de  Alba. 

Cervantes,  en  la  elección  de  los  Alcaldes  de  Daganzo,  escribe  : 

En  ella  tiene 
del  antiguo  y  famoso  perro  de  Alba 
todas  las  coplas,  sin  que  letra  falte. 

Quiñones  de  Benavente  en  su  Entremés  de  la  Constreñida 
pone  los  siguientes  versos  en  boca  de  un  personaje : 

Se  casó  con  Aldonza  de  Torralba 
en  tiempo  del  insigne  perro  de  Alba. 

Si  las  anteriores  citas  son  suficientes  para  probar  no  sólo  la 
nombradía  del  perro,  sino  la  popularidad  de  las  coplas,  las  tres 


—  154  — 

que  siguen  servirán  para  patentizar  la  fama  de  bravo  que  había 
adquirido  aquel  animal : 

¡  Qué  linda  flor  de  malva ! 
¡Que  no  os  luiieida!  ¿Soy  yo  el  perro  de  Alba? 

(Quiñones  do  Benavente,  Entremés  de  los  dos 
alcaldes  encontrados.) 

De  perro  de  Alba  le  dan 
renombre  los  que  le  han  visto. 
tan  bravo,  enojado  y  listo 
con  los  que  van  de  Almazán. 

(Tributo  de  César ])agado  a  César,  etc.,  pu- 
blícalo Santiago  Alvarez  Gamero.) 

Pues  me  dais 
segunda  naturaleza, 
y  soy  negro,  y  alba  aoy, 
corrido  de  vuestras  perlas, 
el  perro  de  Alba  seré 
de  las  escuadras  flamencas. 

(Andrés  de  Claramonte,  El  valiente  negro 
en  Flandes.) 

De  otro  perro  célebre  he  de  hacer  mención,  irritado  de  veras 
conmigo  mismo  por  no  haber  podido  dar  con  su  nombre.  Su  ce- 
lebridad estriba  no  tanto  en  su  valentía  cuanto  en  haber  sido 
el  único  perro  que  muriera  públicamente  a  manos  del  verdugo. 
El  hecho  ocurrió  allá  por  los  años  1765  ó  176C. 

Parece  que  a  la  nueva  plaza  de  la  villa  y  corte  de  España, 
inaugurada  en  1749,  concurrió  en  fiesta  solemne  un  espectador 
con  su  perro.  Bravo  el  animalito,  en  cuanto  vio  al  toro  en  el 
redondel,  allá  se  fué,  y  como  era  de  los  llamados  de  presa,  en 
serio  aprieto  puso  al  cornúpeto.  Entre  los  silbidos  de  unos,  por- 
que el  incidente  retrasaba  la  corrida,  y  los  aplausos  de  otros,  al 
simpático  y  valiente  can,  el  señor  corregidor  de  la  villa,  que  lo 
era  don  Francisco  de  Lujan,  dispuso  que  en  el  acto  se  prendiese 
al  perro  atropellador,  y  allí  mismo,  a  la  vista  de  todos,  fuese 
ahorcado  por  mano  de  verdugo. 

Crueldad  tan  poco  común,  y  sobre  todo  pena  tan  injusta,  pues 


—   155  — 

8i  alguien  merecía  ser  castigado  no  era  el  perro,  sino  su  dueSo, 
dio  lugar  a  que  la  musa  popular,  y  aun  la  erudita,  se  cebase  con- 
tra ese  señor  corregidor,  circulando,  primero  de  boca  en  boca  y 
luego  en  pliegos  de  cordel,  Varias  poesías  hechas  contra  don 
Francisco  de  Jjujíhi,  por  haber  mandado  ahorcar  un  perro  en  una 
fiesta  de  toros.  Dice  F.  Pérez  y  González,  a  quien  sigo  en  esta 
parte,  que  por  aquellos  días  se  oía  cantar  a  todas  horas  : 

Bueno  Madrid  estás, 
con  nn  perro  menos 
y  un  burro  nián. 

Ya  se  supondrá  quién  era  el  burro,  a  quien  llamaron  también 
«  Pilatos  de  los  perros  »,  «  Corregidor  de  presa  »,  «  Juez  de  las 
perrerías  »  y  «  Mataperros  y  pelagatos  ». 

De  las  varias  poesías  que  el  mentado  autor  nos  da  a  conocer, 
me  limitaré  a  copiar  el  siguiente  soneto,  en  que  «  despídense 
los  perros  del  oficio»,  colocándose,  sin  duda  por  distracción,  la 
coma,  no  después  del  apellido  del  señor  corregidor,  sino  antes : 

Señor  corregidor,  desde  que  ha  habido 
fiestas  de  toros  en  la  insigne  España 
hubo  perros  de  presa,  cuya  saña 
sujetó  de  los  toros  lo  atrevido. 

Hasta  aquí  entre  nosotros  se  ha  tenido 
por  ejercicio  noble  aquesta  hazaña  ; 
pero  ya  el  ejemplar  nos  desengaña 
que  es  oficio  muy  ruin,  muy  abatido. 

Antes  era  el  valiente  muy  honrado  ; 
mas  pues  ya  es  el  valor  abatimiento, 
el  oficio,  señor,  hemos  dejado. 

El  ejemplo  nos  sirve  de  escarmiento, 
y  pues  ningún  borrico  ha  muerto  ahorcado, 
más  vale  ser,  señor,  Lujan  jumento. 

Ya,  al  hablar  de  los  perros  de  guerra,  apunté  la  idea  de  lo 
útiles  que  fueron  estos  animales  a  los  conquistadores  de  Amé- 
rica. Sin  entrar  en  grandes  detalles,  ya  que  no  hay  tiempo  para 
ello  y  el  asunto  merece  un  libro,  me  limitaré  a  copiar  unas 


—  156  — 

líneas  de  las  conocidas  Décadas  de  Antonio  de  Herrera  (1).  Al 
mentar  a  Becerrillo,  en  la  década  I,  libro  VII,  capítulo  XtlI, 
dice  lo  siguiente : 

«Juan  Ponce  ...  tenía  hombres  rauy  valientes,  y  que  en  mu- 
chas batallas  y  reencuentros  hicieron  cosas  maravillosas  en  que 
no  les  ayudó  poco  el  j)erro  Becerrillo,  que  hacía  en  los  indios 
estragos  admirables  y  conocía  los  que  eran  de  guerra  y  los  de 
paz,  como  si  fuera  una  persona;  por  lo  cual  temían  más  los 
indios  de  diez  castellanos  con  el  perro  que  de  cien  sin  él,  y  por 
esto  le  daban  parte  y  media  de  lo  que  ganaba  como  a  un  balles- 
tero, así  de  oro  como  de  esclavos  y  otras  cosas,  y  lo  cobraba  su 
amo.  Dijéronse  cosas  notables  de  este  perro,  y  entre  ellas  fué 
que  habiendo  acordado  de  echar  una  india  vieja  a  este  perro,  el 
capitán  la  dio  una  carta  para  que  la  llevase  a  ciertos  castellanos 
que  estaban  cerca  de  allí.  La  india  tomó  la  carta,  y  en  saliendo 
de  entre  la  gente,  la  echaron  el  perro,  y  viéndole  ir  sobre  ella 
tan  feroz,  sentóse,  y  hablando  en  su  lengua,  mostrábale  la  carta 
diciendo :  «  Señor  perro,  yo  voy  a  llevar  esta  carta  a  los  cristia- 
nos, no  me  hagas  mal,  perro  señor  » ;  porque  los  indios  truecan 
las  palabras.  Paróse  el  perro  muy  manso,  y  comenzóla  a  oler,  y 
alzó  la  pierna  y  orinóla,  como  lo  suelen  hacer  los  perros  a  las 
paredes,  de  que  los  castellanos  quedaron  admirados  (2).  » 

Perro  tan  útil,  más  que  útil,  necesario,  fué  muerto  por  los 
indios  caribes,  con  el  natural  disgusto  en  los  conquistadores,  si 
bien  dejó  descendencia  digna  de  él,  pues  su  hijo  Leoncillo  emuló 
las  glorias  del  padre  y  fué,  como  él,  eficaz  cooperador  de  los 
castellanos  en  las  exploraciones  del  itsmo  de  Darien.  Ko  logró, 
como  su  padre,  que  se  le  nombrara  capitán  en  el  mismo  campo 
de  batalla,  ni  que  las  tropas  desfilaran  ante  él  rindiéndole  los 
honores  debidos  a  su  valor,  pero  sí  obtuvo  paga  y  ración  de  sol- 
dado hasta  que  murió  asaeteado  por  los  indios.  Hay  historiador 


(1)  Hernández  de  Oviedo  noa  brinda,  también,  con  muchos  detalles  refe- 
rentes a  tan  bélico  ejemplar  de  la  raza  canina. 

(2)  Vargas  Machuca,  en  su  Milicia  indiana,  nos  habla  de  «  falconetes  y 
perros  amaestrados  que  olían  a  distancia  a  los  indios  y  los  buscaban  en  los 
escondrijos  ». 

Véase  también  Ulloa,  Viaje  al  Perú,  libro  VI. 


—   157    — 

que  asegura  que  entre  LeonciUo  y  los  perros  que  capitaneaba 
habían  estrangulado  cerca  de  dos  mil  indios. 

En  más  modernos  días,  en  la  guerra  de  1860  entre  España  y 
Marruecos,  se  distinguió  por  su  viva  inteligencia  un  perro : 
Falomo. 

Pertenecía  a  un  soldado  del  batallón  de  Cazadores  de  Baza. 
Se  embarca  la  tropa  hacia  Málaga,  prohibiéndose  en  absoluto 
la  entrada  de  perros  en  el  buque.  Queda  Palomo  en  la  capital 
catalana,  pero  a  los  pocos  días  de  estar  el  batallón  en  Málaga, 
aparece  allí  el  perro.  ¿  Cómo  fué  ?  Nadie  lo  supo.  Sale  la  tropa 
para  África  y  otra  vez  el  soldado  tiene  que  separarse  de  su 
perro :  han  pasado  no  ya  días,  semanas,  cuando  una  noche  que 
el  batallón  vivaqueaba  en  las  inmediaciones  del  serrallo,  y  el 
recluta  se  disponía  a  dormir,  oye  que  arañan  la  lona  de  la  tienda 
de  campaña  y  a  los  pocos  momentos  el  perrillo,  loco  de  alegría, 
cae  sobre  su  amo. 

José  Puiggari,  uno  de  los  biógrafos  de  Falomo,  al  describir 
a  la  ligera  lo  narrado,  verdaderamente  asombroso,  pues  entre  su 
amo  y  él  estaba  el  mar  por  medio,  dice  que  «  pone  muy  alta  la 
sagacidad  del  perro  en  cuestión  ». 

Se  cuenta  que  un  día  caj^eron  todos  los  servidores  de  una 
pieza  de  artillería,  aproximándose  los  moros  para  apoderarse 
de  ella,  visto  lo  cual  por  Palomo,  saltó  sobre  la  cureña  y  tuvo  a 
raya  el  enemigo  hasta  que  acudieron  otros  artilleros  en  reem- 
plazo de  los  caídos. 

Al  regresar  vencedoras  las  tropas  a  Madrid  y  con  ellas  Pal4>- 
mo,  que  había  perdido  en  la  guerra  su  primer  amo,  fué  aclamado 
por  el  pueblo,  cubierto  de  flores,  y  su  retrato  publicado  en  los 
periódicos  ilustrados  de  la  época. 

¿  Quién  de  mi  generación,  viviendo  en  España,  no  ha  cono- 
cido siquiera  de  oídas  al  perro  Paco  f 

Este  animal  se  hizo  célebre  en  Madrid  allá  por  los  años  del 
1880  al  82.  Asistía  a  funciones  de  teatro  y  a  corridas  de  toros, 
aullando  cuando  el  público  silbaba,  y  ladrando  alegremente 
cuando  las  gentes  aplaudían.  ]S"o  tenía  dueño,  y  como  su  punto 
fijo  era  la  entonces  estrecha  calle  de  Sevilla,  todo  Madrid  lo 
conocía. 

Su  última  gracia  fué  entrar  en  el  Congreso,  produciendo  risa 


—   158  — 

en  cuantos  diputados  lo  conocían,  hilaridad  que  se  aumentó 
cuando,  al  entrar  un  célebre  jefe  de  partido,  el  perro  se  puso  a 
ladrar  furiosamente,  liasta  que  lograron  expulsarlo  del  sagrado 
recinto  de  las  leyes. 

Fué  muerto  este  perro  bohemio  y  libre,  el  21  de  junio  de 
18S2,  de  una  estocada  que  le  dio  el  espada,  porque  en  plena 
lidia  se  interponía  entre  el  matador  y  el  becerro. 

Un  armero  de  la  plaza,  admirador  del  perro  Paco,  se  lo  llevó 
muerto  a  su  casa  y  lo  mandó  disecar. 

Aún  pudiera  hablar,  tomando  pie  de  las  coplas  de  Mingo  Ke- 
vulgo,  en  las  que  se  lee  : 

Está  la  perra  JustiUa 
que  viste  tan  denodada, 
o  bien  de 

La  otra  perra  Ventadora, 

pero  bueno  es  saber,  y  con  ello  economizo  comentarios,  que  Jus- 
tiUa, es  vocablo  corrompido,  por  Justicia,  y  la  Ventora,  o  venta- 
dora,  simboliza  la  Prudencia,  lo  que  vale  asegurar  que  tales 
nombres  no  se  refieren  a  perros  determinados. 

Este  capítulo  hubiera  podido  ser  más  nutrido ;  pero,  ¿,  para 
qué  ?  Si  «  para  muestra  basta  un  botón  »,  esto  que  es  una  boto- 
nadura, prueba  cuan  inteligente  es  el  can,  con  cuánta  razón  se  le 
ensalza,  y  lo  mucho  que  aún  podría  decirse  en  pro  de  él  si  no  se 
temiera,  más  que  la  propia,  la  ajena  fatiga. 


EPILOGO 

Creer  quiero,  benévolo  lector,  que  si  tuviste  tiempo  y  pacho- 
rra para  recorrer  las  páginas  de  este  libro,  habrás  apreciado, 
sino  la  competencia  y  erudición  de  su  autor,  siquiera  su  pacien- 
cia, rayana  casi  en  heroicidad.  Mas,  seguro  estoy  de  que  tu 
admiración  se  elevará  aún  a  mayor  altura  si  sabes,  que  para  no 
abrumarte,  he  desechado  no  poco  material  recogido. 

Quería  seguir  a,\  perro  a  través  de  la  historia  militar  y  litera- 
ria de  mi  patria ;  ansiaba  probarte,  con  documentadas  pruebas, 


—    159   — 

cómo  vence  al  hombre  en  fidelidad  y  abnegación;  deseaba  con- 
vencerte de  que  el  llamado  enfáticamente  rey  de  la  creación, 
muéstrase  a  veces  i)equeno  al  lado  de  animal  tan  perspicaz  e 
inteligente;  pero,  lo  repito,  enfrené  mi  entusiasmo  y  archivé 
noticias  y  apuntes,  para  no  dar  a  este  librejo  desmesuradas  pro- 
porciones. 

Si,  lo  que  no  es  probable,  esta  Perrología  alcanzare  el  favor 
del  público,  y  Dios,  en  su  bondad,  alargase  aún  algunos  años 
mi  vida  terrena,  daría  a  luz  una  segunda  'parte,  tendente  a  de- 
mostrar, como  la  primera,  que  el  perro  es  el  animal  de  la  crea- 
ción más  digno  de  estudio,  y  que  no  es  tiempo  perdido  el  em- 
pleado en  aventar  sus  méritos  y  asolear  sus  virtudes. 

De  mí,  te  diré  que  desde  la  más  temprana  edad  ladró  perro 
en  mi  hogar,  y  que  en  no  pocas  ocasiones  las  caricias  perrunas 
lograron  hacerme  olvidar  las  ingratitudes  humanas.  Dios  te 
libre  de  Xsi,^  perrerías  de  los  hombres  que  con  las  dentelladas  de 
la  calumnia  destrozan  la  honra  ajena,  y  te  dé  a  gustar  las  cari- 
ñosas xjerrerías  de  los  canes,  amigos  fidelísimos  del  hombre. 

Buenos  Aires,   octubre  de  1922. 


CAN  Y  PERRO 

Probable  es  que  algún  lector,  por  pasarse  de  listo,  sonría  y 
diga  para  su  coleto :  «Sí;  olivo  y  aceituno,  todo  es  uno »,  o  lo 
que  es  lo  mismo,  «perro  y  can,  es  igual ». 

Mas,  a  este  lector,  después  de  loar  la  rapidez  de  su  fallo,  le 
leería  con  cierta  pausa,  deteniéndome  en  las  dos  últimas  pala- 
bras, los  versos  siguientes  de  Juan  de  Mena  : 

Dar  nueva  lumbre  las  armas  y  hierros, 
ladrar  sin  herida  los  canes  y  perros, 

¿  Por  qué  el  poeta  no  substituyó  la  copulativa  por  la  conjun- 
ción disyuntiva  o?  Pues,  porque  de  hacerlo  hubiera  hecho  sinó- 
nimas palabras  que  si  lo  son  hoy,  no  lo  fueron  antaño. 


—  160  — 

De  que  peno  y  can  no  eran  sinónimos  en  otro  tiempo,  lo  de- 
muestra no  sólo  el  transcrito  verso,  sino  el  siguiente  refrán, 
registrado  por  el  Comendador  Griego :  «  dos  perros  a  un  can 
mal  trato  le  dan  »,  refi'án  que  se  reformó  luego  diciendo  «  dos 
gozques  a  un  can  mal  rato  le  dan  » . 

Asegura  Galindo  y  Vera  en  su  erudita  obra  Progreso  y  vici- 
situdes del  idioma  castellano,  que  en  España  se  usaba  la  palabra 
can  hasta  fines  del  siglo  xiv  o  principios  del  siglo  xv  en  que  se 
introdujo  la  de  perro;  y  después  de  transcribir  los  dos  versos, 
ya  copiados  de  Mena,  agrega :  «  Quizá  con  esta  última  palabra 
— perro  — se  designarían  los  jjcrros  de  ciertas  razas,  y  con  la  de 
canes  los  de  otras;  pues,  de  lo  contrario,  parece  una  redundancia 
decir  que  ladrarían  los  canes  y  los  perros,  es  decir,  los  perros  y 
los  perros. » 

Afirma  Galindo  y  Vera,  que  Mena  es  el  autor  que  primero 
empleó  la  palabra  perro. 

Conviene  recordar,  para  apreciar  lo  que  luego  diremos,  que 
el  celebrado  autor  del  Laberinto  floreció  en  el  siglo  xv  (1411- 
1456). 

Veamos  lo  que  hay  de  cierto  en  tales  afirmaciones. 

Comencemos  por  asentar  una  verdad  perogrullesca :  can  es 
una  voz  sabia,  perro  es  un  término  vulgar.  Basta  fijarse  un  po- 
co para  notar  que  son  cultas  todas  las  palabras  derivadas  de 
can,  y  vulgares  las  que  proceden  de  perro. 

La  palabra  culta  fué  cdne  en  castellano  antiguo,  italiano  y 
rumano;  can  en  castellano,  gallego  y  provenzal;  en  portugués, 
cao;  en  francés,  chien;  en  albanés,  hjen;  todos  proceden  del  la- 
tín canis. 

Circunscribiéndonos  a  lo  que  nos  interesa,  digamos  con  Mar- 
tínez Marina,  que  no  hay  documento  castellano  antes  del  año 
1140,  y  que  los  más  antiguos  que  conocemos  son  los  romances 
Los  tres  reis  d'Orient,  El  misterio  de  los  reyes  magos,  La  vida 
de  Santa  María  egipciaca,  La  crónica  o  leyenda  rimada  de  las 
mocedades  del  Cid,  y  el  poema  del  Mío  Cid. 

Antes  de  pasar  adelante,  enterémonos  de  lo  que  al  respecto 
dice  el  Diccionario  de  Autoridades,  en  su  tomo  II,  página  103  : 
«  Can  :  Lo  mismo  que  perro.  Es  voz  antigua,  que  sólo  se  conser- 
va en  Asturias,  Galicia  y  algunas  otras  partes,  y  entre  los  poe- 


—   161  — 

tas.  En  todos  los  libros  antiguos  es  común,  porque  se  conocía 
poco  la  voz  perro.  Viene  del  latín  canis  que  significa  esto  mis- 
mo. Chron.  Gen.,  folio  176.  Abondaba  aquesto  de  la  crueza  de 
los  bárbaros,  que  tomaban  los  canes,  é  las  otras  bestias  bravas, 
que  son  duclias  de  comer.  F.  L.  de  Gran  I.  Capítulo  14-4.  Ya 
que  la  necesidad  del  mantenimiento  nos  obligó  a  tratar  de  los 
canes,  añadiré  aquí  otra  cosa...  Gong.  Poliphem  :  El  silencio 
del  can  siga,  o  el  sueño.  » 

Tratemos  ahora  de  fijar,  en  lo  posible,  la  época  en  que  apare- 
ció, no  en  labios  del  pueblo,  sino  en  la  literatura  castellana,  la 
palabra  perro,  señalando  antes  las  obras  en  las  que  se  lee  la 
voz  can. 

—  Ganes  traydores,  dícese  en  el  cantar  de  Mío  Cid,  año 
1140  (?). 

—  Gonzalo  de  Berceo,  1198-1264 :  En  manera  de  can  firien- 
do  colmelladas.  —  Milag.  470 :  En  cosiment  de  canes  quando 
iaz  el  christiano,  S.  D.,  356;  Ca  clamaban  los  canes  ereges  e 
arlotes,  S.  D.  648.  Más  rabiosos  que  carniceros  canes.  Duelo  39. 

Este  mismo  autor,  en  el  último  verso  de  la  copla  39,  escribe : 
«  Dieronli  mal  brebaio  como  malos  e  chañes.  » 

Al  dar  con  la  voz  subrayada,  dice  Tomás  Antonio  Sánchez : 
«  Acaso  é  chan,  tomado  de  chien,  que  en  francés  significa  perro. » 

Véase  la  voz  chan  en  el  VocaMilario. 

—  En  el  Fuero  Viejo  de  Castilla,  1222  (?)  se  habla  del  can. 
En  el  Fuero  Juzgo,  1241  {%  libro  VIII,  título  IV,  leyes  XIX 

y  XX  se  emplea  la  palabra  can. 

En  el  libro  de  Alexandre,  1250,  se  lee : 

Tu  feziste  el  enxieuii)lo  que  fizo  la  cordera 

que  temió  los  canes,  exió  de  la  carrera.  Est.  1618. 

Del  fuero  de  Soria,  siglo  xv,  copio  :  «El  que  cacare  con  anes 
o  con  canes». 

El  marqués  de  Santillana,  1398-1458  :  «  Afalagando  sus  ca- 
nes»; y  en  otro  pasaje  :  «e  con  sus  canes  e  redes». 

Gómez  Manrique,  1412  (!)  1490  (?),  ^jí.s,Ví  Exclamación  e  que- 
rella de  la  Gobernación,  escribe : 

Los  puercos,  que  van  sin  canes 
pocos  matan  las  armadas. 


—  162  — 
Juan  Alonso  de  Baena,  1445,  dijo : 

E  si  ay  canes  de  grant  ladradura. 

Eetrocedamos,  pues  ya  hemos  llegado  desde  la  mitad  del  si- 
glo xn  a  igual  período  del  siglo  xv,  y  averigüemos  quiénes  em- 
plearon la  voz  perro. 

En  el  Libro  de  la  Montería,  atribuido  a  Alfonso  XI,  que  rei- 
nó de  1312  a  1350,  en  la  parte  I,  se  liabla  de  canes  :  sabuesos, 
alanos,  de  busca,  de  levantar,  maestro,  de  correr,  lebreros  y  mas- 
tines, y  de  perra  preñada,  con  lo  que  parece  demostrar  que  tie- 
ne en  más  estima  al  macho  que  a  la  hembra. 

En  el  capítulo  XXXVIll,  y  nótese  cómo  establece  diferen- 
cias, se  lee :  «  Et  desde  que  fueren  de  un  año,  si  fuese  2)erra  que 
la  lleven  a  monte,  e  si  fuere  oan  que  lo  atiendan,  que  non  lo  lle- 
ven a  monte  fasta  que  haya  año  y  medio.  » 

Y  en  el  capítulo  XLI  dispone  :  «  De  lo  que  deben  facer  a  las 
perras  cuando  non  pudieren  parir.  » 

Sin  embargo,  desde  el  capítulo  XV  de  la  parte  II,  comienza 
a  emplear  la  voz  perro,  aunque  pocas  veces. 

El  infante  don  Juan  Manuel,  1335,  en  su  El  conde  Lucanor, 
estampa  las  voces  perro  y  alano. 

En  la  Crónica  rimada  del  Cid,  1340  (?),  verso  274,  se  habla 
de  un  sitio  llamado  «Val  de  perro  ». 

El  Archipreste  de  Hita,  1343,  emplea  las  palabras  perro,  mas- 
tín, alano  y  galgo. 

Alonso  Martínez  de  Toledo,  1398-1470,  en  su  monumental 
Corbacho,  emplea  la  voz. 

Juan  de  Mena,  1411-1456,  ya  citado  al  principio. 

Páez  de  Ribera,  1445  (?),  usa  la  voz  cuando  escribe  : 

Mas  comoj)«>TO  farabriento. 

En  las  Coplas  de  Mingo  Revulgo,  1470,  se  puede  leer : 

Oja,  oj a  los  ganados 

y  la  burra  con  los  perros. 

(Copla  IV.) 


—  163  — 

En  La  Celestina,  1499,  de  reinando  de  Eojas,  se  leen  las  ]}2í,- 
labras  2>e''''o  y  perra. 

Diego  de  Negueruela,  1550,  en  su  farsa  llamada  Ardanusa 
habla  de  perro,  perrazo  y  perrazón. 

Se  usa  igualmente  la  voz  en  la  Crónica  de  don  Alfonso  XI, 
1573  (?). 

Y,  finalmente,  porque  la  enumeración  resulta  pesada,  Vargas 
Machuca,  1600,  en  su  Milicia  indiana,  habla  de  falconetes  y  fie- 
rros amaestrados  que  olían  a  distancia  a  los  indios. 

Las  anteriores  citas  comprenden  desde  mitad  del  siglo  xiv  a 
fines  del  xv. 

Nos  quedan  por  citar  ahora  los  autores  que  promiscuaron, 
esto  es,  que  emplearon  simultáneamente  ambas  voces. 

El  primero  con  quien  tropezamos  es  el  travieso  Ropero  de 
Córdoba,  Antón  de  Montoro,  1401-1480;  le  sigue  el  mencionado 
Juan  de  Mena ;  va  en  pos  de  ellos  Alfonso  de  Falencia,  1456  a 
1493,  quien  en  su  Batalla  campal  que  los  lobos  y  los  perros  ovie- 
ron,  usa  la  voz^en-o  70  veces  y  sólo  16  la  palabra  can  ;  puede 
citarse  después  a  Juan  del  Encina,  1469-1529,  y  por  último  la 
Crónica  del  Cid,  1573  {%). 

De  este  vano  alarde  de  fastidiosa  paciencia,  se  pueden  dedu- 
cir, suponemos,  varias  verdades,  o  sea,  que  la  voz  can  fué  em- 
pleada siempre  por  los  eruditos,  antes  de  que  su  sinónima  en- 
trara a  formar  parte  del  acervo  común  del  idioma;  que  la  pala- 
bra perro  brota  por  vez  primera  de  los  puntos  de  la  pluma 
del  infante  don  Juan  Manuel,  76  años  antes  de  que  naciera 
Juan  de  Mena ;  y  que  lanzada  a  volar,  de  ella  se  apoderan  las 
crónicas  y  los  autores  populares,  Juan  Euiz,  Martínez  de  Tole- 
do, etc. ;  así  como  los  escritores  que  simultanean  ambas  palabras 
prueban  la  vacilación  reinante  desde  priucipios  del  siglo  xv  en 
el  mismo  pueblo  antes  de  arrumbar  la  voz  erudita  substituyén- 
dola por  la  vulgar. 

Bien  se  nota  esta  lucha  en  el  Refranero  español,  reflejo  no  sólo 
del  alma  hispana,  sino  de  la  riqueza  del  idioma  y  de  su  evolución. 

Bastarán  tres  ejemplos  para  corroborar  nuestro  parecer. 
«  Quien  bien  quiere  a  Beltrán,  bien  quiere  a  su  can»,  refrán  que 
versificó  Fernán  Pérez  de  Guzmán  en  su  La  drotina  que  dieron 
a  Sarra,  escribiendo : 

11 


—  164  — 

ca  quien  de  beltráu  fuere  amador 
siempre  a  su  can  avra  bneu  araor. 

refrán  que  el  pueblo  reformó  en  seguida,  diciendo  : 

«Quien  bien  quiere  a  Beltrán,  a  su  perro  le  da  pan»,  idea 
que  recordamos  haber  leído  expresada  de  esta  manera  : 

Al  'perrillo  de  Fabio 

Flora  hace  fiestas  ; 

si  esto  hace  con  el  perro 

¿  con  él  qué  hiciera  ? 

Y  de  esto  infiero, 

que  quien  quiere  al  perrillo 

bien  quiere  al  dueño. 

El  segundo  refrán  a  que  nos  referimos,  dice : 

«  Los  canes  de  Zorita,  no  teniendo  a  quien  morder  uno  a  otro 
se  mordían»,  registrado  en  el  Diccionario  de  Autoridades.  El 
pueblo  lo  cambió  pronto,  si  respetando  el  concepto,  variando  la 
forma.  Véase : 

«  Los  perros  de  Zorita  no  teniendo  a  quien  morder,  uno  a  otro 
se  mordían  ». 

«  Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mal  avenidos. » 

«  Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mucha  grita  »,  y 

«  Como  los  perros  de  Zorita,  que  cuando  no  tienen  a  quien 
morder  se  muerden  unos  a  otros. » 

El  último  ejemplo  demostrativo  de  nuestro  parecer  es  el  si- 
guiente : 

«  El  can  con  rabia  de  su  dueño  traba  »,  refrán  que  ofrece  las 
variantes  que  van  a  leerse : 

«  Can  con  rabia,  a  su  dueño  muerde.  » 

«  Can  con  rabia,  de  su  amo  traba.  » 

«  El  perro  con  rabia,  a  su  amo  muerde.  » 

Refrán  que  Macías,  el  Enamorado,  versificó  así : 

Can  rabioso  e  cosa  braba 
de  8U  señor  sé  que  traba. 

como  romanceándolo  dijo  el  Archipreste  de  Hita  en  su  Cantiga 
de  los  clérigos  de  Talavera  : 


—  165  — 

Porque  suelen  desir  que  el  can  con  grand  agosto 

eli  con  rabia  de  la  muerte  a  su  dueño  traba  el  rostro. 

Si  hubo  algún  lector  que  con  teresiana  paciencia  haya  leído 
este  trabajillo  tan  sin  miga  y  sin  substancia,  se  Labra  conven- 
cido de  que  nosotros,  ante  el  universal  desquicio,  aún  no  termi- 
nado, a  pesar  del  tan  discutido  tratado  de  Versalles,  en  vez  de 
<^ darnos  a  perros»  en  sentido  figurado,  hemos  preferido  «dar- 
nos a  perros  »  en  el  recto  sentido  de  la  frase,  ya  que  suele  ser  a 
veces  menos  molesto  el  ladrido  de  los  canes  que  los  gritos  de 
odio  del  animal  llamado  hombre. 


Octubre  de  1919. 


Ricardo  Monner  Sans. 


NÓMINA   DE  LOS  AÜTORKS  DE   QUIENES  SE  HAN  RECOGIDO  NOTICIAS 
O  SE   CITAN   PÁRRAFOS  DE  SUS  OBRAS 


Acosta,  P.  José,  49,  65,  84. 

Adeline,  J.,  37. 

Albrecht,  Osear,  6. 

Alcázar,  Baltasar  del,  4,  28,  30,  106. 

Alcibíades,  118,  148. 

Alejandro  Magno,  148. 

Alemán,  Mateo,  2.5,   35,  47,  62,  88, 

90. 
Alfonso  XI,  8,  10,  16,  162. 
-^onao  de  Herrera,  Hernando,  34. 
Alvarez,  A.,  60. 
Alvarez  Gamero,  S.,  154. 
Alvarez  de  Villasandino,  18,  61. 
Archipreste  de  Hita,  17,  18,  27,  34, 

35,    39,  91,  103,  136,   140,    162, 

164. 
Argeusola,  B.  L.,  14,  64. 
Argote   de    Molina,  11,   18,   31,  42, 

44,  105,  152. 
Aristóteles,  148. 
Arona,  Juan  de,  23,  138. 
Aubry  de  Montdidier,  150. 
ATellaneda  y  Guerra,  89. 


Ávila,  Luis  de,  4. 

Baena,  Juan  Alonso  de,  162. 

Balari  y  Juvany,  8. 

Baraibar,  Federico,  71. 

Baroja,  Pío,  66. 

Barón  de  la  Vega  de  Hoz,  59. 

Barón  de  Vaux,  12. 

Bastús,  J.  V.,  80,  81,  105,  124,  147. 

Berceo,  Gonzalo  de,  17,  56,  63,  161. 

Bonilla  y  San  Martín,  A.,  20,  153. 

Borao,  Jerónimo,  68. 

Borole,  Juan,  88. 

Bretón  de  los  Herreros,  66,  80,  95. 

Bnffon,  33. 

Byron,  Lord,  151. 

Cabrera,  Fr.  Alonso  de,  147. 

Cabrera,  Ángel,  9,  44. 

Calderón  de  la  Barca,  61,  81. 

Campillo,  Narciso,  10,  121,  149. 

Cáncer,  Jerónimo,  58. 

Casas,  Bartolomé  de  las,  30. 

Casas,  Cristóbal  de  las,  19. 

Castellanos,  Juan  de,  152. 


166   — 


Castillo  Solórzano,  46,  47. 

Castro,  Adolfo  de,  103. 

Castro,  Guillen  de,  133,  134. 

Castro,  Mauuel  de,  3. 

Cejador,  Julio,  6,  19,  36,  37,  60, 
72,  101,  112,  114,  120,  121,  143. 

Cetina,  Gutierre  de,  4. 

Claraiuonte,  Andrés  de,  103,  154. 

Cleniencíu,  Diego,  27,   59,  88,  129. 

Colón,  30. 

Cortejón,  Clemente,  81,  146. 

Correas,  Gonzalo,  29,  59,  63,  72, 
75,  76,  77,  78,  82,  83,  85,  93, 
97,  99,  102,  104,  106,  107,  110, 
111,  112,  113,  114,  122,  124,  129, 
130,  131,  132,  139,  140,  142,  145, 
147. 

Costa  Alrarez,  A.,  6. 

Costa,  Joaquín,  8. 

Cotarelo  y  Morí,  89. 

Covarrubias,  8,  16,  19,  20,  25,  26, 
28,  31,  32,  33,  40,  53,  54,  56,  57, 
58,  59,  71,  74,  80,  99,  101,  116, 
129. 

Cruz,  Kamón  de  la,  45,  95. 

Cubillo  de  Aragón,  134. 

Cuervo,  Rufino  J.,  139. 

Cuveiro,  Pinol,  50. 

Cnvier,  50. 

D'Enghien,  duque,  151. 

Diez,  Federico,  33. 

Echegaray,  Eduardo,  7. 

Encina,  .Juan  del,  53,  163. 

Enrique  Gómez,  A.,  95. 

Ercilla,  Alonso  de,  78. 

Espinel,  Vicente,  19,  29,  88,  133. 

Espinosa,  45. 

Estuardo,  María,  150. 

Fernández,  Lucas,  69. 

Fourrier,  Octavio,  43. 

Funes,  Diego  de,  32,  40. 

Galindo  y  Vera,  8,  114,  160. 

García,  Coronel,  32. 

Garcilaso  de  la  Vega,  59. 

Gherardin,  19. 


Gómez  de  Cibdarreal,  46,  55,  104. 

Gómez,  Manrique,  161. 

Góngora,    Luis   de,   31,  32,  46,   49, 

90,  133. 
González  del  Castillo,  Juan,  143. 
Gracián,  B.,  48. 
Granada,  Daniel,  21. 
Granada,    Fr.    Luis  de,   25,  32,  39, 

42,  45,  47,  54,  161. 
GueTara,  Antonio  de.  33. 
Guillermo,  el  Taciturno,  150. 
Gutiérrez  de  la  Vega,  José,  13,  16. 
Hartzembusch,  J.  E.,  100. 
Herrera,  Antonio  de,  156. 
Hojeda,  Diego  de,  64. 
Homero,  148. 

Hurtado  de  Mendoza,  D.,  4. 
Infante,  D.  Juan  Manuel,  162. 
Jauer,  Florencio,  38. 
Jenofonte,  9. 
Jovellauos,   G.  M.  de,  65. 
Justina,  La  Pícara,  25. 
Kearton,  Mr.  Clierry,  26. 
Knapp,  7. 

Lafuente,  Modesto,  25. 
Lamartine,  A.,  88. 
Lanchetas,  Rufino,  22. 
Larra,  M.  J.  de,  61. 
Lecauda,  123. 
Lee,  Sir  Henry,  150. 
Leiva,  Francisco  de,  73. 
Lenz,  R.,  127. 
Letamendi,  José  de,  72. 
Linné,  9. 

Lope  de  Rueda,  79. 
Lope  de  Vega,  4,  19,  27,  52,  53,  55, 

59,  70,  107,  139. 
López  de  Mendoza,  Iñigo,  76,  79,  80, 

83,  103,  119,   121,  145,  146,  161. 
López  de  Yaaguas,  Hernán,  115. 
Luciano,  4. 

Lujan,  Francisco  de,  154. 
Malara,  Juan  de,    81,  98,  100,  129. 
Marroquín,  José  M.,  71. 
Marques,  Fr.  Juan,  49. 


167  — 


Martínez  del  Espinar,    11,    14,  16, 

24,  59. 
Martínez  de  Toledo,  162. 
Martínez  Gayoso,  B.,  38. 
Martínez  Marina,  160. 
Maura,  Gabriel,  11,  42. 
Membreño,  Alberto,  45. 
Mendoza,  Antonio  de,  95. 
Mexía,  Pedro,  4. 
Medina,  J.  Toribio,  87. 
Meira,  Juan  de,  159,  162,  169. 
Menéndez  y  Pelayo,  63. 
Mérimée,  108. 
Mir,  P.  Juan,  45,  50. 
Mira  de  Mescua,  148. 
Moliere,  108. 
Monlau,  Pedro  F.,  28. 
Moutargis,  149. 

Montoro,  Antonio  de,  122,  163. 
Montoto,   Luis,   89,    101,   119,   125, 

148. 
Moratín,  L.  Fernández  de,  81,  89. 
Moratín,  N.,  4,  23,  41. 
Moreto,  Agustín,  95,  108. 
Mugica,  Pedro  de,  7,  29,  93,  132. 
Napoleón  I,  151. 
Nansen,  doctor,  24. 
Negueruela,  Diego  de,   163. 
Nieto  de  Molina,  4,  11,    22,  31,  32, 

66,  67,  70,  96. 
Nirenstein,  Mauricio,  36. 
Núñez,  o  Comendador   Griego,   74, 

79,  80,  81,  82,  83,  85,  86,  90,  92, 

96,  97,  98,    100,    101,    103,    105, 
•     106,  107,  109,  110,  126,  129,  130, 

132,  134,  147,  160. 
Oppiano,  10. 
Orozco,  Sebastián  de,  88. 
Ovidio,  4,  10. 
Oviedo,  H.  de,  30,  55,  156. 
Palacio,  Manuel  del,  146. 
Palacio  Valdés,  A.,  78. 
Falencia,  Alfonso  de,  146,  163. 
Palmireno,  Lorenzo,  83. 
Pereda,  José  M.  de,  117. 


Pérez,  A.,  143. 

Pérez  de  Guzruán,  F.,  136,  163. 

Pérez  Escrich,  E.,  87. 

Pérez  Galdós,  B.,  139. 

Pérez  y  González,  F.,  155. 

Phoebus,  Gastón,  16,  41. 

Pineda,  Juan  de,  26,  28,  45,  48,  61, 

62,  124. 
Pisón  de  Vargas,  4. 
Platón,  148. 
Plinio,  51,  96. 
Plutarco,  30. 
Polibio,  30. 
Polo,  Jacinto,  27,   94. 
Ponce,  Juan,  156. 
Puente  y  Ubeda,  C,  112,  114,  130. 
Puiggari,  José,  157. 
Puyol  y  Alonso,  J.,  153. 
Quatrefages,  35. 
Quevedo,    Francisco  G.    de,  17,  20, 

22,  25,  27,  29,  42,  46,  48,  49,  50, 

58,   64,   67,  68,  69,    87,  95,   110, 

128. 
Quinto  Curcio,  134. 
Quiñones  de  Benavente,  19,  48,  153, 

154. 
Rato,  Apolinar  de,  70. 
Rebolledo,  94. 
Remlinger,  M.,  137. 
Reyes,  Alfonso,  37. 
Rodríguez   Marín,    F.,    75,    79,  88, 

90,  139,  144. 
Rojas,  Agustín  de,  4. 
Rojas,  Fernández  de,  49,  163. 
Rojas,  Zorrilla,  143. 
Rozan,  Carlos,  108. 
Rué,  A.  de  la,  19. 
Ruiz  de  Aguilera,  V.,  90,  91. 
Ruy  Páez  de  Ribera,  63,  162. 
Salas  Barbadillo,  18,  62,  88. 
Salazar  y  Torres,  A,,  44,  64. 
Samaniego,  F.  M.  de,  71,  118. 
Sánchez,  Tomás  A.,  36,  38,  56,  62, 

161. 
Sandoval,  P.  de,  95. 


—  168  — 


Sarmiento,  D.  F.,  88. 
Sarmiento,  F.  M.,  38. 
Sbarbi,  4,  74,  80,  82,  89,  100,  113, 

119,  120,  121,  133,  142. 
Schevill,  Rodolfo,  153. 
Salgas,  José,  75. 
Sócrates,  148. 
Sotto,  Serafín  M.  de,  60. 
Strabón,  33. 

Suárez  de  Figueroa,  L.,  152. 
Sverdrup,  24. 
Tallien  de  Cabarrús,  35. 
Tangis  Orrit,  7,  8. 
Timoneda,  Juan  de,  101. 
Tirso  de  Molina,  32,  70,  96. 


Torres  de  Villarroel,  25,  27,  80,  83, 

123. 
Torres,  Juan  de,  29. 
Tovar,  C.  R.,  64. 
Trasmiera,  Juan  de,  153. 
UUoa,  Antonia,  156. 
Ureña,  Rafael,  20. 
Valdés,  Juan  de,  72,  104. 
Valdivielso,  J,  de,  18,  101. 
Vargas  Machuca,  156,  163. 
Varron,  10. 
Viera,  52. 
Villaviciosa,  4,  49. 
Villegas,  E.  M.,  3. 
Virgilio,  10. 


En  mi  rincón,  año  de  1922. 


índice  general 


Introdiiccióu 3 

Etimología 6 

Castas  y  oficios  perrunos 9 

Vocabulario 15 

Glosario  de  voces  perrunas 45 

Refranero 72 

De  algunos  perros  célebres 148 

Epílogo 158 

Can  y  perro 159 

Nómina  de  autores  citados 165 


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